"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 15 de mayo de 2020

Libro I. Episodio 33. Un artilugio singular


   La tarde del 28 de diciembre, Agustín está esperando a Julio a la salida de la bisutería.
   -Chacho, eres un tardón, llevo esperando una jartá de tiempo. Como hoy es el Día de los Santos Inocentes he llegao a pensar que me estabas gastando una inocentada.
   -Eso no sería una inocentada, en todo caso sería una gilipollez, y además no sabía que me estabas esperando, pero de haberlo sabido tampoco podría haber salido antes. Ahora que se acerca la Nochevieja y los Reyes los clientes entran a borbotones.
   -Ya lo he visto, ya. Como si regalarais la quincalla esa que vendéis.
   -No es quincalla, Agus, es bisutería, y de la buena.
   -Pa mí, quincalla, y no me gusta que me llames Agus. Mi nombre de pila es Agustín.
   -Bueno, Agustín, de acuerdo. ¿Y qué te trae por aquí, otra invitación?
   -¿Cómo lo has adivinao, chacho? Los que sabéis de letras sois la hostia.
   -Lo he dicho a bulto. Cuéntame.
   Y lo que el montanchego refiere es que las chicas, no le hace falta decir su nombre, como salió tan bien la comida de San Esteban han pensado que podían repetir la reunión para la Nochevieja. Despedirían 1889 haciéndose compañía y cenando como Dios manda y no las porquerías que suelen comer, y aquí Agustín hace un aparte.
   -Se refieren a nosotros. Les he contao que por las noches comemos lo que pillamos sin pararnos en remilgos. Ellas, como cenan de las sobras de sus señores, suelen jalar mejor.
   Y tras el aparte continúa explicando que, como Dolors sigue teniendo la llave de la bajera que le prestó su señora, las chicas han pensado que podría repetirse lo de Sant Esteve, pero por la noche. Despedirían el viejo año y brindarían por el nuevo, entrando en el mismo en amor y compaña como debe de ser.
   -Oye, pues no me parece mala idea, pero... me han hablado de ir con unos compañeros a un baile de fin de año que hacen en S´Arenal y que parece que es la repera, pero todavía no he confirmado que vaya a asistir.
   -Dime dónde es ese baile que saber dónde hay bulla siempre es bueno.
   -Sé que es en S´Arenal, una localidad situada a caballo entre los municipios de Palma y de Lluchmayor, pero del sarao en sí solo sé lo que me han contado, que es un rato divertido.
   -Bueno, a lo que iba. ¿Qué te paece la idea de la Nochevieja?, pero solo pa los cuatro. El poblema está en los dineros. Como las chicas se gastaron un pastizal pa lo de San Esteban, están a dos velas y yo, ni te cuento. Puedo traer algunos chuscos que me pasará bajo cuerda un furriel amigacho que es de Don Benito, pero na más. ¿A ti te queda algo de lo que te envió tu señora madre?
   -Quedar, algo queda, pero poco, se fue casi todo en la comida navideña.
   -Pos mira, con los chuscos que pueo arrimar, los embutíos que te queden y algo que traerán las chicas podemos tener una cena mucho mejor que el rancho que nos espera. Además, lo que no va a faltar será la juerga, la alegría y la buena compaña –Agustín todavía tiene otro argumento que sabe que causará mella en la voluntad del mañego-. Y piensa que sí vas al baile del que me has hablao no guardarás la ausencia de Consuelo, en cambio si te vienes con nosotros, como estarás entre amigos, no harás falta ninguna.
   Julio piensa que no le falta razón al bueno de Agustín y sin pensarlo más le confirma su asistencia a la velada para celebrar la llegada del nuevo año. Al día siguiente, el mañego le pasa a su paisano las escasas vituallas que le quedan del envío de su madre, y le adelanta cinco duros para que las chicas puedan comprar alguna cosilla más para alegrar la Nochevieja. Su esplendidez viene al haberse encontrado con la agradable sorpresa de que su patrón, además de la soldada mensual, le ha dado una generosa propina navideña con la que no contaba. Y es que el brigada Carbonero, como intuyó Julio desde el primer día, se ha revelado como un patrono exigente pero desprendido.
   Han quedado que el 31 se verán a partir de las ocho de la tarde, hora en que las chicas habrán recibido el visto bueno de sus respectivas señoras para abandonar sus quehaceres. Julio ha tenido mucho trabajo en la bisutería, que ha estado abarrotada de público todo el día, y no ha podido acudir a la hora convenida. No es hasta pasadas las nueve cuando cierran la tienda tras desearse patrono y empleados un Bon any nou que Julio ya sabe que es feliz año nuevo en mallorquín. Cuando, cerca de las diez, el mañego llega a la bajera donde celebrarán la Nochevieja se encuentra al trío pasado de copas. Han estado bebiendo y mezclando licores, y tanto su amigo como las mallorquinas parece que están bastante achispados pues en cuanto entra ambas chicas se le echan a los brazos y se lo comen a besos. Para ponerle a tono, lo primero que ha hecho Agustín ha sido abrir una nueva botella y escanciarle un vaso bien colmado que, medio en serio medio en broma, le obligan a bebérselo de un trago. Si así empieza la noche, sabe Dios como puede terminar, piensa Julio, pero como no es cosa de restar ni una pizca a la alegría de que hacen gala sus amigos, apura el vaso y se une al jolgorio.
    Hacia las diez y media comienza la cena que, al revés de la del día de San Esteban, no es una muestra de la cocina mallorquina. Han comprado unas gambas y unos langostinos conservados en sal que han contribuido lo suyo a agostar los vinos y licores que parecen abundar. Dolors da la sorpresa de la noche al abrir una pequeña lata de foie gras que, por tratarse de la fecha que es, le ha regalado su señora. Ni Julio ni Agustín saben que es aquello por lo que Dolors se pone muy redicha explicándolo.
   -El foie gras –ella lo pronuncia como le ha enseñado su señora, fuagrás- es el hígado hinchado de un ganso que ha sido especialmente sobrealimentado.
   -¿Y qué es sobrealimentao? –quiere saber Agustín.
   -Que abren a la fuerza el pico de las aves y les embuten alimentos hasta que no pueden más. Y no sigáis haciendo más preguntas que esto no es una escuela ni yo la maestra.
   Con más aprensión que apetito, ambos extremeños prueban las rebanaditas de pan que las mozas van untando con foie gras. Agustín opina que aquello sabe a meaos de gato, Julio en cambio lo encuentra exquisito y así se lo comenta a Dolors.
   -¿Y no merezco nada a cambio, ni siquiera un beso? –pregunta, picarona, la muchacha.
   -Claro que sí –reconoce el mañego que, cuando va a besar a la moza, se topa con que lo que le ofrece no es la mejilla sino la boca. Julio duda un segundo, pero termina depositando un casto beso en los labios de la muchacha que no parece quedar muy satisfecha.
   Tras los entrantes, llega el plato fuerte que es un cochinillo asado a fuego lento y que las mozas le comentan a Julio que lo han comprado, así como la mayoría de las bebidas, con las veinticinco pesetas que aportó. El cochinillo parece sentarle bien al cuarteto y las ganas de jarana se calman. Después del lechón vienen los dulces y brindan a las doce de la noche, según marca el reloj de bolsillo de Julio, por el nuevo año con un espumoso catalán que imita al champán. Acabados los brindis llega el momento de la sorpresa de la noche. Dolors, tras reclamar la atención de todos, quita la tela que cubre un bulto de buen tamaño que está arrumbado en un rincón. Ante la sorpresa de los extremeños resulta que el bulto es una especie de cajón con una manivela en un lado, un plato redondo en la parte superior y arriba del todo un singular artilugio en forma de bocina casi el triple de grande que el cajón.
   -¡Mecagondié!, ¿y ese cacharro qué coño es? –pregunta, maravillado, Agustín.
   -¿Y el artilugio para qué sirve? –quiere saber Julio que jamás había visto algo semejante.
    Dolors, muy complacida con su sorpresa, les explica que el artefacto en cuestión es un aparato que se ha inventado hace poco y que un hermano de su señora, que acaba de llegar de Berlín, le ha traído como regalo. Posiblemente sea el primero que hay en España y, desde luego, el primero que ha llegado a Mallorca.
   -¿Y el cacharro tiene nombre? –vuelve a preguntar Julio.
   -Dice mi señora que se llama gramófono.
  Los extremeños todavía no se han repuesto del asombro que les ha causado el singular aparato que ha traído Dolors, jamás habían visto algo parecido.
   -¿Y nos pues decir pa qué coño sirve este cacharro? –reitera el mañego.
   -Según me ha contado mi señora, sirve para grabar y reproducir el sonido, incluida la música y hasta la voz humana.
   -¡Amos, prenda, tú estás mal de la cabeza! ¿Quies decir que hay música dentro de ese cajón? –se extraña Agustín.
   -No. La música está guardada en un disco, en este –Y con mucho mimo la muchacha saca de una funda de cartón una especie de placa negra redonda que, tras limpiar cuidadosamente con una gamuza, coloca encima del plato del cajón.
   -¿Nos tomas por lelos? –Se pica Agustín-, ¿cómo rediez va haber música ahí, dónde están los músicos?
   -Ahora veréis – y Dolors empieza a dar vueltas a la manivela del lateral del cajón hasta que el disco comienza a girar, entonces coloca un pequeño brazo, terminado en una suerte de aguja, encima del disco. Ante el asombro de todos, del aparatoso artilugio de la parte superior, al que la moza llama altavoz, comienza a sonar lo que Julio identifica como un vals.
   -¡Mecagondié!, pos sí que sale música –reconoce, admirado, Agustín.   
   -Menudo invento, con esto no serán necesarios músicos para organizar un baile–deduce Julio.
   -Y tú, pastora mía, ¿sabías lo de ese cacharro y no me lo has contao? –se queja Agustín mirando a su novia.
   -Dolors me lo había contado, pero lo que se dice verlo es esta noche cuando lo he visto con mis propios ojos –confiesa Roser.
   -¿Y hay que darle siempre a la manivela pa que salga música? –pregunta Agustín.
   -Sí, como no le des vueltas a la manivela no gira el disco y no sale el sonido por el altavoz.
   -O sea, que el cacharro es como una noria, como el mulo deje de dar vueltas el agua no sale. ¡Es la rehostia lo que la gente es capaz de inventar, es que no cabe en cabeza humana! –se maravilla Agustín- ¿Y qué más puede hacer el cacharro?

PD.- Hasta el próximo martes en que, dentro del Libro I de Los Carreño, publicaré el episodio
34. Un hombre vale lo que su palabra