Episodio 3. San Martín de
Trevejo
El
cabo Montero está explicando al compañero que lo va a relevar la geografía
física y humana del territorio en que se ubica su nueva circunscripción.
-No sé si estás al tanto de las
características de la comarca, de los pueblos de la Raya y de la idiosincrasia de los mañegos –Montero es hombre bastante
redicho.
-La orden de traslado me llegó hace unos
días y todo ha sido tan rápido que no he tenido tiempo de informarme de mi
nuevo puesto. Por eso le agradecería, mi cabo, que me pusiera al día y puede
comenzar explicándome que son los mañegos y la
Raya.
-Ya te dije que no me llames mi cabo, ahora
los dos llevamos el mismo galón. Y te diré más, como has ascendido más joven
que yo es bastante posible que, si no la cagas, vas a terminar la carrera con
más galones, igual llegas hasta brigada.
-¡Dios te oiga, Montero! Y como sé que
quieres irte cuanto antes, no perdamos tiempo y cuéntame cómo es todo esto.
-Como quieras, pero antes respondo a tus anteriores
preguntas: mañego es el gentilicio de los oriundos de San Martín de Trevejo. En
cuanto a la Raya es como llaman por
estos pagos a la frontera con Portugal.
Montero le cuenta asimismo que el pueblo forma
parte de un amplio territorio que lo conforma la Sierra de Gata en el extremo
noroeste de la provincia cacereña, lindando al norte con Salamanca y al oeste
con la portuguesa Serra da Malcata.
En esa amplia comarca, regada por los ríos Arrago y Eljas, se encuentra el
Valle de Jálama, también llamado Os tres
lugaris porque en él se ubican tres
municipios: San Martín de Trevejo, Eljas y Valverde del Fresno, y entra en
detalles…
-En Valverde manda el sargento Marchena que
también lleva Eljas. El jefe de línea, el teniente Castaño, reside en Plasencia.
Has de tener más cuidado con Marchena que con el teniente que es buena gente. Los
pueblos del Valle de Jálama se diferencian de los demás municipios de su
entorno por la lengua de sus habitantes, la conocida como a fala. En estos tres pueblos se hablan unos dialectos mitad
gallegos, mitad portugueses. En cada localidad se dan particularidades
dialectales, por lo que sería más correcto hablar de as falas. Así, en Eljas se habla el lagarteiru, en San Martín de Trevejo el mañegu y en Valverde del Fresno el valverdeiru. Si bien son lo suficientemente inteligibles entre sí
como para no tener problemas de entendimiento entre ellos. Por otra parte, todo
el mundo entiende el castellano y lo habla mejor o peor.
-¡Qué curioso!, pero un compañero me dijo
que el mayor problema de la frontera de esta
comarca es el contrabando –precisa Luque.
-Como te dije, aquí no hablan de frontera
sino de la Raya o, como dicen los
portugueses a Raia –explica Montero a
quien le gusta exhibir sus conocimientos sobre la materia-, que se trazó como
tal en la Paz de Zamora, en 1143, y se revisó y refrendó en 1926 en el Acuerdo
de Límites. Y efectivamente, el contrabando es una de las formas que tienen
muchos paisanos de sacarse unas pesetas, gente que en general no tiene mucho
que perder. Se alija de todo a ambos lados de la Raya, lo que más se trajina desde Portugal es café. En menor volumen
ropa de cama, toallas, albornoces y cosas así. Cuando cogemos a los
contrabandistas se les decomisa el alijo, se les pone una multa que nadie paga
porque no tienen con qué, y están un tiempo en el trullo, pero tan pronto como
salen vuelven a alijar. Sobre este asunto te diré que dada la ubicación de San
Martín será raro que tengas algún problema con el contrabando, pero si
ocurriera informa al sargento Marchena, él te aconsejará qué hacer, además como
es de Herrera del Duque y lleva muchos años aquí conoce a media provincia. Otra
cosa, si alguna vez necesitas información fidedigna sobre alguien del pueblo
recurre al cura, es quien más sabe de todo lo que pasa en San Martín.
-Me estás dando tantos datos que no sé si
seré capaz de retenerlos –se lamenta Luque.
-Tranquilo, compañero. Te voy a dar un
respiro y, mientras, toma nota de lo que recuerdes. Luego lo repaso y compruebo si te has dejado
algún dato importante. Y en todo caso, Mercader, el primero, es hombre de toda
confianza, consúltalo con él.
-Por cierto, ¿qué tal se jala aquí?
–pregunta Luque.
-No se come mal, aunque no son platos de
alta cocina pero si recios. Están las migas, la caldereta de cabrito, el
gazpacho que no es igual que el andaluz, la chanfaina, la torta del Casar, la
bolla de chicharrón…, y por influencia de nuestros vecinos portugueses el
bacalao preparado de mil maneras. En lo que vas a notar más diferencia es en
los vinos, teniendo en cuenta que eres de Moriles. El caldo más bebido aquí es
el vino de pitarra, así llamado por la tinaja de barro donde se guardaba. En
realidad es el vino joven del año. Se suele elaborar de forma artesanal y tiene
una graduación alcohólica superior a la media –Montero saca el reloj de
bolsillo y mira la hora-. La Fuensanta debe tener a punto las migas que se
diferencian de las de tu tierra en que además de pan, chorizo, panceta, aceite
y ajo le añaden pimentón dulce o pimentón de la Vera. Espero que te gusten
porque vas a ser nuestro invitado.
Cuando los cabos salen del despachillo, el
guardia de puertas les saluda y dirigiéndose a Montero le informa:
-Mi cabo, ha vuelto el chico de doña Pilar,
la maestra. Le he dicho que vuelva más tarde.
-Gracias, Anselmo. Es uno de los quintos de
este año. ¿Tú, dónde serviste, Luque?
A media tarde, Carreño se vuelve a pasar por
el cuartelillo y pide otra vez por el cabo. Pasa un buen rato hasta que sale
Montero.
-Lo siento, chico, pero has venido en mal
día. Como mañana también estaré ocupado, voy a hacerte un resumen apretado de
lo que debes hacer y lo que no para pasar la mili lo mejor posible. Cuando te
topes con un superior nunca te olvides de repetir lo de a sus órdenes mi… lo
que sea. Aléjate de los oficiales, sobre todo si son chusqueros. No le hagas
ascos al rancho, has de comer para mantenerte fuerte. Hazte amigo del furriel
de tu compañía, no te faltarán los chuscos. Procura pasar inadvertido, pero no
te escaquees demasiado, si te cogen el número las pasarás putas. Nunca te
presentes voluntario, ni para fajina. Y cuando estés acabando el periodo de
instrucción deja caer al sargento de tu compañía que sabes de letras y números,
esos son bienes escasos en el ejército por lo que tendrás todas las
posibilidades de pillar un buen enchufe.
-Gracias, señor Montero.
-Chico, no me has escuchado. Debes decir,
gracias, mi cabo.
Por la tarde, Montero y Luque hacen un
recorrido por San Martín de Trevejo. Lo que el andaluz ve son casas sólidas,
muchas de ellas centenarias, con base de sillar, poyetes en las fachadas y
tejados de pizarra. La mayoría tiene al menos dos alturas y una planta baja que
suele ser de piedra y, como explica el murciano, es donde se guarda el ganado y
en la que se puede encontrar todo un arsenal propio del mundo rural: tinajas,
porrones, botillos, aperos de labranza y utensilios para la matanza. Sobre la
planta baja se elevan, encima de un entramado de madera y adobe, otras dos
plantas que son la vivienda y el desván. De vez en cuando se ven casas señoriales
que lucen en la fachada corroídos escudos de armas. Casi todas las calles son
estrechas, sinuosas y con pendiente, y algunas tienen en el centro un canalillo
para el agua que cuando corre deja tras sí un apagado rumor, y que es
aprovechada a la salida del municipio para el regadío. Lo que más le gusta al
andaluz es la Plaza Mayor, toda empedrada y
con soportales en algunos de sus lados. En una esquina está la
torre-campanario, recia y cuadrangular.
-El pueblo es francamente pintoresco
–reconoce Luque.
-Es uno de los más bonitos que he visto en
mi deambular por las Españas –confirma Montero que le da a Luque una lección de
historia sobre la villa-. San Martín esta al pie del monte Jálama que tiene
cerca de mil quinientos metros de altitud. De su fundación se sabe poco.
Antiguamente se llamaba San Martín de los Vinos y por un fuero de 1230 pasó a
llamarse de Trevejo. Fue antigua capital del Corregimiento de Jálama, sede del
comendador de la Orden de San Juan de Jerusalén, y cabeza de juzgado hasta
1826. La mayoría de los repobladores que vinieron al valle eran gentes de los
antiguos reinos de León y Galicia, al parecer ese fue el motivo por el que
nació a fala.
-Supongo que se llamaba de los Vinos por el
pitarra, ¿no? –deduce Luque.
-Es posible, pero eso no me lo explicó doña
Pilar. Este pueblo es tan bonito como desconocido. Como está apartado y fuera
del radio de acción de los caminos reales y de las nuevas carreteras viene muy
poca gente. Lo cual para los que nos ocupamos del orden público nos viene al
pelo.
Y Montero termina explicándole a su relevo
cuanto sabe sobre algunos de los rasgos típicos de los mañegos. Le cuenta que
los diminutivos los acaban en ino: pequeñino, pescadillina, una mijina…Para
llamarse dicen chachooo y cuando se refieren a otro suelen apelarle prenda. Si
se cabrean pueden soltarte un mecagondié. Todos los objetos son un bicho o un
cacharro. Si te dicen que estás mal de la chinostra se refieren a la cabeza. A
la cazadora o la chaqueta le llaman chambergo…
-…, y en general son buena gente, sencillos,
francos, sacrificados, hospitalarios y probos. En el lado negativo los
considero taciturnos, algo indolentes, atrasados e individualistas.
-¿Algún consejo sobre cómo tratarles? –se
interesa Luque.
-Hombre, ya sabes que cada maestrillo tiene
su librillo, trátales, si quieres, con dureza pero mientras lo hagas con
justicia no tendrás problemas con ellos. Al menos, eso es lo que he hecho yo y
no me ha ido mal, pero la forma de actuar la debes decidir tú.
De vuelta a la casa-cuartel, Montero termina
por poner al día a Luque de todo el papeleo propio de la comandancia, así como
de sus últimos consejos sobre cómo llevarse bien con las autoridades locales.
-Me dijiste que me explicarías quién es
quién en San Martín –recuerda Luque.
-Lo había olvidado. Te cuento…
PD. Hasta el
próximo viernes en que, dentro del Libro I, Un
mañego enamorado, publicaré el episodio 4. Son ricos pueblerinos, mal
asunto