"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 29 de noviembre de 2013

2.28. Búscate las habichuelas

   Lorena no deja escapar ninguna ocasión para martillear con su cantinela de que tiembla sólo de pensar qué hará cuando acabe el verano y Sergio vuelva a Madrid. Que ahora que es suya no va a saber vivir sin sus caricias, sin tenerle a su lado y que algo habrá que hacer para que eso no ocurra.
- ¿Y qué podemos hacer?, a mí no se me ocurre nada – se lamenta Sergio.
- Tú, piensa, que un medio ingeniero en cuanto se ponga a darle a la cholla le tienen que salir ideas como cerezas, a puñaos.
- No lo vamos a tener fácil porque, suponiendo que lo apruebe todo a la primera, me quedan cuatro años para terminar la carrera y luego está lo de encontrar trabajo.
- Para trabajar no hace falta tener una carrera, hay montones de chicos del pueblo que no tienen estudios y no les falta curro. Y buenos duros que se ganan.
- ¿Y cómo lo hacen?
- A veces parece lelo, mi amor, ¿qué cómo lo consiguen?, pues buscándose las habichuelas, yendo a los tajos y preguntando si les hace falta gente. Tanto en Albalat como en Benialcaide siempre falta mano de obra en la construcción. Y aquí puede ocurrir lo mismo cualquier día – Lorena desconoce en ese momento cuan cierta está su predicción de convertirse en realidad.
- O sea, ¿qué puedes encontrar trabajo de hoy para mañana?, ¿y también de ingeniero? – pregunta ingenuamente el chico.
- ¿De ingeniero? – repite una irritada Lorena -, ¿pero no me has dicho que te quedan cuatro años para terminar la carrera? Yo estoy hablando de ahora y no dentro de tropecientos años.
- Pues no te digo nada si hago lo que desea mi padre, que quiere que oposite a uno de los cuerpos de funcionarios del estado. Eso supondría, al menos, dos o tres años más.

   Lorena hace como que no oye las cuentas que echa Sergio. Piensa que está apañado si cree que le va a estar esperando tanto tiempo. Todavía no tiene muy claro cómo conseguirá que el joven encuentre un buen curro sin necesidad de aguardar esa montonera de años, pero si comienza a forjarse en su mente el bosquejo de una posible salida al problema. Y al mismo tiempo debe encontrar algo que ate al chico irremisiblemente. Hasta se le ha pasado por la cabeza lo de quedarse preñada. Puede ser una solución, pero no es la que más le apetece. En cualquier caso, y por si las moscas, decide ir preparando el terreno.
- Hace unos días, cuando fui a Albalat, estuve en el consultorio porque tenía algunos desarreglos, ya sabes cosas de mujeres. El ginecólogo me dijo que durante una temporada dejase de tomar la píldora. Hoy he tomada la última. O sea que a partir de mañana tendrás que ponerte condón.
   A Sergio le da vergüenza confesarle que jamás utilizó un preservativo y que ni siquiera sabe cómo se ponen. Está en un tris de decírselo, pero en el último momento opta por no revelar su ignorancia en tamañas medidas.
- No te preocupes por eso. Mañana mismo, en cuanto abran la farmacia, compro tres o cuatro cajas.
- ¡Hala, ansioso! Conque compres una es suficiente por el momento.
   No imaginaba Sergio que hubiese tantos tipos de preservativos y de tantas marcas y modelos diferentes. El problema del cómo utilizarlos se lo da resuelto el prospecto que viene en la caja. Ha estado poniendo y quitándose una goma hasta estar seguro de su uso. Todo con tal de que Lorena no se entere de que es un novato en tales lides.

   Como la gota que termina horadando la roca, el derrotero que Lorena ha impuesto a su relación con Sergio acaba carcomiendo el ingenuo ideario que el muchacho se había forjado de lo que debían ser las relaciones entre una pareja. Nada de miradas amorosas, ni palabritas tiernas, ni cruces de notas plenas de juramentos amorosos, ni paseos cogidos de la mano, ni castos besos en los que las lenguas se quedan dónde deben. Es todo lo contrario.
Las miradas se han vuelto lujuriosas, las dulces palabras del amor romántico han sido sustituidas por gemidos orgásmicos, las cartitas de amor brillan por su ausencia, y los besos han pasado a ser el preludio de las entregas más apasionadas y tórridas.
   Nada es como Sergio soñaba. Lo único que medio encaja en la romántica idea que tenía de una relación amorosa son las conversaciones, pues lo que sí hacen es charlar, pero sus diálogos son recurrentes: él planeando un futuro utópico para cuando acabe la carrera, ella reiterando que se ve incapaz de resistir sin tenerle físicamente a su lado. Y que si de verdad la quiere tanto como asegura, debería pensar en algo para que no tuvieran que separarse. Esa proyección de futuro termina angustiando al chico.
- ¿Y qué puedo hacer, mi vida? No se me ocurre que podría realizar para que no nos separáramos nunca. ¿Tú crees que no voy a sufrir estando lejos de ti? También yo lo pasaré mal, al menos tanto como tú.
- Pues tendrás que pensar algo, mi cielo, porque va a ser un sin vivir. Si te pones a darle al coco seguro que se te ocurrirán un montón de soluciones, que para eso tienes estudios. A quien no se le ocurre nada es a mí, al fin y al cabo sólo soy una camarera.
- Para mí no eres una camarera, eres una princesa, un sueño maravilloso, una persona increíble, eres…, eres la mujer que quiero y que querré siempre.

   Lorena parece no escuchar la rotunda afirmación de Sergio porque sigue con su perorata:
- Y no creas, alguna vez he pensado que es precisamente por eso, porque no soy más que una pobre chica de pueblo por lo que no encuentras soluciones para evitar nuestra separación. Si fuera una señoritinga de la capital, de esas que van a la universidad y son unas estreñidas, posiblemente sí serías capaz de encontrar remedios.
- ¿Cómo es posible que pienses eso, cariño? Te quiero más que a mi vida, no pienso en otra cosa más que estar contigo y ¿me dices eso?
- No soy la única que lo piensa, más de una amiga me ha comentado lo mismo.
Sin ir más lejos, Maribel me dijo el otro día que tuviera cuidado contigo porque los chicos de capital sólo queréis a las de pueblo para divertiros y luego si te he visto no me acuerdo. Sí es así, Sergio, te has equivocado de chica.

   Sergio jura una y otra vez que no es así, que no sabe cómo se comportan los demás, pero que él la quiere con toda su alma y que piensa convertirla en su mujer en cuanto termine la carrera y encuentre trabajo. Lo de terminar sus estudios como algo previo para buscar un empleo es una frase que a Sergio se le escapa casi sin pensarlo, es un lugar común que repite cada vez que hablan sobre su futuro.  Ahí es cuando Lorena empieza a echar cuentas y le restriega las cifras por la cara. Pasarán cuatro o cinco años, o quién sabe si no más, antes de que él esté en condiciones de poder mantener un hogar. Y ella está totalmente convencida de que será incapaz de aguantar tanto tiempo. Y vuelve a repetir:
- Si me quisieras la mitad de lo que juras, si fueras un hombre de verdad no tendríamos que esperar tanto tiempo para vivir juntos. ¿Has llegado a pensar en serio lo que puede ser estar tanto tiempo separados, tú en Madrid y yo aquí? ¿Cuándo nos veríamos, en verano, en Semana Santa? ¿Esa es la clase de amor que sientes por mí? Tú, jurar, juras mucho, pero querer, lo que se dice querer de verdad, poco.
- Y te juro por lo que más quiero, que eres tú, que si tuviese la menor posibilidad de ganar dinero ya estaríamos viviendo juntos.
- Tus juramentos me importan un bledo, lo que tienes que hacer es mover el culo para buscarte las habichuelas.

martes, 26 de noviembre de 2013

2.27. De lo que hablemos, chitón

   Guillem Armengol, concejal de urbanismo, tiene que plantear al comité ejecutivo de su partido la propuesta presentada por los representantes de BACHSA de urbanizar el litoral de Senillar. Antes de tratarlo con sus correligionarios, le cuenta a su mujer la reunión mantenida con los empresarios. Tiene más fe en el olfato político de su costilla que en el de sus compañeros.
- … y esto es, en resumen, lo que nos han explicado. ¿Qué opinas?
- No sé qué decirte, Guillem, porque lo que acabas de contar parece un cuento de las mil y una noches. Lo único que parece claro es que se trata de un plan muy ambicioso en el que los millones se van a mover a paletadas y si andamos listos alguno se nos puede quedar en la mano.
- El problema es como presentarlo a mi gente y qué posición tomar. Si doy mi aprobación al plan siempre habrá algún cantamañanas, como Ibáñez, que saldrá diciendo que no somos más que los palmeros del PSOE, y si estoy en contra me acusarán de oponerme al progreso del pueblo. Total, que haga lo que haga me va a coger el toro.
- Haz una cosa. Preséntalo sin tomar partido y deja que los demás digan lo que piensan, pero déjate abiertas todas las opciones. Oye, y antes de que os reunáis ¿no podrías recabar más información para saber a qué atenerte?
- En la reunión, además de los promotores, el alcalde y yo, sólo estaban Arbós y Garcés. Del primero no puedes esperar que nos diga nada, si sabe más cosas a quien se las contará será a los del PP. Y el segundo, si conoce algo más sustancioso sobre el proyecto ya se lo habrá soltado a la comisión ejecutiva socialista. No puedo recurrir a nadie.
- Creo que nos olvidamos de alguien que, aunque no estaba en la reunión, seguro que está metido en el ajo. Me refiero a Agustín Badenes. Ya sabes que en el pueblo no se mueve un duro sin que él no tenga algo que ver.

   Siguiendo el consejo de su esposa, Armengol visita al director local de Cajaeuropa con quien mantiene buena relación. Agustín Badenes le saluda muy efusivamente.
- Hombre, Guillem, que caro te vendes. Vienes ni que caído del cielo porque tenía pensado hablar contigo para hacerte una propuesta que creo que te resultará muy interesante, pero primero cuéntame cual es el motivo de tu inesperada y grata visita – el bancario, siempre cauto, prefiere que primero hable su interlocutor.
- Verás, Agustín, vengo a pedirte consejo porque la verdad es que no sé cómo plantear al partido lo que voy a contarte.
- Sabes, Guillem, que me tienes a tu disposición para cuanto quieras, pero la política no es mi fuerte – se excusa Badenes.
- Es un problema político pero que tiene mucho que ver con la economía, por eso quiero saber tu opinión que siempre he valorado muchísimo porque eres la mejor cabeza que conozco en lo que se refiere a los números – aduce, adulador, el político -. Se trata del asunto de la urbanización de la costa, del que supongo que estarás al corriente.
- Me pides consejo, Guillem, y te lo voy a ofrecer gustosamente, pero con una condición: la de que no debes divulgar lo que te voy a contar. De entrada, te adelanto mi opinión: este proyecto será lo mejor que le ha ocurrido a Senillar en toda su historia. ¿En qué me baso para ser tan rotundo? En que se trata de un plan muy sólido y con una financiación por todo lo alto. No sólo están detrás del mismo unos empresarios que han acreditado su buen hacer en Benialcaide y en otros lugares, también lo está mi caja. Por ello, y estoy resumiendo mucho, la postura no puede ser otra que manifestarse a su favor sin ningún género de dudas.
- En principio estoy de acuerdo contigo – acepta Armengol para a continuación matizar su aprobación -, pero intento pensar no en el ahora sino a plazo más largo. Digamos que en una década. Imagínate que aquí comienza a construirse a troche y moche, en consecuencia esto se llenará de gente de fuera. Muchos de esos forasteros podrían terminar quedándose. En cuánto toda esa patulea entre en el censo municipal, ¿quién nos asegura qué es lo que votarán?, ¿qué pasará con partidos como el mío? Es el aspecto político el que me preocupa, no el económico.
- Veamos, Guillem. Te preocupa lo que pueda pasar en una década. Es una preocupación razonable, nadie puede garantizarte en ese plazo dónde estará tu partido, si tú seguirás siendo el secretario general, si os van a votar o no y si continuaréis formando parte del equipo de gobierno. Es una ecuación con demasiadas incógnitas por despejar. Dicho esto también te digo que, en tu piel, de lo que me preocuparía sería de las elecciones del próximo año. Si obtenéis representación municipal en el noventa y cinco y, además, sois la fuerza que desequilibra el fiel de la balanza no tendrás que volver a preocuparte de nada hasta el noventa y nueve. Y convendrás conmigo que para el año próximo, por muy rápido que vaya todo, el padrón del pueblo seguirá siendo el mismo que hoy.

   Armengol encuentra muy razonable la explicación de Badenes, pero sigue con las reservas que le suscita pensar en sus correligionarios.
- Eso último es cierto, pero insisto en que mi gente puede ver peligros en el proyecto a medio y largo plazo.
- Si mi información es correcta, el único que de vez en cuando se te enfrenta es Ibáñez, pero el resto de la directiva te come de la mano. No tendrás problema para convencerles y si alguien guarda alguna reserva desaparecerá cuando le expliques lo que puede suponer esta operación para vosotros.
- Agustín, tendrás que ser más claro porque esta última parrafada no acabo de entenderla.
- Lo que te voy a decir es una información que has de manejar con extremada prudencia. El proyecto va a suponer el movimiento de miles de millones y cuando se maneja dinero en tan ingentes cantidades es natural que todo aquel que tenga algo que ver con el mismo obtenga algún beneficio. Y no estoy hablando de nada ilegal sino de la praxis mercantil habitual. Un ejemplo para que lo entiendas mejor. Cuando un comercial te vende café, bebidas o lo que sea obtiene una determinada comisión. Es una de las formas de retribuir su trabajo. Pues bien, el concejal de urbanismo va a tener una descomunal tarea si el proyecto presentado sigue adelante. Por tanto, será correcto y hasta justo que obtenga su correspondiente comisión. ¿Me sigues?
- Sí, pero eso no va a bastar para los del comité. Soy el único del partido que está en el Ayuntamiento.
- Eso va a cambiar en unas semanas. En cuanto comience a concretarse el proyecto podrás colocar no sólo a tu comité en pleno, sino a más de la mitad de tus afiliados. Y todos tendrán su correspondiente momio.
- Agradezco de veras tu interés y es un favor que algún día te devolveré, lo que no sé es cómo podré montar un tinglado para colocar a tanta gente.
- Eso te lo solucionaré yo, también te explicaré como me podrás devolver el favor, pero de eso hablaremos otro día. Ahora lo que deberías hacer es reunir a tu gente, transmitirles lo que te he explicado, pero sin darles demasiados detalles, y convencerles que lo mejor que puede hacer el partido es apoyar decididamente el proyecto porque va a ser una eficaz manera de hacer país – el bancario utiliza a sabiendas una de las frases favoritas de la jerga nacionalista -. E idéntica postura deberás adoptar en el consistorio.
- Tengo mis dudas de que alguno de los cenutrios del comité no se ponga digno y me la líe parda – Armengol sigue mostrando su reserva respecto a la postura que puedan adoptar su conmilitones.
- Lo que debes hacer antes de reunirlos es hablar con cada uno de ellos en privado y explicarles que el proyecto les hará ricos, ya verás como a la hora de votar van a estar todos contigo.
- Menos Ibáñez.
- Bueno, el que haya un voto en contra no es mala cosa, lo puedes vender como ejemplo de lo bien que funciona la democracia en el partido. Y para terminar te hago un vaticinio: en tres o cuatro años vas a ser uno de los hombres más poderosos de Senillar. Ah, insisto, de lo que hablemos, chitón.

viernes, 22 de noviembre de 2013

2.26. Te voy a recompensar

   Ajeno a la radical transformación que está en trance de iniciarse en el pueblo de su amada, Sergio termina el curso y lo hace con tan buenas notas como cuando estudiaba formación profesional. Todos los indicios apuntan a que le espera un brillante futuro profesional. Apenas ha tenido en sus manos el último aprobado cuando ya está pidiendo a sus padres que le dejen partir para Senillar donde su abuelo le espera con los brazos abiertos. Lo que no dice a sus progenitores es que le espera alguien más.

   Lorena le recibe con el mismo aparente cariño y ternura con que le trató en la pasada Semana Santa. El vínculo de la pareja parece afianzarse a marchas forzadas, de hecho todos contemplan su relación como un noviazgo formal. Así es para Sergio. No lo es tanto para Lorena, la joven no las tiene todas consigo de que haya conseguido atrapar al muchacho con tanta fuerza como para que acepte el plan que ha maquinado. Es consciente de que no va a ser fácil forzarle a que abandone sus estudios y su familia, a que se instale en el pueblo y a que busque un trabajo que les permita alquilar un piso en el que vivir como pareja. Para que un plan como ese triunfe necesita forzar la situación para llevar la relación a un punto de no retorno. Llega a la conclusión de que los besos, las caricias, los arrumacos no son suficientes, va a precisar algo más. Cada día es más permisiva, deja que le bese los pechos y que juegue con su vello púbico, pero eso tampoco basta. Como ve que él no se atreve a dar el paso, decide darlo ella. Ha llegado el momento de hacerle paladear el sabor de su piel y de que sienta lo que es estar dentro de una mujer.

   La última tarea que Lorena lleva a cabo, al terminar por la tarde en el chiringuito, es hacer un somero balance de las existencias que guarda el dueño del merendero en un precario almacén para elaborar el pedido del siguiente día. Sergio, que suele llegar mucho antes del término de la jornada laboral, le acompaña y le ayuda en el conteo pues calculando es mucho más rápido y fiable. Aquella tarde, el chico ha realizado el arqueo en un pispás.
- Cada día eres más rápido, mi amor. Como se nota que vas para ingeniero. Ven, que te voy a recompensar por tu ayuda.
   Los besos de la joven son más apasionados por momentos. Como ha hecho otras veces, le echa los brazos al cuello y se aprieta contra su cuerpo. Nota como la respiración del chico se acelera e intuye la pronta erección. Decide que ha llegado el momento y tendrá que ser ella quien haga el primer movimiento. Desliza su mano en el interior del pantalón del muchacho y le acaricia, mientras con la otra mano trata de soltar el cinturón.    
   La operación apenas ha durado unos segundos, pero tiempo suficiente para que Sergio alcance el clímax y salpique la mano de la muchacha. La precoz eyaculación pone de los nervios al joven, y a ella está a punto de darle un ataque de rabia. Lorena piensa cuánta razón tienen sus amigas al llamarle pichafloja. Sin embargo en vez de mostrar su irritación intenta mitigar el sofocón del chico.
- No te preocupes, mi vida, eso le puede pasar a cualquiera. Dicen que cuanto más hombre se es más a menudo suele ocurrir.
 
   Al día siguiente se vuelve a repetir la escena con variantes, la frustrante experiencia anterior parece que les ha servido a ambos. Una vez más es Lorena quien toma la iniciativa, pero actúa más cautelosamente.
- Mi amor, no quiero verte sufrir más. Quiero ser tuya, quiero darte lo que una mujer sólo puede ofrecer una vez en la vida.
- ¿Estás segura de querer hacerlo, mi vida, no te arrepentirás?
- Te quiero demasiado para tener que arrepentirme, mi cielo. Y sí, estoy deseando hacerlo, más por ti que por mí. No te pongas nervioso y verás como todo sale bien.
   No sale tan bien como esperaba Lorena, pero al menos consigue que el chico la penetre. Ya ha puesto el primer eslabón de la cadena con la que espera apresar a Sergio.        

   Lorena vuelve a entregarse una y otra vez. Ya son realmente novios tal como la mayoría de parejas entiende el noviazgo en el pueblo. Ambos se entregan a sus ardientes efusiones cuando hacen el inventario de las existencias. Poco a poco, el muchacho va controlando sus emociones y hasta sus orgasmos. Hasta que un día casi les cogen en pleno trance al golpear alguien la puerta del almacenillo que, prudentemente, han tenido la precaución de cerrar con llave. De todas formas, Sergio se pone colorado como un tomate al ver la cáustica sonrisa del camarero que intentaba acceder al almacén.
   La joven decide que algo así no vuelva a pasar. Los padres de una de sus amigas, Verónica, tienen un pequeño apartamento en la playa de Benialcaide que sólo utilizan algunos fines de semana. En el grupo, son varias las amigas que lo han usado para sus escarceos íntimos. Allí es donde aterriza la pareja después de terminar la joven su turno de trabajo, y donde pasan buena parte de la jornada en su día de descanso.
   Más que el hecho de poseerla, ha sido ver a Lorena desnuda lo que ha provocado una conmoción indescriptible en el muchacho. Ha visto muchos desnudos en revistas, en cine y vídeos, pero jamás en vivo. Y la joven tiene un cuerpo tan adorablemente excitante que inflama más, si cabe, la pasión y el deseo de Sergio, que pasa del amor idealista y casi adolescente a una idolatría pasional.

   Lorena sigue contando a sus amigas los avatares de su relación con Sergio y continúa mofándose del chico   .              
- Lo tengo encoñao. Si le pidiera que fuera por el pueblo en bolas y dando volteretas lo haría.
- Vamos, que te come de la mano.
- Lo que yo os diga. A este palomino lo voy a llevar de donde me salga de los ovarios.
- ¿Y qué tal se porta, sigue siendo un pichafloja?
- Es menos blandengue de lo que creía. Lo que le pasa es que nunca se comió una rosca y se va por la pata abajo en cuanto doy un par de meneos, pero poco a poco le haré entrar en órbita. Nunca será como… - el nombre de Maxi lo tiene en la punta de la lengua, pero se contiene a tiempo.  

    Lorena comienza la segunda fase de su plan dejando caer que, ahora que ha perdido la virginidad, ya será siempre suya y tiembla sólo de pensar qué hará cuando acabe el verano y él vuelva a Madrid. Ya no va a saber vivir sin él, sin sus besos, sus caricias y su manera de hacerla suya, que es algo que la vuelve completamente loca. Que no puede hacerle la marranada de marcharse y dejarla allí tirada. Que algo tienen que hacer para que eso no pase. 

martes, 19 de noviembre de 2013

2.25. Una cosa es predicar y otra dar trigo

   La reunión mantenida con los consejeros de BACHSA y sus muñidores locales da mucho qué pensar a los dos representantes del Ayuntamiento que participaron en la misma. Antes de cerrar el acuerdo, el alcalde, Jaume Pellicer, y el concejal de urbanismo, Guillem Armengol, intercambian opiniones acerca de lo que les han explicado los constructores sobre el proyecto de promoción urbanística.
- Parece muy interesante lo que nos han contado esos pájaros, pero habrá que ver en que queda todo, porque una cosa es predicar y otra dar trigo – el alcalde no duda en echar mano de los refranes.
- Estoy de acuerdo contigo, Jaume, y tendremos que ir con los pies de plomo porque lo que proponen puede ser muy bueno para el pueblo, pero también puede quedarse en nada y, lo que es peor, hasta podría ser nuestra tumba política – especula Armengol.
- ¿Por qué nuestra tumba? – en la voz de Pellicer hay una mezcla de desconcierto y hasta de un cierto temor.

   Armengol se lo piensa antes de contestar y decide que no es momento de contarle a su eventual socio político todo lo que de verdad pasa por su su mente.
- Me refiero a que si el proyecto fracasa la gente nos pasará factura – aclara.
- Sí, claro, pero si el plan va adelante supondrá un chorro de millones para el personal y no te digo para la tesorería del Ayuntamiento que, como sabes, no tiene más que telarañas – replica el alcalde.
- No dudo que en principio, y sobre todo para los que tienen fincas – La alusión a los propietarios de bienes raíces va por el acalde que las tiene, y buenas, pues se casó con la heredera de una de las casas fuertes del pueblo -, el proyecto podría ser una mina, pero el resto de la gente ¿qué ganaría? Es posible que en los primeros años haya más puestos de trabajo y que el dinero circule con más alegría, pero también podría ocurrir que, al final, todo ello fuera una bomba de relojería para nuestros intereses políticos – contra argumenta Armengol.
- La verdad es que no acabo de entender tu pesimismo ni por qué pueden verse afectados nuestros intereses políticos – confiesa Pellicer.
- Piensa en lo que ha pasado en Benialcaide – apunta Armengol -, como antes pasó también en Albalat. Al principio del auge de la construcción aquello era una fiesta. Los dueños de terrenos los vendieron a precio de oro, sobraba el trabajo y todo iba sobre ruedas. ¿Qué es lo que vino después? Que ambos pueblos se llenaron de emigrantes que acabaron desplazando a la gente del país de los puestos de trabajo porque cobraban mucho menos, que los alquileres se pusieron por las nubes, que los precios se dispararon, en fin…, que todo aquello fue bueno para unos cuantos, los que ya vivían bien, pero para una mayoría, los que no tenían nada que vender salvo la fuerza de sus brazos, el resultado fue que terminaron siendo más pobres y con más problemas que antes. Esa es una posibilidad que los partidos de izquierdas, como es nuestro caso, hemos de valorar y por eso hablo de ir con los pies de plomo.
- Confieso que no había pensado en ese riesgo – se sincera un compungido Pellicer.
- En cualquier caso, creo que lo más prudente será que, antes de dar un solo paso, consultemos a nuestras directivas. Al menos, yo es lo que voy a hacer y hasta posiblemente convoque también al consejo político.
- Sí, creo que es una buena idea. También yo hablaré con mi gente.

   El alcalde decide plantear a la comisión ejecutiva de su partido la propuesta presentada por los representantes de BACHSA de urbanizar el litoral de Senillar. Como suele hacer habitualmente, antes de hablar con su directiva cambia impresiones con Amador Garcés, su asesor áulico.
- Bueno, Amador, ya vi en la reunión que parecía que estabas muy de acuerdo con el plan que nos propusieron los empresarios, pero de ti para mí ¿qué opinas de verdad de toda esta ensalada?, ¿tú crees que para el partido será bueno?
- Ni lo dudes, Jaume, ni lo dudes. Es lo mejor que nos ha podido ocurrir. Es algo así como si aquí hubiesen descubierto petróleo o una mina de plata, con la diferencia de que los filones terminan agotándose, en cambio lo que construyan quedará aquí para siempre. Este proyecto será un chollo, no sólo para el pueblo sino también para el partido.
- Pues Armengol no lo tiene tan claro. Dice que esto puede ser una bomba de relojería para nuestros partidos.
- ¿Y en qué se basa el granuja de Armengol para sostener semejante opinión?
- Dice que es posible que esto se llene de emigrantes  y de trabajadores de media España y que si muchos de ellos terminan quedándose pueden quitar el trabajo a la gente del pueblo, que todo será mucho más caro y eso nos podría perjudicar a la hora de las elecciones.
- Veamos, Jaume. Analicemos el argumento de Armengol. Lo de que vendrá mucha gente de fuera es algo absolutamente seguro en cuanto comiencen las obras. Y tienen que venir a la fuerza porque con el peonaje de aquí no habrá ni para empezar dada la carga de trabajo que supondrá solamente lo que, en principio, planean construir, pero de ahí a que la gente del pueblo termine sin trabajo media un abismo. ¿Por qué? Porque durante un porrón de años habrá faena para dar y tomar. Y lo más importante: soy yo a quien conocen los promotores, soy yo quien los va a representar. Y, naturalmente, ya me encargaré de que los trabajadores del pueblo tengan prioridad a la hora de la contratación. O sea, que esa parte del razonamiento de Armengol, como ves no se sostiene. En cuanto a que si todo se puede poner más caro, pues es posible, pero mientras el personal tenga su paga mensual segura, ese será el menor de los problemas.

   Garcés calla un momento, mientras su fértil mente busca nuevos argumentos. En cuanto los ha hilado prosigue:
- Lo que el listo de Armengol no te ha contado son las verdaderas razones de sus temores. Como he dicho, es más que probable que vendrán emigrantes y trabajadores de fuera. Unos, quizá los menos, se empadronarán. Pues bien, esa gente de fuera a la hora de las elecciones municipales ¿tú crees que van a votar al partidillo de Armengol? Empezarán por preguntar qué coño es eso del UNES y cuando sepan lo que ese partido defiende no creo que ni una sola papeleta vaya a los uneros. ¿Tú crees que algún emigrante sabe quién coño fue Joan Fuster? Eso es lo que de verdad le quita el sueño. En cambio, la gente que se quede, que serán casi todos albañiles, encofradores, escayolistas; es decir, peonaje, ¿a quién votarán? Pues al partido de los obreros, o sea, a nosotros. Es más, ojalá se empadronen muchos. Sería la mejor manera de que tengamos mayorías absolutas en los próximos cincuenta años. Es decir, que de una tacada no sólo nos libraríamos de esas sanguijuelas que capitanea Armengol, sino que también nos cargaríamos a los gilipollas del PP. Mataríamos dos pájaros de un tiro. Eso también le produce pesadillas a Armengol, que seguro que lo ha pensado.
- La verdad es que explicas las cosas con tanta claridad y tan bien que da gusto oírte. No sé si sabré contárselas igual de bien a los de la comisión ejecutiva. Por eso no te preocupes, Jaume. Convócame cuando reúnas a los compañeros y ya me encargaré de que todos comprendan el momio que nos ha caído encima. Además, hay otro aspecto del plan que va a favorecer mucho, ¿qué digo?, muchísimo, a los que, como tú, yo y otros compañeros del partido tenemos propiedades. Vamos a poder vender nuestras fincas de secano, que ahora valen bien poco, como si fueran de regadío del mejor.
- Eso último sí que lo ha dejado caer Armengol – apostilla el alcalde -. Y además con retintín.
- Claro, como él no tiene ninguna la envidia lo debe corroer por dentro - Garcés duda sobre si ahondar más en explicarle los cuantiosos y oscuros beneficios que, sin duda, aportará la urbanización de la costa, pero al final decide que para hoy es suficiente, será mejor contar todo el plan a su correligionario en pequeñas dosis, que los mejores perfumes se venden en frascos pequeños.                                                                                                                                                                   

viernes, 15 de noviembre de 2013

2.24. Semana Santa del 94

    Tras tomar la decisión de independizarse, Lorena se plantea si lo que le cuenta Sergio en sus cartas será sólo un recurso que utiliza el muchacho para tratar de conquistarla o encierra algo de verdad. Piensa que será cuestión de constatarlo y para ello lo primero es dar señales de vida.
   Días después de la nochebuena Sergio recibe el mejor regalo navideño de su vida: llegan dos escritos de su amada. Sólo son unas postales en las que, con letra aniñada y ortografía incierta, Lorena le desea unas felices navidades en una y un próspero año nuevo en la otra. El contenido de las tarjetas no puede ser más anodino, pero el muchacho se agarra, como a un clavo ardiendo, a una solitaria frase que tiene un ligero viso de toque personal: te recuerdo mucho. Así es como se despide Lorena. Las tres palabras son más que suficientes para que Sergio eche su imaginación a volar y piense que la muchacha no le ha olvidado y hasta es posible que sienta algo por él. Le contesta a vuelta de correo jurándole, una vez más, que su amor se mantiene tan vivo y apasionado como cuando se le declaró en el pasado verano. La urgencia de verla se acentúa, por ello insiste ante sus padres que quiere pasar la Semana Santa en el pueblo. La excusa que esgrime es que así podrá devolverle la visita que les hizo el abuelo Andrés en Navidades. De Lorena no les ha dicho una palabra.

   La Semana Santa del noventa y cuatro se enmarca entre el veintisiete de marzo y el tres de abril, y pese a que tan tempranas fechas no son las más aptas para disfrutar de las todavía frescas aguas del Mediterráneo, Sergio parte hacia Senillar como si fuera a la más paradisíaca playa caribeña.
   En cuanto llega, casi sin tiempo de deshacer la maleta, corre en busca de Lorena. La encuentra atareada sirviendo cerveza y tapas en el costroso chiringuito en el que trabaja. La muchacha le recibe con la mejor de sus sonrisas y la más tierna de sus miradas.
- ¡Sergio, que alegría me das. Al fin, estás aquí!
- No podía estar un día más sin verte. En toda mi vida no había esperado con tanta ansia que llegaran las vacaciones de Semana Santa. Estás guapísima.
- Adulador, seguro que eso se lo dices a todas.
   La frase de Lorena hasta tiene un puntito de sorna, que el chico no es capaz de captar, sólo está en condiciones de mirar amorosamente a la joven, aun así confiesa candorosamente:
- Si te soy sincero, admito que alguna vez lo dije, pero jamás tan de corazón como ahora.
- ¿Sabes qué? Podrás pensar que como apenas he contestado a tus cartas no me he acordado mucho de ti, pero no es así. También yo te he echado mucho de menos. Lo que pasa es que lo de escribir me da mucha pereza, soy más partidaria del cara a cara. Y por eso quiero que me repitas, mirándome a los ojos, si todo lo que me ponías en tus cartas lo sientes de corazón o sólo lo decías para quedar bien. No – corta Lorena el intento de Sergio de responder a su petición -, no me contestes ahora. Todavía me quedan dos horas de curro. Cuando acabe seguiremos charlando. Chao, bonito.

   En aquel atardecer, que Sergio no olvidará jamás, Lorena le dice por primera vez que también ella siente algo más por él que una simple amistad. Que ha reflexionado mucho durante los pasados meses y sus cartas le han servido para replantearse muchas cosas de su vida. Que ha habido cartas que las ha releído una y otra vez pues ¡eran tan bonitas las cosas que le decía! Le explica que nunca ha sido partidaria de un noviazgo – es la primera vez que Lorena utiliza esa palabra - por correspondencia, por eso no ha contestado a sus cartas, además de lo perezosa que es para escribir.
- Yo creo que una relación formal, lo propio de una pareja seria, tiene que mantenerse en vivo, han de verse todos los días, han de contarse lo que han hecho, han de comentar las cosas que les pasan. En fin, lo propio de un chico y una chica que son más que amigos. En cambio lo de las cartas siempre resulta, no sé de qué manera decirlo, como frío – Lorena comienza su campaña para encauzar las relaciones hacia el campo de sus intereses.
- Siento lo mismo que tú, Lorena. Por eso estoy aquí. Lo que ocurre es que mientras no termine la carrera sólo me queda la posibilidad de escribirte.
   Lorena sonríe cariñosamente. Las aguas de la conversación van discurriendo por el canal que ella ha trazado.
- Lo entiendo, Sergio, y ahí está el problema. Mira, te hablo con el corazón en la mano. La verdad es que no me eres indiferente. No quiero engañarte, no te estoy diciendo con eso que esté enamorada de ti, pero lo cierto es que me atraes mucho, me divierto cantidad contigo y algo dentro de mí me dice que si te viese de continuo podría llegar a enamoriscarme.

   En los siguientes días, Lorena pone en marcha el plan que ha trazado. Se reduce a que el enamoramiento de Sergio llegue a un punto de no retorno. Su primera intención es entregarse y hacerle creer que ha sido el hombre al que ha ofrendado su virginidad. Piensa asimismo que si eso no surte el efecto esperado como último recurso procurará quedarse embarazada. Por mucho que el chico sea un infeliz y sus padres unos estrechos no tendrán más remedio que casarlos o, al menos, irse a vivir juntos para que lo que nazca tenga un apellido y un padre. Cuenta con lo chapados a la antigua que son los padres de Sergio y la ingenuidad del muchacho para que la jugada salga bien. Más cuando comprueba la hondura de los sentimientos del joven decide que no es necesario gastar el cartucho de la entrega. En su lugar, y en función de cómo se desarrolle la relación durante los próximos días, irá encelándole paulatinamente. Y la joven sabe cómo encandilar a un hombre.

   Lorena es consciente de que sólo tiene poco más de una semana para seducir a Sergio de tal manera que el joven quede enganchado a ella sin posibilidad de romper la atadura. Por eso, desde el primer día se muestra apasionadamente tierna y permisiva. El chico, poco habituado a intimar con mujeres, se debate entre el dilema de gozar de las caricias de la muchacha y de refrenarse para no consumar la relación. La formación moral que entre su padre, muy religioso, y su colegio le han inculcado le pone en un brete cuando la joven se abandona entre sus brazos. Besar a su amada, acariciar sus pechos, sentir su cuerpo pegado al suyo es más de lo que Sergio pudo soñar. Nunca gozó tanto, jamás se sintió tan excitado, tampoco recuerda que tuviera que masturbarse tanto para poder conciliar el sueño.

   Cuando termina la Semana Santa del 94, Sergio se vuelve a Madrid montado en una especie de nube rosada. La mujer de sus sueños le corresponde. Por otro lado parte con la sensación de marcharse al destierro. Duda tener suficientes fuerzas para aguantar hasta el fin de curso sin ver a su amada. Lorena le ve partir con el casi convencimiento de que ha tejido los suficientes hilos alrededor del chico para que éste vuelva rendido a sus brazos. De momento le ha echado un poderoso anzuelo que el muchacho ha mordido sin vacilar. Durante el verano, que dispondrá de mucho más tiempo, será cuestión de darle hilo al carrete para que el pez quede atrapado de tal forma que nunca más pueda desengancharse. Tiene muy estudiado el plan a seguir y cuanto está ocurriendo en el pueblo con el desarrollo urbanístico le va a ayudar sobremanera.

   La Semana Santa del 94 ha resultado maravillosa para Sergio y enormemente prometedora para Lorena. El próximo verano será decisivo.

martes, 12 de noviembre de 2013

2.23. El final de la mascletà

   Los consejeros de BACHSA, sus muñidores locales y dos de los regidores del Ayuntamiento de Senillar vuelven a reunirse para seguir tratando el asunto de la urbanización de diversos sectores del término municipal. Quien primero interviene es Guillem Armengol, concejal de urbanismo, que en la reunión anterior apenas abrió la boca.
- Si no recuerdo mal – el edil se dirige a Juan Antonio Cardona -, ayer dijiste que sería indispensable contar con la ayuda de la corporación. Esa ayuda, ¿en qué va a consistir?
- Hombre … - Cardona trata de recordar el nombre de su interlocutor -, Guillem, como sabes muy bien, puesto que llevas urbanismo, antes de empezar a poner un ladrillo hay que tener muchas bazas amarradas. Es indispensable contar con el necesario terreno para planificar un proyecto urbanístico tan colosal como el que hemos proyectado. Y no un terreno cualquiera, ha de ser suelo urbanizable. Para ello es imprescindible y necesario el decidido apoyo del consistorio.
- A lo que dice mi socio – es Rodrigo Huguet quien habla – quiero añadir que no solamente necesitamos al Ayuntamiento para la conversión de suelo rústico en urbano, su cooperación es imprescindible para el desarrollo de todo el proyecto – y poniendo más énfasis en su tono añade -. Quiero que esto quede bien claro: no invertiremos un duro, no compraremos un palmo de tierra, ni pondremos un ladrillo sin contar con el apoyo y beneplácito de la corporación municipal. Un proyecto de la magnitud que tiene el que hoy os presentamos no es posible llevarlo a cabo sin la colaboración y el acuerdo de todos los sectores implicados. Y el Ayuntamiento y quienes lo representan son miembros de primer orden en esa implicación.
- Antes de que sigamos adelante hay una cosa que tengo que hacer presente porque algún vecino me lo ha preguntado… – el alcalde hace una breve pausa y luego prosigue -. Por el pueblo corre el rumor de que queréis construir en el marjal y eso a la gente no le gusta un pelo.

   Los constructores hacen un esfuerzo para evitar mostrar su inquietud ante la salida a la palestra del tema del humedal. No les interesa en absoluto que en estos primeros contactos salga a la luz ninguna referencia a su proyecto estrella: la construcción de un puerto interior en los terrenos del marjal. Amador Garcés se da inmediatamente cuenta del peligro potencial que encierra la pregunta de Jaume Pellicer y se apresura a intervenir antes de que se enrede la madeja del marjal:
- Jaume, no te creas ni la mitad de lo que cuentan. La gente habla por hablar, pero al final todo es humo de paja. Lo que vale es lo que hablemos aquí. Y donde en principio piensa construir BACHSA es en las zonas de secano como en la partida del Torreón que, como sabes, es la más alejada del marjal y una de las más pobres del término municipal – Garcés ha citado el sector del Torreón porque sabe que el alcalde tiene allí una finca, no porque crea que la zona les interese excesivamente a los constructores.
- Partida en la que, por cierto, tienes un olivar – puntualiza José Ramón Arbós mirando al alcalde.
- Y tú otro y bastante más grande que el mío – replica Pellicer.
- Señores – interviene Huguet -, acaban de ponerme en bandeja el mejor ejemplo de las consecuencias que acarreará el proyecto que, con su ayuda, pretendemos llevar adelante. Las dos fincas que acaban de ser mencionadas, supongo que de secano, ¿cuánto deben valer hoy en día?, tirando por lo alto unos cientos de miles de duros. Pues bien, si ese sector se recalifica como suelo urbanizable, el valor de esas fincas se multiplicará por varios dígitos. Pasarán a valer millones. Los propietarios de esos terrenos se convertirán de la noche a la mañana en millonarios sin necesidad de haber dado un palo al agua. – pontifica el empresario, que añade -. Lo dicho es uno de los muchos ejemplos de la capacidad de crear riqueza que tiene el desarrollo urbanístico.
- Y ni siquiera es necesario – abunda Cardona -, que los terrenos estén catalogados como urbanizables. Basta con que exista la presunción de su probable recalificación para que su precio se dispare. Si el proyecto cuenta con el plácet del Ayuntamiento el cuerno de la abundancia derramará bienes y fortuna sin cuento sobre Senillar. Es más, me atrevo a afirmar de manera rotunda que en toda su historia el pueblo no ha tenido, ni posiblemente tendrá, una ocasión como ésta para situarse en la primera división de las localidades turísticas de la región.
- Desde luego – admite el alcalde, que parece ir convenciéndose de la bondad del proyecto -, reconozco que sabéis vender la burra. Oye, Guillem – pregunta, dirigiéndose a su concejal de urbanismo -, ¿y tú qué opinas? Porque hasta ahora apenas si has abierto el pico.
- Reconozco que la música suena bien, pero… habrá que esperar a ver lo que dice la letra, sobre todo la pequeña. Y en todo caso, antes de dar mi opinión, tendré que trasladar la propuesta de estos señores a la directiva del partido y oír al consejo político. Supongo, que tú también tendrás que hacerlo con los tuyos – apostilla Armengol dirigiéndose al alcalde.

   La comida termina amigablemente con el acuerdo de que en unos días volverán a reunirse para seguir concretando detalles. Nada más acabar de marcharse los munícipes, Huguet explota.
- La leche que les han dado, pues no son retorcidos ni nada estos politicastros. Después de estar mareando la perdiz más de tres horas al final salen con que tienen que hablar con sus ejecutivas. Si han de dar su opinión todos los órganos directivos y consultivos de ambos partidos esto puede convertirse en el cuento de nunca acabar.
- Tranquilo, Rodrigo – le calma Cardona -, ya sabes cómo reaccionan la mayoría de los políticos locales. Aunque tengan la sartén por el mango en sus respectivos órganos directivos, delante de forasteros como nosotros les gusta jugar a ser más demócratas que nadie y, por tanto, proclaman que han de consultar a unos y a otros. No deja de ser más que un paripé. Seguro que o no consultan a nadie o, si lo hacen, es para que el correspondiente órgano refrende lo que ellos hayan decidido previamente. No es más que una especie de vodevil político que me recuerda aquello que se decía del Consejo Nacional del Movimiento, en el que los consejeros se reunían para escuchar las resoluciones tomadas por aquél a quien debían de aconsejar.
   Al final interviene Garcés para tranquilizar a todos:
-  Estoy de acuerdo con lo expuesto por Juan Antonio. Creo que el plan no corre ningún peligro. A Pellicer le tengo prácticamente en el bolsillo y si le queda alguna brizna de duda ya me encargaré de arrancársela. En cuanto a lo que ha dicho el concejal de consultar a la directiva, coincido con lo dicho antes, no es más que una burda triquiñuela para encarecer su voto. Él es el secretario general de su partido y el resto de la directiva baila al son que marque Armengol. Dejad en nuestras manos – y mira a Arbós que asiente – el asunto de convencer al Ayuntamiento. Lo de hoy no ha sido más que el principio de la traca, esperar a que llegue el final de la mascletà.

viernes, 8 de noviembre de 2013

2.22. Pregunta a la Maicalles

   Sergio sigue aprovechando la estancia de su abuelo para saber más cosas del pueblo y, especialmente, de Lorena y su familia, pero en las explicaciones del señor Andrés el chico no encuentra resquicio para preguntarle por lo que realmente le interesa, por lo que decide forzar la situación llevando el diálogo al molino de sus intereses.
- Abuelo, dime apellidos que sean corrientes en Senillar.
- Veamos: Arbós, Sales, Almiñana, Ribes, Sanchís, Blasco, Garcés, Pellicer, Tormo, Armengol, Vidal, Peris, Alberola, Puig, Doménech, Blanquer…
   El abuelo va desgranando apellidos de familias del pueblo sin que, para mala fortuna de Sergio, cite a los Vercher. El muchacho decide mojarse, pero  con una cierta reserva.
- El último verano conocí a un chico que me dijo que se apellidaba Vercher. ¿Conoces a esa familia?
- ¿Vercher? – El señor Andrés trata de hacer memoria -. Recuerdo a unos Vercher, pero creo que sólo tienen una hija. Los tengo muy poco tratados, al que más conozco es al padre que, si no recuerdo mal, trabaja o trabajaba en una cooperativa hortofrutícola de Benifairó de Valldigna. No es mala persona pero sin mucha sustancia. Ah, y ahora que caigo creo recordar que su mujer fue a la escuela con tu madre, aunque no eran de la misma pandilla.

   Terminada la Navidad, y ante la sorpresa y alborozo de Sergio, recibe un par de postales de Lorena. Tras una de sus muchas peleas con Maxi, la muchacha se ha acordado de su enamorado madrileño y ha decidido dar señales de vida. En cuanto ha vuelto a hacer las paces con su novio se ha olvidado del ingenuo estudiante. La reconciliación de Lorena y Maxi es efímera, se han vuelto a pelear por enésima vez, por eso al encontrárselo esperándola, a la salida de la peluquería, lo acoge con malos modos.
- ¿Qué haces tú por aquí? – pregunta una irritada Lorena.
- Hola, churri, estás más guapa que nunca. Quiero hablar contigo.
- Tú y yo lo tenemos todo hablado – le corta resentida.
- No te subas tan pronto a la parra que te puedes descalabrar, bonita de cara. Hablar no perjudica a nadie – afirma con su chulería habitual el hombre.
- Mira, Maxi, no quiero bronca, dime lo que tengas que decirme y acabemos de una vez.
- No vamos a charlar aquí en la calle. Sube a la burra y te llevo a un lugar más acogedor.
- Maxi, que te conozco y me sé de memorieta a lo que tú llamas lugares acogedores. De aquí no me muevo. Larga lo que tengas que decir o la que se larga soy yo.

   El hombre se la queda mirando como si midiera la capacidad de rechazo de la joven a su mera presencia. Piensa que será mejor soltarle cuanto antes el motivo por el que la ha estado esperando:
- Tú ganas, princesa. A mi empresa le ha salido un contrato importante en Marina d´Or. Va a ser una obra que va a durar mucho tiempo, lo que significa que podré venir poco por el pueblo. Por eso he venido a pedirte que te vengas conmigo. Voy a ganar pasta larga y podremos vivir como reyes.
   Lo que tantas veces había soñado Lorena acaba de convertirse en realidad: Maxi le pide que se vaya a vivir con él. Está en un tris de saltar a su cuello y comérselo a besos, pero se contiene. Son demasiadas las veces que le ha mentido, engañado y humillado.
- ¿Qué pasa, que la Merche no quiere irse contigo?
- Ni se me ha ocurrido pedírselo. Para mí tú eres, y seguirás siendo, la número uno.
- ¿Y cómo sé que no volverás a engañarme? – desconfía Lorena.
- No te engaño, churri. Te lo juro. O me voy contigo o me voy solo. No hay otra.
- No sé si creerte, Maxi. Me has mentido tantas veces.
- Mira, preciosa, te lo juro por lo que más quiero, que eres tú, que en mi vida no hay otra mujer más que tú – afirma rotundamente Maximino.
- Supongo que a la Merche le decías lo mismo – insiste rencorosamente Lorena.
- Te repites más que el ajo, bonita. Que no, que no hay otra. Lo de la Merche, lo admito, fue una cagada de la que estoy muy arrepentido.
- Bueno, ya hablaremos. Tengo que pensármelo. Nos vemos.

   Lorena tiene que contenerse para que no se le note demasiado que está loca de alegría. Maxi está arrepentido y ella sigue siendo la mujer de su vida. Un postrer resto de desconfianza la lleva a pensar con más detenimiento la proposición que le ha hecho el joven. Termina hecha un lío. No sabe a qué atenerse. Piensa que acaso sería oportuno pedir consejo a sus amigas, pero rápidamente desecha la idea. Son demasiado cotillas y pronto medio pueblo conocería el ofrecimiento de Maxi. Como sigue creyendo que sería bueno escuchar otra opinión hace algo que no ha vuelto a efectuar desde la adolescencia, se lo consulta a su madre. Ésta la escucha atentamente y le da su parecer:
- Sabes mejor que yo lo mujeriego que es el Maxi y la de disgustos que esa querencia te ha causado. ¿Qué pasa si en algún momento se cansa de ti y te deja tirada? ¿Qué harías entonces? ¿Volverías al pueblo para ser la comidilla de la gente? Con un hombre tan veleta y enamoradizo nunca podrás estar segura de que no se va a ir con otra. Yo, antes de dar ese paso, me lo pensaría muy mucho.
- El problema es que lo llevo pensando desde que me lo dijo y sigo sin saber qué hacer y tú no es que me ayudes mucho con lo que me dices.
- Lo siento, hija, pero te estoy hablando con el corazón en la boca. Espera, se me acaba de ocurrir algo. Como Maxi es bastante bocazas no me extrañaría que se haya jactado ante sus amigachos de que se te va a llevar. Si lo ha hecho, conozco la persona que lo puede saber. Ve y pregunta a la Maicalles.

   Rosario la Maicalles es un espécimen existente en todas las latitudes y épocas y que florece, especialmente, en las pequeñas comunidades y en los círculos sociales cerrados. Podría afirmarse, sin faltar un ápice a la verdad, que vive para enterarse de cuanto rumor, bulo, cotilleo, maledicencia, chisme y hasta noticia cierta corre por los mentideros del pueblo y luego, naturalmente, contarlo. De ahí su apodo valenciano, nunca calla. Y su fama, ganada a pulso, de ser una de las correveidiles más notoria del pueblo.
   Como de costumbre, la chafardera está bien informada. Le cuenta que, en efecto, Maxi ha alardeado de que se la ha vuelto a camelar y que se la va a llevar a Oropesa del Mar. Y sabe algo más que confirma las peores sospechas de Lorena: a quien primero pidió Maxi que se fuera con él fue a la Merche, pero ésta le dio calabazas. La joven se lleva un nuevo berrinche, pero también adopta una firme decisión: se acabó Maxi para siempre, que se vaya al infierno. Ni siquiera habla con él, le comunica su negativa a través de una de sus amigas. Lorena no ha bebido toda la hiel del cáliz, todavía le falta un último sorbo, el más humillante, el de tener que enterarse de algo que jamás hubiese imaginado: Maximino se va con su cuadrilla de encofradores a Marina d´Or, pero no se va solo, se lleva con él a… Mariasun. Precisamente fue la amiga que le sirvió de correo para que le dijera a Maxi que no se iba a ir con él. Una de sus amigas de siempre ha sido su sustituta en el voluble corazón del hombre. Quizá cabría decir que más que en el corazón, le ha sustituido en la cama.

   Lorena resuelve dar un giro radical a su vida y toma dos importantes decisiones. Una es olvidarse de Maxi para los restos. Otra, independizarse de su familia. Ha dejado la peluquería y trabaja, otra vez, de camarera en un chiringuito de Albalat del Mar, pero lo que gana no le da para vivir por su cuenta. Necesita encontrar alguien que le ayude y en quien pueda apoyarse en el nuevo giro que quiere dar a su vida. No tiene demasiadas opciones, lo que le lleva a releer con mayor atención algunas de las cartas que le ha enviado Sergio. El chico, que le ha jurado mil veces amor eterno, le ha contado, en algunas de sus misivas, que en cuanto gane sus primeras pesetas lo primero que hará será pedirle que se case con él. Y en el caso de que el matrimonio la echara para atrás, está dispuesto a buscar un piso para vivir juntos, aunque sabe lo mucho que ello disgustaría a sus padres. La joven se pregunta si esa afirmación sólo será un recurso que utiliza el muchacho para tratar de conquistarla o encierra algo de verdad. Decide hacer la prueba del nueve. 

martes, 5 de noviembre de 2013

2.21. Nadie da duros a cuatro pesetas

   El pueblo que Andrés el Punchent está describiendo a su nieto Sergio está a punto de sufrir un cambio radical. A Senillar, aunque tarde, ha llegado el boom inmobiliario y va a dejar de ser uno de los contados pueblos mediterráneos cuyo litoral está prácticamente virgen. Una poderosa empresa constructora, BACHSA, ha puesto los ojos en su costa tras ser empujada a ello por la caja de ahorros Cajaeuropa. Una de las primeras acciones a llevar a cabo por los empresarios es contactar con los poderes locales, fácticos y políticos.

   Agustín Badenes, el director local de la caja, es el responsable de montar la reunión para que los delegados de BACHSA, Juan Antonio Cardona y Rodrigo Huguet, tengan un primer contacto con el alcalde, Jaume Pellicer, y el concejal de urbanismo, Guillem Armengol. El hombre de la caja no asiste, prefiere que hagan de anfitriones José Ramón Arbós y Amador Garcés, que actúan como muñidores e intermediarios de los constructores. El almuerzo es espléndido y la charla distendida. Cuando llega la hora del café, las copas y los habanos es el momento que elige Cardona para poner encima de la mesa el motivo que les ha llevado allí.
- Alcalde, concejal, antes que nada quiero agradeceros que hayáis aceptado nuestra invitación. Y sin más preámbulo paso a contaros el proyecto que tenemos para vuestro pueblo. Representamos a un grupo de empresarios que tenemos la intención de convertir vuestro municipio en una meca del turismo, tanto a nivel nacional como internacional. Estamos convencidos de que, en poco más de una década, Senillar puede sobrepasar o, al menos, igualar a vuestros vecinos Benialcaide y Albalat. La riqueza y los puestos de trabajo van a crecer exponencialmente – al darse cuenta del gesto de ignorancia del concejal, Cardona decide utilizar un lenguaje más coloquial -. Se van a multiplicar por cien, que digo cien, por mil las ofertas de trabajo. Naturalmente, para conseguir esa meta no basta con realizar grandes inversiones, para lograrla es indispensable contar con la ayuda de la corporación municipal – y dirigiéndose específicamente a Pellicer añade -.Tú puedes ser el alcalde que podrá pasar a la historia local como el hombre que transformó Senillar, puesto que, de un pequeño pueblo que es hoy en día, se convertirá en un emporio del turismo que traerá fortuna, trabajo y bienestar para todos vuestros paisanos en cantidades auténticamente millonarias.

   Cardona sigue desgranando las enormes ventajas de todo tipo que el plan traerá a la localidad. Su exposición es seguida atentamente por los munícipes. Cuando termina, es Garcés el primero en tomar la palabra:
- Desde luego, sólo con que se lleve a cabo la mitad del proyecto, ese plan supondrá para el pueblo mucho más que si nos tocara el gordo de Navidad, la primitiva y una quiniela de catorce, todo junto.
- He de admitir que lo que nos has explicado suena a música celestial – confiesa el alcalde -, pero mi padre, que era casi analfabeto pero más listo que el hambre, solía decir que nadie va por ahí dando duros a cuatro pesetas.
- Y nosotros tampoco, alcalde – asevera Huguet interviniendo por primera vez -. Somos empresarios y si pretendemos llevar adelante este proyecto es para ganar dinero, no para hacer caridad. Usando tu misma frase, diré que nuestra intención es cambiar duros, al menos, a cinco cincuenta y, si es posible, a más. Cuando un empresario gana, no es el único que se beneficia, a su alrededor son legión los que también se comen una parte del pastel. Los proveedores, subcontratistas, la gente de los oficios, los trabajadores en general, las propias corporaciones municipales…, todo un mundo. Piensa sólo en los ingresos que podrá percibir el Ayuntamiento por los permisos y licencias de obras. Y no solamente eso, el IBI de los próximos años se va a disparar. Y todo ello porque por cada peseta que se invierta, unos céntimos irán a parar a las arcas municipales. Y estamos hablando de miles y miles de millones. En conclusión, si este proyecto sigue adelante, como es nuestro deseo, aquí habrá pasta para todos. Y digo bien, para todos – recalca mirando fijamente al alcalde -. Un último detalle: fijaos si el proyecto pinta bien qué nuestra principal fuente de financiación es Cajaeuropa.
- ¡Hombre, haber empezado por ahí! – exclama el alcalde -. Si la caja está metida en esto es que hay negocio seguro. Esos no dan puntada sin hilo, pues buenos son. Y quiero dejaros algo claro, no creáis que desconfío porque sí. Tengo buenos motivos para no creerme a pies juntillas todo lo que me cuentan. Por aquí ha pasado más de un forastero que ofrecía el oro y el moro y luego si te he visto no me acuerdo. Aunque reconozco que vosotros venís bien acompañados – concluye, mirando a Garcés y Arbós.
- Jaume – interviene José Ramón -, ¿tú crees que los Arbós participaríamos en un proyecto como éste si no tuviera todos los visos de ser un negocio seguro y rentable?

   Cardona, tras un intercambio de miradas con Huguet, decide poner fin por el momento a la reunión:
- Caballeros, dada la hora que es y que todavía queda mucha tela que cortar propongo que finalicemos la reunión y que mañana a una hora decente, por ejemplo las doce, retomemos el asunto – y agrega --. Si no tenéis inconveniente propongo que nos reunamos en el hotel Airesol. Ya reservé uno de los comedores privados. ¿De acuerdo?
   Cuando los constructores se quedan solos, Huguet pregunta a su socio:
- ¿Qué impresión te han producido los tipos del Ayuntamiento?
- Pues el alcalde, pese a ser maestro, más bien parece el clásico labrador de estas tierras, cazurro, desconfiado y sin excesivas luces. Lo que me lleva a suponer que Garcés se lo llevará al huerto sin mayores problemas. El otro, el concejal de urbanismo, es otro cantar. Parece ladino y retorcido. Nos puede causar problemas. Y tú, ¿qué opinas?
- Casi lo contrario. Si alguien nos puede dar algún quebradero de cabeza será el alcalde, precisamente por cazurro. En cuanto al concejal, o mucho me equivoco o va a ser pan comido. En cuanto se huela lo que podemos ofrecerle se nos pondrá de alfombra. Y si no, al tiempo.

viernes, 1 de noviembre de 2013

2.20. La reina mora no contesta

   El primer trimestre del curso 1993-94 es para Sergio un periodo en el que su estado de ánimo oscila entre la desazón y la esperanza. Como prometió, escribe una carta semanal a Lorena, a veces alguna más. Cartas llenas de cariño, ternura e ilusión. Cartas escritas con un estilo que raya entre lo cursilón y lo romántico. Cartas repletas de promesas y juramentos de amor y de vagos y utópicos proyectos para una futura vida en común.

   Nunca antes había escrito Sergio una carta de amor. El primer día que, en el silencio de su habitación, se enfrenta a la cuartilla en blanco no sabe cómo empezar, ni siquiera cómo encabezar el escrito. Prueba distintos inicios: mi amor, cariño, mi vida, Lorena mía, tesoro, mi cielo, mi amada, mujer de mis sueños… Los va desechando uno tras otro hasta que recuerda una expresión que hace años usaba su padre para llamar a su madre: reina mora. Le gusta, no es habitual ni mucho menos y a Lorena le pega. Es morena, tiene el pelo negro como el azabache y unos ojos también oscuros que, cuando le miran, tienen como un brillo pícaro que le fascina. Y así encabeza su carta y las otras muchas que la seguirán a lo largo del curso.

   Desgraciadamente para Sergio la reina mora no contesta. De ahí que la esperanza del muchacho se convierta en inquietud. Ese desasosiego le lleva a una situación que nunca antes le había ocurrido: en el primer trimestre  suspende dos parciales. La decepción que refleja la cara de su padre es tal que el joven le hace la firme promesa que no volverá a suceder. Y cumple su palabra, sigue escribiendo a Lorena, piensa en ella las veinticuatro horas del día, pero no vuelve a pinchar.
   La falta de respuesta de la reina mora lleva al muchacho a tomar la decisión de marchar al pueblo en las vacaciones de Navidad, así podrá hablar directamente con ella y saber por qué no contesta sus cartas.
- ¿Qué quieres irte al pueblo? De ninguna manera, la Navidad es para pasarla en familia y no para irse por ahí – deniega su padre rotundamente.
- Papá, no me voy a ir por ahí. Lo que quiero es irme al pueblo a pasar la Navidad con el abuelo para que no esté tan solo.
- Tu abuelo no va a estar solo. Precisamente será él quien se venga a Madrid para pasar las fiestas con nosotros. Por tanto, olvídate de ir al pueblo.

   Sergio, aunque a regañadientes, acepta la decisión paterna. Así ha sido educado, en su familia son los padres quienes deciden lo qué se va a hacer y a él, le guste o no, no le queda otra que obedecer. Pese a todo, está una temporada enfurruñado hasta que llega su abuelo con el que siempre se ha llevado muy bien. Hasta ahora, Sergio no se había preocupado por conocer aspectos, costumbres y personas del pueblo de su madre, pero ahora que tiene su corazón puesto en una muchacha de allí considera que es llegado el momento de conocer más cosas de Senillar. Su afán de saber también tiene un propósito oculto: conocer más cosas de Lorena y su familia.
- Abuelo, háblame del pueblo.
- ¿Y qué quieres saber?
- No sé… Por ejemplo, cuéntame cómo vive la gente.
- Huy, pues supongo que como en otros pueblos. Hay gente que vive bien, los que tienen posibles, otros que tienen un pasar que ni fu ni fa, como tu abuelo, y hay otras personas que lo pasan más bien mal. Sin llegar a pasar hambre, claro. En los pueblos de agricultura de regadío siempre hay algo que llevarse a la boca.
- ¿Y qué es lo que más se cultiva?

   El abuelo se queda mirando a su nieto con aire de sorpresa.
- Pero qué preguntas haces, hijo. Llevas yendo al pueblo desde que eras un crío ¿y no sabes qué se planta en los campos?
- Sé que hay naranjos, más de una vez me has llevado a tu huerto. También sé que hay almendros, viña, olivos…
- Y algarrobos, aunque cada día quedan menos, frutales y, sobre todo tierra campa donde se planta hortalizas y verduras entre otros cultivos. Antes, la mayor parte del término se regaba con norias, luego se pusieron motores y el campo se llenó de regueros y sifones por donde llegaba el agua. Todo eso está desapareciendo y muy rápido. ¿Por qué? Porque la agricultura no recibe ayuda del gobierno, porque se han encarecido los abonos, el agua de riego, los insecticidas y sobre todo la mano de obra. Y como las fincas que hay son casi todas muy pequeñas no resulta económico meter en ellas un tractor o una cosechadora. Hay que hacerlo todo a mano y eso es la ruina para los labradores.
- Has hablado de insecticidas, ¿qué tienen que ver con los campos?
- Hijito, cómo se nota que has crecido en la ciudad. No puedes imaginarte la cantidad de plagas que atacan a plantas y árboles. Si muchos cultivos no los fumigaran no se recogería nada. Te voy a poner un ejemplo. Mi huerto, que algún día será de tu madre y de tus tíos, sufre como los demás la invasión de un montón de plagas: cochinillas, pulgones, moscas, minadores, ácaros, arañas, caracoles y Dios sabe cuántos bichos más. Tienes que fumigar los naranjos para que todos esos animalejos no los ataquen. Por si faltaba algo para completar el cuadro cada equis años aparece una nueva plaga que, hasta que los que estudian a los bichejos que la producen no descubren cómo contrarrestarla, te jeringa el arbolado.
   El señor Andrés no tiene tiempo para contarle más cosas del pueblo al nieto, su hija les interrumpe para anunciar que la comida está en la mesa.
- Luego te cuento más.

   Abuelo y nieto han vuelto a retomar la charla que interrumpió la madre de Sergio. El señor Andrés termina de contar lo de las plagas y sus consecuencias y vuelve a insistir en que la agricultura está arruinada:
- … la consecuencia de todo eso es que son muchos los propietarios que tienen sus fincas abandonadas como es el caso de tu abuelo. Otro resultado es que desde hace ya bastantes años la gente joven se ha desentendido de la tierra y se ha ido a trabajar a las fábricas, al comercio, o a donde sea. Cualquier cosa menos el campo.
- ¿Por eso se fue mamá?
- Fui yo quien la aconsejó que se fuera. En el pueblo no tenía ningún porvenir, salvo acabar de camarera en algún hotel de Albalat o de asistenta de alguna familia acomodada.
- ¿Y la mamá por qué no estudió?
- Porque para hacer una carrera tenía que irse a Valencia y en casa siempre andábamos justos de perras. A mí ya me hubiera gustado que ella o alguno de sus hermanos hubiesen estudiado, pero entre la falta de posibles y que a ninguno de ellos les gustaba demasiado los libros… - El abuelo deja el final de la frase en el aire para retomar su exposición en otra dirección -. Tú eres el primer Punchent que tienes estudios, que vas a tener un título y estoy muy orgulloso de ello. ¿Y sabes por qué has podido estudiar?
- ¿Por qué, abuelo?
- Pues, entre otras cosas, porque tienes la suerte de vivir en la ciudad. Si vivieses en Senillar te hubiera resultado mucho más difícil. Por eso le has de dar las gracias diariamente a tu madre porque no se quedó en el pueblo.
- Bueno, a mamá, a papá y también a ti – apostilla el chico mirando cariñosamente a su abuelo.
- ¿A mí, por qué?
- Hace un momento que acabas de contarme que fuiste tú quien aconsejó a mamá que se fuera del pueblo. Si no hubiese sido por ese consejo no habría conocido a papá y yo no estaría en este mundo. Por tanto, también a ti tengo que darte las gracias. Y además por ser un abuelo tan, tan… - Sergio no encuentra el adjetivo adecuado y acaba diciendo en voz baja -, tan cojonudo. Y no le cuentes a tu hija lo que acabo de decir porque me va a echar un chorreo – Y acompaña la frase con un cómplice guiño.

   Sergio se entretiene con su abuelo, pero sin olvidar un momento la inquietud que le lleva a mal traer. La reina mora sigue sin responder. Algo tendrá que hacer, ¿pero qué?