Los inspectores del Caso Inca esperan a Grandal
para que les cuente los resultados de su investigación sobre el sujeto cuyas
huellas se han encontrado en Fuenlabrada y en el chalet donde estuvo
secuestrada María Victoria. El excomisario les cuenta como uno de sus amigos
reconoció al tipo de la foto que le habían facilitado y como el patrón de una
frutería confirmó que aquel sujeto había
estado trabajando unas semanas en su establecimiento, ubicado cerca de donde
vivía Obdulio Romero, presunto cómplice de los ladrones del Tesoro Quimbaya.
- Ese último
dato es elocuente, comisario – afirma Bernal -. Porque un tío que curra de
dependiente en una frutería sin tener idea de ello, que se despide a la
francesa sin siquiera molestarse en cobrar su última semana, que le visitan
unos amigos que conducen un BMW de alta gama y, lo que resulta más llamativo,
que el fulano trabajaba en un sitio que está a menos de cien metros de donde
vivía Obdulio Romero, presunto cómplice de los asaltantes del furgón blindado,
y al que pasaportaron de mala manera. ¿A qué os suena todo esto?
Atienza es quien responde:
- A que,
posiblemente, estaba allí para poder vigilar lo que se decía en el barrio sobre
las andanzas de Romero, especialmente en si gastaba más pasta de la que,
lógicamente, debía de tener.
- Y que
luego – añade Blanchard – aparece mezclado en el tiroteo del polígono de
Fuenlabrada y en el secuestro de María Victoria. Todo eso no es casualidad. Ese
sujeto, probablemente, pertenece a una banda que ha tomado parte en los dos
incidentes anteriores y, también es muy posible, en el asesinato de Obdulio
Romero. ¿Qué opina, comisario? – pregunta el galo dirigiéndose a Grandal.
- Que estoy
al cien por cien de acuerdo con vuestras deducciones. Ese es el hilo que nos
hacía falta para desenredar el ovillo del caso.
- Lo primero
que hay que hacer es saber más del tal Efraím Gomes Restrepo – reclama Atienza
- Vamos pedir a los compañeros de nuestra embajada en Bogotá que soliciten a la
policía colombiana la ficha del tipo, que un fulano como ese es bastante
posible que tenga un historial más largo que El Quijote. También podemos hacer
idéntica petición a Interpol.
- Para el
acelerador, majete, que ahí pinchamos en hueso – Bernal refrena el ardor de su
compañero -. ¿Te has olvidado que oficialmente estamos en stand by? Lo que quiere decir que no podemos pedir la ficha de ese
tipo por los conductos reglamentarios.
- El camino
más corto entre dos puntos no es siempre la línea recta – sentencia Grandal.
- Comisario,
a veces pareces la Sibila – ironiza Atienza -, pero como te voy conociendo
deduzco que estás sugiriendo que utilicemos otros conductos que no sean los
oficiales, ¿pero cuáles?
Blanchard toma la palabra:
- Creo que
tengo la solución. Un compañero de promoción y buen amigo mío está en la
embajada de mi país en Bogotá. Puedo pedirle que contacte privadamente con
algún amigo o conocido que tenga en la policía colombiana y que le pida los
antecedentes del tal Efraím. ¿Estáis de acuerdo?
- ¿Qué si
estamos de acuerdo? Si no fuera porque está presente el comisario, que es
hombre chapado a la antigua y se escandalizaría, ahora mismo te daba un beso en
la boca amigo Michel – afirma un sonriente Bernal.
Y en eso quedan. Mientras tanto no queda
otra que esperar.
Al día siguiente, Grandal cuenta a sus jubilados
amigos de lo que se habló en la reunión con los inspectores del Caso Inca y la
principal resolución que se tomó: la de buscar, bajo mano, el historial del
falso dependiente de la frutería de la Avenida del Manzanares.
- ¿Y no lo
van a buscar aquí? – pregunta Álvarez -, lo digo porque tan seguro como que me
llamo Luis que ese fulano está en Madrid.
-
Oficialmente no pueden hacerlo. Tienen órdenes de sus jefes de no iniciar
ninguna clase de investigación relativa al robo – recuerda Grandal.
- Es una
lástima porque buscar a un colombiano en Madrid no debe ser tan difícil –
precisa Ponte -. No creo que haya tantos como para que no se pueda localizar a
un sujeto concreto.
- Dadme un
minuto que pregunto a Cortana cuantos residentes colombianos hay en Madrid –
dice Ballarín mientras saca su Smartphone.
Solo necesita unos segundos para que el
teléfono inteligente le ofrezca una respuesta:
- Según
datos del INE en 2015 había censados algo más de ciento cuarenta y cinco mil
colombianos residentes legales en España. Si a ellos les añadís, como poco, un
veinte por ciento más que están de extranjis, nos situamos por encima de los
ciento setenta y cinco mil – les informa Ballarín.
- ¿Y de esos
cuántos en Madrid? – quiere saber Grandal.
- Ese dato
no lo dice, tendría que mirar en la web del Ayuntamiento, pero funciona de
pena.
- Ponle que
un veinte por ciento de los que ha dicho Amadeo residan aquí, eso nos pone en
unos treinta mil colombianos que viven en la capital. Tampoco son tantos –
insiste Ponte.
- Yo sé que existen
sitios en los que se reúnen habitualmente los sudamericanos. Todo sería buscar
cuales son esos lugares y visitarlos, seguro que encontrábamos a alguien que le
conocía aunque fuera de vista – sugiere Ballarín.
- Tengo
entendido que hay una red de discotecas o cómo diablos se llamen ahora que
están especializadas en música latinoamericana y a las que acuden montones de
sudacas – informa a su vez Álvarez.
- Escuchad –
dice Ballarín que sigue trasteando con su Smartphone
-, acabo de encontrar un artículo en el ABC que se titula: Diez rincones madrileños para que Jame Rodríguez se sienta como en casa.
Y añade que estos son los lugares más colombianos de la comunidad.
- ¿Y quién
es ese James Rodríguez si se puede saber? – pregunta Ponte.
- Manolo, tu
ignorancia futbolística raya en lo increíble. ¿De verdad no sabes quién es
James? – inquiere Álvarez, acérrimo fan del Real Madrid, que ante la negativa
de Ponte le explica –
James David
Rodríguez Rubio es un futbolista colombiano que juega como mediocampista
ofensivo en el Madrid y que también es internacional con la selección de Colombia,
de la cual es capitán.
- Lo que iba
diciendo – retoma la información Ballarín -. En la relación del ABC aparecen
restaurantes, cafeterías, discotecas, tiendas de ropa…; en fin, lugares
generalmente regentados por colombianos y que son visitados asiduamente por sus
compatriotas. Sería fácil peguntar en esos sitios por el Efraím.
- Me tenéis
alucinado, ¿vosotros sabéis lo que estáis proponiendo? – inquiere Grandal que
se ha puesto serio -, ¿acaso estáis sugiriendo que los que nos pongamos a
buscar al Efraím seamos nosotros ya que la policía no puede hacerlo?
- ¡Coño, y
quien si no! – replica Álvarez.
- Vamos a
ver si os lo explico otra vez y os enteráis. Hasta ahora, ¿a qué clase de gente
hemos investigado? A los empleados del museo de los que sospechábamos que
fueran cómplices de los ladrones y a unos gitanos, pero nunca nos hemos visto
las caras con delincuentes habituales, ¡y qué delincuentes! Si el tal Efraím
pertenece a una banda de narcos, como es más que posible, sabed que son de los
malhechores más violentos y agresivos del mundo. De los que no se andan con
medias tintas y se te llevan por delante por menos que canta un gallo. Dicho de
otro modo, a ver si os enteráis de una puta vez, de investigar a Efraím nada de
nada. Eso es jugar en la Champions League y a nosotros no nos querrían ni en un
equipo de tercera regional.
- Hombre,
Jacinto, tampoco es que tengamos que enfrentarnos directamente a ningún narco.
Eso no es lo que habíamos pensado – se defiende Álvarez.
- ¿Qué es
eso de que lo habíais pensado? ¿Es que ya habéis tratado esta cuestión a mis
espaldas? – pregunta un mosqueado Grandal.
- A tus
espaldas, no, pero como últimamente pasas más tiempo con los Sacapuntas que con
nosotros algo sí habíamos comentado, porque de alguna cuestión hay que hablar,
¿o no? – explica Ballarín.
- ¿Y qué es
lo que habéis pensado?, si se puede saber – inquiere Grandal que sigue con su
mosqueo.
- Veras,
Jacinto, y no te subas a la parra por favor – ruega Ponte -. De lo que hablamos
fue que podíamos ir a visitar algunos de los sitios donde generalmente se
reúnen los sudamericanos y más concretamente los colombianos. Y hacerlo como lo
que somos, como un grupo de señores mayores que sienten curiosidad por conocer
esos ambientes. Sin preguntar por nadie, sin aludir para nada al robo, sin
enseñar ninguna foto, pero llevando bien grabada en la cabeza la jeta del tal
Efraím, de manera que si lo veíamos ya lo tendríamos localizado. Después de eso
lo dejaríamos en manos de tus amigos policías y a quien Dios se la dé, San
Pedro se la bendiga.
- No sé si
sois unos genios o unos descerebrados – es lo único que se le ocurre a Grandal.