"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 18 de abril de 2017

123. Arroz senyoret para míster Connolly



   En la conversación que Grandal mantuvo con Pérez Recarte y Kevin Connolly en el Hotel Barceló Emperatriz de Madrid, el norteamericano comentó que sentía una gran curiosidad profesional ante el hecho de que un grupo de jubilados que no tenían ninguna formación policial, a excepción del excomisario, habían sido capaces de iniciar investigaciones, encontrar pistas y realizar certeros análisis determinantes para impulsar la investigación del Caso Inca. Y ello sin ninguna clase de ayuda tecnológica lo que añadía más mérito a su actuación. También dejó caer que le gustaría reunirse con los cuatro para conocer personalmente como actuaron grupalmente, puesto que en sus muchos años de investigador y analista nunca se había encontrado con un caso tan singular.
   Cuando el excomisario se lo contó a sus amigos, los vejetes fliparon en colores de que un agente de la todopoderosa CIA estuviese interesado en conocerles y en saber cómo habían llevado a cabo sus investigaciones. Han pasado más de veinte días y Grandal casi se ha olvidado de la conversación con los dos agentes de inteligencia cuando casi terminando mayo recibe una llamada. Es un número privado.
- ¿Comisario Grandal? Soy, Enrique Pérez Recarte. ¿Qué tal, cómo está?
- Bien, Enrique, ¿cómo van las cosas?
- Le llamo porque el norteamericano que le presenté no hace más que darme la vara sobre cuando nos juntamos con usted y sus amigos. Kevin dice que nos quiere invitar a comer a todos. Pueden ustedes elegir día, hora y lugar. Por supuesto la cuenta va a cargo de míster Connolly. Ah, un dato, elijan el restorán que más les apetezca, pero les adelanto que el yanqui se pirra por la cocina típicamente española, dice que bastantes hamburguesas ha comido en su vida.
- Podríamos elegir un sitio especializado en cocidos, fabadas, arroces o algo por el estilo.  
- Casi le sugiero mejor la paella, le encanta.
   Quedan en que elegirán el lugar y que en cuanto tengan decidido día y hora se llamarán. A Grandal le falta tiempo para contactar con sus amigos: el norteamericano quiere conocerles y les invita a comer. Discuten sobre un lugar famoso por sus arroces: Ponte sugiere la Casa de Valencia, Ballarín apuesta por El Garbí y Grandal por L´Albufera Moraleja hasta que Álvarez con su pregunta revienta el asunto.
- Pero bueno, ¿habéis comido en esos sitios o habláis de oídas?
   Resulta que el único restorán en el que todos han estado es la Casa de Valencia, en el Paseo de Rosales, los otros los han citado porque han oído hablar bien de ellos.
- Reconozco que la Casa de Valencia tiene fama – acepta Álvarez -, pero yo tengo una oferta que si no es mejor sí es más novedosa. Hay un restorán llamado Torrenostra que está en la calle Moreto, en pleno centro, y en el que preparan un arroz senyoret que a buen seguro el yanqui no ha probado en su vida.
- ¿Qué coño es eso del arroz senyoret? – pregunta Ponte.
- En español se llamaría arroz señorito y sus ingredientes básicos son arroz bomba, sepia, mejillones, gambones o langostinos y gambas – explica Álvarez.
- O sea, que en definitiva es un arroz con pescado, tampoco es que eso sea tan novedoso – objeta Ballarín.
- ¿Y por qué se llama arroz señorito? – se interesa Grandal.
- Porque los que lo comen pueden comportarse en la mesa como tales. No tienen que mancharse los dedos sacando los mejillones de sus valvas pues eso ya lo han hecho en la cocina, ni tienen que pelearse con el tenedor y el cuchillo para pelar las gambas o los langostinos, pues ya vienen pelados, ni cortar la sepia que ya está troceada. Es un arroz para gente fina o sea para señoritos.
- ¿Y tú de qué conoces ese restorán o también hablas de oídas? – inquiere un picajoso Ponte.
- Lo conozco, de hecho he estado varias veces. Mi hijo Nacho compró hace años un apartamento en Torrenostra, una playa al norte de la provincia de Castellón, y alguna vez solía ir a comer a un restorán de allí, creo recordar que se llamaba el Bahía, en el que preparaban buenos guisos de la tierra. Allí fue donde se aficionó al arroz senyoret. Pues bien, la misma familia que regentaba aquel restorán es la que ha abierto el que os he comentado en Madrid y en el que sirven unos arroces como para chuparse los dedos. El yanqui habrá comido paella muchas veces, pero un arroz así seguro que no. Ya veréis como le va a encantar.
   Y así quedan. Álvarez se encargará de hacer la reserva y Grandal le informa a Pérez Recarte el día, hora y el lugar de la comida.
- Y adelántale a míster Connolly que va a probar un arroz como nunca ha comido.
   Al agente norteamericano lo primero que le choca al conocer a los amigos de Grandal es que son muy viejos, casi se les podría calificar de ancianos. Lo que hace aumentar su interés por como aquellos vejestorios han sido capaces de encontrar pistas, seguirlas y analizar con tanta finura los resultados. Se dice que sus colegas de Washington no le creerán por mucho que les cuente, por eso les pregunta si tienen algún inconveniente en que les haga algunas fotos. Lo que no consiguen los jubilados es que el yanqui pose junto a ellos.
   Antes del plato fuerte les han servido unos entrantes a base de ensalada de gulas, mejillones a la marinera y vieiras con foie. Y como preveía Álvarez, al norteamericano le ha encantado el arroz senyoret, tanto que ha repetido una y otra vez hasta que en la paellera no queda ni un grano. La degustación le ha debido sentar tan bien a Connolly que durante los postres se arranca a hablar sin que nadie le haya preguntado nada. Y cuenta a los viejos dos noticias referentes al robo del tesoro.
   Lo primero que el norteamericano relata es que, paradójicamente, el desenlace del robo sigue estando muy ligado a las conversaciones FARC-Gobierno colombiano. Conversaciones que, en sus últimos momentos, han estado en un tris de romperse por el empeño de los guerrilleros en que se les considere como víctimas y no como victimarios. Por su parte, el gobierno del presidente Santos ha insistido en que los acuerdos deben de ser avalados por un plebiscito popular a realizar una semana después de la firma oficial de los Acuerdos de La Habana. El gobierno teme que los partidos opositores a los acuerdos boicoteen su aprobación en el Congreso de la República. Pese a todo, los obstáculos se están superando y según fuentes del gobierno estadounidense podrían firmarse los acuerdos de paz en la segunda quincena de junio. Y hasta que no se firmen los acuerdos de paz es muy posible que no acabe el culebrón del Caso Inca.
   El plato fuerte de las explicaciones de Connolly y que deja con los ojos a cuadros a sus contertulios es lo que les cuenta a continuación. En una operación, realizada en Francia, en París exactamente, en la que han intervenido las policías española y francesa con el apoyo de varias agencias norteamericanas y la coordinación de Interpol, han sido detenidos casi todos los integrantes de la banda que llevó a cabo el asalto al furgón blindado ante el Museo de América y que fue el origen de lo que posteriormente se ha conocido como Caso Inca. La pista que llevó hasta el grupo de atracadores fue el colombiano Efraím Gomes que fue identificado por el grupo del comisario Grandal. El núcleo de la banda estaba formado por colombianos con algunas incrustaciones de albanokosovares y belgas. 
- Esa noticia no la he leído en ningún medio y desde que nos dijeron que el final del robo podía llevarse a cabo fuera de España todos los días doy un repaso a los titulares de los principales periódicos europeos – objeta Ballarín.
- Es que la operasión, a la que en honor a ustedes se llamó Erant que en latín quiere desir jubilado, fue una actuasión secreta y que no llegó a los medios. Posteriormente se filtró a la prensa como la detensión de una banda de ladrones sin más. Y tengo que reiterar que sin la colaborasión de ustedes la localisasión y apresamiento de la banda habría sido mucho más problemática. Yo no sé qué piensan haser los mandos de la polisía española – y al decirlo, Connolly mira de refilon a Pérez Recarte que asiste de invitado de piedra a la conversación -, pero en nombre de los agentes extranjeros que hemos partisipado en la investigasión les doy las grasias por su colaborasión y ayuda.
- O sea, que al fin han pillado a los autores materiales del robo. ¿Y qué pasa con los autores intelectuales, los han detenido o están en ello? – pregunta Grandal.
- Estamos en ello porque como expliqué antes hemos de plegarnos a los meandros de las conversasiones de La Habana – explica Connolly.
- Y con las piezas quimbayas robadas, ¿qué pasa, ya están otra vez en el Museo de América? – pregunta Ponte.
- De las joyas del Tesoro Quimbaya – el que contesta es Pérez Recarte - solo se han recuperado las tres piezas que le enseñaron a la profesora de Zaragoza para su datación, el resto sigue sin aparecer – es la sorprendente respuesta del hombre del CNI.