"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 28 de marzo de 2017

117. Hay que encontrar al colombiano como sea



   Antes de terminar su conversación con Grandal, el inspector francés le pregunta cómo piensa justificar su presencia, suponiendo que acepte, ante sus amigos en la búsqueda de Efraím.
- ¿Piensa decirles que voy a ir de guardaespaldas?
- En absoluto. Si supieran que viene como escolta no haría más que aumentar su temor. Será mejor que les contemos que, como me ha dicho que tiene un amigo en la embajada de Francia en Bogotá, usted sabe más detalles de Efraím, lo que puede ayudar a que le localicemos antes. Además, hay que tener en cuenta otro aspecto del plan, será más seguro para usted ir en grupo que solo. En los lugares donde se congregan los latinoamericanos los individuos solitarios suelen resultar sospechosos. En cambio, uniéndose al grupo nos da la ocasión de convertirnos en una panda de viejos españoles que está enseñando a un extranjero lugares típicos madrileños.
   Al día siguiente, se reúnen todos en casa Grandal. Los jubilados, al encontrarse con el inspector francés, le saludan como si fuera algo habitual que Blanchard asistiera a sus reuniones. Solo Ponte le pone mala cara. Grandal, como habían quedado, no cuenta a sus amigos el verdadero papel que va a desempeñar el policía galo, lo que les dice es que Blanchard se ha ofrecido a servirles de percha en el rol al que van a jugar: el de un cuarteto de castizos madrileños que están enseñando la capital a un guiri que quiere conocer algunos de los lugares turísticos de la ciudad. Le van a llamar Denís y dirán que es hijo de un antiguo amigo de Ponte.
   Tras ello, la primera pregunta la hace Blanchard:
- Lo primero que hay precisar es la relación de lugares que piensan visitar – todavía no se incluye en el plan.
   La respuesta es una síntesis de lo que el día anterior habían discutido los vejetes. Le recitan el artículo del ABC sobre los lugares en los que un colombiano se sentiría como en casa, la existencia de sitios donde se reúnen periódicamente los sudamericanos que viven en Madrid, especialmente los que están al aire libre, el gran número de bares y restoranes colombianos…, pero le confiesan que no han hecho una relación con el orden de prelación ni los lugares a visitar.
- Otra pregunta: ¿cómo piensan organizar la investigación?, ¿preguntando por Efraím, enseñando su foto o cómo?
- Nos limitaríamos a observar – responde Grandal – y, en el supuesto de que lo encontráramos, no haríamos ninguna muestra de haberlo reconocido. En el caso de que pudiéramos seguirle sin correr ningún tipo de riesgo lo haríamos y si no lo dejaríamos correr. Daríamos la información obtenida a la policía y habría terminado nuestro papel.
- Me parece correcto – acepta Blanchard -. Una última cuestión: ¿con qué recursos cuentan? – ante el gesto de sus interlocutores de no entender su pregunta, aclara -. Me refiero, por poner un ejemplo, a los recursos económicos. Piensen que visitar ciertos lugares, como bares o restoranes, va a costar un dinero. Luego están los desplazamientos y otros gastos que puedan surgir. Todo eso, según como se enfoque la investigación, puede suponer un desembolso de cierta importancia. ¿De dónde piensan sacarlo?, ¿lo van a pagar de sus bolsillos?
   Nadie parece haber pensado en lo que acaba de explicar el policía galo por lo que, de momento, tampoco hay réplicas o contrapropuestas. Ante ello, Blanchard ahonda en su proposición.
- Convendría que antes de seguir adelante con el plan de visitas hagan cuentas. Hay lugares en que visitarlos solo costará el desplazamiento, como los lugares al aire libre o una tienda de ropa en la que se puede mirar pero no comprar. Ahora bien, si piensan frecuentar bares y restoranes habrá que sacudirse el bolsillo y antes de eso hay que hacer números. Como supongo que no cuentan con ninguna clase de apoyo financiero deberían plantearse este interrogante: ¿hasta dónde pueden gastar sin que sea demasiado gravoso para sus carteras?
   Se vuelve a producir el mismo silencio que tras la anterior intervención de Blanchard, por lo que este amplía el contenido de su propuesta.
- Parece que se les ha comido la lengua un gato, por lo que continúo. Para saber lo que pueden costar las visitas que pretendan hacer – la forma de utilizar los modos verbales es buena prueba que el francés sigue sin involucrarse en el plan -, lo primero es determinar la prelación de lugares a visitar - y para no volver a recibir la callada por respuesta, esta vez pregunta directamente -. A ver, comisario, ¿qué sitios serían los primeros a los que habría que ir?
- Si le soy sincero, no lo he pensado, pero es algo que podemos debatir ahora mismo.
   Blanchard recoge el guante de Grandal y expone lo que piensa sobre la posible organización de la búsqueda.
- Tengo alguna experiencia en la búsqueda de individuos y por eso me permito sugerir que los primeros lugares a recorrer tendrían que ser sitios en los que se reúna la mayor cantidad posible de gente. Eso, salvo alguna excepción elimina a los bares y restoranes y a las tiendas de ropa y coloca en primera posición las salas de fiesta y los lugares al aire libre donde se reúnen los extranjeros. Las discotecas pueden ser caras, pero lo peor no es eso sino que son ambientes en los que un grupo como el nuestro desentonaría más que une vache dans le Louvre. Por tanto, nos quedan los sitios al aire libre y para visitarlos no hay que gastarse nada o únicamente el desplazamiento.
   Como de lugares al aire libre solo tienen registrado la estación de metro de Colombia, deciden que antes de seguir adelante con el plan de visitas tienen que profundizar en encontrar cuales son los sitios en los que se suelen reunir bajo el cielo madrileño los latinoamericanos, y en especial los colombianos. Álvarez y Ballarín, que son los expertos del grupo en informática, se encargarán de buscar tales lugares en internet. Blanchard, por su parte, dice que también hará algunas gestiones al respecto. Y como no hay mucho más que debatir, deciden terminar en el encuentro hasta nuevo aviso de otra cita. El inspector francés se despide si haberle manifestado a Grandal si se unirá o no al grupo en la búsqueda de Efraím.
   Blanchard ha estado meditando en si contar o no a sus colegas hispanos sus encuentros vis a vis con Grandal y la reunión que acaba de finalizar con todo el grupo de jubilados. Sopesa los pros y las contras y tras darle muchas vueltas opta por una salida intermedia. No se lo contará, pero les sugerirá que, ya que ellos no pueden hacer ninguna investigación relativa al Caso Inca,
quizá pudieran hacerla otros, en concreto el cuarteto de jubilados. En función de la reacción de sus colegas hispanos ampliará la información a facilitarles. Aquella misma tarde, cuando el inspector francés se reúne en la Brigada con sus colegas hispanos deja caer su propuesta.
- He estado dándole vueltas a una idea que quizá sea una locura, pero que también tiene una vertiente sugestiva. Puesto que nosotros estamos atados de pies y manos en orden a investigar el robo, ¿qué os parece si otros, que no están bajo las órdenes de ningún Director General, lo hicieran?
    Atienza y Bernal se quedan mirando al colega galo. En sus ojos se refleja una mixtura de encontrados sentimientos: sorpresa, rechazo, aceptación, incredulidad, pasmo. Es el inspector de Patrimonio quien da en la tecla.
- Supongo que esos otros que no tienen que cumplir órdenes serán los amigos del comisario Grandal, ¿me equivoco?
- ¿Qué otros, si no, podrían ser? – Blanchard responde con otra pregunta que es toda una afirmación.  
- A mí, de entrada, me parece una idea cojonuda – opina Bernal, tan rotundo como siempre que usa los atributos masculinos para respaldar una opinión.
- ¡Manda narices, que tenga que ser yo el sensato del trío! – exclama Atienza -. Os recuerdo que el Director General Adjunto lo dejó bien claro: todas las investigaciones relacionadas con el Caso Inca quedan en stand by hasta nueva orden. Lo que supone que ni directa ni indirectamente podemos hacer nada relacionado con el Tesoro Quimbaya. Si esa propuesta que acaba de hacer Michel llega a oídos ya no digo del Director, sino del mismo jefe de esta Brigada el puro que nos meterán puede ser de campeonato. Y lo sugerís precisamente vosotros dos que siempre estáis recordando que vuestra prole tiene que manducar no sé cuántas veces al día. Hay momentos en que parecéis críos.
   Oído lo cual, Blanchard dice que solo ha sido una broma y que no se hable más de ello. Piensa que si al final opta por ayudar a Grandal y sus amigos tendrá que hacerlo solo, aunque está convencido de que hay que encontrar al colombiano como sea.