El pasado día 12, los españoles celebramos
una triple conmemoración. El 12 es la Fiesta Nacional de España, también es la
festividad de la Virgen del Pilar, posiblemente la virgen con más
incondicionales dado que es la Patrona de España, y asimismo conmemoramos el
Descubrimiento de América por Cristóbal Colón al mando de tres naos fletadas
por la Corona española.
En
la historia de mi país no siempre se ha denominado al día 12 como en la
actualidad. Sí se celebraba la festividad de la Virgen del Pilar, pero las
otras conmemoraciones han cambiado de nombre. Antes de 1931 se le llamaba el
Día de la Raza por lo del descubrimiento y no existía la llamada Fiesta
Nacional que más bien era el 2 de mayo, cuando en dicha fecha de 1808 el pueblo
de Madrid se levantó contra la invasión napoleónica. Hecho que inmortalizó
Goya. En el 31, un pensador español, Ramiro de Maeztu, escribió un artículo que
se iniciaba así: 'El 12 de octubre, mal
titulado el Día de la Raza, deberá ser en lo sucesivo el Día de la Hispanidad'.
Y así se le denominó en adelante hasta 1987 cuando se prescinde de dicha
denominación. En la actualidad, cuando se llama a los descubridores genocidas
como poco, lo de conmemorar el Descubrimiento también ha caído en el olvido. En
el fondo todo es cuestión de palabras y a esas se las lleva el viento. En
cambio, los hechos ahí quedan.
Pues bien, en fecha tan señalada y hace
ochenta y cuatro años (84, lo pongo también en números para destacar lo
abultada de la cifra) mi madre me trajo al mundo. Gracias, padres, ¿qué hubiera
sido de mí sin vosotros? Cumplir esa pila de años te hace forzosamente reflexionar,
aunque sean reflexiones muy someras. Cuando nací, la II República Española
estaba viviendo sus últimos meses, ¿pero quién lo podía pensar en aquel 12 de
octubre de 1935? Nueve meses después de mi llegada al mundo, comenzaba la
trágica Guerra Civil española que fue el suceso que supuso un antes y un
después para millones de españoles. Entonces, yo era un bebé y no recuerdo nada
de aquellos tormentosos años, pero supongo que, en alguna medida marcaron lo
que sería mi futuro y el de los compatriotas de mi generación.
Sí recuerdo perfectamente los treinta y seis
años de la dictadura franquista porque en su contexto me hice un hombre. Algo
que digo sin vanagloriarme ni cubrirme de cenizas porque los que vivimos
aquella época en España no tuvimos otra opción que arar con esos bueyes. A
partir de 1975, fecha en que cumplí los cuarenta, viví la llamada Transición –hacia
la democracia- y luego el juego y la lucha por el poder de los distintos
partidos que ocuparon los gobiernos del país; básicamente dos: el Partido
Socialista Obrero Español y el Partido Popular. Voté a unos y a otros y al
final siempre tuve la sensación de que me había equivocado. La sigo teniendo.
Algo sí he averiguado, que no hay que fiarse ni de unos ni de otros, todos son
especialistas en prometer mucho y en no cumplir nada, lo que viendo la serie
italiana 1992 he descubierto que eso no ocurre solo en España. Como dice el
inabarcable refranero español: en todas partes cuecen habas.
Los 84 no me han aportado más sabiduría,
quizá a ser algo más tolerante con las faltas propias y ajenas y, sobre todo, dolencias
con las que he de convivir, y recuerdos en los que pensar; unos gratos, otros
amargos y supongo que la mayoría inocuos. A la postre, a eso se reduce cumplir
años.