"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 25 de mayo de 2018

54. De mañana no pasa


   Rocío Molina está desesperada, se le está acabando el dinero y sigue sin poder hablar con Curro. Se dice que no puede seguir así y que ha de presionar a Anca para que cumpla lo que acordó con ella a cambio de una más que sustanciosa mordida, introducirla en la habitación de su antiguo amante. Se traslada a Torrenostra para lo que ha de coger un taxi pues entre esta población y Alcossebre no hay transporte público, lo que mengua aún más su magro monedero. Se aposta en las cercanías del hostal Los Prados. En una de las salidas de la rumana a la terraza le chista hasta que consigue atraer su atención.
-Anca, te recuerdo que tenemos un trato. Hoy sin falta he de hablar con Curro. ¿Podemos hacerlo ahora?
-¿Ahora?, ni soñarlo. Hemos tenido una baja de última hora y entre Nicoleta y yo hemos de arreglar todas las habitaciones, sin contar que tanto al mediodía como a la noche vamos a tener el comedor lleno.
-Entonces, ¿cuándo? –le urge Rocío.
-Quizá esta tarde a última hora, un poco antes de que empecemos a servir la cena, como entre
siete y ocho. A esas horas el trabajo afloja algo. Te sientas en El Muret, el bar de al lado, y esperas a que te llame.
   Tras aceptar la propuesta de la rumana puesto que no tiene otra alternativa, Rocío duda entre volver a Alcossebre o quedarse allí. Piensa que la espera se le va a hacer interminable, pero la otra opción que es volverse supone otro desembolso para taxi, la reflexión resuelve el dilema: se quedará y pasará las horas lo mejor que pueda. Como había supuesto, la tarde veraniega se le está haciendo desesperadamente larga y tediosa. El de ahora es el tercer bar en el que la andaluza asienta las posaderas. Ha estado en La Jijonenca donde se ha tomado un helado, en el Vintage ha pedido una tónica y a media tarde en C´al Pitu donde está comiéndose un bocadillo acompañado de una cerveza. Para matar el tiempo ha ido pergeñando una historia que ablande el rocoso corazón de su exnovio y le dé la guita que tanto necesita. En esos pensamientos está cuando alguien dueño de una ronca voz le saluda:
-Paizana, tú por aquí. Te hazía en Alcozebre. No zabes el guzto que me da verte –el Chato de Trebujena parece que es sincero y que de verdad se alegra encontrarla.
   A Rocío el encuentro con el Chato maldita la gracia que le hace, pero desarruga el entrecejo, pone su mejor cara y devuelve el saludo casi con idéntica efusividad.
-Hombre, Pepillo, que gusto verte. Te pregunto lo mismo, ¿qué hases por aquí?
-Me he dicho que era hora de hazer argo de turismo.
-Esto está hoy mu animao, me han dicho que porque es la víspera de la Virgen de Agosto que es como llaman aquí ar día de la Asensión.
   El paripé de charla que han iniciado ambos trebujeneros no tiene nada que ver con sus pensamientos. El Chato piensa que si su paisana está allí debe ser porque sigue cuidando al Curro, del que sabe la recaída en su problema pulmonar gracias a Nicoleta, la camarera rumana a la que ha sobornado para que le facilite el acceso a la habitación del exsindicalista. Los pensamientos de Rocío deambulan por otros vericuetos: vuelve a preguntarse si será el Chato quien le sacudió la paliza a Curro, aunque piensa que si hubiese sido él no habría vuelto porque podrían detenerlo, aunque es algo de lo que no está segura. La cavilación de la mujer se ve cortada cuando el expúgil pregunta:
-Por zierto, tu amigo Curro Zalazar, ¿ha mejorao?
   Rocío improvisa:
-No del tó, cuando ya estaba mucho mejor pilló una neumonía y sigue en cama. Presisamente, en poco más de un cuarto de hora tengo que ir a verle.
-O zea, que zigue pachucho.
-¿Pachucho?, lo que está es bardao de la palisa que le dieron.
-Hay mucho malaje zuerto por er mundo. Y ar que le zurró lo habrán detenío, ¿no?
-Los picoletos están en ello.
   Visto que no consigue sacar nada de su paisana, el Chato se despide. Rocío lo ve alejarse sin pena ni gloria. Mira el reloj, son cerca de las siete, es hora de acercarse al hostal a ver si de una puñetera vez Anca consigue meterla en la habitación de Curro sin que se entere la patrona. Son casi las siete y media cuando por fin aparece Anca.
-Creí que ya no venías –le reprocha Rocío sin disimular su enfado.
-Ya te dije que estamos a tope. Todos los años pasa lo mismo en este puente, que se pone hasta la bandera. Está el hostal abarrotado y por si faltaba poco la patrona ha alquilado varios apartamentos para meter más huéspedes a los que hay que atender, que es lo que voy a hacer ya mismo. Lo cual hace que me sea imposible meterte ahora en la habitación del señor Martínez.
   Rocío, que ya estaba enfadada, se coge un cabreo monumental.
-Mardita sea tu estampa. Me tienes aquí todita la tarde sin na que haser y muerta de aburrimiento y ahora me vienes con que no puedes ayudarme. Pues hasta aquí hemos llegao. Ahora mismo voy a ver a Curro contigo o sin ti.
  Y dicho esto, la andaluza se dirige con paso decidido hacia el hostal cuando la rumana la coge del brazo.
-Yo de ti no lo haría. No hace ni cinco minutos que he visto entrar en la habitación al hijo del señor Martínez. Tú verás.
   La andaluza duda. Su intención era hablar con Curro sin testigos y el primogénito de su exnovio es la persona menos indicada para estar presente en una conversación que Rocío presume que puede ser tensa.
-¿Sabes cuándo va a salir?
-Suele estarse un rato, pero a ciencia cierta no sé cuándo saldrá. Mira, cuanto más tarde más difícil será meterte en la habitación sin que te vean. Por tanto, lo más práctico será que te vuelvas a tu hotel y mañana te prometo que haré lo imposible para que puedas hablar con tu exnovio –lo del ex lo ha remarcado mucho.
   A Rocío la propuesta no le hace ninguna gracia, pero tiene que plegarse a la sugerencia de Anca. Se despide y se vuelve a Alcossebre diciéndose que de mañana no pasa.
   En la habitación de Curro se encuentra en efecto Francisco José. No es que lo de visitar a su padre, por muy fastidiado que este pueda estar, sea un plato de gusto para él, pero se encuentra en una situación similar a la de Rocío: se está quedando sin dinero, apenas tiene para poder pagarse unos días más de hotel, por lo que ha resuelto que ha de presionar a su padre para que le dé más pasta. También está cansado de estar en Torreblanca, más desde que el día anterior tuviera una llamada telefónica de uno de sus amigos que le contó que ha visto a Estrella, una trianera por la que bebe los vientos, parloteando con un tronco que se la comía con los ojos. Lo que le faltaba, él hecho un muermo y en Sevilla le están levantando a su chiquilla. Y toda la culpa la tiene el desgraciado de su padre que ni siquiera tiene ganas de conversar, solo se dedica a ver la tele y poco más. Se fija más atentamente en su progenitor y se da cuenta de algo que hasta ahora se le había pasado por alto: en los últimos días Curro ha envejecido de golpe. Tiene el rostro flácido y macilento, se le marcan unas arrugas en la frente que antes no tenía o, al menos, no tan nítidas como ahora y la mirada se la ve apagada y tristona. No, no es el mismo Curro el Conseguidor, el hombre con una vitalidad y una energía desbordantes que hacían de él un auténtico fuera de serie. El joven aparta de sí esos pensamientos, no le conducen a ninguna parte y no harán que el cabroncete de su padre le suelte la guita. Decide coger al toro por los cuernos como diría cualquier devoto del arte de la tauromaquia.
-Papa –le cuesta un imperio decir esa palabra que le amarguea la boca al pronunciarla-, he de vorver a Sevilla y estoy pelao. Me quedan veinte talegos y con eso no tengo ni pa er billete de vuerta –Miente, sacó billete de ida y vuelta, este último abierto-. Tienes que darme guita pa er hotel, er bus y pa llevar argo pa la mama y los hermanos chicos.
  Curro, absorto en lo que están poniendo en la pequeña pantalla, da la impresión de que no le ha oído. Francisco José no se lo piensa, coge el mando del aparato y lo apaga.
-¡Quillo!, ¿se puede saber que hases? –El contacto con su hijo hace que Salazar a menudo sesee cuando charla con él.
-Es la única manera de que me escuches. Te estoy disiendo que me tengo que vorver a Sevilla y nesesito parné pa er viaje y pa llevar argo pa los críos.
-¿Y cuándo te tienes que ir? –pregunta Curro con desgana.
-Mañana mejor que pasao.
   Por unos momentos Curro ha pensado en levantarse, abrir un maletín, la única de sus valijas que está cerrada con llave y en la que guarda el dinero, y darle unos cuantos billetes al chico más que nada para quitárselo de encima. Lo piensa, pero no lo hace, le echa para atrás otro pensamiento: no es bueno que el chaval sepa donde tiene la pasta. Desde que empezó su vida de prófugo ha hecho de la desconfianza hacia los que le rodean una de sus normas de conducta. El lugar donde guarda el dinero no se lo ha dicho a nadie, ni siquiera a Anca. No es cuestión de romper ahora la regla aunque se trate de su propio hijo del que por otra parte es consciente de que no le tiene ningún cariño pues su mirada no sabe mentir, le mira cómo se hace con alguien a quien detestes con toda tu alma.
-No tengo ánimos para levantarme, me ha vuelto a dar la migraña. Ahora, hasme el puñetero favor de volver a poner la tele y de lo de darte la tela de mañana no pasa.

PD.- Hasta el próximo viernes

viernes, 18 de mayo de 2018

53. ¡Ojú con las tías, de lo que son capaces!


   El matrimonio Pacheco está de morros, tenían planeado visitar Peñíscola, pero a última hora Macarena ha dicho que si no van a Morella tampoco tienen porqué ir a la ciudad del Papa Luna. Resultado: una agria bronca entre marido y mujer en la que salen a relucir las desavenencias de la pareja que toda vida en común reporta casi inevitablemente. Discrepancias que en principio pueden ser minúsculos riachuelos, pero que si no se atajan a tiempo pueden convertirse en impetuosos torrentes con la fuerza suficiente como para dar al traste con las uniones mejor conservadas. Al final, como suele suceder, cede quien más quiere o quien más tiene que perder, que eso es algo que nunca queda del todo claro. Y en la pareja Pacheco-Hernández quien tiene más que perder es él, por una parte sigue enamorado de su mujer y por otra ella es la que aporta la mayor contribución a la economía doméstica pues su familia es dueña de una saneada fortuna. Tras la pelea, y una vez hechas las paces, resuelven que no irán a ninguna parte, pasarán su penúltimo día de unas inesperadas vacaciones en la playa, algo que no pueden hacer en Sevilla. Como colofón de la discusión Alfonso explica que le resta una obligación ineludible:
-De todas formas, cariño, tengo que hacer una última visita a Salazar para saber su respuesta a la propuesta de mi gente. O, si le parece mejor, a la oferta conjunta que le hicimos Jaime y yo.
-Eso lo puedes haser mañana en un periquete. Y hasta puede que te acompañe, tengo ganas de ver la jeta de ese engendro de Satanás. La verdad es que nunca lo he visto personalmente, solo le conosco de verlo en Canal Sur cuando salía en los informativos día sí, día no, la primera ves que lo detuvieron. A ver si lo gafo y la espachurra.
   Pacheco se dice una vez más que la inquina que le tiene su mujer a Salazar es como para hacérselo mirar. Y eso que, como acaba de confesar, únicamente lo ha visto en el plasma.
   Otro de los enviados para negociar con el exsindicalista, Jaime Sierra, está cansado de su inactividad: no conoce a nadie, ni siquiera ha intentado ligar, la playa le aburre y echa de menos a su Sevilla y a sus amigos. Le ha contado vía telefónica a Felipe Muñoz, el líder de su camarilla, el escaso eco que su propuesta ha encontrado en Curro. Asimismo, le ha explicado que la oferta común con Pacheco tampoco parece que haya corrido mejor fortuna. Muñoz le insta a que fuerce al exsindicalista a que dé una respuesta concreta cuánto antes.
-No puedes estar ahí indefinidamente, Jaime. Tienes que presionar a Salazar a que responda sí o no. Nuestra tesorería no es de goma, tiene límites.
-Todo eso ya lo he pensado, Felipe. Por eso había decidido darme de plazo hasta mediados de mes. Es decir, que mañana, día de la sevillana Virgen de los Reyes, es el último que pienso pasar aquí. Diga lo que diga el irresoluto de nuestro amigo Curro no aguanto ni un día más.
-¿Tienes algún pálpito de por dónde puede decantarse Salazar? –quiere saber Muñoz.
-Creo que lo que más le tienta es lo de marcharse al extranjero. Y hablando de ello, tú que tienes buenos contactos, ¿te ha llegado alguna onda de quién o quiénes pueden estar detrás de esa oferta? Porque el figurín que está aquí no es más que un mensajero, bien vestido, pero nada más.
-Me ha llegado el rumor de que puede tratarse de gente del mundo de los negocios que se generan en el entorno de la Junta y que uno de los que parece que más mueve el braserillo es Eduardo Gálvez.
-¡Ojú, Gálvez!, eso son palabras mayores. Con competidores como ese no vamos a rascar bola.
-Es lo que me temo, pero en todo caso la idea de plantearle un ultimátum a Curro me parece correcta. Se me ocurre que ¿por qué no vais Pacheco y tú a verle conjuntamente? Quizá entre los dos podríais presionarle más.
-Me parece buena idea. Ahora mismo llamo a Alfonso y se lo propondré. No creo que ponga ningún obstáculo.
   Pacheco contesta la llamada de Sierra. Está en la playa con su esposa.
-Como sé que no eres nada playero, ¿por qué no quedamos a mediodía y almorzamos juntos? Voy a preguntar dónde se come bien por aquí y si no te importa te vienes para acá. Invito yo. Ah, te prevengo que Macarena tiene uno de sus días malos, si en algún momento sale por peteneras no se lo tengas en cuenta. Ya sabes cómo son las mujeres.
-¿Por qué crees que a estas alturas no me he casado? –responde Sierra.
   Cuando apaga el móvil, Pacheco piensa que quizá tengan razón los que comentan que Sierra es de los que pierden aceite y que esa es la causa real por la que sigue célibe. Se encoge de hombros pues es de los que creen que en el mundo de los sentimientos cada uno es dueño de manifestarlos como le pete. Al volver al hotel pregunta dónde comer que no esté muy lejos de la playa. Le ofrecen varias opciones y al final se decanta por un restorán que ostenta un nombre muy madrileño: Puerta del Sol y que está en el Paseo Marítimo de la Concha con unas espléndidas vistas a la playa del mismo nombre.
   Tal y como le había prevenido Alfonso, Jaime encuentra a Macarena de mal humor, pero la mujer se contiene pues el sevillano le cae bien. Tiene algo de femenino que atrae a las mujeres. Sierra, que entiende al mal llamado sexo débil como nadie, acaba de ponerla de mejor temple al rogarle que escoja ella el menú, algo que suele ser prerrogativa de los varones. Macarena, con la interesada ayuda del maitre, escoge un menú que es una auténtica miscelánea. Como entrantes: sepia del Grao con alcachofa de Benicarló, burrata de búfala fresca con tomate valenciano, anchoas, pesto de albahaca y alcaparras, y unos buñuelos de bacalao y piñones que les llaman mandonguilles. Como menú principal un plato muy de la tierra: arroz meloso de marisco en caldera con langostinos de Vinaroz, cigalas y almejas.
   La comida parece que ha logrado poner de mejor humor a Macarena que ha estado dicharachera y en plan simpático. Uno de los temas que la mujer ha sacado a colación es su interés en conocer más a fondo lo que Jaime y su marido se traen entre manos en relación a Curro Salazar. Sierra, tras mirar a Pacheco y ver su muda invitación, le explica a Macarena la propuesta que le han hecho al gaditano y de la que todavía no han recibido respuesta.
-¿Os habéis planteao –pregunta la mujer- que el hecho de que no os haya contestao es una forma de respuesta?
-No entiendo eso. Explícalo, por favor –pide Sierra.
-Me has dicho que no sois los únicos venidos a haserle propuestas a Curro para que no hable o si lo hase que sea en determinao sentido. Pues bien, si su respuesta a vuestra oferta es que ni la asepta ni la rechasa debe ser porque alguna de las otras que le han hecho la considera mejor que la vuestra.
-Entra dentro de lo posible, pero en ese caso, ¿por qué no nos dice de una vez que no le interesa nuestra oferta y colorín, colorao? –apunta Sierra.
-Quisá por vuestra espesial relasión con él. Tú no eres amigo suyo, pero dises que hase mucho que os conoséis y os lleváis bien. En cuanto a Alfonso, tampoco es su amigo pero es paisano suyo y eso siempre pesa. Esa puede ser la rasón de que no sea claro en su respuesta, pero en mi opinión estáis perdiendo el tiempo con Curro. Dudo mucho que si declara ante la juesa lo haga en el sentido que vosotros queréis. Se lo he dicho a Alfonso más de una ves. La única solusión a todo este embrollo del caso ERE es haser lo que hasen los mafiosos con los testigos incómodos.
-¿Y qué es lo que hacen? –pregunta Sierra que conoce bien la respuesta, pero quiere averiguar hasta donde llega Macarena en su argumentación.
-Lo sabes igual que yo, los meten envueltos en hormigón en el subsuelo de un edifisio en construcsión y allí se acaba el problema.
-No le hagas caso, Jaime –interviene Pacheco-, los Hernández cuando se ponen en plan chulito tienden a desbarrar.
-Aquí los únicos chulitos sois vosotros. Los hombres mucho fanfarronear, mucho jactarse de lo machos que sois, pero a la hora de la verdad mostráis vuestro verdadero fuste: que estáis hechos de pasta de hojaldre, pura mantequilla, ea.
-Vamos a ver, Macarena. ¿Dónde están aquí los mafiosos? –pregunta Sierra-. Yo no veo ninguno. Seamos serios, Curro no ha cometido ningún crimen ni ha hecho una fechoría de tal calibre como para pensar en que la solución sea pasaportarlo.
-No habrá cometido ningún crimen como dises, pero puede amargaros la vida. Y a alguien que puede joderte lo más eficas es joderle tú antes. Esa es la única solusión al problema que representa Curro, darle matarile.
-¿Darle matarile? –inquiere un desconcertado Sierra mirando a Pacheco quien hace un gesto como diciendo: luego te lo explico.
   En el viaje de vuelta a Marina d´Or, Sierra no hace más que darle vueltas al argumento expuesto por Macarena. Al principio no se la tomó en serio hasta que se dio cuenta de que la mujer no hablaba en broma. “Menuda tiparraca está hecha la Macarena y parecía una mosquita muerta. Claro que en algo si lleva razón, si Curro por arte de birlibirloque desapareciera de un plumazo más de la mitad de nuestros problemas con la justicia también se esfumarían. ¡Ojú con las tías, de lo que son capaces!

PD.- Hasta el próximo viernes

viernes, 11 de mayo de 2018

Capítulo 13.- De la festa la vespra 52. Chi lo sa?


   El paréntesis que ha supuesto el infortunado incidente sufrido por Curro Salazar ha sido el detonante para que Carlos Espinosa vuelva a pensar en un hipotético plan B que pudiera llevar a cabo para desembarazarse del exsindicalista, pero no se le ocurre ninguno para ejecutarlo sin que le pillen con las manos en la masa. Aparca la idea y decide guardarla en la recámara. Hoy ha resuelto no ir al Club de Campo del Mediterráneo a jugar al golf, como es domingo supone que el campo estará hasta arriba de aficionados domingueros que dada su general impericia ralentizan mucho el juego. En su lugar opta por hacer turismo. El día anterior hizo una reserva para visitar las islas Columbretes que, como describe el folleto que se adjunta al billete, son un conjunto de cuatro grupos de islotes volcánicos situados a 30 millas al este del cabo de Orpesa y los únicos que hay en el litoral castellonense. Constituyen un paraje muy apreciado por los aficionados al submarinismo pues desde que en 1988 fue declarado Reserva Natural constituye uno de los espacios marítimos protegidos más importante de la Comunidad Valenciana y en el que destacan la transparencia de sus aguas, la belleza de sus fondos y la gran variedad de especies animales y vegetales que alberga.
   El viaje lo hacen en un catamarán, el Clavel, en el que se embarcan veintitantos pasajeros. Salen del puerto del Grao de Castellón sobre las ocho. La travesía dura algo más de dos horas y media. Sin descender del barco, costean los islotes de La Ferrera, La Foradada y el Carallot para finalmente echar anclas en la bahía de la Illa Grossa, antiguo cráter de un volcán y que, como les explica el guía, es la isla más grande aunque solo tenga menos de un kilómetro cuadrado. Desembarcan y, en una visita guiada por un experto ornitológico de la Generalitat valenciana, recorren la isla que solo cuenta con un faro en la cota más alta y en el otro extremo un cementerio donde fueron enterrados en su día fareros y familiares suyos fallecidos en la isla. El ornitólogo les cuenta que en el reino vegetal destacan en las islas dos plantas endémicas: la alfalfa arbórea y el mastuerzo de Columbretes y que en el animal lo más interesante es la presencia de gran número de aves marinas como la gaviota de Audouin, la pardela centenaria y el cormorán moñudo. Después de la breve y decepcionante excursión tienen tiempo para bañarse y hacer esnórkel en la bahía. Ven meros, nacras, langostas y llamativas gorgonias rojas. Tras volver a embarcar, hay un tiempo para comer lo que cada pasajero se haya traído pues en el barco solo sirven bebidas.
   En la travesía de ida, Espinosa ya se fijó en una pareja, sobre todo en la mujer que es sin lugar a dudas la pasajera más sexi que viaja en el catamarán. Entre ellos hablan en una especie de popurrí en el que mezclan italiano, español e inglés y al varón se le ha escapado alguna expresión en ruso. En un momento del diálogo entre la pareja una inflexión de la voz del varón enciende una alarma en su mente. “¿Dónde he oído esa voz?”, se pregunta el malagueño. Discretamente se pone al lado del dúo y aguza el oído. “Ese tono me resulta familiar, ¿pero dónde lo he oído?”, vuelve a preguntarse. Trata de recordar hasta que al fin descubre donde ha oído ese timbre vocal: es la misma voz o al menos muy parecida a la del tipo que le llama diariamente para preguntarle si cenan esa noche. “¿Es posible que este sea el fulano que me llama todos los días?”. Hace un recuento de los datos que tiene sobre el desconocido: es extranjero, tiene pinta de matón, y si está allí debe residir aunque sea temporalmente en la Costa de Azahar. “Vistas así las cosas cualquiera diría: verde y con asas”, se dice. Aunque aún no tiene la plena seguridad de que sea el mismo fulano del que sospecha que es el elegido por sus patrones para llevar a cabo un plan B decide cerciorarse. El picnic que se está realizando a bordo le da el pretexto necesario para trabar conversación con el dúo. En el hotel le han preparado una bolsa colmada de bocadillos y unas piezas de fruta. En cambio, parece que la pareja a la que no pierde vista no ha sido nada previsora y no lleva ni un triste tentempié, quizá por eso la mujer mira a hurtadillas como Espinosa va desenvolviendo el papel de aluminio en que están envueltos los emparedados para ver de qué son. El CEO malagueño aprovecha la oportunidad y dirigiéndose a sus dos compañeros de travesía les invita.
-Me haréis un favor si aceptáis alguno de estos bocadillos. En el hotel han debido creer que el mar me despertaría el apetito y se han pasado.
   La mujer, que parece haberle entendido, no se lo piensa y acepta encantada el bocata.
-Grazie tante.
-Prego –responde Espinosa que no habla italiano pero que hasta ahí llega.
-Parli italiano? –se interesa la transalpina con un coqueto aleteo de pestañas.
-Lamentablemente, no. Grazie, prego, arrivederci, ragazza, bambino, molto bene y complimenti son todo mi vocabulario. Ah, y buongiorno, buonasera y buonanotte, -y llegado ahí, Espinosa se pasa al inglés en el que se siente más cómodo-. But we can speak in english.
   A partir de ahí, la conversación se generaliza entre la pareja y el malagueño que  precavidamente se presenta como Roberto sin dar ningún dato personal más. El ruso, es lo que supone Espinosa, que ha dicho llamarse Pako también ha aceptado la invitación y el grupo, ahora convertido en trío, mantiene una animada charla durante la vuelta. Al principio, el malagueño ha sido cauto en sus expresiones, piensa que como a él le ha ocurrido el ruso también puede reconocer su timbre de voz, pero cuando lo medita se tranquiliza, es posible pero harto improbable que sea capaz de reconocer una voz que a la pregunta de si van a cenar hasta ahora solo ha respondido con un no.
   El catamarán arriba al puerto a media tarde. Espinosa, que cada momento que pasa está   más convencido de que el tal Pako es el mismo que le llama diariamente, les invita a tomar unas copas y el trío se aposenta en la terraza de una cafetería que tiene unas espléndidas vistas sobre la marina. Por alguna de las cosas que el supuesto ruso ha dicho durante la charla, Espinosa deduce que debe vivir en la Costa del Sol y que sus actividades se centren posiblemente en el ámbito de los clubes nocturnos tan abundantes allí. Por la corpulencia del eslavo que no le restan ni un ápice de elasticidad y rapidez de reflejos, Espinosa también induce que es hombre más de acción que de pensamiento. Cerca del ocaso y en un momento de la charla, Pako, que efectivamente no es otro que Grigol Pakelia, invita a Carlos a cenar con ellos. El malagueño contesta que sí, pero pone una condición: que sea él quien pague la cuenta. Y va más allá: les propone el lugar, el restaurante del Real Club Náutico de Castellón que tiene unas magníficas vistas sobre la dársena y una carta más que notable.
   Espinosa habla previamente con el maitre y encarga para la cena un menú por todo lo alto. Como entrante focaccia de vieira de cerdo a baja temperatura y puré de remolacha, acompañado de tinto Ribera del Duero Condado de Oriza. Como primer plato merluza con jugo verde de espárragos blancos, amontillada y crustáceos con crujiente de alcaparra. Un sorbete de mojito para desengrasar. Luego presa ibérica con salsa de Périgueux, frutos rojos y trinxat. De postre timbal de fresas con espuma especiada y granizado de mandarina acompañado de cava prima. Todo ello regado con los correspondientes vinos. La italiana, ahora ya sabe que se llama Alessia, tras el pescado apenas si ha probado un bocado más, pero Pako ha engullido todo lo que le han servido y ha trasegado cuantos caldos le han escanciado.
   Tras una cena tan copiosa, Espinosa ha conseguido en parte lo que pretendía: que al ruso se le soltara la lengua. Así se entera de que vive en Fuengirola, pero que viaja a menudo por el resto de la Costa del Sol para ayudar a controlar diversos clubes y locales de diversión y juegos. Que no es ruso sino georgiano, la patria del camarada Iósif Stalin, el hombre que plantó cara a los nazis en la II Guerra Mundial recuerda con orgullo. Lo que no llega a contar Pakelia es el motivo por el que está pasando unas vacaciones en Las Villas de Benicàssim. Pese a esa omisión, el relato del georgiano reafirma la creencia de Espinosa de que, casi con plena seguridad, se trata del hombre que le llama todos los días, aunque hoy no lo ha hecho, y en consecuencia quien está encargado de ejecutar un posible plan B relacionado con Curro Salazar. “Porque, ¿a santo de qué un tío que vive en la Costa del Sol se viene a pasar unas vacaciones a la Costa de Azahar? Eso posible lo es, pero es poco probable. ¿Y en qué puede consistir el plan que le han encargado? Visto como es y a qué se dedica solo puede tratarse de un proyecto en el que predomine la fuerza física y la falta de escrúpulos. ¿Una paliza, romperle los brazos, las piernas o algo más definitivo?”.
   Como en un acto reflejo, el parloteo de la italiana hace que Espinosa se plantee sus dudas con una expresión que usó Alessia durante la travesía de vuelta de las Columbretes y que no necesita traducción: Chi lo sa?

PD.- Hasta el próximo viernes