Una vez recibido el informe forense, la jueza
del caso Pradera emprende las diligencias pertinentes con la participación
activa del ministerio fiscal. Reclama los correspondientes informes periciales
a la Guardia Civil de Torreblanca que actúa como policía judicial del caso, así
como las declaraciones de aquellas personas que pudieran ser consideradas como
testigos de un óbito que tras la autopsia pasa a ser calificado como de muerte
violenta al concurrir la existencia de un mecanismo exógeno que
puso en marcha el proceso de fallecimiento y en consecuencia pudiesen derivarse
responsabilidades de la persona o personas que lo hayan provocado.
La jueza anda atareada realizando las
oportunas diligencias del caso cuando la llama a su despacho el Presidente de
la Audiencia Provincial que, al igual que ella, es novato en el puesto pues
acaba de acceder a la presidencia tras ser nombrado por el pleno del Consejo
General del Poder Judicial. José María Márquez la recibe con su más cordial
sonrisa y la invita a sentarse.
-Querida
Isabel, iré directamente al grano. Me han llamado de Madrid y me han pedido que
te traslade una intervención que afecta al caso que estás instruyendo, el
Pradera. Como habrás constatado por su ficha, el fallecido, además de
encausado, era un testigo clave en el caso de los ERE y su óbito va a afectar
al proceso del mismo. Debido a la importancia, al trasfondo político y a la
repercusión mediática que arrastra el precitado caso, Interior, con la anuencia
de Justicia, ha decidido que dos investigadores de la Unidad Central Operativa
de la Guardia Civil presten su apoyo a la comandancia del puesto de Torreblanca
a cuyos agentes has designado como policía judicial del caso. Sé perfectamente
que esto podría entenderse como una invasión de competencias, pero si lo
contemplamos desde la perspectiva que la ley de 2003 atribuye a la UCO como
policía judicial y que, como bien sabes, comprende el auxilio a los juzgados y
al ministerio fiscal en la averiguación de delitos, la cuestión no es tan
invasiva como pudiera parecer a primera vista.
-Pero, señor
presidente…
-José María,
por favor.
-Pues José
María, si la LEC no ha sido modificada, y a fecha de hoy no ha ocurrido, las
competencias sobre el caso Pradera pertenecen plenamente al Juzgado de Instrucción
que estaba de guardia en el día de autos y ese juzgado es el mío. Y tengo que
añadir que la designación de la Guardia Civil de Torreblanca como policía
judicial no la hice a ojo de buen cubero sino porque he sido consciente de que
en pleno agosto las comisarias provinciales, tanto la de Castellón como la de
Vila-Real, están con la plantilla en cuadro debido a las vacaciones. Y a ello
tengo que agregar que hasta el momento no tengo ninguna queja de la
investigación llevada a cabo por los agentes de la comandancia de Torreblanca.
-Lo sé,
Isabel y entiendo que puedas estar molesta y hasta enfadada, pero si dos
ministerios dicen lo que han dicho sin retorcer demasiado el ordenamiento, pues
que quieres que te diga. Es mejor decir amén y que el proceso siga el camino
que tú establezcas, por supuesto.
Además, si
la Dirección General de la Guardia Civil decide mandar a agentes de refuerzo al
puesto de Torreblanca es del todo punto imposible que lo podamos impugnar. Y
que esos números sean de la UCO también es algo que escapa a nuestro ámbito
competencial. O sea, querida Isabel, que blanco y en botella.
La jueza sale del despacho del presidente
jurando en arameo. Está persuadida de que se aprovechan de su falta de
experiencia en la carrera para meterle un gol por toda la escuadra. “A buen
seguro que si tuviera un montón de trienios no se hubieran atrevido a invadir
mi ámbito jurisdiccional”, se dice. Más tarde, y pasado el primer enfado,
piensa que en realidad no han cambiado nada, sencillamente han implementado su
orden de que actuara de policía judicial la Benemérita de Torreblanca
aumentando sus efectivos. “Tengo que informar al sargento Bellido, no sé cómo
se lo va a tomar”, piensa. Cuando llama al suboficial resulta que las noticias se
le han adelantado.
-Gracias por
la información, señoría, pero ya lo sabía. Esta mañana han llegado de Madrid
dos compañeros de la UCO para ayudarnos en la investigación sobre el caso. Son
el sargento Miguel Sales y la cabo primero Lucía Monterde. Precisamente, iba a
llamarla para informarla.
-¿Le han
dicho algo sobre el caso que no sepamos?
-Han traído
un voluminoso expediente sobre Francisco Salazar que todavía no he tenido
ocasión de leer. Sales ha insistido que quien dirige la investigación soy yo y
que vienen a ponerse a mis órdenes, que únicamente les han mandado para
ayudarnos en todo cuanto necesitemos, pero… -el sargento deja en el aire el
final de la frase.
-¿Pero qué,
Bellido?
-Que no
estoy seguro de que me lo hayan contado todo y de que sus intenciones no vayan
por otros caminos.
-No me
extrañaría. Lo que tiene que hacer es atarles cortos y seguir en todo momento
mis resoluciones. ¿Conoce a alguno de esos agentes?
-No,
señoría, pero los he investigado y puedo informarle de que Sales nació en esta
provincia, exactamente en el pueblo de Cálig por lo que es valencianoparlante,
y antes de ingresar en la UCO estuvo destinado en la unidad de criminalística
de la comandancia de Valencia. En cuanto a Monterde ha prestado servicios en la
Dirección General, en la unidad del Servicio Fiscal.
-O sea, que
han mandado a un detective y a una experta en temas fiscales. Lo primero tiene
sentido, pero lo segundo… no acabo de pillarlo. ¿Usted qué opina?
-Tampoco
acabo de entenderlo, salvo que… lo de la cuestión fiscal tenga que ver con el
caso ERE en el que, al parecer, se ventila un presunto fraude de un montón de
millones.
-Premio,
Bellido. No sé cómo no se me ha ocurrido. Bien, téngame al corriente de
cualquier novedad que haya por nimia que sea. Estaremos en contacto.
Bellido no ha sido del todo franco con la
jueza, en realidad tiene un cabreo que no lo saltaría un pertiguista olímpico.
El que Guzmán el Bueno (así suelen llamar a la Dirección General de la Guardia
Civil por la calle madrileña en la que está ubicada) haya enviado a dos
miembros de la UCO supone que no confían en él. Reconoce que nunca se ha
enfrentado con un caso como el que tiene entre manos y que su habilidad como
detective está por confirmar, pero se siente capaz de investigar el deceso de
Salazar y, ¡quién sabe si hasta resolverlo! Su orgullo y su ambición profesional
han sufrido un duro quebranto pues si los tipos de la central son los que
solucionan el caso eso significará un obstáculo en sus naturales deseos de
ascender. Piensa en si comentarlo con sus guardias, pero estos son demasiado
jóvenes y ayunos de experiencia en investigaciones criminalísticas como para que
puedan ayudarle… hasta que le viene a la mente un nombre. Lo piensa
detenidamente pues es plenamente consciente de que si hace lo que está pensando
estará incurriendo en una falta tipificada como grave en el reglamento del
cuerpo y seguramente también en alguna de las disposiciones que desarrollan la
Ley de Enjuiciamiento Criminal, pero asimismo sabe que si actúa con la debida
discreción es probable que nadie llegue a enterarse… No se lo piensa más, coge
el móvil y hace una llamada.
-Señora
Eulalia, soy Bellido. La noche del fallecimiento de su huésped, me presentaron
a un señor mayor que estaba jugando al dominó con otros viejos. Tengo que
hablar con él y no recuerdo su nombre – el sargento miente, si lo recuerda- ni
sé cómo localizarlo. ¿Podría ayudarme a encontrarlo? Creo que era madrileño.
-Debe de ser
alguno de la partida de dominó en la que juega Pedro Ramo. No se preocupe, a
través de Pedro lo voy a localizar, si es que continúa estando aquí.
La gestión de la patrona se salda con éxito
y al sargento le facilitan el número de teléfono de Jacinto Grandal. El
suboficial le llama.
-¿Comisario
Grandal?, soy el sargento Bellido de Torreblanca. Tengo que pedirle un pequeño
favor. Necesito que me dedique un ratito de su tiempo.
-Como le
dije cuando nos presentaron estoy a su disposición, Bellido. Dispare.
-No es algo
que deba comentarse por teléfono sino más bien en una conversación privada.
-Entiendo.
Mire, todas las tardes voy a Los Prados a jugar al dominó. Si quiere podemos
vernos esta misma tarde después de que haya terminado la partida.
-Si no le
importa, comisario, prefiero que nos veamos fuera de Torreblanca. Me han dicho
que está veraneando en Marina d´Or. Indíqueme un bar o una cafetería de ahí y
la hora que le venga bien y charlaremos.
Grandal no se lo tiene que pensar demasiado
pues no conoce demasiadas cafeterías de la zona, por lo que cita la primera que
le viene a mente.
-¿Conoce el
hotel Marina d´Or Gran Duque?, pues le espero en la cafetería. ¿Mañana como a
las siete le viene bien?
-Sé que esto
es un atraco, pero ¿podríamos vernos hoy? A la hora que le venga bien y en el
hotel mencionado.
Quedan en verse a las doce. A Grandal le ha
intrigado la llamada del sargento y, sobre todo, dos aspectos de la misma: las
prisas del suboficial y el hecho de que quiera reunirse con él fuera de la
circunscripción bajo su mando, lo que significa que quiere que la cita no
trascienda. “¿De qué querrá hablarme?”, se pregunta. No tiene que pensarlo
demasiado, solo tienen un nexo común: la muerte de Curro Salazar. El excomisario
se frota las manos, igual tiene ocasión de reverdecer sus oxidadas habilidades
investigadoras y si fuera así tendría algo en que ocuparse en las muchas horas
que tiene el día porque a él lo de la playa, el bronceado y los baños se le da
una higa. Aunque al final de su perorata mental se dice: “No te hagas muchas
ilusiones, Jacinto, lo mismo quiere contarte algún problema que pueda tener con
cualquier robaperas del pueblo…, pero nunca se sabe…”. Y remata su soliloquio diciéndose:
“Bueno que sea lo que quiera, en todo caso no hay más cera que la que arde”.
PD.- Hasta
el próximo viernes