El Confidencial del diecisiete de noviembre trae como
noticia principal a cuatro columnas: Interior
extrema la vigilancia en Ceuta, Melilla y los centros judíos. Francia apuesta por la “mano dura” y cierra
filas con su presidente. Esta masacre de París traerá cola, piensa Ponte.
No estoy muy seguro si los terroristas se saldrán con la suya o les va a salir
el tiro por la culata. Claro que por lo pronto la primera victoria ha sido
suya, han conseguido una propaganda brutal y según dice Jacinto, que de
terrorismo sabe un rato, ese es uno de los primeros objetivos que buscan los
terroristas: el de la comunicación, el de decir al mundo que están ahí y que
pueden golpear cuando y donde quieran. El viejo no sigue leyendo más, la mayor
parte del centro de la portada está conformado por artículos de opinión y por
otras informaciones sobre los sangrientos sucesos parisinos.
- Bueno – dice en voz alta -. Me tendré que levantar. Hoy tenemos limpieza
en casa de Jacinto. La verdad es que me hace ilusión lo de jugar a detectives.
Quien me lo iba a decir a mis años.
El calificativo de pocilga que Grandal aplicó a su
casa se acerca bastante a la realidad. Todo está manga por hombro y el polvo se
acumula en los lugares más insospechados. Lo único que hay relativamente limpio
es el dormitorio y su pequeño cuarto de baño.
- La viuda de un policía que murió en un atentado etarra viene dos veces
por semana a limpiar, pero esta semana ha estado pachucha y no ha podido venir
– se excusa Grandal.
- No te preocupes. Esto con un cubo, la fregona y unas bayetas lo vamos a
dejar como los chorros de oro – le anima Ballarín.
Y dicho y hecho, Álvarez y
Ballarín se acercan a un chino cercano, de los que antes del euro eran de todo
a cien y ahora todo a sesenta céntimos, y compran los útiles necesarios para el
aseo del piso. En seguida se nota quien está habituado a la limpieza de un
hogar y quien no ha cogido una escoba en su vida. Ponte y Álvarez son los que
se muestran más desmañados en el manejo del cubo y la fregona.
- Si me viera la pobre Purita – evoca Ponte – no me reconocería. ¡A mis
años y con un plumero en la mano quitando el polvo!
- ¡Otro que tal baila! – exclama Álvarez -. El mismo asombro que el que
tendría mi costilla. Es la primera vez en mi vida que cojo una fregona. Espero
que no lo vayáis contando por ahí que el choteo que organizarían a nuestra
costa los coñones del centro sería morrocotudo.
- Tampoco es para tanto. Yo soy de los
que le echo una mano a mi mujer siempre que hace falta – confiesa Ballarín -. Y
no por eso me siento minusvalorado.
- Tú dirás lo que quieras, Amadeo, pero esto del fregoteo es cosa de
mujeres. Han nacido para esto, como nosotros lo hemos hecho para llevar los
garbanzos a casa – sentencia Álvarez.
- Luis, eres más carca, machista y antiguo que Torrente – se burla Grandal.
- Pues yo seré carca, pero ¡anda que tú! ¿Y quién coño
es Torrente?
- No me digas que no has visto ninguna peli de
Torrente, el brazo tonto de la ley.
- Ah, ese Torrente. Pues, macho, me parezco tanto a él
como un pirulí a un huevo de avestruz, entre otras cosas Torrente es colchonero
y yo soy merengue, y él es fan de El Fary y yo lo soy de Manolo Escobar.
El cuarteto necesita dos largas tardes para dejar la
casa donde van a instalar su cuartel general en condiciones de revista. En la
primera reunión, Ballarín les sorprende a todos, pues tiene cierta fama de
tacaño, cuando abre su vieja cartera de cuero y saca una botella de sidra El
Gaitero.
- He traído esta sidrina, como diría un guaje, para brindar por el comienzo
de nuestra aventura.
De lo primero que tratan es del
calendario de reuniones y la primera piedra en la que tropiezan es la de las
intocables partidas de dominó. Hay opiniones para todos los gustos. Álvarez se
niega tajantemente a dejar de jugar. Ballarín no adopta una postura tan
radical, pero si es partidario de mantener en lo posible el ritmo de dos tardes
de dominó. A Grandal no le importaría dejar de jugar o hacerlo solo de vez en
cuando. Tras un fluctuante debate, se impone la propuesta de Ponte: jugarán un
día a la semana. El resto lo dedicarán a la investigación. Sobre la tarea
investigadora, Grandal explica a sus amigos lo errados que están en sus
planteamientos.
- Me da la impresión de que andáis un tanto equivocados. Investigar un
hecho delictivo, como el robo del Museo de América, no es algo para llevarlo a
cabo un par de días a la semana. Es un trabajo de todos los días y de muchas
horas por jornada. Si le dedicamos un par de veces a la semana nunca
conseguiremos sacar nada en limpio.
- Hombre, Jacinto, ninguno de nosotros tiene edad ni está en condiciones de
dedicarse a un trabajo full-time –
puntualiza Ballarín que le gusta presumir de sus conocimientos de inglés.
- Eso ya lo sé, lo que quiero que os quede bien claro es que las reuniones semanales
de los cuatro pueden ser una, dos, tres o las que acordemos. Eso no es lo
importante. Lo que sí es determinante es que cada uno se tendrá que
responsabilizar de una determinada parcela de la investigación y dedicarle a
ella todo el tiempo libre que pueda sacar a lo largo de la semana. Si no
hacemos eso no llegaremos a ninguna parte… y si lo hacemos seguramente tampoco,
pero al menos lo habremos intentado. En otras palabras, aunque sea una
investigación de aficionados hemos de poner toda la carne en el asador o el
asunto se nos escapará vivo.
- ¿Entonces qué es lo que propones? – pregunta Álvarez.
- Tengo el bosquejo del plan de trabajo en mente, pero no he perfilado aún todos
los detalles. Necesito algo más de tiempo para enhebrar todos los flecos en una
trama más sólida. Y para ello también necesito tener más información sobre el
estado de la investigación. Ya he quedado para tomar café con un excompañero
que trabajó a mis órdenes y que tiene acceso a la investigación. Voy a tratar
de sonsacarle cuanto pueda sobre la investigación de los inspectores que llevan
el caso a los que, por cierto, les han puesto de mote el Dúo Sacapuntas, no sé
si ya os lo había comentado. Y a lo que iba, en función de lo que logre
averiguar diseñaré el plan que vamos a seguir y las tareas que corresponderán a
cada uno. También intentaré hacerme con la dirección de Portela, uno de mi
promoción, que dirigió el grupo de Patrimonio Histórico hasta que se jubiló, y
aunque es la discreción personificada trataré de tirarle de la lengua.
- Oye, Jacinto, lo de trabajar de manera individual me parece que puede
resultar aburrido – opina Ponte -. Una de las virtudes que creíamos que iba a
tener este proyecto es que íbamos a estar mucho más tiempo juntos, ir cada uno
por su cuenta ya es lo que hacemos ahora. Además, vosotros todavía sois
jóvenes, pero yo no me veo con ánimos ni fuerzas para investigar lo que sea sin
el apoyo de alguno de vosotros. Por eso mi pregunta es ¿no sería mejor trabajar
por parejas?
- Lo estudiaré, Manolo, y veré si es aconsejable. En cualquier caso,
encontraremos una solución para que no tengas que hacer muchas tareas de manera
solitaria. No te preocupes. Dadme cuarenta y ocho horas y tendré mucho más
perfilado el plan de acción. De momento, Amadeo, ve completando el archivo
periodístico sobre noticias del robo que ya tienes en marcha. Y tú, Luis,
comienza a rastrear en internet toda la información que encuentres sobre el
Tesoro Quimbaya. Nos volveremos a ver pasado mañana.
- ¿Y yo qué hago? – pregunta Ponte.
- Tú sigue paseando a tu nieto por delante del Museo de América a ver si te
enteras de algo nuevo.
- Con el niño no voy a poder ir, mi hija me ha prohibido que vuelva a
pasearlo por allí – explica Ponte.
- Antes de marcharnos deberíamos
volver a brindar. Una vez que Amadeo tiene un detalle no vamos a dejar mediada
su botella – sugiere Álvarez.
- Propongo un brindis – dice Ponte -. Brindemos por la puesta en acción de
la patrulla de jubilatas.
El cuarteto de policías
aficionados no solo ya tiene sede sino que también entra en juego, aunque Grandal
continúa pensando que esas alegrías iniciales puede que no duren demasiado
tiempo. De todas formas, se dice, cosas más raras se han visto.