Ponte, en su duermevela matinal, no hace más
que pensar sobre como localizar a la familia gitana que puede ayudarles a
encontrar a los tocayos que encontraron el furgón blindado y que luego
vendieron a un chatarrero; si es que quieren, porque los calés son muy suyos, y
siempre que la versión del fulano del desguace sea cierta. Como no llega a
ninguna consecuencia práctica, deja de dar vueltas al asunto y abre el
ordenador. La noticia que destaca El Mundo del último día de noviembre es una
encuesta de Sigma Dos y su titular: Ciudadanos
adelanta al PSOE y se queda solo a cuatro puntos del PP. ¡Coño, cómo han
subido estos chicos!, piensa el viejo. Claro, que es solo un sondeo y estos de
las encuestas fallan más que una carabina de feria y para mí que además las
manipulan. Otra noticia que le llama su atención dice que: El Papa visita la gran mezquita de Bangui para mostrar la hermandad con
los musulmanes. Es un bonito detalle, pero seguramente se quedará solo en
eso, en un detalle. No creo que a la mayoría de musulmanes, y también de los
cristianos, el gesto les hará cambiar de posiciones. En la sección de
internacional, el pie de una foto en la que se ve la borrosa cara de un niño
reza así: Niños suicidas afganos a 100
dólares. Ves, piensa, lo que decía antes. La miseria aliada con la religión
produce estas monstruosidades. Críos que deberían estar en la escuela y lo que
hacen es empuñar un kalashnikov. Y aunque no es un gran aficionado al fútbol
termina repasando los resultados de los partidos de primera división del día anterior,
es algo que hay que conocer porque la marcha de la liga es un tema de charla
que más pronto que tarde saldrá en la conversación con sus amigos.
Ponte ha quedado con Ballarín en el Paseo de
Moret, casi esquina con Pintor Rosales. Puntual como un reloj suizo de alta
gama, Ballarín le está esperando dentro de su coche.
- Buenos
días, Amadeo, ¿hace mucho que esperas?
- Nada, unos
minutos. Oye, tú que eres muy leído, ¿quién es la señora de la estatua? –
pregunta Ballarín señalando el monumento que hay en la esquina de las dos
calles, pero ya dentro del Parque del Oeste.
- Es doña
Concepción Arenal, una escritora del diecinueve.
- Bueno,
¿dónde vamos?
- Jacinto me
ha dicho que empecemos por la Cañada Real.
- Ese nombre
me suena de algo, pero no sé de qué.
- Te sonará
porque sale bastantes veces en los sucesos. La llamada Cañada Real Galiana es
una zona de asentamientos ilegales en la que abundan los gitanos, los camellos,
los yonquis y demás gente de esa ralea.
- Oye,
Manolo, ¿y no será peligroso ir a un barrio así? Ya sabes que un yonqui te
puede atracar por cuatro perras; bueno, ahora por cuatro euros.
- Según me
explicó Jacinto, la Cañada está dividida en varios sectores que se extienden no
solo por Madrid, sino también por los términos municipales de Rivas-Vaciamadrid
y Coslada. Vamos a visitar solo dos de sus sectores: el tres y el cuatro, con
una mayoría de familias de etnia gitana. Los calés no son precisamente unos
angelitos, algunos también se dedican al menudeo de la droga, pero no creo que
nos pase nada por hacer algunas preguntas.
- Bueno,
esperémoslo, aunque no creas que las tengo todas conmigo.
- Coño,
Amadeo, me estás saliendo un caguetas. Mira, haremos una cosa para que te
quedes tranquilo: mientras yo pregunto, tú te quedas dentro del coche y bajas
el seguro de las puertas.
- Es posible
que sea un caguetas, como dices, pero también soy de los que no dejan a un
amigo solo ante el peligro – afirma Ballarín dando a la frase un tono melodramático.
- Eso de
solo ante el peligro me suena a película del oeste, como aquella que hizo John
Wayne – se burla Ponte.
- Error. La
protagonizó Gary Cooper. ¿Por dónde tiro?
- Coge la
M-50 en dirección sur.
La Cañada Real es como suponían: chabolas
hechas con materiales de derribo, calles sin asfaltar, inmundicias, basura y
por todas partes miseria, marginación…. Un barrio tercermundista con algunas
pinceladas singulares que le confieren un aire peculiar: abundancia de antenas
parabólicas, aparcados aquí y allá vehículos de alto porte y, de vez en cuando,
edificaciones bien construidas que destacan todavía más junto a las viviendas
de fortuna. Otra nota discordante es el relativo alto número de críos de
variadas edades jugando entre los montones de chatarra. Deberían estar en el
cole, pero…
Ponte, repasa las directrices que le dio
Grandal para comportarse como un payo respetuoso. Lo primero a tener en cuenta
son algunos rasgos de la cultura gitana, esto conlleva que no debe preguntar a
las mujeres ni a los jóvenes en general, debe hacerlo a un tío que es un gitano
de edad que, por sus años, poder y comportamiento, suscita el respeto de los
demás. Mucho mejor si pudiese acceder a que le reciba un patriarca o jefe
reconocido y cabeza visible de una familia extensa. El poder del patriarca no
es absoluto. Se asienta en su autoridad moral y el respeto que el gitano siente
por sus mayores, de forma que el patriarca actúa como el tío más importante.
También es el encargado de interpretar la ley tradicional y velar por ello, lo
que es esencial en una cultura como la gitana de carácter ágrafo, es decir de
una cultura cuyos códigos y pautas de comportamiento se transmiten oralmente. Además
de tener en cuenta todo ello ha urdido una ingenua treta para que sus pesquisas
no encuentren demasiados recelos. Va a enseñar una amarillenta fotografía, que
encontró en la caja de Partagás en la que guarda viejas fotos de cuando
trabajaba en Hidrola, en la que aparece junto al tío Josefo, el patriarca de
los García Reyes, también conocidos como el clan de los Estepeños, al tiempo que
contará que le dejó a deber tres mil pesetas y que, aunque pueda parecer una
cantidad insignificante, para él es una cuestión de honor devolverle los
dieciocho euros en que se han convertido. ¿Por qué ahora?, porque le han
diagnosticado un cáncer y antes de que se lo lleve por delante no quiere dejar
deudas. Quizá no le crean, pero es mejor una excusa aunque sea endeble que
ninguna.
Bien porque no consiguen topar con el gitano
adecuado, bien porque nadie se cree la historia que cuenta Ponte, las indagaciones
son un fracaso. Al menos, piensa Ballarín, no han visto ni notado nada que
sugiera que hayan corrido peligro en algún momento. Cuando están a punto de
tirar la toalla, la fortuna les sonríe. Entre dos de las nuevas urbanizaciones
planeadas en la zona, Los Ahijones y El Cañaveral, encuentran unas chabolas
casi pegadas a la autopista de peaje, la Radial 3, y allí un gitano que está
trasteando en una furgoneta cargada con fruta les dice que quien más sabe de
las familias que viven en la Cañada es el tío Ginés el Rubio, patriarca del
clan de los Canelitas, y que vive en un poblado limítrofe al desarrollo
urbanístico de los Berrocales, ya en el término de Rivas-Vaciamadrid.
El tío Ginés resulta ser un calé que podría
pasar perfectamente por payo. Para empezar, debió tener el pelo sino rubio, sí
al menos castaño. Quizá de ahí le venga su mote. Tiene los ojos de un gris
desvaído y su tez no es tan renegrida como la mayoría de los de su etnia. Habla
pausado, con una poderosa voz de bajo y tiene el tic de que cada pocos minutos
mira el reloj de bolsillo que, sujeto por una leontina, guarda en uno de los
bolsillos del chaleco. Ginés les hace muchas preguntas sobre quiénes son y qué
buscan. Ballarín y Ponte sin ponerse previamente de acuerdo deciden contar la
verdad sobre sus respectivas personalidades. Lo que cuentan sobre su vida,
trabajo y situación actual, sin hacer ninguna referencia al Tesoro Quimbaya,
parece convencer al patriarca que debe ser tan viejo como ellos. En cambio, la
historia de las tres mil pesetas de marras no parece que acabe de creérsela,
pero la vieja foto que le enseña Ponte termina por animarle a hablar:
- Los García
Reyes son unos calós de tronío y con los que es mejor estar amigachaos que lo
contrario. Lo último que supe de ellos es que paraban por Salamanca, pero… -
Ginés vuelve a mirar su reloj -, pero si siguen con lo de siempre, por estas
fechas suelen marchar a la zona de Castellón para la recolección de una
mandarina temprana que se cultiva por allí y que si no recuerdo mal se llama satsuma.
Y eso es cuanto
logran averiguar en su búsqueda por la Cañada Real.