En general los españoles, sobre todo los de
avanzada edad como el que esto escribe, no sacamos muy buena nota en cuanto a
nuestro comportamiento relativo a la convivencia pública. Dicho claro y
directo: nuestro civismo es, en muchas ocasiones, manifiestamente mejorable y
eso se ve palmariamente en el cumplimiento de las normas viarias. Sin ir más
lejos lo he observado en mi propia familia. Las generaciones, como la mía, de
los que fuimos niños antes, durante y después de la infausta Guerra Civil del
36-39 solemos cruzar las calles por donde nos parece sin pararnos a pensar que
para eso están los pasos de peatones. Me da cierta vergüenza contarlo, pero es
la verdad. En cambio las generaciones posteriores, como la de mis hijos
utilizan casi siempre los pasos cebra. Y mis nietos van más allá, no solo se
atienen a la normas de circulación peatonal sino que me regañan cuando trato de
cruzar una calle por donde no debo. Digamos que en eso las nuevas generaciones
son mucho mejor que las antiguas. Y como hay más españoles nuevos que viejos
supongo que el cumplimiento de las normas peatonales ha mejorado mucho con lo
que contradigo la primera opinión de este post. ¡Qué sería la vida sin
contradicciones!
Todo eso es aplicable durante casi todo el
año con una excepción: la época veraniega. Llevo muchos veranos observando a
algunos viandantes que nos visitan en el periodo estival y me he dado cuenta de
que gente que seguramente son unos perfectos cumplidores de las normas viarias
en sus respectivas ciudades cuando llegan a una localidad veraniega como
Torrenostra dejan de serlo. Ese grupo de irresponsables no respetan las señales
de tráfico o las respetan poco, por ejemplo: los semáforos en ámbar se los
saltan alegremente y hasta se atreven a cruzar la calle estando en rojo con el
subsiguiente peligro de que un conductor acelerado se los lleve por delante. Otros
cruzan las calles sin mirar a izquierda ni derecha y si un automovilista les
increpa por ello suelen contestar con malos modos como si la razón fuera de
ellos. Los hay, como he dicho, que no utilizan los pasos de peatones y cruzan
por donde les apetece. Y hasta están los que a veces andan por los viales y no
por las aceras como deberían. Todos ellos ponen su vida en peligro y la de otra
mucha gente.
¿Por qué lo hacen? Ya conocen mi tesis: esos
desinhibidos y descontrolados viandantes deben de formar parte de los que en
verano se creen inmortales.