"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 21 de marzo de 2017

115. El camino más corto entre dos puntos no es siempre la línea recta



   Los inspectores del Caso Inca esperan a Grandal para que les cuente los resultados de su investigación sobre el sujeto cuyas huellas se han encontrado en Fuenlabrada y en el chalet donde estuvo secuestrada María Victoria. El excomisario les cuenta como uno de sus amigos reconoció al tipo de la foto que le habían facilitado y como el patrón de una frutería  confirmó que aquel sujeto había estado trabajando unas semanas en su establecimiento, ubicado cerca de donde vivía Obdulio Romero, presunto cómplice de los ladrones del Tesoro Quimbaya.
- Ese último dato es elocuente, comisario – afirma Bernal -. Porque un tío que curra de dependiente en una frutería sin tener idea de ello, que se despide a la francesa sin siquiera molestarse en cobrar su última semana, que le visitan unos amigos que conducen un BMW de alta gama y, lo que resulta más llamativo, que el fulano trabajaba en un sitio que está a menos de cien metros de donde vivía Obdulio Romero, presunto cómplice de los asaltantes del furgón blindado, y al que pasaportaron de mala manera. ¿A qué os suena todo esto?
   Atienza es quien responde:
- A que, posiblemente, estaba allí para poder vigilar lo que se decía en el barrio sobre las andanzas de Romero, especialmente en si gastaba más pasta de la que, lógicamente, debía de tener.
- Y que luego – añade Blanchard – aparece mezclado en el tiroteo del polígono de Fuenlabrada y en el secuestro de María Victoria. Todo eso no es casualidad. Ese sujeto, probablemente, pertenece a una banda que ha tomado parte en los dos incidentes anteriores y, también es muy posible, en el asesinato de Obdulio Romero. ¿Qué opina, comisario? – pregunta el galo dirigiéndose a Grandal.
- Que estoy al cien por cien de acuerdo con vuestras deducciones. Ese es el hilo que nos hacía falta para desenredar el ovillo del caso.
- Lo primero que hay que hacer es saber más del tal Efraím Gomes Restrepo – reclama Atienza - Vamos pedir a los compañeros de nuestra embajada en Bogotá que soliciten a la policía colombiana la ficha del tipo, que un fulano como ese es bastante posible que tenga un historial más largo que El Quijote. También podemos hacer idéntica petición a Interpol.
- Para el acelerador, majete, que ahí pinchamos en hueso – Bernal refrena el ardor de su compañero -. ¿Te has olvidado que oficialmente estamos en stand by? Lo que quiere decir que no podemos pedir la ficha de ese tipo por los conductos reglamentarios.
- El camino más corto entre dos puntos no es siempre la línea recta – sentencia Grandal.
- Comisario, a veces pareces la Sibila – ironiza Atienza -, pero como te voy conociendo deduzco que estás sugiriendo que utilicemos otros conductos que no sean los oficiales, ¿pero cuáles?
   Blanchard toma la palabra:
- Creo que tengo la solución. Un compañero de promoción y buen amigo mío está en la embajada de mi país en Bogotá. Puedo pedirle que contacte privadamente con algún amigo o conocido que tenga en la policía colombiana y que le pida los antecedentes del tal Efraím. ¿Estáis de acuerdo?
- ¿Qué si estamos de acuerdo? Si no fuera porque está presente el comisario, que es hombre chapado a la antigua y se escandalizaría, ahora mismo te daba un beso en la boca amigo Michel – afirma un sonriente Bernal.
   Y en eso quedan. Mientras tanto no queda otra que esperar.
   Al día siguiente, Grandal cuenta a sus jubilados amigos de lo que se habló en la reunión con los inspectores del Caso Inca y la principal resolución que se tomó: la de buscar, bajo mano, el historial del falso dependiente de la frutería de la Avenida del Manzanares.
- ¿Y no lo van a buscar aquí? – pregunta Álvarez -, lo digo porque tan seguro como que me llamo Luis que ese fulano está en Madrid.
- Oficialmente no pueden hacerlo. Tienen órdenes de sus jefes de no iniciar ninguna clase de investigación relativa al robo – recuerda Grandal.
- Es una lástima porque buscar a un colombiano en Madrid no debe ser tan difícil – precisa Ponte -. No creo que haya tantos como para que no se pueda localizar a un sujeto concreto.
- Dadme un minuto que pregunto a Cortana cuantos residentes colombianos hay en Madrid – dice Ballarín mientras saca su Smartphone.
   Solo necesita unos segundos para que el teléfono inteligente le ofrezca una respuesta:
- Según datos del INE en 2015 había censados algo más de ciento cuarenta y cinco mil colombianos residentes legales en España. Si a ellos les añadís, como poco, un veinte por ciento más que están de extranjis, nos situamos por encima de los ciento setenta y cinco mil – les informa Ballarín.
- ¿Y de esos cuántos en Madrid? – quiere saber Grandal.
- Ese dato no lo dice, tendría que mirar en la web del Ayuntamiento, pero funciona de pena.
- Ponle que un veinte por ciento de los que ha dicho Amadeo residan aquí, eso nos pone en unos treinta mil colombianos que viven en la capital. Tampoco son tantos – insiste Ponte.
- Yo sé que existen sitios en los que se reúnen habitualmente los sudamericanos. Todo sería buscar cuales son esos lugares y visitarlos, seguro que encontrábamos a alguien que le conocía aunque fuera de vista – sugiere Ballarín.
- Tengo entendido que hay una red de discotecas o cómo diablos se llamen ahora que están especializadas en música latinoamericana y a las que acuden montones de sudacas – informa a su vez Álvarez.
- Escuchad – dice Ballarín que sigue trasteando con su Smartphone -, acabo de encontrar un artículo en el ABC que se titula: Diez rincones madrileños para que Jame Rodríguez se sienta como en casa. Y añade que estos son los lugares más colombianos de la comunidad.
- ¿Y quién es ese James Rodríguez si se puede saber? – pregunta Ponte.
- Manolo, tu ignorancia futbolística raya en lo increíble. ¿De verdad no sabes quién es James? – inquiere Álvarez, acérrimo fan del Real Madrid, que ante la negativa de Ponte le explica –
James David Rodríguez Rubio es un futbolista colombiano que juega como mediocampista ofensivo en el Madrid y que también es internacional con la selección de Colombia, de la cual es capitán.
- Lo que iba diciendo – retoma la información Ballarín -. En la relación del ABC aparecen restaurantes, cafeterías, discotecas, tiendas de ropa…; en fin, lugares generalmente regentados por colombianos y que son visitados asiduamente por sus compatriotas. Sería fácil peguntar en esos sitios por el Efraím.
- Me tenéis alucinado, ¿vosotros sabéis lo que estáis proponiendo? – inquiere Grandal que se ha puesto serio -, ¿acaso estáis sugiriendo que los que nos pongamos a buscar al Efraím seamos nosotros ya que la policía no puede hacerlo?
- ¡Coño, y quien si no! – replica Álvarez.
- Vamos a ver si os lo explico otra vez y os enteráis. Hasta ahora, ¿a qué clase de gente hemos investigado? A los empleados del museo de los que sospechábamos que fueran cómplices de los ladrones y a unos gitanos, pero nunca nos hemos visto las caras con delincuentes habituales, ¡y qué delincuentes! Si el tal Efraím pertenece a una banda de narcos, como es más que posible, sabed que son de los malhechores más violentos y agresivos del mundo. De los que no se andan con medias tintas y se te llevan por delante por menos que canta un gallo. Dicho de otro modo, a ver si os enteráis de una puta vez, de investigar a Efraím nada de nada. Eso es jugar en la Champions League y a nosotros no nos querrían ni en un equipo de tercera regional.
- Hombre, Jacinto, tampoco es que tengamos que enfrentarnos directamente a ningún narco. Eso no es lo que habíamos pensado – se defiende Álvarez.
- ¿Qué es eso de que lo habíais pensado? ¿Es que ya habéis tratado esta cuestión a mis espaldas? – pregunta un mosqueado Grandal.
- A tus espaldas, no, pero como últimamente pasas más tiempo con los Sacapuntas que con nosotros algo sí habíamos comentado, porque de alguna cuestión hay que hablar, ¿o no? – explica Ballarín.
- ¿Y qué es lo que habéis pensado?, si se puede saber – inquiere Grandal que sigue con su mosqueo.
- Veras, Jacinto, y no te subas a la parra por favor – ruega Ponte -. De lo que hablamos fue que podíamos ir a visitar algunos de los sitios donde generalmente se reúnen los sudamericanos y más concretamente los colombianos. Y hacerlo como lo que somos, como un grupo de señores mayores que sienten curiosidad por conocer esos ambientes. Sin preguntar por nadie, sin aludir para nada al robo, sin enseñar ninguna foto, pero llevando bien grabada en la cabeza la jeta del tal Efraím, de manera que si lo veíamos ya lo tendríamos localizado. Después de eso lo dejaríamos en manos de tus amigos policías y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.
- No sé si sois unos genios o unos descerebrados – es lo único que se le ocurre a Grandal.