"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 19 de junio de 2020

Libro I. Episodio 43. Lo que estás haciendo con el mañego es una marraná

   El verano de 1890 se está marchitando y todos los intentos de Julio de ligar con extranjeras se han saldado con un rotundo fracaso. Ha estado en varias playas de las cercanías de Palma donde ha encontrado extranjeras bañándose ataviadas con unos maillots que, como diría su santa madre, una española jamás se habría atrevido a ponerse. Se ha dado buenas raciones de vista y, en más de una ocasión, ha tenido erecciones que no ha tenido más remedio que mitigar manu militari, pero nada más. Todas sus tentativas de entablar conversación con alguna turista han fracasado, y ha terminado descubriendo el motivo: hay que saber algo más que las cuatro palabras que conoce de francés para lograr que las extranjeras acepten conversar. Cuando ha utilizado la lengua gala lo máximo que ha conseguido es alguna frase del estilo de je ne comprends pas ce qu´il dit. Y cuando las ha abordado echando mano del español las respuestas han sido más o menos las mismas: do you speak English?, sprechen sie deustsch?, parli italiano?, o frases en lenguas absolutamente desconocidas para el mañego.

   Las escapadas a las playas que ha hecho en compañía de Puig han tenido resultados similares. Las pocas palabras que conoce el valenciano de inglés tampoco les han servido para entablar una charla con las turistas más allá de un please do not disturb. Además, en las últimas semanas del verano, el morellano ha dejado de acompañar al mañego porque se ha zambullido de cabeza en el mundo de los negocios. Puig ha descubierto que, además de los vapores que cubren las rutas regulares de la península a Palma, hay otros buques, a los que llaman genéricamente cruceros, que con cierta regularidad atracan en el puerto y sus pasajeros se desparraman por Palma con unas ansias locas de ver una corrida de toros y comprar toda clase de recuerdos de Mallorca en particular y de España en general. Recuerdos a los que suelen llamar souvenirs. El de Morella, que se está revelando como un astuto vendedor, además de la bisutería se ha hecho con una colección de muñecas vestidas de andaluzas y gitanas, y de muñecos vestidos de toreros, majos y chulapos, de guardias civiles e incluso de bandoleros. Con toda esa quincalla está ganando mucho más que con la bisutería de Carbonero. Al morellano le resulta mucho más fructífero vender baratijas a los turistas que acompañar al mañego a ligar con alguna extranjera.

   En Malpartida, Consuelo es ajena a todo el asunto del turismo porque en esas apartadas tierras los extranjeros brillan por su ausencia y ni siquiera la voz turista es conocida en esos pagos. Su problema radica en que está teniendo cada vez más dudas sobre su relación con Julio y además se aburre soberanamente. Cada vez más a menudo se pregunta si será capaz de esperarle hasta que acabe la mili, pues se va a plantar con veintidós años y soltera. A esa edad, la mayoría de las mozas del pueblo, todas sus amigas sin ir más allá, ya tienen su hogar y un marido en la cama. Como suele hacer, comenta sus dudas con su amiga Carolina.

   -Estoy hecha un lío, Carol, no sé qué hacer, si continuar con Julio o dejar lo nuestro. La separación se me está haciendo muy larga y eso que solo ha pasado algo más de un año desde que se fue. Empiezo a dudar si tendré fuerza de voluntad para aguantar. Encima lo de guardar la ausencia se me hace más pesado cada día que pasa.

   -Por eso te alivias con los paseos que das con el placentino –Carolina no ha podido resistir la tentación de darle un puyazo a su amiga.

   -Y menos mal que Luis me entretiene los fines de semana –Consuelo o no se ha enterado del aguijonazo de su amiga o no se da por aludida-, si no ¡vaya muermo! Llevaría una vida como la de una monja de clausura.

   -Pero sabrás que to el pueblo murmura, que si has cambiao al mañego por el placentino y que si ganas con el cambio porque va a poner una tienda y además su familia está forrá…

   -La gente que murmure cuanto quiera, ¿y sabes lo que te digo?, que vaya yo caliente y ríase la gente.

   -Entonces… ¿lo tuyo con el placentino va en serio? –quiere saber Carolina.

   Una indescifrable sonrisa es toda la respuesta de Consuelo. Días después del diálogo con Carolina, Consuelo charla con su tía María, que es con diferencia la más avispada de las hermanas Barrado.

   -¿Qué tal con Luis?, ¿te has enterao de que está en tratos con el tío Bronchales pa un préstamo?

   -Sí, tía, me lo ha contado de pe a pa. De hecho ya tiene concedido el préstamo y en unos días comenzarán las obras pa adecentar el local.

   -Ese mozo tiene iniciativa, no ha querio esperar a que sus padres se hagan viejos pa empezar los negocios por su cuenta. La moza que le cace se va a llevar un buen partido. To lo contrario de otro que yo me sé.

   Consuelo tampoco contesta a la indirecta de su tía. En realidad está empezando a cansarse de que todo el mundo alabe las virtudes del placentino y, en contraposición, pongan en cuarentena los méritos del mañego. La situación en la que está viviendo de tener dos pretendientes, uno que es su novio y que está a tropecientos quilómetros, y otro que pretende serlo y que está en el pueblo de al lado la tiene confundida. Aunque alusión a alusión, indirecta a indirecta y puyazo a puyazo la situación va revertiendo en contra del ausente y a favor del presente. Sorprendentemente, una muy directa referencia ha dicho estado de cosas, y que hace que el vaso de sus planteamientos se desborde, procede de quien menos podía esperar, de su hermana pequeña de siete años y que tiene el descaro propio de tantos niños.

   -Julina, hermanita, hazme un favor, ve a casa de Carolina a por la carta semanal de Julio.

   -Voy, Consuelín –la muchacha tras dar unos pasos se vuelve y pregunta a su hermana-. Si te digo una cosa, ¿no te vas a enfadar?

   -¿Y por qué me iba a enfadar?

   -Bueno, pues te la digo. Lo que estás haciendo con el mañego es una marraná. Él allá sirviendo al Rey como está mandao y tú aquí engañándole con Luis. Y si eso no es una marraná que baje Dios y lo vea –y sin dar opción a que Consuelo pueda contestarle se marcha.

   En Plasencia, doña Pilar, como mujer práctica, sigue a lo suyo. El nuevo curso de 1890-91 presenta novedades, la principal es que su pluriempleo ha aumentado. Está persuadida de que su hijo necesitará una base económica lo más sólida posible, por ello multiplica su actividad para allegar más dinero, pues como maestra gana una miseria. Por eso ha solicitado y conseguido que el instituto de secundaria de Cáceres le otorgue la habilitación para impartir las asignaturas del primer ciclo de bachillerato, de los seis que dura dicha etapa, en régimen de enseñanza doméstica, situación que contempla el Plan de Estudios de Segunda Enseñanza de 1866. Ha comenzado a enseñar a futuros bachilleres, lo que da lugar a que un día se le presente Soledad Barrado en compañía de una chiquilla, a la que presenta como su hija pequeña.

   -Verá usté, había pensao mandarla al instituto de Cáceres pa que estudie el bachillerato, pero es mu pequeñina pa estar apartá de la familia, y además tendría que vivir en una pensión o en algún internao y no sé si lo soportaría. En cambio, si estudia aquí la tendremos, como el que dice, al lao de casa pues podría vivir en casa de una prima mía.

    Pilar trata a Soledad como si no supiera quien es y, por supuesto, no se le ha ocurrido preguntarle por Consuelo ni nada que suponga que está al tanto de la relación de la joven con su hijo. Lo que hace es interpelarla sobre la chiquilla.

   -¿Y qué edad tiene la niña?

   -Ocho va a cumplir, pero es mu espabilá. Pa mí que es la más lista de la familia.

   -Lo siento, pero para ingresar en la enseñanza secundaria se requiere tener cumplidos los diez años de edad y superar un examen.

   -A mí es que me habían dicho que si se estudia por libre se puede comenzar cuando se quiera.

   -Pues lo siento, pero le han informado mal. Tanto si el bachillerato se cursa en la enseñanza oficial, como si se hace en régimen de enseñanza doméstica, se requiere tener cumplidos los diez años de edad y superar un examen, como ya le he dicho.

   -Bueno, ya que estamos aquí, ¿me querría dar su parecer si la niña sirve pa estudiar?

   Doña Pilar le hace a la muchachita un ramillete de preguntas a las que contesta la niña con sinigual desparpajo e incluso cuando no sabe la respuesta correcta lo dice sin cortarse un pelo.

   -Sí, señora, la niña sirve para estudiar y si no se tuerce le adelanto que puede ser una excelente estudiante –Y ahí queda la posibilidad de que Julia Manzano sea alumna de Pilar Lahoz.

   En cuanto a los negocios del tío Bronchales crecen y crecen sin parar. Por ese motivo, la aragonesa se ha hecho más imprescindible si cabe para el usurero de Valencia de Alcántara, pues de dicho municipio es originario el prestamista que, en sus orígenes, se aprovechó de la proximidad de la villa a la frontera lusa para hacer sus primeros negocios prestando, tanto en pesetas como en escudos, a ambos lados de la Raya. Pilar está trabajando en el presente, pero con la vista puesta en el futuro para que, cuando su hijo termine la mili, pueda tener ahorrado el suficiente capital con vistas de que el chico pueda montar el negocio o el comercio que será la base y el sustento de su nueva vida. Y en ese hipotético futuro hay algo que tiene muy claro: debe tejer una red de amigos, conocidos y gente que le deba favores para que el día de mañana le puedan echar una mano si falta hiciese. Y el lugar que ocupa en el entramado prestatario del Bronchales le da ocasión para hacer favores y granjearse agradecimientos a gente que quizá algún día pueda devolvérselos. No puede cambiar ni el monto de los préstamos ni el interés que su patrón cobra por ellos, pero en cambio sí puede hacer algo cuando llegan los plazos del vencimiento del empréstito y el deudor tiene problemas para el pago de los intereses o la amortización del principal. Es una política que la aragonesa resume con el aforismo de quien no siembra no cosecha.

 

PD.- Hasta el próximo martes en que, dentro del Libro I de Los Carreño, publicaré el episodio

44. ¿Cómo se lo tomará Julio