Los policías que investigan el Caso Inca
salen del centro donde opera el Departamento de Investigación Criminal III de
la UCO con el rabo entre las piernas. El capitán Peña les ha dado una detallada
información sobre el Caso Keko, una macrooperación, dirigida por la Guardia
Civil, contra el tráfico ilegal de mercancías, de mano de obra y de blanqueo de
capitales, pero de lo que realmente les interesa no les ha contado nada. Otra
ocasión en la que la rivalidad entre los cuerpos de seguridad les gasta una
mala pasada.
- ¡Estoy de
los picoletos hasta los mismísimos huevos! – brama Bernal.
- Desde
luego – Blanchard le da la razón -, se
ha mostrado poco colaborador. Me ha dado la impresión de que el robo le importa
un pimiento. Como si la desaparición de parte del Tesoro Quimbaya fuera un
asunto de otro país. Y que chulito es el fulano. Me ha recordado a los
carabinieri italianos, la misma arrogancia y suficiencia. ¿Qué podemos hacer?
- No hay
otra que seguir presionando a nuestros mandos para que le hagan llegar al
Secretario de Estado que los del tricornio nos están hurtando una información
que puede ser crucial para la resolución del caso – contesta Bernal.
Atienza, que hasta el momento ha estado
callado escuchando a sus compañeros y pensando, levanta la mano como si
estuviera en un aula y pidiera permiso para preguntar al profesor.
- Acabo de
acordarme de que hay una fuente que quizá pudiera darnos lo que los civiles nos
niegan: la información sobre la presencia de los Corrochanos en el tiroteo del
polígono y el motivo por el que arremetieron contra los orientales. Veréis…
El inspector de Patrimonio cuenta a sus
compañeros que mantiene amistad con uno de sus compañeros de promoción en la
Escuela de Policía que trabaja en el Centro Nacional de Inteligencia. Al decir
esto, Blanchard le interrumpe.
- No será el
mismo tipo al que me enviaste cuando los atentados terroristas de París del
pasado noviembre y que, por cierto, se portó conmigo de chapeau.
- Sí, señor,
el mismo, Pérez Recarte. Como os iba diciendo, es buen amigo mío y tengo con él
la suficiente confianza para preguntarle si en el Centro saben algo de la
conexión chino-gitana. Naturalmente, será una fuente que nunca podremos sacar a
la luz.
- ¿Tú crees
que el CNI también se dedica a asuntos de la clase del robo del tesoro? –
pregunta Blanchard.
- El Centro
tiene un piano con muchas teclas y las toca todas – le contesta Atienza.
- Bueno,
pues llámale. Y, por supuesto, puedes asegurarle que si se convierte en nuestra
garganta profunda, nuestro silencio lo tiene garantizado – asegura Bernal.
- Hablando
de gargantas profundas – dice Blanchard, al que la alusión al confidente que
fue decisivo en el Caso Watergate parece que le ha avivado las neuronas -,
aunque sabéis la opinión que tengo de los vieillards
amigos del comisario Grandal, creo que otra fuente para saber algo más de los
gitanos del tiroteo podría ser ese patriarca amigo de monsieur Ponte.
- ¿Qué estás
proponiendo, Michel, que le pidamos a Grandal que presione a Manuel Ponte para
conseguir nueva información de los García Reyes? – pregunta Atienza -. No me
parece lo más indicado. Recuerda que la última entrevista que tuvimos con Ponte
estuvo a punto de acabar como el rosario de la aurora.
El inspector francés es incapaz de reprimirse,
cada vez que escucha una frase hecha que desconoce el impulso de conocer su
significado es superior a sus fuerzas. Y es lo que ocurre en momentos tan poco
oportunos como éste.
- ¿Qué significa
acabar como el rosario de la aurora?
Atienza, que conoce bien la pasión que
siente el franco-hispano por acrecer y actualizar su español que, por cierto,
lo habla más impecablemente cada día y aunque el momento no es el más indicado,
le contesta:
- Es una
frase coloquial que se usa para referirse a un hecho o suceso que sabemos o
presentimos que va a acabar mal. Otro día te cuento su origen, pero volvamos a
tu propuesta. Creo que es una buena idea, el problema será como ponerla en
práctica. Recuerda que en aquella reunión en la cafetería Van Gogh, tanto tú
como Eusebio no estuvisteis demasiado diplomáticos con el viejo. Y si la
memoria no me es infiel, creo recordar que al final del interrogatorio, nos
conminó a que no volviéramos a preguntarle nada más sobre el Tío Josefo. Que si
queríamos saber algo del patriarca que se lo preguntáramos nosotros. Ya me
dirás como vamos ahora a pedirle que vuelva a retomar sus entrevistas con el
gitano.
- Niego la
mayor – objeta Bernal -. En ningún momento estuve grosero o impertinente
durante el interrogatorio al que le sometí. En cambio, él sí que se puso
chulito y hasta faltón en varios momentos de la conversación. Dicho esto, estoy
de acuerdo con Michel. No perdemos nada en intentar que Grandal trate de
convencer a su colega para que hable otra vez con el gitano. Y dado que es
cierto que Ponte con quien se puso borde fue con Michel y conmigo, tú eres,
Juan Carlos, el único que debería pedirle eso al comisario Grandal.
- ¡O sea,
que quién tiene que comerse el marrón soy yo! – exclama Atienza, que lo dice
más como un desahogo que otra cosa pues sabe que lo que ha dicho Bernal va a
misa.
Atienza tiene por tanto dos tareas por
delante: una es hablar con Pérez Recarte a ver que puede sacarle, la otra es
presionar a Grandal para que convenza a Ponte de que vuelva a hablar con el Tío
Josefo. La primera misión va a ser fácil, si su amigo sabe algo se lo podrá
contar o, en su caso, negarse si el deber de sigilo se lo impide; si no sabe
nada, misión cumplida. La segunda tarea va a ser más problemática, primero
tendrá que presionar al excomisario y puede ocurrir que éste tolere la presión
o que le envíe a hacer puñetas. Y luego viene la segunda parte que se le antoja
igual de compleja: que Grandal convenza a Ponte. Comienza por la parte más
fácil.
-
¿Lupe? Soy Juan Carlos Atienza. Que tal, como estás. Yo, como siempre, unos
días buenos y otros regulares. ¿Los malos? Esos no los cuantifico. ¿Qué eso me
pasa porqué soy soltero? Oye, que los solteros también tenemos nuestros
problemas, no todo es de color rosa. ¿Sabes lo que más le envidio a tu marido?
Que además de tener una mujer guapísima y que vale un potosí, tiene un buen
humor a prueba de bombas. Y hablando de maridos, ¿está por ahí el pelma del
tuyo? Pásamelo.
Atienza
y Pérez Recarte quedan en tomar una copa y charlar. La conversación gira al
principio sobre lugares comunes entre viejos amigos. Uno importante es el
cotilleo sobre cómo les van las cosas a otros compañeros de la época de la
Escuela de Ávila. Cubierto ese capítulo, el inspector de Patrimonio se sincera
con el del CNI. Le cuenta los problemas que tienen con la Guardia Civil para
que les facilite información sobre el cómo y el porqué de la participación del
clan de los Corrochanos en el tiroteo del polígono.
-
¿Creéis que esos gitanos tienen algo que ver en lo del robo del tesoro? –
inquiere Pérez en cuya voz se nota un deje de incredulidad.
- No
estamos seguros ni mucho menos, pero para que te voy a decir otra cosa: estamos
tan desesperados, tan ayunos de encontrar alguna pista viable que nos abrazamos
a cualquier cosa que sobresalga aunque sea una micra por encima del horizonte.
Así está el panorama – confiesa Atienza.
-
Comprendo. Verás, JC – así es como apodaban a Atienza en la escuela de policía
-. Algo sé, pero no todo te lo puedo contar. Me jugaría algo más que el bigote
si lo hiciera. ¿Lo entiendes, verdad?
- Por
supuesto, Quique. Y te agradezco de antemano de lo que puedas informarme, sea
poco o mucho. Y sé que no necesitas que te lo diga, pero quiero hacerlo: en
todo caso esta conversación jamás tuvo lugar.
Pérez agradece con un gesto las palabras de
su amigo. Lo que puede contarle es que hace tiempo, algo más de dos años, se
fraguó una extraña alianza entre la empresa china del Cobo Calleja, que maneja
los hilos del tráfico ilegal de mercancías y del blanqueo de capitales, y uno
de los cárteles más agresivos que quedan actualmente en Colombia: el Clan de
los Varelas, así denominado porque su fundador y líder natural se llama Carlos
Antonio Varela, clan que es uno de los varios grupos formados tras la
desaparición de los cárteles más poderosos como el de Medellín, el de Cali y el
del Norte del Valle.
- … y
creemos que el principal nexo que une a los Varelas con los asiáticos es que estos se encargan de
lavar las millonadas que los sudacas sacan de la droga. Y hasta ahí puedo
llegar.
-
Gracias, Quique. ¿Y los gitanos qué pintan en todo esto?
-
Eso, JC, tendrás que averiguarlo tú solito.