"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 18 de enero de 2019

Capítulo 21. Comienza el baile judicial.- 87. Vuelve el cuarto hombre


   Jacinto Grandal piensa que como no acelere las investigaciones se va a terminar agosto sin que haya podido descubrir si hubo una o varias personas que participaron de algún modo en la muerte de Curro Salazar. Por eso opta por olvidarse de los límites que la normativa impone a la policía en la investigación de un supuesto hecho delictivo y decide jugar por libre. Al fin y al cabo él causó baja en el Cuerpo Nacional de Policía hace ya unos años. Habla con el sargento Bellido y le pide que le facilite los nombres de los nuevos testigos que van a declarar ante la instructora del caso Pradera. Aunque fue él quien solicitó su ayuda el suboficial se resiste, tiene miedo de que si trasciende que está pasando información del caso a un civil las consecuencias puedan ser nefastas para su carrera.
-Pero vamos a ver, Bellido, has de ser consecuente, si estoy investigando la muerte de Salazar es porque tú me lo pediste. ¿Quieres o no quieres descubrir si alguien intervino en ella? Dicho de otro modo, ¿quieres o no quieres ascender? Pues tú mismo.
   Con cierta renuencia, el sargento le facilita los nombres y la fecha en que declararán los tres testigos andaluces relacionados con las postreras horas de vida de Salazar. Son tres porque en el último momento la Juez Instructora también ha citado a declarar a Jaime Sierra, otro de los nombres facilitados por el hijo del fallecido. Una vez en su poder los datos de dichos declarantes, vista su edad y demás circunstancias, Grandal formula una hipótesis y un plan. La hipótesis es que dada la edad de los testigos es probable, aunque no seguro, que viajen desde Andalucía a Castellón en sus propios coches. En cuanto al plan consiste en fotografiarles sin que se aperciban para luego mostrar sus rostros a los empleados del hostal a ver si los reconocen. Lo primero que hace es llamar a un antiguo subordinado y buen amigo suyo destinado en la Jefatura Superior de Policía de la Comunidad Autónoma de Andalucía y le pide que le facilite las matrículas de los vehículos que están a nombre de Carlos Espinosa, Alfonso Pacheco y Jaime Sierra. No le dice para que lo quiere, le cuenta de modo vago que le está haciendo un favor a otro amigo de Madrid. El que fuera subordinado se hace de rogar, pero termina accediendo. Espinosa tiene hasta tres vehículos a su nombre, Grandal desecha automáticamente dos de ellos porque se tratan de un Mini y de un Bugui arenero. Se queda con el tercero: un BMV Serie 4 Cabrio. Pacheco cuenta con dos coches, solo marca uno de ellos con un asterisco, un Volvo V40 Cv Kinetic. En cuanto a Sierra únicamente posee un Opel Cabrio. Una vez en posesión de las matrículas de los vehículos se las da a Álvarez y a Ponte para que en su día y a través de ellos puedan localizar y luego fotografiar a los testigos. En esas están cuando alguien llama al timbre del apartamento del hijo de Álvarez donde están reunidos. Ante la sorpresa y la alegría del trío el visitante resulta ser Amadeo Ballarín, el cuarto hombre de las partidas en el Centro de Mayores de Moncloa.
-Amadeo, ¿pero no ibas a quedarte en Lérida hasta el final del verano? –pregunta Álvarez sorprendido al ver a Ballarín.
-Qué alegría, Amadeo, felices los ojos –se congratula Ponte.
-Amigo mío, llegas como caído del cielo. Vas a volver a hacer de fotógrafo espía como cuando el robo del Tesoro Quimbaya (*) –le anuncia Grandal.
   Ballarín les explica que su mujer se ha cansado de las continuas broncas entre él y su yerno y le ha dicho que por ella puede irse a pasar con sus amigos los últimos días que restan de agosto. El exferretero no se lo ha pensado, ha cogido su vetusto Renault y se ha plantado en Torrenostra.
-¡Ballarín ha vuelto, el cuarteto está al completo! –exclama alborozado Ponte al terminar su amigo el relato.
-Ya somos otra vez los cuatro de siempre. ¡Las partidas volverán a ser lo que eran! –se congratula Álvarez.
-Algo tendremos que hacer con Ramo, no es cuestión de dejarle a un lado –objeta Ponte y le cuenta a Ballarín quién es Pedro Ramo y como se ha unido a la cuadrilla.
-Tiene razón Manolo –secunda Grandal-. No podemos prescindir de Pedro, le necesitamos para que nos cuente todo lo que se rumorea en el pueblo sobre la muerte del pobre Salazar. Lo solucionaremos como hacíamos antes. Los cuatro que saquen la ficha más alta juegan ese día y el que haya sacado la más baja no juega al día siguiente. Y vamos rotando –propone Grandal.
   Álvarez no pone muy buena cara, pero los demás están de acuerdo por lo que no le queda más remedio que apechugar. A todo eso, llega al apartamento Ramo a quien presentan a Ballarín. Una vez completo el flamante equipo de ayudantes, Grandal comienza a repartir tareas. A Luis y a Manolo les pide que vayan al súper de Mercadona más cercano al hotel de El Grao donde se hospedó Carlos Espinosa. El objetivo es averiguar qué compró el día del fallecimiento de Salazar. Es un tiro a ciegas, pero no quiere dejar ningún fleco sin investigar. A Amadeo le deja en reserva hasta que le ponga al día del caso Pradera. A Pedro le encarga que hable con los taxistas del pueblo para que le informen sobre los servicios que realizaron el 15 de agosto y adónde llevaron a los pasajeros o de dónde los recogieron.
-Ah, Pedro –añade-. Quiero que también investigues como anda el noviazgo de Anca y Vicentín. Me da la impresión de que la muchacha no me ha contado todo lo que ocurrió durante el episodio del maletín y quizá la relación de la pareja sea una carta a jugar.
-Eso está hecho. Preguntaré a mi fuente más fiable, la Espardenyera. Por cierto, ahora que cito a la hija de la Maicalles tengo que contarte la última media noticia medio bulo que corre por el pueblo y que es, como decía un viejo amigo, como para mear y no echar gota. Lo que parece noticia, pues son varias las fuentes que coinciden en los mismos detalles, es que días antes de que muriera Salazar se vio a su hijo paseando con una Harley. Moto que, según cuentan, se la prestó un tipo de Castellón o, al menos, que procedía de allí. Las distintas versiones coinciden en que se vio hablando al fulano de la moto y al hijo de Salazar varias veces en el Hotel Miramar del pueblo. La parte del bulo es mucho más imaginativa: se cuenta que ambos, el hijo del muerto y el tipo de la Harley, son los que mataron a Salazar dándole de beber una especie de pócima que contenía un veneno de los que no dejan ningún rastro, y que fue el forastero el que le dio al chico el tóxico. Cómo verás, a imaginación es difícil ganarles a mis paisanos.
-En todas partes cuecen habas, Pedro. ¿Hay algún dato que verifique la parte noticiable de lo que acabas de contar? –quiere saber el excomisario.
-Lo de la Harley y lo de que se vieron más de una vez en el Hotel Miramar parece ser cierto. En cuanto al bulo ya puedes imaginar que no hay el más mínimo dato que lo confirme.
-¿Se sabe quién era el tipo de Castellón?
-No, pero si he oído decir que posiblemente el fulano no sea natural de la capital de la provincia porque los que le oyeron hablar dicen que hablaba un castellano propio de la gente del sur.
-¿Por qué no te acercas a ese hotel y tratas de averiguar algo más sobre el fulano de la Harley? Supongo que siendo del pueblo conocerás allí a gente.
-Conocía mucho a su antiguo propietario, el hombre que lo construyó, que era conocido por su apodo familiar, Randero. Ahora creo que lo lleva un hijo suyo a quien no conozco, pero de todas formas iré a ver que saco.
   Mientras Álvarez, Ponte y Ramo parten hacia los distintos cometidos que el jefe Grandal, así le llaman a sus espaldas, les ha encargado, este se queda poniendo al día a Ballarín de los entresijos del fallecimiento de Curro Salazar y la petición de ayuda que le ha hecho el comandante del puesto local de la Guardia Civil. Al  saber de qué va el caso, Ballarín le hace mil y una preguntas con tal entusiasmo que el excomisario tiene que calmar su fogosidad.
-Amadeo, tranquilo, no está demasiado claro si estamos ante una muerte natural o violenta, las dudas están sobre el tapete mientras no se realice la segunda autopsia que ha pedido la juez que lleva el caso y el análisis toxicológico esté terminado. Eso sí, nosotros tenemos un problema, el tiempo. Si no lo solucionamos antes del uno de septiembre podemos darnos por jodidos.
   Han discurrido algo más de dos horas cuando aparece Pedro Ramo más contento que un quinceañero con zapatillas nuevas. Sus averiguaciones en el Hotel Miramar no han descubierto nada nuevo, solo el dato de que el fulano de la Harley iba siempre hecho un brazo de mar y la constatación de que era andaluz, de alguna provincia costera posiblemente. Su contento viene de que su charla con los taxistas del pueblo sí ha sido provechosa. Uno de los conductores el día 15 hizo dos servicios en los que no hubo nada destacable. El otro conductor solo hizo un viaje con destino a Alcossebre, pero lo relevante es lo que contó a continuación: llevó a un pasajero hasta los Apartamentos Jeremías, que hablaba un andaluz cerrado, que tenía pinta de haber sido boxeador o luchador de lucha libre y que le dio la impresión de que estaba bastante alterado.
-Ah, el servicio lo realizó hacia las seis de la tarde –concluye ufano Ramo.
-Fenomenal, Pedro. Eres un excelente detective –le felicita Grandal.
-No es mérito mío, es del taxista que ha demostrado ser un fino observador.
-¿Y por casualidad, no sabrás cómo enterarnos de quién era ese tipo y qué hizo mientras estuvo en Alcossebre?, ¿conoces a alguien que trabaje en esos apartamentos?
-Por supuesto, el que construyó esos apartamentos fue un antiguo albañil llamado Jeremías que trabajó muchos años en Torreblanca y sigue habiendo gente del pueblo que curra allí. Como los que trabajan en la hostelería terminan tarde, dame unas horas para que hable con una sobrina mía que está allí de camarera y le preguntaré.
-De acuerdo. Si te enteras de algo relevante, llámame sea la hora que sea.

PD.- Hasta el próximo viernes. 
(*) “El robo del Tesoro Quimbaya” es una novela publicada en este blog.