"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 11 de noviembre de 2016

78. Chelo tiene un problema



   Aunque ha dejado de sollozar, Chelo sigue lloriqueando. Ponte, al ver que está a punto de acabar con los clínex, recuerda haber visto apostado en un cruce de semáforos que hay frente a la cafetería a un hombrecillo que vende paquetes de pañuelos.
- Perdona, un momento. Voy a por más clínex.
   Cuando vuelve con dos paquetes, Chelo parece algo más calmada, pero sigue teniendo los ojos enrojecidos y una carita que es todo un poema, aunque ha dejado de llorar. Ponte no le pregunta nada, le acerca los pañuelos y la anima con el gesto y un amago de sonrisa, espera que sea la mujer la que hable cuando esté preparada para ello.
- Se trata de Jacin – dice Chelo con voz todavía entrecortada -. Creo que voy a perderlo, si no lo he perdido ya.
   Ponte sigue sin preguntar, solo pone cara de perplejidad.
- Sí, Manolo, lo voy a perder. Hay otra mujer en su vida.
- ¿Otra mujer?, ¿te lo ha dicho? – pregunta un sorprendido Ponte.
- No, no hace falta. Eso es algo que las mujeres notamos enseguida.
- Pero vamos a ver, Chelo. ¿Estás hablando de hechos ciertos o de corazonadas?
- Mitad y mitad. Decirme que me va a dejar, no me lo ha dicho, pero lo presiento. Desde hace más o menos un mes ha cambiado, no es el de siempre. No está tan cariñoso como solía, me regaña por cualquier cosa, se esconde para hablar por teléfono y… hace tres lunes que no me folla. Súmalo todo y a ver que da.
- Me da que son acciones intrascendentes y bastante normalitas. El que esté menos cariñoso, que a veces te regañe o que cambie de lugar para hablar por teléfono no son pruebas suficientes para deducir que tenga otra mujer. En cuanto a que hace tres semanas que no te hace el amor – Lo de que ahora la gente se exprese con tanta naturalidad sobre lo de follar es algo que a Ponte le cuesta asumir – tampoco es tan raro. Jacinto ya no es un adolescente y a partir de cierta edad la libido decae un montón. Por otra parte, casi todos los hombres somos ciclotímicos, tenemos momentos depresivos y otros de euforia y supongo que Jacinto no es una excepción.
- ¿Sí?, ¿y qué me dices de los dos viajes que ha hecho a Zaragoza en el último mes?, ¿qué se le ha perdido allí?
- ¿Ha estado en Zaragoza?, eso no nos lo ha contado.
-  Tampoco a mí. Me enteré cuando le registré la chaqueta y encontré un billete de ida y vuelta para el Ave a Zaragoza.
- Bueno, tendría algo que hacer en la ciudad maña – Ponte intenta quitar hierro al comportamiento de Grandal -. ¿Tú se lo has preguntado?, me refiero a qué ha ido a Zaragoza.
- Usé una artimaña. Le conté que una amiga había coincidido con él en el tren y que le vio apearse en Zaragoza. No me lo negó y añadió que tenía unos asuntos que arreglar con unos primos sobre una antigua herencia. Para ser policía mintió muy mal, se le notaba a la legua. Ni hay herencia, ni primos ni Cristo que los fundó. Hay una mujer, seguro.
- Bueno, Chelo, quizá conozca a alguien, pero lo cierto es que todos los lunes seguís juntos, ¿no es así? Pues eso es lo que debe importarte, todo lo demás olvídalo, no harás más que amargarte y no sacar nada en limpio. Mira, te voy a dar el consejo que me pediste. Mientras no te diga a la cara y mirándote a los ojos que tiene otra mujer o te pida que le devuelvas las llaves del piso, lo que tienes que hacer es portarte con normalidad, como si no sospecharas nada. Creo que era Cela el que dijo que el que resiste, gana. Eso es lo que tienes que hacer: resistir, aguantar el tirón y ya verás cómo al final esto se convertirá en un mal sueño y poco más.
- ¡Ay, Manolo, ojalá se solucionara tan fácil como lo pintas!, pero sospecho que esta vez no va a ser así. No es la primera vez que Jacin me engaña, antes ya ha habido otras, pero han sido líos pasajeros, de los de aquí te pillo y aquí te jodo, pero tengo el pálpito de que en esta ocasión no se trata de un ligue de unas horas o de unos días. Esta vez, es distinto. No sé si sabrás que me ha pedido muchas veces que deje el trabajo y que me vaya a vivir con él. Incluso en una ocasión me dijo que si era necesario nos casaríamos para que yo pudiera cobrar pensión en caso de que él falleciera antes. Bueno, pues de eso no ha vuelto a decir ni pío desde hace tiempo.
- Chelo, no sé qué más decirte. En mi opinión, tienes dos opciones: preguntarle directamente si tiene otra mujer o hacerte la distraída y continuar como hasta ahora. Lo que no debes hacer es atormentarte con sospechas y ataques de celos. Eso no te lleva a ninguna parte. Los celos son un sentimiento horrible, te hacen sufrir, te amargan la vida y de rechazo acabas amargando la vida a los demás.
   La mujer no parece muy convencida, pero le agradece sus consejos y que la haya escuchado tan pacientemente. Le dice que ya le llamará y se despide sin volver a sacar el tema del aprendizaje para navegar por la red.
   En tanto Chelo cuenta sus achares al bueno de Ponte, los Sacapuntas reciben noticias sobre el sospechoso de haber colaborado en el robo del Tesoro Quimbaya, el tal Adolfo Martínez. La agencia de detectives Método 5, dejó de vigilarle tras sufrir la exigente presión de la policía, pero el bufete de abogados de González-Arroyo y Asociados, que era el que había encargado la vigilancia, se negó en redondo a dar el nombre de su cliente y hasta amenazaron con querellarse contra los coordinadores del Caso Inca. Ahora, el equipo de policías encargado de seguirle los pasos a Martínez ha descubierto que unos detectives, miembros de otra agencia distinta, vuelven a vigilar al sospechoso de Majadahonda, y lo que es peor, no parecen muy profesionales. Con tantos moscones a su alrededor es cuestión de poco tiempo, quizá días, que Martínez se dé cuenta de que es vigilado. Y todo se irá al carajo.
   En apresurado conciliábulo, Atienza, Bernal y Blanchard acuerdan que la única salida que tienen para que esa pista, una de las pocas que sigue viva, no se les escape de las manos es solicitar a la jueza de instrucción que les dé un mandato pidiendo al madrileño bufete de  González-Arroyo y Asociados que revelen el nombre del cliente a cuenta del cual han encargado a la nueva agencia de detectives que controle las correrías de Adolfo Martínez. La juez, tras oír a los dos policías coordinadores del Caso Inca, se pone en modo exquisito y les endilga una teórica de Derecho Procesal.
- El mandamiento judicial que me piden no puede ser automático, solo puedo emitirlo de modo restrictivo; es decir, siempre que las pruebas o, al menos, indicios de comisión de delito fueran suficientes para superar el derecho a la confidencialidad de las relaciones abogado-cliente que, como dispone el artículo 24 de la Constitución, forma parte del derecho fundamental a la defensa. Para dictar el mandamiento, en un caso de conflicto de derechos, sería necesario que los hechos para el que lo piden – reitera – atañesen a derechos que se consideraran de rango superior. ¿Es este el caso? – pregunta retóricamente.
- Y si me permite, ¿cuáles son los derechos de rango superior para que su señoría dictara el mandato? – pregunta Bernal.
- Tendríamos que estar hablando de presuntos delitos que atañesen a la defensa nacional, al orden público, a la probabilidad de atentados terroristas…, pero estamos hablando de un atraco; cierto que hubo un homicidio, pero sigue siendo un asalto a mano armada en el que los autores del delito utilizaron armas de fuego, pero poco más.
- Señoría, con el debido respeto – Atienza ha decidido que es el momento de lucir sus conocimientos legales -, considero que si bien el atraco a mano armada es un delito que atenta esencialmente contra el patrimonio, también supone un mayor riesgo para otros bienes jurídicos como la vida o la integridad de las personas físicas.
- Bien dicho, inspector. Me alegra comprobar que, por lo que parece, ahora en Ávila les enseñan a algo más que a pegar tiros o a presionar a los testigos con medios dudosamente legales, pero sigo sin ver base jurídica para obligar al bufete a que dé el nombre de su cliente. Estamos hablando del delito de apropiación indebida, de un delito esencialmente económico, bien que con el fatal añadido de una muerte, pero que no son hechos que puedan doblarle el brazo al precitado artículo 24 de nuestra Carta Magna. En resumen, caballeros, que me traen pruebas o al menos indicios racionales de que estamos ante un presunto delito que afecta a derechos superiores o no me hagan perder el tiempo. Que tengan una buena tarde.
   Los Sacapuntas salen del juzgado echando pestes de la instructora. Posteriormente, Atienza le cuenta a Blanchard que la juez no es de carrera sino que pertenece a lo que se conoce como el tercer turno. Le explica que el método ordinario de ingreso en la Carrera Judicial es de oposición libre para la categoría de juez, más la superación de un curso teórico y práctico. Lo que garantiza, al menos supuestamente, la idoneidad y capacidad profesional de los seleccionados. Pero el primer gobierno socialista legisló otra forma de ingreso: el acceso a la judicatura de juristas de reconocido prestigio con las mismas garantías de selección objetiva para asegurar la capacidad del elegido. No siempre fue así y, en ocasiones, los jueces del tercer turno fueron elegidos más por sus simpatías políticas que por su preparación.
- … y a veces esos jueces se pasan de rigoristas, como si quieran lavar su pecado original, y terminan siendo más papistas que el papa.