"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 29 de noviembre de 2013

2.28. Búscate las habichuelas

   Lorena no deja escapar ninguna ocasión para martillear con su cantinela de que tiembla sólo de pensar qué hará cuando acabe el verano y Sergio vuelva a Madrid. Que ahora que es suya no va a saber vivir sin sus caricias, sin tenerle a su lado y que algo habrá que hacer para que eso no ocurra.
- ¿Y qué podemos hacer?, a mí no se me ocurre nada – se lamenta Sergio.
- Tú, piensa, que un medio ingeniero en cuanto se ponga a darle a la cholla le tienen que salir ideas como cerezas, a puñaos.
- No lo vamos a tener fácil porque, suponiendo que lo apruebe todo a la primera, me quedan cuatro años para terminar la carrera y luego está lo de encontrar trabajo.
- Para trabajar no hace falta tener una carrera, hay montones de chicos del pueblo que no tienen estudios y no les falta curro. Y buenos duros que se ganan.
- ¿Y cómo lo hacen?
- A veces parece lelo, mi amor, ¿qué cómo lo consiguen?, pues buscándose las habichuelas, yendo a los tajos y preguntando si les hace falta gente. Tanto en Albalat como en Benialcaide siempre falta mano de obra en la construcción. Y aquí puede ocurrir lo mismo cualquier día – Lorena desconoce en ese momento cuan cierta está su predicción de convertirse en realidad.
- O sea, ¿qué puedes encontrar trabajo de hoy para mañana?, ¿y también de ingeniero? – pregunta ingenuamente el chico.
- ¿De ingeniero? – repite una irritada Lorena -, ¿pero no me has dicho que te quedan cuatro años para terminar la carrera? Yo estoy hablando de ahora y no dentro de tropecientos años.
- Pues no te digo nada si hago lo que desea mi padre, que quiere que oposite a uno de los cuerpos de funcionarios del estado. Eso supondría, al menos, dos o tres años más.

   Lorena hace como que no oye las cuentas que echa Sergio. Piensa que está apañado si cree que le va a estar esperando tanto tiempo. Todavía no tiene muy claro cómo conseguirá que el joven encuentre un buen curro sin necesidad de aguardar esa montonera de años, pero si comienza a forjarse en su mente el bosquejo de una posible salida al problema. Y al mismo tiempo debe encontrar algo que ate al chico irremisiblemente. Hasta se le ha pasado por la cabeza lo de quedarse preñada. Puede ser una solución, pero no es la que más le apetece. En cualquier caso, y por si las moscas, decide ir preparando el terreno.
- Hace unos días, cuando fui a Albalat, estuve en el consultorio porque tenía algunos desarreglos, ya sabes cosas de mujeres. El ginecólogo me dijo que durante una temporada dejase de tomar la píldora. Hoy he tomada la última. O sea que a partir de mañana tendrás que ponerte condón.
   A Sergio le da vergüenza confesarle que jamás utilizó un preservativo y que ni siquiera sabe cómo se ponen. Está en un tris de decírselo, pero en el último momento opta por no revelar su ignorancia en tamañas medidas.
- No te preocupes por eso. Mañana mismo, en cuanto abran la farmacia, compro tres o cuatro cajas.
- ¡Hala, ansioso! Conque compres una es suficiente por el momento.
   No imaginaba Sergio que hubiese tantos tipos de preservativos y de tantas marcas y modelos diferentes. El problema del cómo utilizarlos se lo da resuelto el prospecto que viene en la caja. Ha estado poniendo y quitándose una goma hasta estar seguro de su uso. Todo con tal de que Lorena no se entere de que es un novato en tales lides.

   Como la gota que termina horadando la roca, el derrotero que Lorena ha impuesto a su relación con Sergio acaba carcomiendo el ingenuo ideario que el muchacho se había forjado de lo que debían ser las relaciones entre una pareja. Nada de miradas amorosas, ni palabritas tiernas, ni cruces de notas plenas de juramentos amorosos, ni paseos cogidos de la mano, ni castos besos en los que las lenguas se quedan dónde deben. Es todo lo contrario.
Las miradas se han vuelto lujuriosas, las dulces palabras del amor romántico han sido sustituidas por gemidos orgásmicos, las cartitas de amor brillan por su ausencia, y los besos han pasado a ser el preludio de las entregas más apasionadas y tórridas.
   Nada es como Sergio soñaba. Lo único que medio encaja en la romántica idea que tenía de una relación amorosa son las conversaciones, pues lo que sí hacen es charlar, pero sus diálogos son recurrentes: él planeando un futuro utópico para cuando acabe la carrera, ella reiterando que se ve incapaz de resistir sin tenerle físicamente a su lado. Y que si de verdad la quiere tanto como asegura, debería pensar en algo para que no tuvieran que separarse. Esa proyección de futuro termina angustiando al chico.
- ¿Y qué puedo hacer, mi vida? No se me ocurre que podría realizar para que no nos separáramos nunca. ¿Tú crees que no voy a sufrir estando lejos de ti? También yo lo pasaré mal, al menos tanto como tú.
- Pues tendrás que pensar algo, mi cielo, porque va a ser un sin vivir. Si te pones a darle al coco seguro que se te ocurrirán un montón de soluciones, que para eso tienes estudios. A quien no se le ocurre nada es a mí, al fin y al cabo sólo soy una camarera.
- Para mí no eres una camarera, eres una princesa, un sueño maravilloso, una persona increíble, eres…, eres la mujer que quiero y que querré siempre.

   Lorena parece no escuchar la rotunda afirmación de Sergio porque sigue con su perorata:
- Y no creas, alguna vez he pensado que es precisamente por eso, porque no soy más que una pobre chica de pueblo por lo que no encuentras soluciones para evitar nuestra separación. Si fuera una señoritinga de la capital, de esas que van a la universidad y son unas estreñidas, posiblemente sí serías capaz de encontrar remedios.
- ¿Cómo es posible que pienses eso, cariño? Te quiero más que a mi vida, no pienso en otra cosa más que estar contigo y ¿me dices eso?
- No soy la única que lo piensa, más de una amiga me ha comentado lo mismo.
Sin ir más lejos, Maribel me dijo el otro día que tuviera cuidado contigo porque los chicos de capital sólo queréis a las de pueblo para divertiros y luego si te he visto no me acuerdo. Sí es así, Sergio, te has equivocado de chica.

   Sergio jura una y otra vez que no es así, que no sabe cómo se comportan los demás, pero que él la quiere con toda su alma y que piensa convertirla en su mujer en cuanto termine la carrera y encuentre trabajo. Lo de terminar sus estudios como algo previo para buscar un empleo es una frase que a Sergio se le escapa casi sin pensarlo, es un lugar común que repite cada vez que hablan sobre su futuro.  Ahí es cuando Lorena empieza a echar cuentas y le restriega las cifras por la cara. Pasarán cuatro o cinco años, o quién sabe si no más, antes de que él esté en condiciones de poder mantener un hogar. Y ella está totalmente convencida de que será incapaz de aguantar tanto tiempo. Y vuelve a repetir:
- Si me quisieras la mitad de lo que juras, si fueras un hombre de verdad no tendríamos que esperar tanto tiempo para vivir juntos. ¿Has llegado a pensar en serio lo que puede ser estar tanto tiempo separados, tú en Madrid y yo aquí? ¿Cuándo nos veríamos, en verano, en Semana Santa? ¿Esa es la clase de amor que sientes por mí? Tú, jurar, juras mucho, pero querer, lo que se dice querer de verdad, poco.
- Y te juro por lo que más quiero, que eres tú, que si tuviese la menor posibilidad de ganar dinero ya estaríamos viviendo juntos.
- Tus juramentos me importan un bledo, lo que tienes que hacer es mover el culo para buscarte las habichuelas.