"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 18 de junio de 2013

1.9. Rótulos enmendados


  Pascual Tormo comienza a estar arrepentido de la promesa que hizo a un compañero de facultad de servir de cicerone a los reporteros que están elaborando un reportaje sobre la evolución del proceso urbanizador en Senillar, pero es de los que sostiene que la palabra dada hay que cumplirla y no le queda otra que seguir hasta que terminen el trabajo.

   Le dijeron que sería cuestión de un par de días, pero han transcurrido varias semanas y la crónica está sin concluir. El motivo es que los informadores están elaborando al alimón otros reportajes en distintos lugares de la comunidad que tienen como común denominador ser despojos del despilfarro de dinero público durante los años del auge inmobiliario. Así, han dejado Senillar para irse a Vilanova d´Alcolea a ver in situ su peatonal aeropuerto, a visitar una de tantas estaciones fantasmales del AVE, como la ubicada en medio de la nada entre Utiel y Requena, o a conocer la faraónica Ciudad de la Luz en Aguamarga. Como tiene clase en días alternos, los reporteros aprovechan algunas de sus fechas sin actividad docente para presentarse en el pueblo y reclamar sus servicios.

   Hoy es uno de esos días en que vuelve a guiarles por el término municipal. Tras la visita y la realización de un completo reportaje fotográfico, el trio da por terminada su gira por las urbanizaciones costeras y toma la carretera que une la playa con el pueblo. A la entrada de la localidad, junto a una señal de tráfico limitando la velocidad a veinte kilómetros, un indicador anuncia el nombre oficial de la localidad, Cenillar, en él alguien ha tachado la ce y pintado encima una ese.
- Oye, ¿por qué esa manía de enmendar los rótulos? Ya lo he visto en más sitios. - señala el fotógrafo.
- Ah, eso es obra de nuestros nacionalistas - aclara Tormo.
- ¿Y de qué va el cambio de letras?
- Veréis, el nombre del pueblo viene dado por una de las plantas más típica de los marjales, el carrizo, que en valenciano tiene varias denominaciones: canyís, xisca, pero aquí la más usual es senill. Por tanto, la localidad debería llamarse Senillar o tierra donde abunda el senill.

   Tormo hace una pausa para limpiarse las gafas, luego prosigue:
- Cuando en mil ochocientos treinta y tres Burgos trazó la división provincial de España, al realizarse el censo de poblaciones algún oscuro funcionario, se desconoce el motivo, castellanizó el nombre y le puso Cenillar. Topónimo con el que no están de acuerdo los nacionalistas locales y por eso no dejan pasar ocasión para proclamar su disconformidad. La verdad es que razón tienen porque aquí todos decimos Senillar, con ese.
- Ese problema se podría solucionar de una forma más cívica y apelando a prácticas puramente democráticas. No soy un experto en legislación sobre toponimia, pero estoy seguro de que una propuesta del Ayuntamiento pondría en marcha el trámite legal para que la autoridad competente modificase el nombre del pueblo - razona el reportero.
- Esa idea ya se les ocurrió a los próceres locales y la propuesta fue debatida en el pleno municipal, al menos que recuerde, dos veces.
- ¿Y por qué no se llevó adelante?
- Porque no obtuvo la mayoría suficiente.
- ¿Eso quiere decir que los nacionalistas no son mayoritarios? - pregunta el fotógrafo.
- Nunca lo fueron, se quedaron en partido bisagra, aunque sabe Dios que supieron sacarle buenos réditos a tal condición.
- ¿Y por qué hablas de nacionalistas en plural?
- Porque teníamos dos partidos nacionalistas, como debe de ser – ironiza Tormo -. Uno de derechas y otro de izquierdas.
- No digas más, los primeros pactaban con los populares y los segundos con los socialistas, como si lo viera - aventura el periodista.
- Te equivocas, majo. Pactaban con quien más les ofrecía. Si lo hacían con los socialistas entonces era un pacto de progreso, si se aliaban con los populares hablaban de un acuerdo para la gobernabilidad. Cuando las urnas daban un empate entre el PP y el PSOE, hecho que ocurría en la mayoría de elecciones, tendríais que haber visto las carreras de los gerifaltes de ambos partidos para ver quien llegaba primero a negociar con el líder nacionalista de turno, al que le había tocado el gordo con el concejal obtenido. Era un espectáculo digno del Circo del Sol.
- ¿Y ahora qué grupo nacionalista está en el gobierno municipal?
- Ninguno. Los nacionalistas de derechas, que nunca tocaron poder, o fueron absorbidos por el PP o han desaparecido. En cuanto a los de izquierdas, el que fue su líder hace años está imputado en la operación Tornasol como otros ediles tanto populares como socialistas y, del resto, la mayoría se ha integrado en el PSOE. Aunque todavía queda un grupito de irreductibles, con más moral que el Alcoyano, que mantienen vivo el sueño de que el partido y su ideario perduran. Son, para decirlo de forma simplista, los que enarbolan en alto banderas como la denominación de País Valencià y lo que ello conlleva, la inquina a la blavera, al himno de Serrano y al topónimo de Cenillar como habéis comprobado.
- O sea, que mandar, lo que se dice mandar, aquí mandan los de siempre, unas veces los azules y otras los coloraos – apostilla con sarcasmo el periodista.
- Pues sí, pero hasta hace cuatro días quienes de verdad cortaban el bacalao eran los señores del ladrillo – matiza Tormo con idéntica retranca y añade -. Y no descarto que pueda volver a suceder.