"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 18 de diciembre de 2020

Libro II. Episodio 71. Me ha salido el tiro por la culata

   Isabelina, esposa don Cristóbal el boticario, le cuenta a su amante una noticia tan inesperada como preocupante.

   -Corazón, tengo que contarte algo y espero que no te espantes. Lo digo porque todavía no sé si para ti va a ser una noticia buena o mala.

   -Viniendo de ti, reina mora, todas las noticias son buenas –Julio sabe que a su amante le encanta cuando tira de retórica.

   -¡Qué bien hablas, jodio, como se nota que ties letras y qué bien sabes adornarlo to! –Y sin más suelta la bomba-: Estoy preñá.

   -¡¿Qué estás embarazada?! ¡No puede ser, si uso siempre goma! –Julio no quiere creerse la noticia, solo le faltaba tener un hijo bastardo.

   -Siempre, no. ¿O es que no quieres acordarte la de veces que me has tomao en la rebotica y, con las prisas por si nos pillasen, lo has hecho a pelo?

   -¿Pero estás segura?

   -Voy por la segunda falta y soy más regular que el reloj del ayuntamiento.

   -¿Y qué piensas hacer?

   -¿Tú que crees?, pues tener al crío.

   -¡Pero no pensarás decir que es mío!

   -Tos los tíos sois iguales, na más pensáis que en vosotros. Pa empezar, no estoy segura de quien es el padre, igual puede ser tuyo que de Cristóbal, aunque tú eres quien lleva más papeletas. Pero como lo que venga va a llevar el apellio de mi marido, será de él. Encima le voy a dar el alegrón de su vida, na menos que un heredero. Se va a mear de gusto.

   -¿Entonces…?

   -Entonces, na. Que como te he oído decir alguna vez: fue bonito mientras duró. Esta es la última vez que estamos juntos. Desde ahora cada uno por su lao. Ahora que voy a ser madre tengo que cuidar de mi reputación.

   Pasado el natural sobresalto, Julio no sabe cómo tomarse la preñez de la fogosa mujer del boticario. Tiene sentimientos encontrados. Lo que sí percibe es que el 98 está siendo un año desastroso, no solo para el país sino también para él. A la debacle contra los norteamericanos la prensa comienza a bautizarla el Desastre del 98, cuando Julio lo lee se dice que mejor sería hablar de desastres.

    El 1989 comienza para Julio con otra novedad y también referida a su vida sentimental. Mariví, la descarada manceba de la farmacia de don Cristóbal, con quien sigue acostándose regularmente, le cuenta que ha resuelto casarse con el panadero que bebe los vientos por ella. Al final resulta que el mozo se va a quedar con la tahona familiar, y una ocasión así no puede desperdiciarse. Con esa boda pasará de dependienta a patrona, el sueño dorado de todo empleado.

   -Lo siento, chacho, porque me divertía mucho contigo, pero la vida es como es, y las oportunidades hay que cogerlas al vuelo. Tenemos que dejar de vernos, no sea que le llegue algún soplo a mi chico, que aquí lo que son cotillas no faltan.

   En cuestión de semanas, Julio ha pasado de tener dos aventuras a no tener ninguna. Tendré que volver donde las putas, se dice. Pero en lo que verdaderamente está centrado es en su plan para que el Bisojo le venda el negocio. Julio lleva a un terreno neutral la que puede ser la entrevista decisiva. Invita a merendar al Bisojo al casino. El viejo, después de zamparse dos jícaras de chocolate acompañadas por una bandeja de perrunillas y haberse atizado un lingotazo de coñac, parece estar en la mejor de las disposiciones. Es cuando el mañego despliega su plan.

   -Tengo que contarle algo, señor Elías, pero antes quiero que sepa lo agradecido que le estoy. Ni en mil años podría pagarle lo que ha hecho por mí. Me dio un trabajo recién llegado de la mili. Me enseñó el negocio de la droguería, del que no sabía ni papa. Y por si faltara algo, me paga generosamente; los amigos que trabajan de dependientes aseguran que debo ser uno de los empleados mejor pagados de la ciudad. Mire usted si tengo motivos para estarle agradecido.

   -Me alegro que lo reconozcas, chico –Es una de las muchas cosas que repatean a Julio de cómo le trata el Bisojo que, a punto de cumplir treinta años, todavía le llama chico como si fuera un jovenzuelo-, porque no es corriente que la gente sepa apreciar lo que hacen por ella.

   -Por eso me resulta mucho más duro tener que decirle lo que me ocurre. Se lo cuento sin más florituras –y comienza a hilvanar la historia que ha preparado-. Mi madre hace tiempo que insiste en que tengo edad más que suficiente para formar un hogar. Y tiene razón, voy a cumplir treinta años y no hay ni uno solo de mis amigos que con esa edad no esté casado, algo que puede cambiar. Le he echado el ojo a una moza de Jaraíz de la Vera, que es de una familia de posibles, pero a sus padres no les gusto como yerno, dicen que soy poco para su hija, que no van a casarla con un dependiente. Por lo que he decidido… -Julio hace una ensayada pausa dramática-… establecerme por mi cuenta.

   -¡La hostia!, ¿pero qué dices? –exclama, alarmado, el tío Elías.

   -Lo que le cuento, que voy a abrir una tienda.

   -¿Una tienda?, ¿y de qué? –La inquietud del droguero va en aumento.

   -De lo único que, gracias a usted, sé manejar, una droguería.

   -¡No me jodas!, ¿qué vas a abrir una droguería?, ¿qué me vas a hacer la competencia?, ¡pero tú no estás bien de la chinostra, chico!

   -Lo tengo muy pensado, señor Elías. Y créame que me duele el disgusto que le estoy dando, pero como le he dicho no quiero seguir siendo su encargado, quiero ser mi propio patrón. Y para eso no tengo más remedio que independizarme.

   -Vamos a ver, chico –el Bisojo se pone en plan conciliador-, hablemos en serio. ¿Cuánto tiempo llevas conmigo?, si no recuerdo mal siete años. ¿Y en tos esos años, hemos tenido algún desencuentro?, no que yo sepa. ¿Vas a echar por tierra lo mucho que hemos trabajao juntos? No es de recibo. ¿Qué te quieres casar?, me parece bien, es algo que antes o después tos hacemos. Pero de ahí a que quieras abrir un comercio por tu cuenta hay un mundo. La tienda es un buen negocio, y reconozco que algo has hecho tú pa que lo siga siendo, pero en la ciudad no hay clientela pa dos droguerías. Además, la gente está acostumbrada a mi tienda y no iría a una nueva. Y pa abrir una droguería hacen falta muchos duros, ¿de dónde piensas sacarlos?

   -Todo lo que dice es cierto, no se lo niego. Pero le voy a contestar a lo último que ha preguntado. El dinero para abrir la tienda no va a ser problema. Además de lo que tengo ahorrado, el tío Dimas me va a prestar todo el que necesite –Lo que no es cierto, se trata de una estratagema con la finalidad de que el Bisojo crea que con el apoyo financiero del Bronchales no va a tener ninguna dificultad financiera.

   -¿Qué te va a prestar dinero el Bronchales? Estás loco. A buen árbol has ido a arrimarte. Los intereses se te comerán por los pies y lo único que conseguirás es que en lugar de trabajar pa mí vas a terminar trabajando pa él, y no será tan buen patrón como yo, te lo aseguro.

   -No va a ser así señor Elías. Usted sabe que mi madre trabaja con el tío Dimas. Por eso, me va a hacer un préstamo a bajo interés y a largo plazo. Es un favor, aunque más que a mí se lo hace a mi madre a la que le está muy agradecido.

   -Es la primera vez que oigo que el Bronchales hace un favor tratándose de dinero. De todas maneras sigo creyendo que lo que pretendes es una locura. Ya te he dicho que aquí no hay clientela pa dos droguerías.

   A este punto quería llegar Julio, a la existencia de dos droguerías y a su imposible subsistencia.

   -Bueno, hay una solución intermedia basada en el hecho de que usted no va a volver a despachar y que la única persona que hay en la ciudad que sabe cómo funciona el negocio soy yo. Gracias a usted, no me duelen prendas reconocerlo; pues bien…

   -También están Lupe y Antonina –le corta el Bisojo refiriéndose a las dos dependientas que trabajan a las órdenes de Julio en la droguería.

   -En efecto, pero ninguna de las dos está cualificada para llevar adelante la tienda. Ambas son buenas chicas, obedientes y dispuestas, pero nada más. La solución a la que me refería es que usted me venda o me traspase el negocio. El precio…

   Es oír hablar de venta y el tío Elías no puede contenerse, como si le hubieran mentado a la bicha.

   -¡¿Vender?! ¡No, mientras viva! ¿Crees que voy a venderte un negocio en el que he empleado mi vida? ¡De ninguna manera! ¡La droguería del tío Elías lleva abierta treinta años y seguirá con mi nombre mientras me quede una gota de sangre en las venas! –El viejo droguero se ha puesto melodramático.

   -Piénselo bien, señor Elías. No tire por la borda una ocasión como esta por un calentón. Podemos llegar a un acuerdo. Estoy dispuesto a pagarle lo que me pida, dentro de un orden. Y usted no tendrá que preocuparse más de la tienda. Podrá vivir los años que le resten, que le deseo que sean muchos, sin pensar en los proveedores, en los cambios de gusto de las clientas, en si la siembra se retrasa o si la cosecha de tabaco es mala…Que sé yo, en mil y un detalle que ahora le roban horas de sueño.

   -No me dores la píldora, chico. Creía que tenías buena cabeza, pero veo que me equivoqué. No vendería la tienda aunque la rodearas de duros de plata. Y menos que a nadie a ti porque eres un falsario. Tan agradecido que estás y pretendes clavarme un cuchillo en la espalda. Es lo último que esperaba de ti.

   Por mucho que Julio intenta hacerle cambiar de opinión, no hay forma de conseguirlo. El tío Elías se ha cerrado en banda y no cambia de postura. Lo único que consigue el mañego es que la entrevista vaya a peor.

   -¡No hay más que hablar! Si quieres ser tu propio patrón allá te las compongas, pero conmigo no cuentes, ni pa que te venda la tienda ni pa na. Mañana a primera hora ten preparadas las cuentas, el arqueo de las existencias, los albaranes de las últimas compras y el resto del papeleo. Y en cuanto hayamos terminao de pasar cuentas, no quiero volver a verte por la tienda. ¡No quiero un Judas en mi casa!

   Julio sale del casino preguntándose qué ha hecho mal. No solo no ha logrado que el Bisojo le venda el negocio, sino que lo ha despedido sin contemplaciones. En cuanto llega a casa le cuenta a su madre el fracaso de su gestión.

   -Me ha salido el tiro por la culata.

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 72. ¿Has probado untar al de las licencias?