"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 28 de octubre de 2016

74. Buscando una “garganta profunda”



   Los policías que investigan el Caso Inca salen del centro donde opera el Departamento de Investigación Criminal III de la UCO con el rabo entre las piernas. El capitán Peña les ha dado una detallada información sobre el Caso Keko, una macrooperación, dirigida por la Guardia Civil, contra el tráfico ilegal de mercancías, de mano de obra y de blanqueo de capitales, pero de lo que realmente les interesa no les ha contado nada. Otra ocasión en la que la rivalidad entre los cuerpos de seguridad les gasta una mala pasada.
- ¡Estoy de los picoletos hasta los mismísimos huevos! – brama Bernal.
- Desde luego –  Blanchard le da la razón -, se ha mostrado poco colaborador. Me ha dado la impresión de que el robo le importa un pimiento. Como si la desaparición de parte del Tesoro Quimbaya fuera un asunto de otro país. Y que chulito es el fulano. Me ha recordado a los carabinieri italianos, la misma arrogancia y suficiencia. ¿Qué podemos hacer?
- No hay otra que seguir presionando a nuestros mandos para que le hagan llegar al Secretario de Estado que los del tricornio nos están hurtando una información que puede ser crucial para la resolución del caso – contesta Bernal.
   Atienza, que hasta el momento ha estado callado escuchando a sus compañeros y pensando, levanta la mano como si estuviera en un aula y pidiera permiso para preguntar al profesor.
- Acabo de acordarme de que hay una fuente que quizá pudiera darnos lo que los civiles nos niegan: la información sobre la presencia de los Corrochanos en el tiroteo del polígono y el motivo por el que arremetieron contra los orientales. Veréis…
   El inspector de Patrimonio cuenta a sus compañeros que mantiene amistad con uno de sus compañeros de promoción en la Escuela de Policía que trabaja en el Centro Nacional de Inteligencia. Al decir esto, Blanchard le interrumpe.
- No será el mismo tipo al que me enviaste cuando los atentados terroristas de París del pasado noviembre y que, por cierto, se portó conmigo de chapeau.
- Sí, señor, el mismo, Pérez Recarte. Como os iba diciendo, es buen amigo mío y tengo con él la suficiente confianza para preguntarle si en el Centro saben algo de la conexión chino-gitana. Naturalmente, será una fuente que nunca podremos sacar a la luz.
- ¿Tú crees que el CNI también se dedica a asuntos de la clase del robo del tesoro? – pregunta Blanchard.
- El Centro tiene un piano con muchas teclas y las toca todas – le contesta Atienza.
- Bueno, pues llámale. Y, por supuesto, puedes asegurarle que si se convierte en nuestra garganta profunda, nuestro silencio lo tiene garantizado – asegura Bernal.
- Hablando de gargantas profundas – dice Blanchard, al que la alusión al confidente que fue decisivo en el Caso Watergate parece que le ha avivado las neuronas -, aunque sabéis la opinión que tengo de los vieillards amigos del comisario Grandal, creo que otra fuente para saber algo más de los gitanos del tiroteo podría ser ese patriarca amigo de monsieur Ponte.
- ¿Qué estás proponiendo, Michel, que le pidamos a Grandal que presione a Manuel Ponte para conseguir nueva información de los García Reyes? – pregunta Atienza -. No me parece lo más indicado. Recuerda que la última entrevista que tuvimos con Ponte estuvo a punto de acabar como el rosario de la aurora.
   El inspector francés es incapaz de reprimirse, cada vez que escucha una frase hecha que desconoce el impulso de conocer su significado es superior a sus fuerzas. Y es lo que ocurre en momentos tan poco oportunos como éste.
- ¿Qué significa acabar como el rosario de la aurora?
   Atienza, que conoce bien la pasión que siente el franco-hispano por acrecer y actualizar su español que, por cierto, lo habla más impecablemente cada día y aunque el momento no es el más indicado, le contesta:
- Es una frase coloquial que se usa para referirse a un hecho o suceso que sabemos o presentimos que va a acabar mal. Otro día te cuento su origen, pero volvamos a tu propuesta. Creo que es una buena idea, el problema será como ponerla en práctica. Recuerda que en aquella reunión en la cafetería Van Gogh, tanto tú como Eusebio no estuvisteis demasiado diplomáticos con el viejo. Y si la memoria no me es infiel, creo recordar que al final del interrogatorio, nos conminó a que no volviéramos a preguntarle nada más sobre el Tío Josefo. Que si queríamos saber algo del patriarca que se lo preguntáramos nosotros. Ya me dirás como vamos ahora a pedirle que vuelva a retomar sus entrevistas con el gitano.
- Niego la mayor – objeta Bernal -. En ningún momento estuve grosero o impertinente durante el interrogatorio al que le sometí. En cambio, él sí que se puso chulito y hasta faltón en varios momentos de la conversación. Dicho esto, estoy de acuerdo con Michel. No perdemos nada en intentar que Grandal trate de convencer a su colega para que hable otra vez con el gitano. Y dado que es cierto que Ponte con quien se puso borde fue con Michel y conmigo, tú eres, Juan Carlos, el único que debería pedirle eso al comisario Grandal.
- ¡O sea, que quién tiene que comerse el marrón soy yo! – exclama Atienza, que lo dice más como un desahogo que otra cosa pues sabe que lo que ha dicho Bernal va a misa.
   Atienza tiene por tanto dos tareas por delante: una es hablar con Pérez Recarte a ver que puede sacarle, la otra es presionar a Grandal para que convenza a Ponte de que vuelva a hablar con el Tío Josefo. La primera misión va a ser fácil, si su amigo sabe algo se lo podrá contar o, en su caso, negarse si el deber de sigilo se lo impide; si no sabe nada, misión cumplida. La segunda tarea va a ser más problemática, primero tendrá que presionar al excomisario y puede ocurrir que éste tolere la presión o que le envíe a hacer puñetas. Y luego viene la segunda parte que se le antoja igual de compleja: que Grandal convenza a Ponte. Comienza por la parte más fácil.
- ¿Lupe? Soy Juan Carlos Atienza. Que tal, como estás. Yo, como siempre, unos días buenos y otros regulares. ¿Los malos? Esos no los cuantifico. ¿Qué eso me pasa porqué soy soltero? Oye, que los solteros también tenemos nuestros problemas, no todo es de color rosa. ¿Sabes lo que más le envidio a tu marido? Que además de tener una mujer guapísima y que vale un potosí, tiene un buen humor a prueba de bombas. Y hablando de maridos, ¿está por ahí el pelma del tuyo? Pásamelo.
   Atienza y Pérez Recarte quedan en tomar una copa y charlar. La conversación gira al principio sobre lugares comunes entre viejos amigos. Uno importante es el cotilleo sobre cómo les van las cosas a otros compañeros de la época de la Escuela de Ávila. Cubierto ese capítulo, el inspector de Patrimonio se sincera con el del CNI. Le cuenta los problemas que tienen con la Guardia Civil para que les facilite información sobre el cómo y el porqué de la participación del clan de los Corrochanos en el tiroteo del polígono.
- ¿Creéis que esos gitanos tienen algo que ver en lo del robo del tesoro? – inquiere Pérez en cuya voz se nota un deje de incredulidad.
- No estamos seguros ni mucho menos, pero para que te voy a decir otra cosa: estamos tan desesperados, tan ayunos de encontrar alguna pista viable que nos abrazamos a cualquier cosa que sobresalga aunque sea una micra por encima del horizonte. Así está el panorama – confiesa Atienza.
- Comprendo. Verás, JC – así es como apodaban a Atienza en la escuela de policía -. Algo sé, pero no todo te lo puedo contar. Me jugaría algo más que el bigote si lo hiciera. ¿Lo entiendes, verdad?
- Por supuesto, Quique. Y te agradezco de antemano de lo que puedas informarme, sea poco o mucho. Y sé que no necesitas que te lo diga, pero quiero hacerlo: en todo caso esta conversación jamás tuvo lugar.
   Pérez agradece con un gesto las palabras de su amigo. Lo que puede contarle es que hace tiempo, algo más de dos años, se fraguó una extraña alianza entre la empresa china del Cobo Calleja, que maneja los hilos del tráfico ilegal de mercancías y del blanqueo de capitales, y uno de los cárteles más agresivos que quedan actualmente en Colombia: el Clan de los Varelas, así denominado porque su fundador y líder natural se llama Carlos Antonio Varela, clan que es uno de los varios grupos formados tras la desaparición de los cárteles más poderosos como el de Medellín, el de Cali y el del Norte del Valle.
- … y creemos que el principal nexo que une a los Varelas  con los asiáticos es que estos se encargan de lavar las millonadas que los sudacas sacan de la droga. Y hasta ahí puedo llegar.
- Gracias, Quique. ¿Y los gitanos qué pintan en todo esto?
- Eso, JC, tendrás que averiguarlo tú solito.