Pascual Tormo comienza a estar arrepentido
de la promesa que hizo a un compañero de facultad de servir de cicerone a los reporteros
que están elaborando un reportaje sobre la evolución del proceso urbanizador en
Senillar, pero es de los que sostiene que la palabra dada hay que cumplirla y
no le queda otra que seguir hasta que terminen el trabajo.
Le dijeron que sería cuestión de un par de
días, pero han transcurrido varias semanas y la crónica está sin concluir. El
motivo es que los informadores están elaborando al alimón otros reportajes en
distintos lugares de la comunidad que tienen como común denominador ser
despojos del despilfarro de dinero público durante los años del auge
inmobiliario. Así, han dejado Senillar para irse a Vilanova d´Alcolea a ver in
situ su peatonal aeropuerto, a visitar una de tantas estaciones fantasmales del
AVE, como la ubicada en medio de la nada entre Utiel y Requena, o a conocer la faraónica
Ciudad de la Luz en Aguamarga. Como tiene clase en días alternos, los reporteros
aprovechan algunas de sus fechas sin actividad docente para presentarse en el
pueblo y reclamar sus servicios.
Hoy es uno de esos días en que vuelve a
guiarles por el término municipal. Tras la visita y la realización de un
completo reportaje fotográfico, el trio da por terminada su gira por las
urbanizaciones costeras y toma
la carretera que une la playa con el pueblo. A la entrada de la localidad,
junto a una señal de tráfico limitando la velocidad a veinte kilómetros, un
indicador anuncia el nombre oficial de la localidad, Cenillar, en él alguien ha
tachado la ce y pintado encima una ese.
- Oye, ¿por qué esa
manía de enmendar los rótulos? Ya lo he visto en más sitios. - señala el fotógrafo.
- Ah, eso es obra de
nuestros nacionalistas - aclara Tormo.
- ¿Y de qué va el
cambio de letras?
- Veréis, el nombre
del pueblo viene dado por una de las plantas más típica de los marjales, el
carrizo, que en valenciano tiene varias denominaciones: canyís, xisca, pero aquí
la más usual es senill. Por tanto, la
localidad debería llamarse Senillar o tierra donde abunda el senill.
Tormo hace una pausa para limpiarse las
gafas, luego prosigue:
- Cuando en mil
ochocientos treinta y tres Burgos trazó la división provincial de España, al
realizarse el censo de poblaciones algún oscuro funcionario, se desconoce el
motivo, castellanizó el nombre y le puso Cenillar. Topónimo con el que no están
de acuerdo los nacionalistas locales y por eso no dejan pasar ocasión para
proclamar su disconformidad. La verdad es que razón tienen porque aquí todos
decimos Senillar, con ese.
- Ese problema se
podría solucionar de una forma más cívica y apelando a prácticas puramente
democráticas. No soy un experto en legislación sobre toponimia, pero estoy
seguro de que una propuesta del Ayuntamiento pondría en marcha el trámite legal
para que la autoridad competente modificase el nombre del pueblo - razona el
reportero.
- Esa idea ya se les
ocurrió a los próceres locales y la propuesta fue debatida en el pleno
municipal, al menos que recuerde, dos veces.
- ¿Y por qué no se
llevó adelante?
- Porque no obtuvo
la mayoría suficiente.
- ¿Eso quiere decir
que los nacionalistas no son mayoritarios? - pregunta el fotógrafo.
- Nunca lo fueron,
se quedaron en partido bisagra, aunque sabe Dios que supieron sacarle buenos
réditos a tal condición.
- ¿Y por qué hablas
de nacionalistas en plural?
- Porque teníamos
dos partidos nacionalistas, como debe de ser – ironiza Tormo -. Uno de derechas
y otro de izquierdas.
- No digas más, los
primeros pactaban con los populares y los segundos con los socialistas, como si
lo viera - aventura el periodista.
- Te equivocas,
majo. Pactaban con quien más les ofrecía. Si lo hacían con los socialistas
entonces era un pacto de progreso, si se aliaban con los populares hablaban de
un acuerdo para la gobernabilidad. Cuando las urnas daban un empate entre el PP
y el PSOE, hecho que ocurría en la mayoría de elecciones, tendríais que haber
visto las carreras de los gerifaltes de ambos partidos para ver quien llegaba
primero a negociar con el líder nacionalista de turno, al que le había tocado
el gordo con el concejal obtenido. Era un espectáculo digno del Circo del Sol.
- ¿Y ahora qué grupo
nacionalista está en el gobierno municipal?
- Ninguno. Los
nacionalistas de derechas, que nunca tocaron poder, o fueron absorbidos por el
PP o han desaparecido. En cuanto a los de izquierdas, el que fue su líder hace
años está imputado en la operación Tornasol como otros ediles tanto populares
como socialistas y, del resto, la mayoría se ha integrado en el PSOE. Aunque
todavía queda un grupito de irreductibles, con más moral que el Alcoyano, que
mantienen vivo el sueño de que el partido y su ideario perduran. Son, para decirlo
de forma simplista, los que enarbolan en alto banderas como la denominación de
País Valencià y lo que ello conlleva, la inquina a la blavera, al himno de Serrano y al topónimo de Cenillar como habéis
comprobado.
- O sea, que mandar,
lo que se dice mandar, aquí mandan los de siempre, unas veces los azules y
otras los coloraos – apostilla con sarcasmo el periodista.
- Pues sí, pero
hasta hace cuatro días quienes de verdad cortaban el bacalao eran los señores del
ladrillo – matiza Tormo con idéntica retranca y añade -. Y no descarto que
pueda volver a suceder.