"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 29 de diciembre de 2015

10.5. Antes pierde el viejo el diente que…



   En la pugna por ver quien se lleva el gato al agua en el asunto de cubrir las dos vacantes de guarda de campo que se han producido, cada uno de los poderes fácticos del pueblo juega sus mejores cartas. Si el párroco ha logrado la intervención del obispo de Segorbe, los Arbós maniobran en la Delegación de Sindicatos para que sus apadrinados sean los únicos aspirantes con serias posibilidades de ser elegidos, tanto Rodrigo como Leoncio les han prometido que las plazas serán para ellos y están dispuestos a gastar cuanta pólvora sea precisa para alzarse con el trofeo. El hecho de presidir la cooperativa y la hermandad proporciona a los Arbós una notable ventaja sobre los demás competidores. Gimeno es quien decide en el Ayuntamiento y en la jefatura local de Movimiento y cuenta con poderosos amigos en la capital, pero es consciente de que no juega en su campo, aun así está convencido de que puede conseguir que sus dos pupilos sean los ganadores de la lid. Cuando lo comenta con su mujer, Lola le convence de que colocar ambos no es la mejor solución.
- Puedo lograr que salgan los dos.
- Es posible, José Vicente, pero no estoy muy segura de que sea la mejor apuesta.
- ¿Dónde está el problema?
- El problema radica en que, generalmente, no es bueno dejar al rival sin nada que llevarse a la boca, salvo que decidas matarlo, metafóricamente hablando, claro. Todos sabemos que el clan, desde la desaparición de Benjamín, no tiene la misma fuerza que antes, pero si les pones entre la espada y la pared pueden decidir morir matando y en esa tesitura hasta el más pequeño rival se convierte en un peligro que puede ser letal.
- Entonces, ¿qué sugieres?
- Si estuviera en tu lugar negociaría con Rodrigo. Partiría la diferencia, un candidato para cada uno.
- Y con mosén Batiste, ¿qué hacemos? Porque mis fuentes aseguran que ha jugado fuerte con su candidato, parece que hasta ha metido al obispo de Segorbe en el fregado. Y una recomendación episcopal pesa mucho, como tú misma recordaste.
- Con el mosén no habrá problema. Ha llegado el momento de demostrarle lo que sabemos de sus trapicheos en la colecta para el mobiliario de la iglesia.
- Había olvidado que le tenemos pillado. Has hecho bien en recordármelo. Hablaré con él para que retire a su pupilo. 
- No creo que sea necesario que des le cara, envía a Marín.
- Pero, Lola, ¿crees que Fernando será capaz de convencer al cura?
- Si le enseña los papeles que te pasó Severino sobre las cuentas de la parroquia naturalmente que le convencerá. No lo dudes.
   Lola acierta. Pese a las acaloradas protestas de honradez del párroco, no debe de tener la conciencia muy tranquila porque termina retirando de la pugna a su recomendado. Ya es una contienda a dos: entre José Vicente y Rodrigo. Haciendo caso del consejo de su mujer, Gimeno trata de negociar con Arbós.
- Rodrigo, tenemos que hablar del concurso de los guardas de campo – hace tiempo que Gimeno dejó de tratarle de usted.
- Como quieras, José Vicente, pero hay poco que hablar de ese asunto. Es una cuestión de la Hermandad y quien va a tener la última palabra será mi sobrino Leoncio.
- Me parece que olvidas que el Ayuntamiento también tiene algo qué decir.
- Por descontado que os oiremos, pero una vez pasado ese trámite que, como sabes, es un mero paripé, será la Hermandad quien decida.
   Gimeno está contrariado, no esperaba encontrar a un Rodrigo prepotente y tan poco pactista. De todas maneras, insiste tratando de convencer a su oponente.
- Vamos a ver si nos ponemos en razón. Hay dos plazas, eso facilita las cosas. Te ofrezco una salida honorable para ambos, nos las partimos, una para cada uno.
- No hay nada que partir. La familia ya se comprometió y eso no tiene vuelta atrás.
- También yo comprometí mi palabra, pero lo mejor es enemigo de lo bueno y en esta situación no hay duda de que lo mejor es llegar a un acuerdo.
- Tendrá que ser en otra ocasión, José Vicente, en ésta no podemos aceptar. Las plazas serán para mis recomendados.
- Mira, Rodrigo, te pido que entres en razón. Yo también podría enrocarme, pero creo más inteligente no hacerlo y llegar a un acuerdo. No se te oculta que si presento batalla tengo muchas armas y puedo hacer daño, gane o no. Por tanto, antes de que una de las dos partes o ambas tengan que lamentarlo la más elemental prudencia aconseja no enfrentarse y pactar.
- Lo siento, José Vicente, pero esta vez no va a poder ser. Como te he dicho, nos hemos comprometido y está nuestro buen nombre en juego.
- ¿Es tu última palabra?
   Rodrigo asiente. Gimeno sale cabreado de la entrevista por la inmovilista posición de su rival. No le apetece nada enfrentarse a los Arbós ni tener que poner a prueba sus influencias en la capital, pero no le va a quedar otro remedio porque si no su crédito político va a quedar por los suelos.
- No ha habido manera de convencerle, Lola. Se ha cerrado en banda y no ha querido saber nada de ninguna clase de pacto.
- ¿Sabes?, tampoco me extraña tanto. Siempre creí que Rodrigo tenía poca cintura y acaba de demostrarlo. Eso no hubiese ocurrido con Benjamín, era mucho más inteligente y, por consiguiente, más flexible. Pero no hay mal que por bien no venga. Se nos presenta la ocasión de acabar de una vez por todas con el poder del clan. Has de conseguir, no solo derrotarles en lo de los guardas, que eso es lo de menos, sino borrarles del mapa político. Esta vez habrá que gastar todos los cartuchos de la canana.                                                                        
   Esa pelea entre bastidores ocurre en el pueblo mientras en el resto del país, en ese abril del cincuenta y cuatro, la noticia que está en la portada de toda la prensa es la llegada a Barcelona del carguero griego Semíramis, en el que regresan a España más de trescientos españoles que estuvieron enrolados en la División Azul y que fueron hechos prisioneros por los rusos. Han estado en gulags y cárceles hasta que gracias a la cooperación internacional y a los buenos oficios de la Cruz Roja el Gobierno de la URSS los ha liberado y han autorizado su repatriación. Su retorno se presenta como un éxito sin precedentes del Régimen y la emotividad de su llegada, registrada por las cámaras de noticiarios de medio mundo, reaviva en muchos los recuerdos de una guerra cuyas heridas siguen abiertas. Ballesta y Bonet, que siempre ponen en tela de juicio los éxitos gubernamentales, piden a Lapuerta que les cuente lo que dice la BBC sobre la llegada de los ex divisionarios. No les sorprende demasiado la respuesta del médico pues hace ya varias semanas que no les invita a su casa a escuchar la radio.
- La verdad es que hace algún tiempo que no la escucho. Solo sé lo que viene en los periódicos.
   El comportamiento del médico les tiene desconcertados, en especial a Celestino que es quien hace más años que le conoce.
- Hay que ver cómo ha cambiado este hombre.
- Si es que no parece el mismo – confirma Alfredo.
- Siempre le interesó la política y en cambio ahora todo parece importarle tres pepinos. Ni siquiera oye la BBC.
- Pues sin la radio inglesa no vamos a saber ni un pimiento de lo que está pasando porque tu galena cada vez se oye menos.
- Es que está muy viejita. Se fabricó en el treinta y seis o sea que tiene casi veinte años. Y al hilo de lo que comentábamos de don Manuel, no solo es que no escucha la radio, hay mucho más; según me ha contado el barbero en el ajedrez no da una a derechas, casi todos le ganan cuando era el número uno del pueblo. Dice que juega como sin fijarse, que hay que estar continuamente recordándole que le toca mover.
- ¿Qué cojones le puede pasar? – se pregunta Ballesta.
- Una de dos, o está enfermo o encoñado – afirma rotundo Bonet.
- No jodas. ¿Tú crees que aún se le levanta?
- Hombre, antes pierde el viejo el diente que la simiente.