El viernes por la mañana se reúne el
cuarteto de jubilados en casa Grandal que les cuenta que un antiguo amigo del
Cuerpo, prefiere no revelar que ha sido Blanchard, le ha enviado la ficha de la
policía colombiana sobre Efraím Gomes Restrepo. Su historial revela una afición
que quizá pueda servirles para poder localizarlo: es un fan del béisbol. En
función de lo que hayan descubierto en internet sobre la implantación de ese
deporte en España esa podría ser una pista más efectiva que buscarlo en bares,
restoranes y otros sitios donde se concentren los colombianos residentes en
Madrid. Álvarez es quien ha conseguido la mayor información. Antes de entrar a
hablar del béisbol español, sus amigos tienen que soportar que les cuente algunas
historias de cuando fue jugador de rugby universitario en el equipo del Colegio
Mayor Ximénez de Cisneros.
- … y el primer equipo del colegio fue el líder
indiscutible durante un montón de años de la competición de Colegios Mayores de
Madrid, así como del torneo Alfonso XIII de la Universidad Complutense.
¡Aquellos sí que fueron buenos años! – recuerda con emoción -. Precisamente fue
entonces cuando conocí a otros universitarios que jugaban al béisbol. Si no
recuerdo mal eran de los primeros beisbolistas que hubo en España.
- Luis, y yo
que creía que lo tuyo era el fútbol y ahora nos sales con el rugby – ironiza
Ponte.
- Bueno,
caballeros, que nos estamos desviando del objetivo prefijado. Centrémonos en lo
que habéis averiguado sobre el béisbol en nuestro país.
- De acuerdo
– Álvarez ordena unas hojas en las que ha imprimido la información de la red
sobre el béisbol español -. Aunque el béisbol es un deporte que no goza de gran
popularidad entre los españoles, lo primero a destacar es que a nivel
competitivo la selección de béisbol de España es la tercera potencia europea,
lo que tampoco supone tanto puesto que en Europa la afición a ese deporte es
también muy minoritaria. Existe una liga española de béisbol regida por la Real
Federación Española de Béisbol y Sóftbol y que funciona desde mil novecientos
cincuenta y ocho, pero no es hasta mil novecientos ochenta cuando se establecen
las actuales divisiones: la División de Honor y la Primera División A.
- Háblanos
del béisbol en Madrid que es lo que nos interesa – le apremia Grandal.
- El año
pasado eran ocho los equipos que militaban en la División de Honor y ninguno de
ellos era de Madrid, aunque si hay clubes madrileños que juegan en la Primera
División.
- Por
curiosidad – le interrumpe Ponte -, ¿en qué lugares juegan equipos de los de la
División de Honor?
- En sitios
tan distintos como Navarra, Valencia, Cataluña, Bilbao y Tenerife – responde
Alvarez tras lo que retoma el hilo de su exposición -. En nuestra comunidad hay
varios clubes: el Club de Béisbol y Sóftbol Rivas-Vaciamadrid, el Villalbilla
Béisbol Club, el Club Béisbol Gatos de Madrid y la Escuela Municipal de Béisbol
de Madrid, que radica en la capital pero que solo juega en las categorías de
alevines y cadetes. Además está el Centro Deportivo Municipal La Elipa que cuenta
con un campo de béisbol, pero sin ningún equipo federado. Ah, otra cuestión, en
algunos clubes se juega indistintamente al béisbol y al sóftbol.
- ¿Y qué
coño es eso de sóftbol? – inquiere Ponte.
- Es un
deporte hermano del béisbol. Difieren en las reglas, pero comparten la esencia
del juego: batear la pelota lanzada por el pitcher. Se puede decir que el sóftbol
es una derivación suave del béisbol. Y no es un juego cualquiera, fue deporte
olímpico en Atlanta y volverá a serlo en la Olimpiada de Tokio en el dos mil
veinte.
- O sea que
en Madrid solo hay un club donde se juegue regularmente al béisbol, ¿no es eso?
– pregunta Grandal.
- Lo que hay
es todo lo que he encontrado en la red, te lo puede confirmar Amadeo con quien
he coordinado la navegación – contesta Álvarez -. He intentado recordar el
nombre de algunos de aquellos pioneros del béisbol español de los sesenta por si
me podían facilitar más información, pero mi memoria parece que ha borrado esos
recuerdos.
- Bueno,
pues si eso es cuánto hay tenemos el campo de investigación muy acotado. Ahora
es cuestión de hacerse con el calendario de la competición y del emplazamiento
de los terrenos de juego de los cuatro clubes madrileños que juegan al béisbol
– comenta Grandal.
- De todo
eso se ha encargado Amadeo – informa Álvarez.
Ballarín abre su inseparable cartera de mano
y saca unas fichas que coloca ordenadamente encima de la mesa. En la primera
ficha está el calendario de competición de la Liga Nacional de Primera División
de Béisbol. Luego hay otras fichas, una para cada uno de los clubes madrileños
que juegan. El Club de Béisbol y Sóftbol Rivas que en la actualidad tiene
equipos en todas las categorías. El campo de juego está en el Polideportivo
Cerro del Telégrafo en Rivas-Vaciamadrid, ciudad sita al este de Madrid y de la
que dista unos quince kilómetros. Otra ficha es del Club Villalbilla Béisbol
Club, que juega en el Campo Municipal de Béisbol, Urbanización El Zulema de
Villalbilla. La última ficha recoge los datos del Club Béisbol Gatos de Madrid
y que es la más escueta, solo pone que su equipo juega en el Polideportivo
Municipal de La Elipa que se encuentra en el parque del mismo nombre dentro del
barrio de La Elipa.
- Bien, pues
ahora es cuestión, de acuerdo con el calendario de partidos, de organizar las
visitas a Rivas-Vaciamadrid, Villalbilla y al Polideportivo de La Elipa –
sintetiza Grandal.
- Yo ofrezco
mi coche para los desplazamientos fuera de Madrid. Es lo suficientemente grande
para que quepamos los cuatro cómodamente – ofrece Ballarín.
Resulta que en el calendario de la Liga
Nacional de Béisbol de 1ª División hay años en que solo participa el Club de
Béisbol y Sóftbol Rivas y que en los demás la previsión de las competiciones es
bastante aleatoria. Al final lo que deciden es olvidarse de cualquier clase de
competición y simplemente visitar los distintos terrenos de juego. Como les
explica Álvarez, todo eso ocurre porque en Europa no hay prácticamente béisbol
profesional y España no es una excepción.
El primer campo que visita el cuarteto es el
del Polideportivo Cerro del Telégrafo en Rivas-Vaciamadrid, donde tiene sus
reales el que parece el club más potente de la comunidad. No descubren ningún
rastro de Efraím, aunque si hay un dato prometedor: entre sus jugadores
alevines y cadetes se adivinan por sus rasgos muchos chavales procedentes de
allende el Atlántico Sur. Una vez más es Álvarez quienes les explica el motivo:
en muchos países latinoamericanos el béisbol tiene una fuerte implantación. Lo
único positivo que sacan del viaje es saber algo más de Rivas-Vaciamadrid,
población que ha crecido vertiginosamente desde los 500 vecinos de 1980 a los
80.000 de la actualidad, dando lugar a un asentamiento de aluvión que es
considerado como el de mayor expansión demográfica de Europa.
En Villalbilla visitan el campo de béisbol
de la Urbanización El Zulema. El resultado es el mismo, ni rastro del narco
colombiano, pero si aprenden más cosas del pueblo, municipio de la Comunidad de
Madrid próximo a Alcalá de Henares y que cuenta con una población de once mil
habitantes.
La última visita es al Polideportivo de La
Elipa. Lo que ven allí es más una escuela para la formación de futuros
beisbolistas que otra cosa. Los practicantes son casi todos niños y
adolescentes. Sin embargo, es en La Elipa donde se enteran de un dato
prometedor. El que atiende el bar, entre café y café, les comenta que de uvas a
peras, cuando el campo tiene horas libres, se reúne un grupo de
latinoamericanos, todos ellos acérrimos aficionados al béisbol, para batear
unas bolas y cuando hay quórum a veces terminan organizando un partido entre
amigos.
- ¿Y hay
colombianos entre ellos? – pregunta Grandal.
- Hay de
todas partes, desde argentinos y chilenos hasta cubanos y mejicanos y, por
supuesto, también hay colombianos. Lo mejorcito de cada casa, vamos.
- No parece
que le caigan muy simpáticos – apunta Álvarez.
- Ni simpáticos
ni antipáticos, lo que pasa es que dejan unas propinas de puta pena, eso cuando
las dejan.
- ¿La
próxima vez que se reúnan querrá llamar a este teléfono? – pide Grandal al del
bar dejándole de propina un billete de veinte euros en el que ha garabateado un
número.
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