Aunque ha dejado de sollozar, Chelo sigue
lloriqueando. Ponte, al ver que está a punto de acabar con los clínex, recuerda
haber visto apostado en un cruce de semáforos que hay frente a la cafetería a
un hombrecillo que vende paquetes de pañuelos.
- Perdona,
un momento. Voy a por más clínex.
Cuando vuelve con dos paquetes, Chelo parece
algo más calmada, pero sigue teniendo los ojos enrojecidos y una carita que es
todo un poema, aunque ha dejado de llorar. Ponte no le pregunta nada, le acerca
los pañuelos y la anima con el gesto y un amago de sonrisa, espera que sea la
mujer la que hable cuando esté preparada para ello.
- Se trata
de Jacin – dice Chelo con voz todavía entrecortada -. Creo que voy a perderlo,
si no lo he perdido ya.
Ponte sigue sin preguntar, solo pone cara de
perplejidad.
- Sí,
Manolo, lo voy a perder. Hay otra mujer en su vida.
- ¿Otra
mujer?, ¿te lo ha dicho? – pregunta un sorprendido Ponte.
- No, no
hace falta. Eso es algo que las mujeres notamos enseguida.
- Pero vamos
a ver, Chelo. ¿Estás hablando de hechos ciertos o de corazonadas?
- Mitad y
mitad. Decirme que me va a dejar, no me lo ha dicho, pero lo presiento. Desde
hace más o menos un mes ha cambiado, no es el de siempre. No está tan cariñoso
como solía, me regaña por cualquier cosa, se esconde para hablar por teléfono
y… hace tres lunes que no me folla. Súmalo todo y a ver que da.
- Me da que
son acciones intrascendentes y bastante normalitas. El que esté menos cariñoso,
que a veces te regañe o que cambie de lugar para hablar por teléfono no son
pruebas suficientes para deducir que tenga otra mujer. En cuanto a que hace
tres semanas que no te hace el amor – Lo de que ahora la gente se exprese con
tanta naturalidad sobre lo de follar es algo que a Ponte le cuesta asumir –
tampoco es tan raro. Jacinto ya no es un adolescente y a partir de cierta edad
la libido decae un montón. Por otra parte, casi todos los hombres somos
ciclotímicos, tenemos momentos depresivos y otros de euforia y supongo que
Jacinto no es una excepción.
- ¿Sí?, ¿y
qué me dices de los dos viajes que ha hecho a Zaragoza en el último mes?, ¿qué
se le ha perdido allí?
- ¿Ha estado
en Zaragoza?, eso no nos lo ha contado.
- Tampoco a mí. Me enteré cuando le registré la
chaqueta y encontré un billete de ida y vuelta para el Ave a Zaragoza.
- Bueno,
tendría algo que hacer en la ciudad maña – Ponte intenta quitar hierro al
comportamiento de Grandal -. ¿Tú se lo has preguntado?, me refiero a qué ha ido
a Zaragoza.
- Usé una
artimaña. Le conté que una amiga había coincidido con él en el tren y que le
vio apearse en Zaragoza. No me lo negó y añadió que tenía unos asuntos que
arreglar con unos primos sobre una antigua herencia. Para ser policía mintió
muy mal, se le notaba a la legua. Ni hay herencia, ni primos ni Cristo que los
fundó. Hay una mujer, seguro.
- Bueno,
Chelo, quizá conozca a alguien, pero lo cierto es que todos los lunes seguís
juntos, ¿no es así? Pues eso es lo que debe importarte, todo lo demás olvídalo,
no harás más que amargarte y no sacar nada en limpio. Mira, te voy a dar el
consejo que me pediste. Mientras no te diga a la cara y mirándote a los ojos
que tiene otra mujer o te pida que le devuelvas las llaves del piso, lo que
tienes que hacer es portarte con normalidad, como si no sospecharas nada. Creo
que era Cela el que dijo que el que resiste, gana. Eso es lo que tienes que
hacer: resistir, aguantar el tirón y ya verás cómo al final esto se convertirá
en un mal sueño y poco más.
- ¡Ay,
Manolo, ojalá se solucionara tan fácil como lo pintas!, pero sospecho que esta
vez no va a ser así. No es la primera vez que Jacin me engaña, antes ya ha
habido otras, pero han sido líos pasajeros, de los de aquí te pillo y aquí te
jodo, pero tengo el pálpito de que en esta ocasión no se trata de un ligue de
unas horas o de unos días. Esta vez, es distinto. No sé si sabrás que me ha
pedido muchas veces que deje el trabajo y que me vaya a vivir con él. Incluso
en una ocasión me dijo que si era necesario nos casaríamos para que yo pudiera
cobrar pensión en caso de que él falleciera antes. Bueno, pues de eso no ha
vuelto a decir ni pío desde hace tiempo.
- Chelo, no
sé qué más decirte. En mi opinión, tienes dos opciones: preguntarle
directamente si tiene otra mujer o hacerte la distraída y continuar como hasta
ahora. Lo que no debes hacer es atormentarte con sospechas y ataques de celos.
Eso no te lleva a ninguna parte. Los celos son un sentimiento horrible, te
hacen sufrir, te amargan la vida y de rechazo acabas amargando la vida a los
demás.
La mujer no parece muy convencida, pero le
agradece sus consejos y que la haya escuchado tan pacientemente. Le dice que ya
le llamará y se despide sin volver a sacar el tema del aprendizaje para navegar
por la red.
En tanto Chelo cuenta sus achares al bueno
de Ponte, los Sacapuntas reciben noticias sobre el sospechoso de haber
colaborado en el robo del Tesoro Quimbaya, el tal Adolfo Martínez. La agencia
de detectives Método 5, dejó de vigilarle tras sufrir la exigente presión de la
policía, pero el bufete de abogados de González-Arroyo y
Asociados, que era el que había encargado la vigilancia, se negó en
redondo a dar el nombre de su cliente y hasta amenazaron con querellarse contra
los coordinadores del Caso Inca. Ahora, el equipo de policías encargado de
seguirle los pasos a Martínez ha descubierto que unos detectives, miembros de
otra agencia distinta, vuelven a vigilar al sospechoso de Majadahonda, y lo que
es peor, no parecen muy profesionales. Con tantos moscones a su alrededor es
cuestión de poco tiempo, quizá días, que Martínez se dé cuenta de que es
vigilado. Y todo se irá al carajo.
En apresurado conciliábulo, Atienza, Bernal
y Blanchard acuerdan que la única salida que tienen para que esa pista, una de
las pocas que sigue viva, no se les escape de las manos es solicitar a la jueza
de instrucción que les dé un mandato pidiendo al madrileño bufete de González-Arroyo y Asociados que
revelen el nombre del cliente a cuenta del cual han encargado a la nueva
agencia de detectives que controle las correrías de Adolfo Martínez. La juez,
tras oír a los dos policías coordinadores del Caso Inca, se pone en modo
exquisito y les endilga una teórica de Derecho Procesal.
- El mandamiento judicial que me piden no puede ser automático, solo
puedo emitirlo de modo restrictivo; es decir, siempre que las pruebas o, al
menos, indicios de comisión de delito fueran suficientes para superar el
derecho a la confidencialidad de las relaciones abogado-cliente que, como
dispone el artículo 24 de la Constitución, forma parte del derecho fundamental
a la defensa. Para dictar el mandamiento, en un caso de conflicto de derechos,
sería necesario que los hechos para el que lo piden – reitera – atañesen a
derechos que se consideraran de rango superior. ¿Es este el caso? – pregunta
retóricamente.
- Y si me permite, ¿cuáles son los derechos de rango superior para que
su señoría dictara el mandato? – pregunta Bernal.
- Tendríamos que estar hablando de presuntos delitos que atañesen a la
defensa nacional, al orden público, a la probabilidad de atentados terroristas…,
pero estamos hablando de un atraco; cierto que hubo un homicidio, pero sigue
siendo un asalto a mano armada en el que los autores del delito utilizaron
armas de fuego, pero poco más.
- Señoría, con el debido respeto – Atienza ha decidido que es el
momento de lucir sus conocimientos legales -, considero que si bien el atraco a
mano armada es un delito que atenta esencialmente contra el patrimonio, también
supone un mayor riesgo para otros bienes jurídicos como la vida o la integridad
de las personas físicas.
- Bien dicho, inspector. Me alegra comprobar que, por lo que parece,
ahora en Ávila les enseñan a algo más que a pegar tiros o a presionar a los
testigos con medios dudosamente legales, pero sigo sin ver base jurídica para
obligar al bufete a que dé el nombre de su cliente. Estamos hablando del delito
de apropiación indebida, de un delito esencialmente económico, bien que con el
fatal añadido de una muerte, pero que no son hechos que puedan doblarle el
brazo al precitado artículo 24 de nuestra Carta Magna. En resumen, caballeros,
que me traen pruebas o al menos indicios racionales de que estamos ante un
presunto delito que afecta a derechos superiores o no me hagan perder el
tiempo. Que tengan una buena tarde.
Los Sacapuntas salen del
juzgado echando pestes de la instructora. Posteriormente, Atienza le cuenta a
Blanchard que la juez no es de carrera sino que pertenece a lo que se conoce
como el tercer turno. Le explica que el método ordinario de ingreso en la
Carrera Judicial es de oposición libre para la categoría de juez, más la
superación de un curso teórico y práctico. Lo que garantiza, al menos supuestamente,
la idoneidad y capacidad profesional de los seleccionados. Pero el primer
gobierno socialista legisló otra forma de ingreso: el acceso a la judicatura de
juristas de reconocido prestigio con las mismas garantías de selección objetiva
para asegurar la capacidad del elegido. No siempre fue así y, en ocasiones, los
jueces del tercer turno fueron elegidos más por sus simpatías políticas que por
su preparación.
- … y a veces esos jueces se pasan de rigoristas, como si quieran
lavar su pecado original, y terminan siendo más papistas que el papa.