A Bernal, que le ha caído mal el
franchute, le alegra que pese a su dominio de la lengua desconozca los vocablos
poco usuales del español. Pero no se molesta en aclararle el significado de
frisar, es Atienza quien lo hace:
- Frisar quiere decir acercarse o estar próximo a algo,
especialmente a una determinada edad, en este caso que estaba a punto de cumplir los
cuarenta. Prosigo. Como decía, se casó con Purificación Carreño, de profesión
sus labores. Tuvieron dos hijos: Clara, nacida en mil novecientos setenta y
ocho y David dos años después. Hasta que nació el benjamín, la familia vivió en
un piso que tenían en Sevilla la Nueva y que Manuel heredó de sus padres, luego
compraron un chalé pareado en Villaviciosa de Odón. La esposa de Ponte falleció
en el dos mil cinco. Unos años después vendió la vivienda de Villaviciosa y
compró dos pisos en Hilarión Eslava, una calle del barrio de Gaztambide que es
limítrofe con la Ciudad Universitaria. Su hija Clara, que se había casado, se
quedó a vivir en uno de los pisos con su marido e hijos y Ponte en el otro,
donde algún día vivirá su hijo David que está de profesor de español en Estados
Unidos. En el plano profesional, el año noventa y dos fue un momento importante
para Ponte puesto que su empresa de toda la vida, Hidrola, se fusionó con
Iberduero para dar lugar a Iberdrola, la compañía eléctrica más importante del
país. A raíz de esa fusión hubo un ere…
- Un expediente de regulación de empleo – aclara Bernal que ya se ha dado
cuenta que los acrónimos del español de nuestros días tampoco son el fuerte del
franchute.
– Y una oferta de prejubilaciones – prosigue Atienza - con buenas
condiciones. Ponte fue uno de los que se acogió a la oferta y al año siguiente,
con cincuenta nueve tacos, causó baja en la compañía y engrosó el mundo de los
prejubilados. En la década siguiente, viajó bastante, tanto por España como por
el mundo, en compañía de su esposa hasta el fallecimiento de ésta. Desde
entonces ha llevado una vida tranquila y reglada. Tiene una asistenta que lleva
con la familia hace muchos años y que se encarga de la casa y de prepararle las
comidas. Por las mañanas, a primera hora, el viejo sale a comprar el pan y de
paso se toma un cafelito en cualquiera de los bares cercanos. A media mañana,
si hace bueno, saca a pasear a sus nietos. Precisamente en uno de esos paseos
fue cuando se topó con el suceso del museo. Este año, como el nieto mayor va a
la guardería, solo pasea con el pequeño. Los jueves come con unos amigos
jubilados en algún restaurante del barrio y dos días a la semana, martes y
jueves juegan por la tarde unas partidas de dominó en el Centro de Mayores de
La Moncloa. Y poco más. Como ves, lleva una vida plana y sin mayores
incidencias que los alifafes propios de una edad tan avanzada como la que
tiene.
El francés está a punto de
preguntar que son alifafes, pero se contiene, lo que hace es ahondar en la
imagen que se va formando del testigo:
- ¿No tiene ninguna cuenta pendiente con la justicia?, ¿tiene un expediente
limpio?
- Cuenta ninguna si exceptuamos alguna multa por aparcamiento indebido,
pero eso en una ciudad como Madrid le ocurre al mejor de los ciudadanos.
- ¿Se le conocen vicios o aficiones que necesiten de mucho dinero para
satisfacerlos?
- Es hombre bastante moderado en todo. Suele beber un vaso de vino en las
comidas y se toma alguna que otra caña, es exfumador, no juega salvo alguna
semana que echa una primitiva y en cuanto a mujeres personalmente me da la
impresión que ya no se le levanta. En resumen: está más limpio que una patena –
afirma Bernal.
- Entonces, ¿ninguna incidencia, nada fuera de lo corriente?
- Nada. El mayor sobresalto que habrá podido tener en los últimos años será
que le hayan ahorcado el seis doble en alguna partida – comenta Bernal
echándole guasa a su respuesta.
Otra vez con el español coloquial,
se dice Blanchard. Tendrá que sugerirles en algún momento que procuren utilizar
la lengua normativa y no la de la calle. ¿Qué será eso de ahorcar el seis
doble? Aunque la palabra partida le induce a suponer que se debe tratar de
algún juego.
- Alors, ya me habéis descrito la
biografía del testigo, ahora solo falta que me contéis los datos del robo que
no figuran en el dossier que enviasteis a París.
- ¿A qué datos te refieres? – pregunta Bernal.
- A cuales van a ser, a los del Tesoro de los Quimbayas.
Blanchard algo sabe del tesoro.
Durante el viaje a Madrid entró en internet buscando información sobre el
mismo. Después de desechar diversas webs se limitó a leer lo que la Wikipedia
recogía sobre esa muestra de la cultura precolombina. Sospecha que sus colegas
hispanos saben mucho más de lo que han incluido en el expediente que enviaron a
Paris, por eso les pregunta sobre ello. Antes de contestar al francés, Atienza
y Bernal se miran. El de la judicial se encoge de hombros y le pasa la pelota a
su compañero:
- Lo del tesoro de los indios mejor te lo cuenta Juan Carlos, que de eso lo
sabe todo.
Atienza asiente e inicia su
exposición, se le nota que está en su elemento.
- Antes de hablar del tesoro, te voy a dar algunas pinceladas del pueblo y
la cultura que fue capaz de fabricar esa maravilla. La de los quimbayas fue una
etnia que vivió en parte del territorio de lo que hoy conocemos como Colombia.
Cuando llegaron los españoles estaban organizados en una suerte de federación
cuyo centro principal se ubicaba en los alrededores de la actual ciudad de
Chinchiná, situada en el oeste del país, y cuyo nombre, en lengua indígena
significa río de oro. Los quimbayas opusieron una tenaz resistencia frente a
los conquistadores españoles que, tras duras batallas, consiguieron
derrotarles. No tanto por su superioridad en número de guerreros, pero sí en lo
concerniente al armamento y a las tácticas militares. Tras ser vencidos, los quimbayas
continuaron existiendo, pero finalmente como grupo organizado y como cultura
desaparecieron hacia principios de mil setecientos.
- ¿En qué partes del territorio colombiano dices que se asentaron? – quiere
saber el galo a quien, al parecer, le gustan las precisiones.
- Sobre la localización exacta hay lagunas, lo que está más documentado es
que vivieron en algunos de los actuales departamentos de Colombia, tales como
Caldas, Quindío, Risaralda y el Valle del Cauca. En cuanto a su cultura lo que
más se conoce de ella es la minería, fundamentalmente aurífera, y la
orfebrería. Llegaron a contar con unas técnicas metalúrgicas muy avanzadas para
procesar el oro, especialmente para combinar cobre con oro que no abundaba en
su región. Esa combinación de oro y cobre, llamada tumbaga, la llevaban a cabo
de manera que fueron capaces de dotar a las piezas que elaboraban de un brillo,
durabilidad y atractivo realmente espectacular. Fueron unos verdaderos maestros
en la fabricación de objetos con metales preciosos, especialmente con el oro.
- Oro que luego se lo robaban vuestros antepasados, ¿no? – pregunta el
gabacho con su miajita de mala leche.