"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 30 de diciembre de 2014

2.6. Quien controla el agua controla el campo



  En su entrevista con el Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento, Gimeno está desplegando toda su capacidad suasoria para tratar de convencer al preboste de que el candidato ideal para ser motorista del coto arrocero es su patrocinado. Y para ello ha escogido una vía realmente sorprendente: relacionar los problemas exteriores del país con la insignificante controversia local para dirimir quien es la persona que se va a encargar del motor para regar los nuevos campos.
- …pues bien, salvando todas las distancias, que son enormes, entre los problemas de la política exterior y los que afectan a Senillar, ambos tienen un común denominador y es el relativo a lo que atañe a… los hombres del Movimiento. Los que somos fieles a la doctrina joseantoniana y a las consignas del Caudillo debemos de estar unidos y ser el referente para que el resto de la sociedad sepa a qué atenerse, por eso los falangistas hemos de estar presentes en todos los sitios punteros de la sociedad. Esa idea, tan sencilla como fundamental, es la que no ha sabido entender mi querido amigo Francisco Vives. Porque el empleo de motorista del coto solo parece, a simple vista, un modesto e insignificante puesto de trabajo, pero en el contexto de un pueblo eminentemente agrícola, como es Senillar, el encargado de un motor de riego es el obligado referente de todos los labradores que riegan sus campos de dicho pozo. En una comunidad urbana esto es difícil de entender, pero en una agraria quien maneja el agua es el que tiene en sus manos el desarrollo de los cultivos... En otras palabras: quien controla el agua, controla el campo.
   Gimeno vuelve a hacer una pausa, tiene la boca reseca y la adrenalina disparada. El Gobernador piensa que su subordinado tiene imaginación y capacidad dialéctica, aunque el encadenamiento lógico de sus argumentos no deje de tener muchos flancos débiles.
- … y aquí es donde se produce la colisión entre lo que representan los dos candidatos motivo de la controversia. Uno, el que propone el alcalde, durante la guerra estuvo incurso en la lista de desafectos al Régimen y no fue a prisión por la simple razón de que ni en la cárcel del pueblo ni en la de aquí había materialmente sitio; en definitiva, es un rojo, desactivado, pero sigue siendo un rojeras. El otro, propuesto por la jefatura local, es un ex cautivo, uno de los nuestros. ¿A quién se le ha de otorgar el puesto? Yo lo tengo meridianamente claro, camarada, pero soy un hombre de partido y por tanto absolutamente fiel a las consignas del mando, por eso tu palabra será la última que se pronuncie sobre este lamentable hecho, que nunca habría tenido que llegar a ti porque tu tiempo es precioso y tienes asuntos mucho más importantes que ocuparte de ridículas rencillas locales. No quiero terminar mi exposición sin añadir que si consideras que mi actuación ha sido incorrecta o que he dañado, aunque sea un ápice, la imagen del partido tendrás mi dimisión encima de la mesa esta misma tarde – se levanta, se cuadra y con el brazo en alto exclama -. A tus órdenes, camarada ¡Arriba España!
   Aunque la lógica no sea el punto fuerte de la elocuencia de Gimeno, al Gobernador no deja de impresionarle su florida y barroca oratoria, dicha además con un apasionamiento y un empeño extraordinarios. Piensa que ante un tribunal quizá no ganaría muchas causas, pero ante auditorios no demasiado cultivados ese tipo de retórica puede ser tremendamente eficaz. A este hombre, se dice, habrá que seguirle la pista, puede ser aprovechable. El preboste no tiene que cavilar demasiado, la perorata del jefe local le ha persuadido de quien es el político que tiene futuro por delante y dado como están las cosas y los precedentes de anteriores enfrentamientos, de los que ha sido informado, la solución del problema está servida: será Gimeno quien se alce con el santo y la limosna. Casi está tentado de comunicar a su subordinado la decisión que ya tiene tomada, pero puede más su rutina de letrado.
- Bien, camarada. Tomo nota de cuanto has dicho y en breve os haré llegar mi resolución. Gracias por tu colaboración. Puedes retirarte.
   Días después llega la comunicación de Gobierno Civil: Arturo Rambla, el patrocinado por Gimeno, será el motorista del coto.
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   En el pueblo no todo se reduce a los enfrentamientos políticos, también hay momentos para dedicarlos a actividades mucho más placenteras. Es el caso de las fiestas populares, como las de San Antonio. Este año se celebran en la calle de su nombre, también conocida como el Rabal. Los vecinos nombraron en su día una comisión para organizar los festejos, han celebrado rifas, han vendido participaciones de lotería y han tenido la suerte de que en el sorteo del Gordo del pasado diciembre les tocó la pedrea, un duro por peseta, por lo que la caja de los festeros está generosamente nutrida. El programa de actos comprende dos días dedicados a los santos bajo cuya advocación se celebran las fiestas: el diecisiete de enero, festividad de San Antonio, y el dieciocho, de Santa Lucía. Y luego tres días de vaquillas que se corren en las calles. Desde antes de la guerra no se había visto semejante derroche. Aunque son las fiestas de una calle, todo el pueblo participa en las mismas. El día de la fiesta mayor hay misa concelebrada y homilía a cargo de un renombrado orador sagrado, y a la salida se dispara una traca; por la tarde hay pasacalle, luego se corren unas carreras de caballos, mulos y asnos montados a pelo, con premios tan sustanciosos como un gallo para el primero, un pato para el segundo y un conejo para el tercer clasificado. La carrera está presidida por los clavarios de las fiestas y las autoridades locales, y amenizada por la banda municipal. Tras las carreras se lleva a cabo la procesión del santo por las calles del pueblo acompañada por caballerías prolijamente enjaezadas con vistosas gualdrapas y montadas por parejas de jóvenes ataviados con trajes regionales. Después la tradición establece que la gente se pase por las casas de familiares, amigos o simples conocidos, de la calle en fiestas, para degustar algunos de los dulces típicos y que cada ama de casa ha elaborado para la ocasión: dulces de boniato y de cabello de ángel, almendrados, cocas y demás productos de la repostería local. La tarde termina con el baile de plaza. Al día siguiente, festividad de Santa Lucía, el programa de festejos es similar. Luego hay tres días en que se corren vaquillas por la calle en fiestas, debidamente sellada. La guinda la pone el encierro de un toro embolado que es todo un espectáculo, en el anochecer resplandecen las bolas de alquitrán que un soporte de metal mantiene enhiestas y llameantes encima de las astas del animal.

   Lolita es una de las clavarias de las fiestas, algo así como las damas o reinas de los festejos, y en los distintos actos su airosa y esbelta figura destaca entre la mayoría de retacos de sus compañeras. Lleva un vestido entallado y unos zapatos de tacón que le hacen parecer más estilizada todavía. De una fina peineta de carey pende una larga mantilla negra que le llega justo al borde inferior del vestido. Ya no es la adolescente que miraba de reojo a Rafael Blanquer cuando paseaban por el Rabal, ni siquiera la joven que se debatía en el dilema de continuar o romper su noviazgo. Se ha transformado en una espléndida mujer que derrocha estilo y un asomo de sonrisa un sí es, sí no es irónica. Solo mirando muy al fondo de sus hermosos ojos, del mismo color de la miel de azahar, se podría adivinar un cierto poso de tristeza.
   Cuando le ofrecieron ser clavaria no lo dudó, no tiene demasiadas oportunidades de divertirse y para una ocasión que se le presenta pensó que había que aprovecharla. Y es que ha pasado a formar parte de un estamento de difícil encaje en la vida de una sociedad rural. Por una parte, a su edad la mayor parte de las jóvenes están casadas o en camino, ella ni siquiera tiene novio. Por otra, sin ser un buen partido, y en el pueblo solo se reserva esa expresión para los herederos de los terratenientes, tampoco es una chica que cuadre a la mayoría de los mozos locales cuyas futuras esposas, además de ser amas de casa, tendrán que ayudarles en las labores del campo. Lolita cursó dos años de cultura general con las monjitas de La Consolación y lleva la tienda de modas de su madre. Para los parámetros locales es casi una chica de ciudad y eso hace que los mozos se retraigan a la hora de poner sus ojos en ella, pese a que todos coinciden en que está más rica que el turrón de Jijona. Si permanece en el pueblo parece que los dados del destino han marcado su jugada: se convertirá en la clásica solterona, figura siempre un tanto incómoda y problemática de encajar en una sociedad agrícola, primitiva y machista.

viernes, 26 de diciembre de 2014

2.5. El que más chifle, capador



   La Comunidad de Regantes de la Marina de Senillar, que es el nombre con el que ha sido bautizada sindicalmente la entidad que agrupa a los arroceros, está que echa las muelas. Para mayo los campos deberían de estar listos para plantar el arroz, pero antes hay que prepararlos y para eso necesitan que por las acequias y canales discurra el agua, pero ¡no hay motorista! Julio Bosch, a quien han elegido vicepresidente de la comunidad, recibe el encargo de dar una especie de ultimátum a los dos prebostes locales que se disputan quién de sus patrocinados será el encargado del motor.
- No es por quitarme el muerto de encima, pero soy la persona menos indicada para esta embajada – se excusa Julio -. Con Gimeno no tengo ningún problema en hablar, pero con Vives es otra cosa. Tuvimos una fuerte agarrada el año pasado por culpa de un permiso de obras para ampliar mi almacén.
- Hagamos una cosa – dice el presidente de la comunidad -, tú hablas con José Vicente y yo lo haré con Paco, a ver si de una puta vez se ponen de acuerdo.
   Bosch va a visitar a Gimeno y, antes de que pueda abrir la boca, éste le ataja:  
- Julio, supongo que vienes a hablarme de lo del arroz, ¿no? Estoy del dichoso asunto del motorista hasta la coronilla.
- Pues no te puedes figurar como estamos los arroceros. Porque quienes nos jugamos los cuartos somos nosotros.
- Te recuerdo que también tengo una parcela.
- Sí, pero se nota poco. Mira, José Vicente, nos da igual que el motorista sea tu patrocinado, el de Vives o Perico de los Palotes, pero esto no puede continuar así. Ten en cuenta que el que más y el que menos ya contratamos los tractores y las caballerías para roturar los campos y algunos hasta apalabramos la compra de plantel. Hay muchos miles de pesetas en el alero y todo se puede ir al cuerno si Paco y tú no llegáis a un acuerdo. Algo que, si te he de ser sincero, no comprende nadie porque os comportáis como niños en vez de tíos que se visten por los pies.
- Julio, no me calientes los cascos. Otras veces he transigido, pero esta vez no me da la gana. Aquí, o jugamos todos o se rompe la baraja. He ofrecido que el motorista no sea mi candidato, estoy dispuesto a negociar otro nombre de consenso, pero el cabezota de Paco no se cansa de proclamar a los cuatro vientos que el motorista o es su apadrinado o no lo será nadie. Como comprenderás, así no hay negociación que valga. Y puestos a ser tercos, pues a ver quién es más.
- Pero, José Vicente, ¡por Dios y todos los santos! No puede ser que por una cabezonada, me da igual que sea de Paco que tuya, estéis dispuestos a causar un daño tan grande. Esto nos perjudicará, pero no solo a los arroceros, sino a todos y a los que más a vosotros dos.
- Pues así están las cosas. El que más chifle, capador.

   La entrevista del presidente de la comunidad de regantes con el alcalde discurre por parecidos derroteros, solo que es más bronca. Vives no da su brazo a torcer e insiste, una y otra vez, que la creación del coto arrocero ha sido idea suya y que, por consiguiente, debe de ser él quien decida la persona que será el motorista.
   Dándole vueltas al asunto los arroceros llegan a la conclusión de que el único camino que tienen para resolver el problema es recurrir al Gobierno Civil. Uno de los propietarios comenta que un pariente suyo conoce al Fiscal Jefe de la Audiencia Provincial, que fue compañero de facultad del Gobernador, por su mediación tratan de que el mandamás provincial les reciba. La gestión se salda con éxito parcial. El poncio no les recibirá, pero si cita, urgentemente y por separado, tanto al alcalde como al jefe de Falange.
   Esta vez Vives está convencido de que se va a llevar el gato al agua. El proyecto del coto arrocero ha sido realmente una iniciativa suya y tiene datos y documentos que así lo prueban. Además, Paco considera que la serie de obras que se han llevado a cabo en el pueblo durante su mandato es el mejor de sus avales y en ese sentido prepara la reunión con el Gobernador. Le hará un relato pormenorizado de todo lo realizado. El presentimiento que tiene Vives de que esta vez puede terminar con Gimeno se convierte en euforia cuando se entera de que el mandatario le va a recibir antes que a su adversario político.

   La reunión con el Gobernador discurre por unos cauces muy distintos a los que había previsto Vives, ni siquiera llega a abrir la cartera en la que guarda la documentación que acredita el amplio listado de obras efectuadas. La entrevista se tuerce desde el primer momento, el alcalde está empeñado en mostrar los documentos recopilados, en cambio el Gobernador solo quiere que le hable de cuál es la verdadera causa de su enfrentamiento con Gimeno.
   Al poncio no le entra en la cabeza que haya una pelea a cara de perro entre ambos políticos por decidir quién va a ser la persona que maneje un motor para regar unos campos de arroz. El gerifalte sabe que su experiencia sobre los avatares de la política local es nula, es su primer gobierno civil, pero el motivo le parece tan surrealista como poco creíble, de ahí su interés en desentrañar las auténticas raíces de la pugna. Paco termina haciéndose un lío intentando explicar lo del coto arrocero y el problema del motorista. Tras la entrevista, tan frustrante para Vives como desconcertante para el Gobernador, éste llega a la conclusión de que el alcalde no es más que un pueblerino con una verborrea confusa y con evidentes ganas de aplastar al que parece que es el origen de todos los males que afectan al pueblo: el jefe de Falange, de quien pide expresamente su cese fulminante. Habrá que ver si éste tiene mejor pinta porque en caso contrario piensa que lo mejor será cesarlos a ambos.

   Gimeno se ha tomado muy en serio la preparación de la entrevista con el Jefe Provincial, intuye que el resultado de la misma puede ser decisivo para su futuro político. Lleva lo que cree ser un comodín y que se lo facilitó Severino Borrás, el actual oficial mayor del Ayuntamiento, cuando en una charla se refirió de pasada a los antecedentes políticos de los dos candidatos a motorista. El Gobernador se encuentra con un hombre joven, que parece bastante preparado y con una habilidad dialéctica notable. José Vicente no le enseña documentos ni le expone los problemas del coto arrocero ni siquiera habla mal del alcalde; al contrario, lo califica como una buena persona, lleno de loables intenciones, y que si tiene que ponerle algún pero es que carece de tacto político y de sentido de la oportunidad histórica. Y Gimeno prosigue su exposición por donde menos podía esperar el poncio: por la senda de la política internacional.
- … y en un momento como el presente en que el mundo se debate en una guerra cuyos resultados pueden ser decisivos para nuestra Patria, ¿qué deberíamos de hacer los españoles?, ¿cómo enfrentarnos a problemas casi irresolubles? Tenemos dos opciones: una, tirando cada uno para un lado y no siguiendo las directrices que marca nuestro invicto Caudillo; la otra opción es unirse como una piña y seguir con fe ciega el camino que nos muestra el Generalísimo. Esa es la alternativa de la victoria segura y para seguir esa opción es absolutamente necesario que los hombres, que estamos comprometidos con el Movimiento, demos un paso al frente y seamos un ejemplo para el resto de los ciudadanos. Para ello lo primero es saber quiénes son los individuos comprometidos con la Causa más allá de la posesión de un carné…
   El Gobernador sigue la exposición de Gimeno cada vez más interesado. Piensa que allí tiene a un lugareño hablando de política internacional con el mismo desparpajo que si fuera Ministro de Asuntos Exteriores, pero lo que más le intriga es saber cómo diablos va a relacionar los problemas exteriores del país con una intrascendente lucha por el poder local, porque tiene claro que ese es el nudo gordiano del problema. ¿Por dónde saldrá?, tendrá que echarle imaginación. José Vicente, que ha intuido que se ha hecho con la atención de su jefe, prosigue su exposición, mientras el poncio se dice que por muchos años que esté en el Gobierno Civil nunca llegará a entender los intrincados vericuetos por los que transita la política de los pequeños municipios.

martes, 23 de diciembre de 2014

2.4. Si no tienes padrinos no te bautizan



   En el pueblo la iniciativa sobre la creación del coto arrocero levanta expectativas y opiniones para todos los gustos, desde los que consideran que es una locura y que la zona pantanosa solo sirve para criar mosquitos, cazar patos y que algunas ganaderías de reses semibravas pasten en sus cenagosos campos, hasta los que piensan que se trata de una oportunidad que no hay que desperdiciar. En los corrillos de las comadres y en las tertulias de cafés y tabernas el asunto es tema de obligada discusión, tan es así que hasta en la trastienda de la Moda de París se habla del mismo.
- En el pueblo no se habla de otra cosa – comenta Fina -. Incluso en alguna familia ha habido sus más y sus menos, en la mía por ejemplo. Herminio se había encariñado en comprar un campo, pero su padre, después de mucho discutirlo, se lo quitó de la cabeza.
- Pues en mi casa más de lo mismo, tenemos lo del arroz a todas horas – confirma Consuelo, otra de las amigas de Lolita -. Mi padre ha comprado una parcela y está como un crío con zapatos nuevos – y dirigiéndose a Lolita pregunta -. Al final, ¿qué hicisteis vosotras, comprasteis o no?
- A Dios gracias, no. Pude convencer a mi madre de que no nos traería más que problemas – y añade - ¿Sabéis a qué me recuerda lo del coto arrocero? A la gripe, que en cuanto llega contagia a medio mundo. Lo digo porque ayer encontré a la madre de Rafa y tenía un enfado monumental. Me contó que el señor Antonio también ha comprado una finca en la Marina. La señora Maruja no hacía más que repetir: ¿y qué sabe un jefe de estación de arroz y por qué se mete en esos berenjenales? Estaba que se subía por las paredes.
- Ya que hablas de tus futuros suegros, ¿qué novedades nos cuentas de Rafa?
   Es oír la pregunta de Consuelo y a Lolita se le cambia la cara.

   En el café del Porvenir los de las partidas de cartas y del dominó han acabado de jugar y el objeto de los comentarios no podía ser otro que el del nuevo cultivo. Hay opiniones de lo más variado, cuando Martín Esteller, el barbero, plantea un interrogante inédito:
- ¿Sabéis lo que me choca? Que ninguno de los ricachos del pueblo haya adquirido ni una sola parcela, ¿por qué será?
   Sanchís es el primero en recoger el guante que acaba de lanzar el fígaro:
- Puede haber muchos motivos, pero yo los sintetizaría en dos. Como lo del arroz ha sido una iniciativa de Vives y los Arbós no es que se lleven demasiado bien con él, pues ya sabéis lo que ocurre en estos casos: si tu blanco, yo negro. En segundo lugar está el desconocimiento que se tiene sobre ese cultivo y ahí habría que aplicar lo que escribió un poeta: uno de los rasgos más típico del español es que desprecia cuanto ignora.  
- Perdone don José, no quisiera faltarle al respeto – se disculpa Julio Bosch, uno de los que ha comprado una finca grande y que ya siente lo del arroz como algo propio -, pero creo que hay otro motivo tan importante o más que los que cita. El experto que vino no nos ocultó que es un cultivo caro en mano de obra. Si los arroceros vamos a tener que pagar más a los peones porque van a trabajar metidos en el charco, en el resto de cultivos los jornales también subirán y a los que contratan braceros les resultarán más costosos. También por eso los que tienen muchas fincas no se han metido en ese jardín.

   Impensadamente, el desarrollo del coto arrocero se atasca. Cuando todo parecía marchar viento en popa, los enfrentamientos de la política local llevan el proyecto al borde del desastre. Otra vez, la pugna entre el alcalde y el jefe local es la causa del problema. En esta ocasión el motivo parece baladí, casi casi como si de una broma se tratara, pero cualquier excusa es buena en la lucha por el poder, porque en definitiva de eso se trata. Entre las instalaciones necesarias para poner en marcha el nuevo cultivo está la construcción de una red de canales para conducir el agua a los campos y el corazón de esa red es un potente motor que bombeará y distribuirá el líquido por toda la retícula de acequias y canalillos. El motor necesitará un encargado que lo maneje y se encargue de su mantenimiento. Aunque el empleo no es gran cosa, dada la escasez de puestos de trabajo que no sean de braceros son muchos los que aspiran a convertirse en el motorista del arroz y, como ha ocurrido anteriormente en relación con otros puestos, los aspirantes buscan recomendaciones.
   Lo del padrinazgo es una añeja costumbre en el pueblo, tan es así que la gente afirma convencida que el que no tiene padrinos no lo bautizan. Los candidatos a motorista se preocupan de ser respaldados por alguno de los que tienen capacidad para decidir que, debido a la falta de interés por el asunto de los demás poderes fácticos, terminan reducidos a Vives y Gimeno. Al finalizar el proceso de solicitudes, en el que por muy variadas circunstancias van cayendo casi todos los aspirantes iniciales, solo quedan dos candidatos: Arturo Rambla y Eladio Barberá. El primero apadrinado por el jefe local y el segundo por el alcalde. La colisión está servida. En esta ocasión ambos contendientes convierten el enfrentamiento en una cuestión personal, ninguno de los dos quiere dar su brazo a torcer y por mucho que intervienen otras autoridades locales ninguno cede. Llega un momento en que el proyecto se paraliza por algo, aparentemente, tan nimio como no saber quién será el encargado del motor.
   Desde los primeros días del enfrentamiento, Gimeno ha tenido varias veces la tentación de ir a contar a la Jefatura Provincial su pugna con Vives. Pero hay dos circunstancias que lo frenan: una, que hay un nuevo Jefe Provincial, Francisco Javier Municio, y del que según dicen es más político que el anterior; éste no es militar sino abogado del estado. La otra se basa en que es consciente de que no puede hablarle sin tener argumentos, no tanto contra el candidato de Paco sino contra el propio alcalde; el problema es que no se le ocurre ningún alegato que tenga una mínima consistencia. Vives, por su parte, piensa que ha llegado el momento de cargarse a Gimeno, porque considera que con el cambio de Gobernador sale ganando, por eso no está dispuesto a dar su brazo a torcer y lleva el enfrentamiento a sus últimas consecuencias.

   La pugna entre ambas autoridades pronto es la comidilla de los corrillos de las chafarderas. Como en otras ocasiones, el tema también es tocado en la tertulia que Lolita tiene con sus amigas en la trastienda.
- ¿Y qué os parece lo del motorista del arroz? Otra vez se han trabado de cuernos el alcalde y el de la cooperativa – es Consuelo la que ha sacado el tema a colación.
- A mí me parece una ridiculez. Da hasta vergüenza ajena ver hasta dónde puede llegar el orgullo y la testarudez de algunos hombres – opina Fina.
- Yo he oído a mi padre decir que si dos hombres hechos y derechos se enfrentan por ver cuál de sus patrocinados se queda con el puesto, como ahora ocurre, es una prueba más de que en política importa más aplastar al adversario que otra cosa – comenta Beatriz, hija de don Fulgencio Villangómez uno de los maestros del pueblo, que acude a la trastienda los fines de semana para que Lolita le dé clases de francés.
- Tu padre, Bea, tiene más razón que un santo. De Gimeno no me extraña nada, por lo poco que le he tratado ya sabía que es un chisgarabís, pero de Vives no me lo esperaba, le creía con más entidad y sensatez – opina Lolita.
- Y al final, ¿en qué quedará todo? – inquiere Consuelo. 
- Ya puedes imaginarlo: el que mejores padrinos tenga se quedará con el santo y la limosna – concluye sentenciosamente Fina.