Uno de los agentes
inmobiliarios, a quien ARBOGAR ha contratado para la compra de suelo cuando se
dé el pistoletazo de salida al proyecto de urbanización en Senillar, es quien
alerta a Amador Garcés:
- Han comenzado a comprar terrenos.
- ¿Quién? – pregunta un alarmado Garcés.
- Un comprador de fuera. Me lo ha dicho Granell, que ha vendido un campo
de almendros que tiene en la partida de Albalat.
- ¿Y te ha dicho con qué fin se lo han comprado?
- No lo sabe, el que le ha hecho la oferta no es más que otro agente de
la propiedad inmobiliaria. Lo único que le ha comentado es que trabaja para una
empresa de Madrid, pero apuesto a que van a construir porque por lo que me cuentan
no es el único propietario al que han tanteado.
- ¿Qué quieres decir con lo de han tanteado, es qué hay más de un
corredor comprando?
- Eso parece.
Garcés, presa de gran
nerviosismo, telefonea inmediatamente a Badenes:
- Agustín, ¿sabes algo de unos corredores que están comprando terrenos
en el pueblo?
- Estaba a punto de llamarte – responde el bancario -. Acabo de
enterarme ahora mismo. ¿Qué información tienes? – pregunta Badenes tan cauto
como de costumbre.
- Ninguna salvo lo que me acaba de contar uno de los corredores que he
fichado para ARBOGAR. ¿Tú crees que están comprando para construir?
- Saberlo, como te he dicho, no
lo sé, pero seguro que es para construir, para qué va a ser si no. Para mí que
alguien se ha ido de la muí y algún listo nos está haciendo la santísima – se
queja farisaicamente el bancario.
- ¿Y qué hacemos? – quiere saber Garcés -. ¿Doy la orden de que empiecen
a comprar?
- Vamos a hacer las cosas con cabeza, Amador. Lo primero es tranquilizarnos
y no empezar a dar palos de ciego. Lo segundo, llama a Arbós por si él supiera
algo y luego ponte en contacto con los de BACHSA y les informas. Por mi parte,
ahora mismo telefoneo a la central y les cuento lo que está sucediendo para que
me den instrucciones. En cuanto sepas algo más me lo dices en seguida. Yo haré
lo mismo.
Las llamadas entre el consejero
delegado de BACHSA y el director general adjunto de Cajaeuropa casi se cruzan.
Como ninguno de ambos tiene otra información que la que, desde Senillar, les
han facilitado Garcés y Badenes, deciden que vaya Rodrigo Huguet acompañado de
Manolo Toresano, el arquitecto, para averiguar qué diablos está ocurriendo.
Los enviados de BACHSA se
reúnen con Arbós y Garcés y no sacan mucho en limpio. Arbós confirma que la
compra de fincas se acelera por horas y, como consecuencia, los precios se
están disparando. A su vez, Garcés les informa que en el pueblo corren mil y un
rumores: que si van a construir un campo de golf y a su alrededor van a edificar
una urbanización de lujo, que si son unos inversionistas alemanes que tienen la
intención de construir una ciudad residencial para jubilados de su país, que si
se trata de la mafia rusa que está lavando dinero con la compra de bienes
inmuebles en todo el levante español, que… Hay bulos para todos los gustos,
pero ninguno parece lo suficientemente consistente para darle mucha
credibilidad.
Moltó, que no se fía mucho de
la capacidad inquisitiva de los representantes locales de la constructora,
encarga a Badenes que hable con los clientes de más confianza y si necesario
fuera que tire de la lengua a sus múltiples conocidos aunque no operen con la
caja, pero que es de todo punto imprescindible enterarse de quien hay detrás de
las compras de terrenos que se están llevando a cabo. No es que sean todavía
muy importantes, pero si han tenido la virtud de alertar a los propietarios lo
que ha supuesto un notable incremento de los precios. Unas horas más tarde, el
director local de Cajaeuropa llama a su superior:
- Gaspar, soy Agustín. He revuelto Roma con Santiago y no he conseguido
sacar nada en limpio.
- ¿Has preguntado a todos tus contactos?
- Como te he dicho, no he dejado piedra sin remover pero sorprendentemente
nadie parece saber nada y si alguien lo sabe no suelta prenda.
- Resulta increíble, Agustín, que en un pueblo tan pequeño no se haya
filtrado nada. Algo tendrán que decir los que están comprando.
- Sólo cuentan que están efectuando las operaciones para unos inversores
de Madrid, pero que ni siquiera ellos saben quiénes son. Y de ahí no hay quien
les saque.
- ¿Y no has detectado operaciones anómalas en tu oficina?
- Ninguna.
- Bueno, en cuanto tengas la más mínima información me llamas
inmediatamente. Este asunto es prioritario.
Cuando Huguet y Toresano
cuentan al resto de los miembros del directorio de BACHSA la escasa y, sobre
todo, confusa información que han conseguido, el desconcierto, primero, y el
enfado, después, es unánime.
- Alguien se ha ido de la lengua y estoy convencido de que no ha sido ni
un desliz involuntario ni una casualidad – sospecha Bricart.
- Puedes echar un órdago a chicas que así ha sido pues – corrobora
Arechabaleta.
- ¿Y quién habrá sido el hijo de puta que nos la está jugando? – se
pregunta Huguet.
- Como dijo Lucio Longino ¿quid prodest? – la cita la ha soltado
Cardona.
- Coño, Juan Antonio, habla en cristiano – se sulfura Bricart, a quien
las expresiones cultas de su socio le suelen poner de mal humor.
- ¿A quién beneficia esta situación? Eso es lo que hay peguntarse – traduce
Cardona.
- Evidentemente, a la competencia, pero ¿a quién concretamente?, porque
hablar de la competencia así en abstracto no nos da ninguna pista – puntualiza
Huguet.
- En mi opinión – interviene Cardona -, que se haya precipitado la
operación de compra de terrenos y el consiguiente encarecimiento de los mismos,
más que a otra u otras constructoras a quien más beneficia es a la caja. Y el
razonamiento es simple: cuanto más caros tengamos que comprar los solares más
tendremos que recurrir a su financiación y mayores van a ser sus beneficios.
- Por una vez estoy de acuerdo contigo, Juan Antonio. Seguro que esto es
obra del estreñido de Moltó que de esa forma, además de sacarnos los cuartos
con su bonus, le sacará más rédito al que le van a dar en la caja. Esto exige
un cara a cara de inmediato, algo que os pido que dejéis de mi cuenta. ¡Se va
enterar el niñato ese lo que cuesta un peine!
La reunión de Bricart con
Moltó, es tormentosa. El constructor acusa abiertamente al representante de
Cajaeuropa de que alguien de la caja le ha soplado a otra compañía de la
competencia el proyecto de urbanizar Senillar y que están repensando lo de
llevar adelante la operación. El banquero considera una ofensa a su prestigio y
a la profesionalidad de su personal semejante acusación y reta al constructor a
que pruebe lo que dice o que retire la inculpación de inmediato. El
enfrentamiento acaba en tablas, pero la relación de cordialidad queda tocada.
Gaspar Moltó vuelve a
telefonear a Agustín Badenes para conocer las últimas averiguaciones que haya
podido hacer su subordinado.
- Nada, Gaspar, no he conseguido enterarme de nada. En los años que
llevo en el pueblo no había visto nada parecido. Lo único que corre por los
mentideros son los rumores que te comenté, pero que, en mi opinión, son
escasamente creíbles.
- O sea que, como dicen los mejicanos, alguien nos ha madrugado.
- Más o menos así parece ser – certifica el director local de la caja
mientras una sonrisa sarcástica se plasma en sus labios.
En cuanto cuelga el teléfono Badenes
llama a Arbós:
- ¿Puedes hablar? – pregunta con su habitual cautela.
- Sí, estoy solo. ¿Pasa algo?
- No, no pasa nada. Te llamo para reiterarte que es fundamental que
nadie sepa que detrás de las compras de terrenos estamos nosotros dos. Si
llegara a saberse se iría todo al garete. No te canses de recordarle al
gerente, cada vez que hables con él, que la discreción es lo más importante en
esta empresa. ¿Entendido?
- Descuida, Agustín, así lo hago.
- Fenomenal, José Ramón, mientras siga así los primeros beneficiados de
este negocio seremos nosotros.