"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 29 de octubre de 2021

Libro III. Episodio 116. … y es gurriato.

   El hombre mira por enésima vez el reloj, son las diez y veinte. A esta hora tendría que estar en el mercadillo de Coria donde, como todos los finales de agosto, la gente que ha vendido la cosecha de cereal tiene el bolsillo repleto y las ventas suben como la espuma. En cambio, está sentado en la terraza del casino tomando el tercer o cuarto café, ha perdido la cuenta. Por un instante piensa que quizá sería mejor irse a la tienda, al menos se distraería, pero es consciente de que está demasiado tenso como para atender adecuadamente a los clientes. El sol pega de lo lindo y se hace sentir, pese a la sombra de la carpa, lo que le hace recordar uno de los múltiples refranes que suele citar su madre: agosto, por el día fríe el rostro…. Va a pedir otro café, pero piensa que tomar otro más no le va a ayudar a calmar los nervios.

   -Frasquito, tráeme un agua de cebada.

   -Marchando don Julio…, aunque anoche hicimos horchata y debe estar en su punto.

   -Pues que sea una horchata doble.

   Piensa que no deberían llamarle don Julio pues no completó el bachiller, pero el camarero llama así a todos los socios del casino, es una forma de asegurarse mejores propinas. Señor Carreño o Carreño a secas, así es como casi todo el mundo le llama. Su apellido es único en la ciudad y, con la fuerza que le da la combinación de la erre y la eñe, es de los que no se olvidan fácilmente. Solo los más allegados le llaman por su nombre de pila, Julio, y en la tienda los empleados le llaman jefe. En esas que llega el camarero con la horchata.

   -Frasquito, tráeme el periódico.

   -El Nuevo Diario de Badajoz todavía no ha llegao, solo tenemos el Dardo de Plasencia de la semana pasá.

   -Pues que sea el Dardo.

   Carreño ojea el semanario placentino que, fuera de las informaciones puramente locales, la noticia más reciente que trae es la ocurrida a principios de mes: el naufragio del vapor Sirio, cerca del Cabo de Palos, y en el que murieron ahogadas más de doscientas personas. Sobre política nacional informa del último consejo de ministros del gobierno de López Domínguez, que ha sucedido al de Moret. En política internacional relata las represalias tomadas por Gran Bretaña en Egipto por los disturbios ocurridos tras la ejecución de los responsables de la muerte de un oficial británico. Deja al semanario y está apurando la horchata, cuando una chicuela llega corriendo.

   -¿Ya? –La voz del hombre ha sonado con una mezcla de temor e impaciencia.

   -Toavía no, señor Julio, pero parece que no pue tardar mucho. Me envía doña Pilar pa decirle que todo va bien y que no se preocupe, que la señora está mu bien atendia por el dotor Lavilla y la señora Etelvina –Dado el recado, la muchacha se vuelve por donde ha venido con paso ligero.

   El señor Julio, como le ha llamado la mozuela, no puede por menos que recordar los hechos que le han llevado a la espera de hoy: su esposa va a tener su primer hijo. ¿Será varón o hembra?, se pregunta. Le ha repetido muchas veces a su mujer que no le importa el sexo, lo que vale es que venga bien y rapidito. No ha sido del todo sincero, le haría ilusión que fuera un chico por aquello de continuar el apellido, pero que sea lo que Dios quiera, se dice. Si hace tan solo dos años le hubiesen dicho que hoy, veintiocho de agosto de 1906, iba a estar como un flan esperando que de un momento a otro le anuncien el nacimiento de su primer vástago, le habría parecido una tomadura de pelo.

   Entorna los ojos y recuerda cómo empezó la historia. Rememora la imagen de la que entonces solo era una amiga, aunque hacía mucho que estaba enamorado de ella, sentada en la manta, en la que habían merendado, en lo que entonces era un campo en barbecho, el Karrascal, su primera finca. Y como fue ella la que dio el decisivo paso al pedirle que la besara. Ese primer beso no lo olvidará aunque viva cien años y, por lo que sucedió después, su mujer tampoco. Todo eso ocurrió un domingo de mayo de hace poco más de dos años, y parece que fue anteayer pues lo recuerda con toda nitidez. Sigue viendo a Julia arrebolada cuando le pidió que fuera su prometida, la mujer de su vida y la madre de sus hijos. Quien podía pensar que ese momento llegaría tan pronto. Hace poco más de quince meses que se casaron en la capilla del convento de las Carmelitas Descalzas; él cogido del brazo de su madre, y ella llevada hasta el altar por uno de sus tíos. ¡Qué guapa estaba Julia con su traje blanco, qué guapa y que nerviosa! Sorprendentemente, él estuvo relativamente tranquilo, quizá por eso lo recuerda todo tan bien: la comida en el casino, el baile que iniciaron los recién casados, las lágrimas de la madre de la novia, y… la primera noche en el mejor hotel de la ciudad, donde la que ya era su esposa le confesó que tendría que ayudarla porque se sabía la teoría, pero estaba ayuna de práctica. Y como supo encontrar en su interior torrentes de ternura y delicadeza, que ni sabía que los tenía, para guiar a su joven e inexperta esposa en los primeros lances amorosos…

   -Coño, Carreño, ¿qué haces aquí a estas horas?, ¿estás haciendo novillos o te has escapado para matar el gusanillo? –Es un amiguete del casino el que le habla.

   -Pues más bien no. Lo que ocurre es que me han echado de casa. No te rías, como lo oyes. Resulta que mi mujer se ha puesto de parto y, como es primeriza, parece que la cosa llevará su tiempo y, como yo también soy primerizo y no hacía más que andar por medio, entre mi suegra y mi madre, tal para cual, me han pedido que saliera un rato a tomar el aire que allí no hacía más que estorbar.

   -Has hecho bien, lo de los críos es asunto de mujeres, los hombres no pintamos na. Recuerdo que cuando mi parienta tuvo el primer mamoncillo…

   Julio aparenta escuchar a su amigacho, pero su mente está en otra parte. Resuenan en su cabeza las interminables admoniciones de su madre cuando le contó que Julia le había aceptado y que desde ese momento se convirtió en la más celosa guardiana de la virtud de su futura nuera. No podían dar un solo paso sin que Pilar controlará adonde iban, con quién, qué iban a hacer y un largo etcétera. Julia no necesitó carabinas, allí estaba la aragonesa para velar por su virtud y verificar que el novio no se propasara ni una pizca. De pronto está en un tris de soltar una carcajada, no lo hace porque su amiguete continúa relatando los partos de su mujer, pero sonríe pues recuerda la cara de asombro y desconcierto cuando fue a Malpartida a pedir formalmente la mano de Julia. Por poco a su futura suegra le da un patatús. Diecisiete años después, el muerto de hambre del mañego, como siempre le llamó, volvía de nuevo a su casa, pero ahora convertido en un industrial respetado y respetable. ¡Vivir para ver!, seguramente pensó la buena mujer.

   -Bueno, te dejo, Carreño, porque me da la impresión de que no me estás escuchando. Y que sea enhorabuena. Cuando haya pasado todo tendremos que celebrarlo.

   -Gracias y, por supuesto, descorcharemos unas botellas.

   En esas que reaparece Frasquito portando un periódico.

   -Don Julio, acaba de llegar el Noticiero Extremeño, ¿le vale?

   -Gracias, Frasquito. Toma –y le la da una peseta de propina.

   -Muchas gracias, don Julio, y que Dios le dé salud y fortuna.

   Lo de la fortuna, no sabe por qué, le recuerda otro de los momentos chuscos de su noviazgo. Cuando, tras deliberarlo ampliamente con su novia, fue a hablar con el Bisojo -su directo competidor en el negocio de la droguería- para contarle que Julia iba a dejar de trabajar para él, pues no tenía sentido que la que iba a ser su esposa trabajara para la competencia, cuando en unos meses pasaría a ser copropietaria de la otra droguería de la ciudad. ¡Cómo se puso el viejo, le llamó de todo menos bonito! Por mucho que intentó razonar, que le explicó los pros y contras de que Julia continuará como encargada y factótum de su negocio, el Bisojo se negó de plano a admitirlo. Julia se llevó un tremendo disgusto pues le había cogido cariño al viejo y nunca olvidó que confió en ella cuando con poco más de dieciocho años le dio su primer trabajo, pero muy a su pesar comprendió las razones de quien iba a ser su marido y se despidió del Bisojo asegurándole que jamás le olvidaría. Él sabía de las cualidades como vendedora de Julia, pero nunca pudo imaginar a que cotas llegaba su eficacia y su saber estar detrás de un mostrador. En contadas semanas, la joven se puso al día en todo cuanto se refería a la tienda, por lo que al fin pudo llevar a la práctica uno de sus sueños más deseados, volver a la venta ambulante pues al frente de la tienda se quedaba alguien tan responsable y eficiente como su prometida. Y su regreso a la venta itinerante no fue como antaño con un carro y una mula, sino con una flamante camioneta italiana de la marca Fiat, con la que multiplicó su capacidad para llegar a más mercados. Los resultados fueron espectaculares, lo que se notó considerablemente en la cuenta de resultados. En más de una ocasión agradeció mentalmente al que fue su patrono en Palma, el brigada Carbonero, haber aprendido a conducir, pues fue el primero que le advirtió de lo importante que iban a ser los nuevos vehículos a motor y que por eso debería sacarse el carné, algo que había hecho justo el año en que se prometió con Julia…

   Su monólogo vuelve a cortarse cuando, encendida como una amapola, aparece Paquita, la chiquilla de San Martín de Trevejo que cogieron en los primeros meses del embarazo para ayudar a Julia en los quehaceres domésticos.

   -Señor Julio, que ya llegó… y es gurriato.

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, Los hijos, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 117. Demasiados Julios