"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 2 de febrero de 2016

*** Epílogo



   El transportista termina de descargar del pequeño camión las cajas de azulejos que ha depositado en el solar de lo que en unos meses será un bloque de apartamentos, uno de los muchos que a principios de los años que corren, los sesenta, se están construyendo en Las Villas de Benicasim, como en otros muchos lugares de la costa mediterránea. Con un pañuelo, que está pidiendo a gritos una urgente colada, se seca el sudor de la cara. Piensa que se ha ganado un buen almuerzo y hasta un carajillo bien cargado. Cuando sale del bar donde ha almorzado ve pasar a un anciano por la acera de enfrente cuya cara le resulta familiar. Mira con más atención hasta que de pronto descubre quien es el viejo.
- ¡Don Manuel, don Manuel Lapuerta! – llama a gritos.
   El interpelado se vuelve sin mostrar prisa alguna. Da la impresión de que no reconoce a quien está voceando su nombre y que se le está acercando.
- Don Manuel, ¿no se acuerda de mí? Soy Timoteo, el de Senillar. Recordará que tenía la iguala con usted. Atendió a mi mujer en todos sus partos y a los críos cuando les daba algún arrechucho.
   Con tantos detalles, al fin parece que se ha hecho luz en la memoria del octogenario.
- Ahora caigo, claro, tu mujer se llama Rosita, ¿verdad? Tuvisteis cuatro niños, tres varones y una hembra.
- Que bien que se acuerde de mí. Cuando se lo cuente a Rosita se va a llevar un alegrón de muerte; ella siempre dice que usted ha sido, de largo, el mejor médico que hemos tenido. Que causalidad que le encuentre aquí. Yo le hacía en Carcagente.
- Cuando me jubilé, de eso hace ya unos años, compré aquí un apartamento de los que tienen vistas al mar, es pequeño pero para mí y Angustias es más que suficiente. Pero no continuemos de pie o la artrosis me pasará factura, vamos a sentarnos en esa terraza y te invito a lo que quieras. De paso me cuentas cosas de Senillar.
   Una vez sentados, el anciano parece recobrar ánimos y comienza a interrogar a Timoteo.
- ¿Y qué novedades me cuentas del pueblo?
- Pues no sé por dónde empezar, ¿qué quiere saber?
- ¿Continua Gimeno siendo el cacique? y su mujer ¿sigue tan guapetona?
- ¡Quia! Gimeno ya no vive en el pueblo, se marchó a Valencia. Está de mandamás de un sindicato, creo que del de Hostelería. Y sobre su mujer, dicen las malas lenguas que si se han desajuntado. Ella tampoco ya no vive en el pueblo. Se rumorea que si se ha ido a Madrid y se ha arrejuntado con un pez gordo, pero de eso no le puedo dar fe.
- Bueno, las parejas se hacen y se deshacen, es algo natural. Aunque en la España del nacionalcatolicismo los que quieren desajuntarse, como dices, lo tienen crudo, ya no existe el divorcio y el matrimonio es hasta que la muerte separe a los cónyuges. Oye, y si ya no está Gimeno, ¿quién os pastorea ahora? – lo de pastorear le ha salido de manera espontánea, solo espera que Timoteo no se moleste por ello.
   El transportista, que no es lerdo, sí se ha dado cuenta de que el término usado por el viejo médico convierte a la gente de su pueblo poco menos que en borregos, pero se hace el desentendido.
- Mandar, lo que se dice mandar, mandan los de siempre, los ricos. Gente como los Arbós, los Blasco, los Alberola…; en fin, los que tienen cuartos e influencias. Aunque en teoría quien debería mandar es el que está de alcalde y jefe local de Falange.
- ¿Y quién es?
- Don Ricardo Poveda, uno que es maestro. No sé si se acordará de él. Está casado con Adelina, una chica del pueblo. Don Ricardo es el que hace de mamporrero de los que de verdad cortan el bacalao.
- Hombre, pasan los años pero, por lo que cuentas, las cosas no cambian, siguen teniendo la sartén por el mango los ricachos y los funcionarios. ¿Y qué me dices de mi amigo Sanchís, el boticario?
- Se jubiló y se fue a vivir a Almazora con una hermana. De la gente de título que había en el pueblo cuando usted estaba creo que no queda nadie. El veterinario joven que usted recordará, don Alfonso, también se marchó. Por cierto, se casó con la hija mayor   de un maestro que no recuerdo como se llamaba, pero que se apellidaba Villangómez. Ahora ejerce en un pueblo que está al lado de Sagunto.
- ¡Cuántos cambios, cuántos años! – es todo lo que acierta a decir Lapuerta.
   Como parece que al anciano ya se le han acabado las preguntas, Timoteo cambia de registro.
- Por cierto, hay que ver cómo está creciendo Benicasim, con la coña de los veraneantes este pueblo aumenta de un año para otro. Siempre que vuelvo han hecho algún bloque nuevo de apartamentos. A este paso la playa se va a quedar chica para tanta gente y eso que aquí más que playa lo que tienen es un playón.
- Así es, el turismo está cogiendo mucho auge y de hecho la economía del pueblo depende cada vez más de los turistas y menos de la agricultura como ocurría antes. Supongo que por eso mismo en Senillar le habrán dado un buen lavado de cara a la zona costera de la Marina.
- ¿Un lavado? Ni lavado ni leches. Lo que han hecho es una cagarruta. En el cincuenta y nueve construyeron un espigón de nada en la parte sur, y frente al caserío han levantado un muro, que no debe de tener más de metro y medio de altura, y que está a unos ocho metros de las casas. Eso que han construido y nada es todo lo mismo porque sigue habiendo la misma playa de mierda de siempre en la que hay más cantos rodados que arena.
- ¡Qué poca visión de futuro! Con lo cuesta abajo que va la agricultura y la inexistencia de algún tipo de industria, ¿los que mandan todavía no se han dado cuenta de que la llave del progreso del pueblo está en la zona costera, en el turismo? – El viejo hace una pausa como si reflexionara y luego retoma su discurso -. Acabo de decir algo que quizá no sea del todo exacto: lo de que no hay industria, porque me has contado que traías un porte de azulejos, ¿es qué ya hay allí azulejeras?
- ¡No caerá esa breva! Ni azulejeras ni Cristo que las fundó. Como no hagan una fábrica de buñuelos de viento ya me dirá usted de qué. En el pueblo hay lo de siempre, los cultivos y poco más.
- Hablando de cultivos, ¿cómo sigue lo del coto arrocero?
- Eso pasó a la historia. El agua era cada más vez salitrosa y resultaba muy cara por lo que el cultivo dejó de ser rentable. Ahora los marjales están como antes, solo hay carrizos y juncos.
- O sea que el pueblo sigue como siempre, sesteando.
- Más o menos; bueno, para ser justos, más.
- Es sorprendente que la gente no quiera prosperar.
- Eso se lo tengo que negar, don Manuel. Claro que queremos vivir mejor, a quien le amarga un dulce, pero los que mandan no parecen estar por la labor porque ellos sí que viven bien. Y ya se sabe, donde hay patrón...
- Magro futuro les espera a vuestros hijos.
- Hombre, don Manuel, no hay que ser pesimista. Las cosas pueden cambiar, solo hay que darle tiempo al tiempo. ¿No lo cree usted?
- No, no lo creo. Las cosas solo cambiarán cuando aparezca una generación que quiera de verdad progresar y no limitarse a vivir como lo hicieron sus mayores.
- ¿Y cuándo ocurra eso, si es que llega, cómo lo sabremos?
- Porque cuando llegue ese día, que llegará, la gente dejará de seguir como borre… – el anciano se corta y trata de suavizar su discurso - con mansedumbre a los que van al frente de la procesión.
   Pese a la dulcificación de la frase, el comentario ha escocido a Timoteo y está a punto de revolverse, pero mira a su interlocutor y solo ve a un viejo achacoso que mira más al pasado que al futuro. Por eso hace una pregunta anodina:
- ¿Y cuándo calcula usted que eso puede pasar?
- Cuando en el país haya una democracia que no necesite de adjetivos como el de orgánica y en el pueblo gente que sepa pensar por su cuenta. Siendo optimistas, échale un par de generaciones. ¿Y sabes qué te digo? Que tampoco sois una excepción, en Senillar estáis, como en el resto de España, sumidos en la pertinaz sequía que no solo es climatológica. ¡Qué país, Miquelarena!



                                                                                FIN