"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 29 de enero de 2021

Libro II. Episodio 77. ¿Cuánto vamos a resistir?

 

   Tras debatir si Julia va a la cita con el Bisojo sola o acompañada por Pilar, resuelven  que irán ambas a hablar con el droguero, pero quien llevará la voz cantante será la maestra. El tío Elías no muestra ninguna extrañeza al ver a las mujeres. Conoce a la aragonesa y sabe que si está encariñada con la muchacha será con ella con la que tendrá que negociar. Quien le sorprende es Julia. Esperaba encontrarse a una jovencita con gafitas, carita de ratón de biblioteca y más bien encogida de ánimo. Y ante él hay una moza de buena talla, delgada, bonitas piernas, pecho pequeño pero firme, pero lo que más destaca en ella es su rostro, no puede decirse que sea una belleza pero su cara es de las que no se olvidan, más que por sus rasgos por la energía que desprende. Tiene frente despejada, nariz recta y un tanto afilada, labios finos, dientes blancos, barbilla que denota carácter y unos ojos de un marrón claro que brillan con una luz especial. En un instante de la conversación Julia esboza una sonrisa que ilumina su rostro, en ese momento el Bisojo se la imagina detrás del mostrador atendiendo a los clientes con su cautivadora sonrisa. Y toma la decisión: la quiere, no solo para que le lleve las cuentas, sino también para que haga revivir la tienda, algo que el cardo de Lupe no logrará jamás.

   Pilar nunca sabrá por qué, pero la negociación con el Bisojo resulta asombrosamente fácil. El viejo regatea un poco en la cuestión del salario, más por costumbre que por otra cosa, y acepta sin rechistar las condiciones que propone la maestra. Ambas mujeres salen de la tienda con la sensación de que han ganado una batalla que para Julia puede significar el comienzo de una nueva vida. Ahora le toca ganar otra pelea: la de convencer a su hermana y su cuñado de que la dejen trabajar. No cree que le pongan demasiadas trabas, salvo las consabidas protestas más por lo del qué dirán que otra cosa. La jovencita se equivoca. Luis pone el grito en el cielo al oír la propuesta del tío Elías.

   -¿Qué te vas a trabajar con ese viejo chivo? En jamás de los jamases. ¿Y has hablado con él a mis espaldas?, ¿pero tú quién te has creído que eres, mocosa? 

   Consuelo todavía se pone más rabiosa que su marido.

   -¿Qué quieres trabajar de dependienta? ¿Sabes lo que dirá la gente?, que te tratamos tan mal que has tenido que buscarte un trabajo fuera de casa. Ni hablar, no mientras vivas en mi casa y estés bajo mi tutela. ¡Una Manzano trabajando en una droguería!, ¿te imaginas cómo se pondrá madre cuando se lo cuente? Ni lo sueñes.

   Por mucho que razona Julia, que les haga ver que si ahora trabaja en la lechería, ¿por qué no va a poder hacerlo en la droguería?; por mucho que ruega, que suplica, la pareja no accede. Puesto que la joven sigue en sus trece, Consuelo la amenaza con enviarla de vuelta al pueblo, a lo que se opone su marido que no quiere perder la bicoca que tiene con la muchacha, que además trabaja gratis et amore. Ahí Julia ve abierto un portillo para romper la férrea negativa del matrimonio.

   -Trabajaré con el señor Elías, pero seguiré llevando las cuentas de la lechería y gratuitamente como hasta ahora. Tendré tiempo para ello.

   La oferta aminora el ímpetu negativo del lechero y lo de en jamás de los jamases pasa a ser un podríamos pensarlo.

   -No hay nada que pensar –rebate Consuelo-. Soy su hermana mayor y en ausencia de madre soy la responsable de Julia mientras sea menor de edad. Por tanto, ya puedes ir diciéndole al viejo chivo que se busque otra tonta que le lleve las cuentas.

   -Si no me dejáis trabajar, me volveré al pueblo –amenaza Julia que hace rato que se ha hartado de la cerrilidad de su hermana.

   -Vete a casa y verás cómo se las gasta madre cuando le cuentes tu despropósito.

   Julia, desolada, va en busca de doña Pilar para contarle lo que sucede. A la maestra el hecho no le causa mayor extrañeza. Es consciente de que para una familia acomodada el que una de sus hijas se emplee fuera del ámbito familiar se considera un baldón. Sabe que será difícil, por no decir imposible, superar esa anquilosada tradición. Pero a grandes males, grandes remedios, se dice. Y decide jugar la baza del todo o nada porque si alguien puede arreglar el desaguisado es la madre de la muchacha.

   -Julia, esto solo puede arreglarlo tu madre. Te aconsejo que vuelvas al pueblo y el próximo domingo iré a veros. Anúnciale a tu madre mi visita, pero no le cuentes nada de lo ocurrido, ya lo haré yo. Mientras, pórtate bien y procura complacerla en todo. Nos vendrá bien tenerla de cara.

   La primera reacción de la señora Soledad es la misma que la de Consuelo. Una Manzano no va a trabajar fuera de casa, ¡hasta ahí podríamos llegar!, ¡qué iba a decir la gente! Pilar echa mano de paciencia y astucia.

   -Al contrario, la gente pensará: mira si es lista la pequeña de la señora Soledad que va a trabajar de contable en uno de los comercios mejor considerados de Plasencia, y va a ser la primera mujer en toda Extremadura que consigue un puesto así. Y esto, no lo dude señora Soledad, a Julia le puede cambiar la vida e indirectamente también la suya –Su hijo le ha recomendado que repita lo de señora Soledad, pues sabe que a la Barrado le encanta el tratamiento.

   Soledad queda pensativa, nunca se ha visto en una semejante. Su instinto le lleva a negarse, pero se acuerda de su marido y se pregunta: ¿qué hubiera hecho el pobre Álvaro?

  -¿Y por qué le va a cambiar la vida? –pregunta, reticente.

   -Porque si trabaja y aprende a ganarse la vida, no dependerá de ningún hombre, podrá casarse con quien quiera y, si hiciere falta, ni siquiera necesitará dote –Pilar pulsa la tecla de la racanería de la Barrado.

   -Pero si le dejo que trabaje en la droguería, Consuelo me ha dicho que no la quiere en su casa. ¿Dónde vivirá?

   -Eso tiene fácil remedio, vivirá conmigo. Desde hace más de un año vivo sola y tengo habitaciones de sobra –y otra vez toca la tecla avarienta de Soledad-. Y no le cobraré nada, me sentiré bien pagada con que me haga compañía.

   -Pero qué dirá la gente.

   -No se preocupe por eso, señora Soledad. Cuanto más caso haces de lo que dicen los demás, menos caso hacen los demás de lo que tú dices. Y ha de saber que en Plasencia todo el mundo me conoce y saben de mi buena fama y honorabilidad. Si tiene alguna duda pregunte por mí al cabo de la Guardia Civil de aquí, me conoce hace tiempo y puede dar fe de quien soy.

   Soledad vuelve a quedar pensativa, duda. Por un lado le viene bien que Julia se quede con ella, así retomará el papel que desempeñó antes de irse a Plasencia, el de llevar la administración de las fincas y ganados de la familia. Sin embargo ahora existe un pero que no lo había antes. Si Julia se queda, Timoteo, el viudo que le está haciendo la corte, seguramente que volverá a poner sus ojos en la chiquilla y…

   -Bueno. La voy a dejar que trabaje y viva con usté, pero con una condición: que se ponga a bien con Consuelo. Es su hermana mayor y no me gusta na que mis hijos anden disgustaos los unos con los otros. Y hablando de ese trabajo en la droguería, ¿cuánto le van a pagar?

   -Cerca de treinta duros al mes.

   -¡Treinta duros! Algo podrás enviar pa tus hermanos, ¿no?

   Conseguida la autorización de la madre, ahora queda la papeleta de lograr el visto bueno de la hermana mayor. Algo que, como cree la maestra, puede resultar más complicado que haber obtenido el permiso materno.

   -No se preocupe, doña Pilar. Sé cómo lograrlo. A mi cuñado no le parecía mal que trabajara para el Bisojo siempre que siguiera llevándole la contabilidad. Voy a hablar con Luis y le pediré que convenza a Consuelo de que me deje vivir con usted y en compensación le llevaré las cuentas gratuitamente. Los números mensuales de la lechería los puedo hacer en un pispás. Luis no vende tanto como presume.

   -¿Y tu cuñado será capaz de convencer a Consuelo de que trabajes y vivas conmigo?

   -Ya lo creo. De novio parecía un corderito, pero desde que se casó es quien lleva los pantalones. Mi hermana tenía genio, pero unos guantazos a tiempo la amansaron. Si convenzo a Luis, que seguro que sí, Consuelo ni rechistará por mucho que la jorobe.

   Vaya con la mozuela, piensa Pilar, tan jovencita y que cuajo tiene. Julia no contó a su maestra el contenido de la conversación con su cuñado, pero si el resultado: Consuelo accede a que viva con doña Pilar y que trabaje para el Bisojo, al tiempo que seguirá llevando las cuentas y papeles de la lechería. La maestra arregla la habitación que fue de su hijo y que pasa a convertirse en el dormitorio de la joven. Cuando se lo refiere a Julio la operación ya está concluida.

   -¿Y por qué no me lo has contado antes? –se queja Julio.

   -Te lo estoy diciendo ahora. No me gusta vivir sola y Julia me hará compañía. Y además me ayudará en las tareas de la casa, es una muchacha muy dispuesta y siempre está presta a echarme una mano.

   -¿Y dices que va a trabajar para el Bisojo?, si esa tienda está muerta. Basta y sobra con Lupe, ¿y ahora va a contar con dos dependientas? No lo entiendo. No creo que el Bisojo saque como para pagar dos sueldos.

   -Bueno, más que despachar lo que va a hacer la muchacha será llevar la administración del negocio.

    Julia se ha puesto manos a la obra y lo primero que acomete es poner en orden la documentación de la droguería que es un auténtico caos. Le cuesta casi dos semanas ordenar los papeles de la tienda y otro tanto recomponer albaranes, facturas y vales. Después se mete con las existencias, le lleva casi otra semana efectuar el inventario de los artículos existentes, lo que depara un montón de sorpresas: hay productos cuya vigencia ha caducado, artículos que no se sabía que se tuvieran y algunos géneros en tanta cantidad que tardarán años en venderlos. Con todo eso pasan casi dos meses sin que la muchacha se asome al mostrador, y entretanto la clientela sigue menguando y las ventas bajando. La joven, que lleva los números al día, se angustia y no cesa de preguntarse: ¿cuánto vamos a resistir?

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 78. ¿Qué me he perdido?

viernes, 22 de enero de 2021

Libro II. Episodio 76. Entonces, ¿voy sola o me acompaña?

   Metidos de lleno en 1901 y unas semanas después de que Julia Manzano cumpla diecinueve años, una charla intrascendente entre su cuñado y el tío Bisojo cambia el rumbo de su vida. Luis Campos es uno de los placentinos que no ha cambiado de droguería, el motivo es obvio, no va a ir a la tienda de quien fuera novio de su esposa. Esta mañana se ha acercado a la vieja droguería a comprar un preparado para sus vacas.

   -Buenos días, tío Elías, ¿qué tal va el negocio?

   -Pa que te voy a engañar, Luis, de pena. Desde que ese judas de Carreño abrió su tienda, las ventas han caído en picao. Te lo cuento porque eres un buen cliente, pero no lo comentes por ahí. Y pensar que to lo que sabe ese hipócrita se lo enseñé yo. Cría cuervos y te sacarán los ojos.

   -Estoy de acuerdo con usted, ese mañego no es de fiar, es más falso que un duro sevillano. Pero debe ser un espabilao porque me han dicho que siempre tiene la tienda llena de gente.

   -Listo lo es, pero más falso que Judas ¡Así le parta un rayo! –Maldice el Bisojo que cambia de tema-. Ya que también eres comerciante y tenemos confianza, una pregunta: ¿tienes problemas con los del ayuntamiento por la contribución sobre las compraventas y cambios?

   -¿Se refiere a La Alcabala, no?

   -Sí y también, aunque sea indirectamente, a lo que nos toca del Repartimiento de la Contribución de Consumos. Es que Lupe -y baja la voz para que no le oiga la dependienta- es una buena vendedora, pero con las cuentas y el papeleo se hace la picha un lío. A mis años, y con lo achuchao que estoy, he de seguir ocupándome de albaranes, impuestos y facturas. Es lo que peor llevo, casi más que haber perdido media clientela.

   -Afortunadamente, yo eso lo tengo solucionao. Mi cuñadita Julia, la hermana chica de la Consuelo, estudió contabilidad con la maestra que le lleva las cuentas al Bronchales, y to lo referido a las contribuciones y cuentas lo borda. Desde que se lo encargué, ya no he tenido que preocuparme más de esos asuntos. Y encima, lo hace gratis. Una ganga, vamos.

   El Bisojo se ha quedado con la copla y tras meditarlo se le ocurre una idea: ¿y si tantea a la cuñadita de Campos para que le lleve las cuentas? En la ciudad no hay muchos que sepan hacerlo y los pocos que saben están saturados de trabajo. Si la jovencita le dice que no, se quedará como está. Si le dice que sí, puede que se enfade Luis, ¿pero qué puede perder?, ¿un cliente?,  ¿alguien que es más un conocido que un amigo? Encima la chica trabaja gratis para su cuñado, eso quiere decir que por poco que le pague le parecerá bien. ¿Pero cómo acercarse a ella sin que el de la lechería se entere? Idea un sencillo plan: ordena a Lupe que aborde a la joven cuando salga de paseo y le diga que quiere hablar con ella, pero que no se lo cuente a nadie. Le quiere hacer una propuesta que le gustará.

   A Julia, el mensaje del tío Elías le produce más curiosidad que otra cosa. ¿Qué puede querer de ella un viejo como el Bisojo? Pero lo que le perturba es la coletilla de que no se lo cuente a nadie, lo que hace que recele del aviso. Piensa que igual el Bisojo es un viejo verde y quiere hacerle proposiciones indecentes. Ha oído contar que algún viejo rijoso ha llegado a pagar mucho dinero por desflorar a una jovencita. Decide no acudir a la cita, pero la curiosidad la lleva a contárselo a su mentora para conocer su opinión.

   -Doña Pilar, tengo que contarle algo –y refiere a la maestra lo del mensaje del viejo droguero-. Lo que más me inquieta es que quiere que no se lo cuente a nadie, me temo que pueda ser una encerrona. ¿Qué me aconseja?, porque Dios sabe lo que puede proponerme ese viejo.

   -Desde luego…, déjame pensar –y tras unos minutos cavilando refiere a Julia lo que ha pensado -. Opino lo mismo que tú, si vas sola a la droguería puede prepararte una encerrona, aunque lo dudo pues el tío Elías está para pocos trotes, pero nunca se sabe… Hay otra opción, si te parece bien se me ocurre que, en tu lugar, sea yo quien vaya a hablar con él. Y en función de lo que diga valoraré si debes ir a verle o no. Conozco bien al tío Elías, hace años negocié con él y sé lo retorcido que puede llegar a ser, pero también sé cómo manejarlo. ¿Qué te parece?

   -Me parece una idea estupenda. Y, por supuesto, le doy las gracias. ¿Qué haría yo sin sus consejos?

   Julia se marcha a casa con sensaciones que no sabe cómo calificar. En su monótona existencia, el mensaje del tío Elías ha supuesto toda una novedad. Está más tranquila desde que doña Pilar ha tomado las riendas del asunto, pero no deja de preguntarse: ¿para qué querrá hablar conmigo el Bisojo si ni siquiera me conoce? ¿Querrá hacerme una proposición indecente?

  Pilar ha preferido visitar al Bisojo en su hogar en lugar de ir a la droguería.

   -Que sorpresa, doña Pilar, usted por aquí. Hace mucho que no la veía, pero no es raro, llevo una vida muy rutinaria, de casa a la tienda y de la tienda a casa. ¿Qué se le ofrece?

   La maestra no se anda con circunloquios y entra de lleno en el asunto que le lleva allí.

   -Verá, señor Elías, he estado dando clase durante seis años a Julia Manzano. Creo que sabe quién es, la cuñadita de Luis Campos. Y la muchacha me ha cogido un gran cariño que es correspondido. Por eso no le extrañará que me haya contado el recado que usted le ha hecho llegar por medio de su dependienta.

   -¿Y…? –el Bisojo, que no se esperaba a la mensajera, no quiere cogerse los dedos y no dice una palabra de más.

   -Julia no sabe para qué quiere hablar con ella, cuando ni siquiera la conoce. Pero lo que más la ha desconcertado es que le haya pedido que no se lo cuente a nadie. Por eso no se ha atrevido a visitarle, tenga en cuenta que solo tiene diecinueve años, hace poco que los cumplió. Por lo que me ha pedido que en su lugar venga yo. Solo tengo una pregunta que hacerle: ¿para qué quiere hablar con ella?

   El Bisojo, que sabe más por viejo que por diablo, está preguntándose que puede esconderse detrás del papel de mensajera de la maestra y malpiensa: éstas lo mismo han recelado que iba a proponer a la muchacha alguna sinvergonzonería, y ante ese pensamiento no puede menos que esbozar una irónica sonrisa. ¡Pues bueno estoy yo, como para andarme con jueguecitos sexuales! Deja pasar un lapso de tiempo, recreándose en la impaciencia de la aragonesa. Cuando ve que Pilar está a punto de volver a preguntar le cuenta su propósito.

   -Verá, doña Pilar. Lo de que la muchacha no se lo contara a nadie era más que na pa que su familia no se enterara y me pudiera chafar el plan que tengo pensao. Como esa muchacha lleva la administración de la lechería de su cuñao, pensé que a Luis no le gustaría que se la quite. Porque tengo intención de pedirle a esa jovencita que trabaje pa mí llevando las cuentas del negocio y que también despache si hace al caso. Según me he informao usted le enseñó cálculo y contabilidad y a mí me vendría al pelo una persona así. La empleada que tengo es buena en el mostrador, pero una calamidad con las cuentas. Ese es mi propósito y estoy dispuesto a pagarle un salario a convenir.

   Pilar no esperaba esa propuesta del tío Elías, por eso no venía preparada para dialogar sobre un posible empleo. Opta por ganar tiempo y juega la baza de la consulta.

   -Muy bien, señor Elías. En nombre de Julia le agradezco su propuesta, pero no puedo darle ninguna respuesta, tengo que consultarlo con ella y que decida si habla o no con usted. Tendrá noticias nuestras.

   Pilar llama a Julia y le cuenta la propuesta del Bisojo. La muchacha no sabe si reír o llorar. ¡Un trabajo!, le ofrecen un trabajo y no es uno cualquiera, nada menos que llevar la administración de uno de los comercios más conocidos de la ciudad. Y supone que le pagarán como es debido.

   -Entonces, doña Pilar, ¿qué hago, voy a hablar con el señor Elías?

   -Sí…, aunque estoy pensando que tendrás que negociar el salario y no tienes ninguna experiencia en eso.

   -Usted me ha dicho que el señor Elías no es mala persona. Supongo que me pagará lo que me merezca.

   -Sí, Elías no es mala gente, pero más agarrado que un chotis. Si no te haces de valer te pagará una miseria. Le conozco bien, tuve que negociar con él hace años la comisión y el salario de mi hijo y sé cómo se las gasta en ese terreno.   

   -Entonces, ¿por qué no hace una cosa?, ¿por qué no negocia usted el sueldo por mí?, ¿cuánto cree que debería pagarme?

   -Eso depende de varios factores. Del tiempo que tengas que dedicar al trabajo, de que además de llevarle las cuentas quiera que también trabajes tras el mostrador, de que puedas llevar la administración en tu casa o tengas que ir a la tienda…

   -¿Cuánto cree usted qué debería pedirle?

   -No lo sé, pero una buena referencia puede ser lo que ganan la mayoría de trabajadores. Los peones suelen ganar tres o cuatro pesetas diarias y los oficiales cinco o poco más. Tu trabajo como contable está dentro de este último grupo, por lo que como mínimo debería pagarte 120 pesetas mensuales, y negociando quizá algo más.

   -¡Ciento veinte pesetas! Consuelo me daba un duro al mes.

   -Ya que has citado a tu hermana..., si llegas a un acuerdo con el Bisojo, ¿cuándo piensas contárselo y también a su marido? Lo pregunto porque igual te ponen pegas.

   -La verdad es que no he pensado en ello. Ya me las arreglaré, pero lo primero es: ¿voy a ver al señor Elías? Y otra cosa, me gustaría que me acompañara usted. Va a ser mi primera entrevista de trabajo y no sé si sabré arreglármelas.

   Pilar queda pensativa. Entiende la inseguridad de la joven. Nunca se ha visto en una situación así y no deja de ser una muchacha aunque haya cumplido los diecinueve.

   -Pienso que si te acompaño parecerá que no tienes confianza en ti misma y darás una imagen de persona insegura, lo que no es la mejor tarjeta de visita cuando se opta a un trabajo como el que te propone el tío Elías. Por otra parte, ese viejo zorro te puede liar fácilmente a la hora de negociar tu salario porque tiene más conchas que un galápago.

   -Entonces, ¿voy sola o me acompaña?

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 77. ¿Cuánto vamos a resistir?

 

viernes, 15 de enero de 2021

Libro II. Episodio 75. ¿Será posible un cambio de rumbo?

Julia está desencantada de su vida en el pueblo. Creía que reencontrarse con sus amigas de la niñez y sortear las tentativas de los mozos de tontear con ella le resultaría divertido, pero ha comprobado que no es así. Las amigas, con las que tanto se divertía de chiquilla ahora le aburren, solo hablan de lo atrevido que es este o aquel mozo y del buen partido que es fulanito o menganito. En cuanto a los mozos, la mayoría le parecen unos brutos que solo intentan llevársela a las eras y que lo que más valoran de ella es la herencia que algún día recibirá. No saben hablar más que de fanegas, mujeres, corrías y guarros. En cuanto a su propia familia, la ha convertido en la contable de la hacienda familiar y por el momento su madre ni siquiera se molesta en buscarle un pretendiente de una familia de posibles.

   La que sí cree tener un galanteador es la señora Soledad. Hay un viudo, de más los ricos del pueblo, que la corteja y la matriarca se hace ilusiones de que la convierta en su esposa. Tras la primera ocasión en la que el viudo ha compartido mesa y mantel con la familia Manzano, Julia descubre que el supuesto pretendiente de su madre puede ser la excusa que anda buscando para abandonar la casa familiar.

   -Madre, como el próximo domingo vuelva a invitar al tío Timoteo la voy a montar parda. Es un viejo baboso que me desnuda con la mirada y no estoy dispuesta a tolerarlo.

   -Eres una descará, Julina, una descará y una mal hablá. Timoteo no es viejo ni baboso. Y no te hagas ilusiones, criatura, si a alguien mira embelesado es a mí.

   -¿A usted?, haga una cosa, el domingo invítele y no le pierda de vista, verá a quién el viejo verde no le quita el ojo de encima.

   El domingo la señora Soledad, comprueba desolada que el viudo está más atento al escote de su hija que a sus marchitos encantos. En ese momento, cegada por el despecho, toma la decisión: dejará que Julia se vaya a Plasencia.

   A principios de 1900, Julia recibe el permiso materno para volver a Plasencia, donde vivirá en casa de su hermana Consuelo. La jovencita, que pronto cumplirá los dieciocho, abandona el caserón familiar con una sensación de alivio. De niña fue feliz en el pueblo, pero a medida que se iba formando bajo la guía de doña Pilar sus intereses y expectativas tomaron un rumbo muy distinto. Ahora anhela otros horizontes y una vida muy diferente a la que está condenada a vivir en el pueblo en muchos aspectos: amistades, ocupaciones, divertimentos, esperanzas y hasta en cuestiones materiales. A pesar de que su familia es considerada rica en el ámbito local, en su casa, como en las del resto del pueblo, no hay agua corriente ni lavabos para la higiene personal, las deposiciones se hacen en la cuadra y lo de bañarse es inimaginable. No es que la casa de su hermana tenga muchos adelantos, pero está algo mejor equipada que la de su familia. Julia vuelve a Plasencia sin tener una idea muy clara de lo que va a hacer, lo único para ella incuestionable es que no piensa limitarse a ser la criada de su hermana, porque para eso se habría quedado en el pueblo. Quiere ser independiente en la medida de lo posible y para ello sabe que tendrá que ganarse la vida. De momento, Consuelo la pone a trabajar en la lechería que tienen, aunque lo de vender leche no es a lo que aspira la muchacha.

   -Trabajarás conmigo en la tienda y lo que tendría que pagarte es lo que vamos a gastar en tu alojamiento y manutención. Y para que veas que tu hermana no es una roñosa te voy a dar un duro al mes para tus caprichos –le explica Consuelo.

   La jovencita sabe que en su situación no le queda más remedio que aceptar lo que le dé su hermana, pero para su coleto se dice que tendrá que moverse para revertir la coyuntura. En cuanto puede, va a ver a su maestra que la acoge como si fuera la hija pródiga que vuelve al hogar. Pilar se encariñó con la muchacha desde el primer día que la tuvo de alumna y con el discurrir de los años ese cariño no ha hecho más que crecer y enraizarse.

   -Me parece bien tu intención de ganarte la vida, está en consonancia con lo que siempre te enseñe: que la mujer debe ser independiente y para ello ha de trabajar. Una cosa es que la mujer se case y otra muy diferente es que tenga que depender de su marido para vivir.

   -Lo que me enseñó lo tengo bien grabado, doña Pilar, y es lo que pienso hacer en cuanto pueda encontrar un trabajo decente. De momento me tendré que conformar con ayudar a Consuelo.

   -Voy a preguntar por ahí, a ver si encuentro algo que te venga bien para empezar.

   Consuelo le ha comprado a Julia un delantal blanco para trabajar en la lechería, aunque de momento lo único que hace son recados y encargarse de la limpieza. Una tarde que el matrimonio Campos-Barrado discute sobre ingresos da pie a la muchacha para sacar a relucir sus conocimientos mercantiles, muy superiores a los de su hermana y cuñado.

   -Hay que diferenciar lo que son ingresos brutos de los netos. El ingreso bruto es la cifra de facturación sin deducir descuentos ni impuestos sobre las ventas ni otros gastos. Los ingresos netos son la cantidad total de beneficios, una vez deducidos todos los gastos, incluidos los impuestos, créditos y deducciones.

   -¡Coño, Julina!, ¿dónde has aprendido tanto sobre cuentas? –se sorprende su cuñado.

   -Ha sido lo que ha estado estudiando los dos últimos años con doña Pilar Lahoz –le explica su esposa.

   -Entonces, sabrás llevar bien una contabilidad, ¿no? Pues, cuñadita, acabas de encontrar otro trabajo. A partir de hoy vas a llevar las cuentas de la lechería. Olvídate del delantal, deja el mostrador y vente conmigo que te doy los libros y el papeleo del negocio.

   A Consuelo no le hace ni pizca de gracia que Julia lleve la contabilidad, pero no se atreve a enfrentarse a su marido. Desde que se casaron, Luis dejó bien claro que en el negocio quien manda es él. Una vez transcurrido el primer mes desde que tomó las riendas de la administración, Julia pregunta a su cuñado cuanto va a pagarle.

   -¿Qué cuánto voy a pagarte? Te recuerdo que te alojamos y mantenemos sin pedirte una perra chica. ¿Y encima quieres cobrar?

   -Pero Luis, tengo que comprarme ropa, zapatos, libros, alguna chuchería…

   -Cuando necesites algo, háblalo con tu hermana y ella te lo comprará.

   Y así termina el asunto de la soldada. Julia piensa que, como suele decirse, ha salido de Málaga para entrar en Malagón. Ahora, por no tener, ni siquiera tiene seguro el duro mensual que antes le daba Consuelo. Vuelve a referirle lo que le pasa a su maestra y le reitera la necesidad de encontrar un trabajo en el que le paguen como es debido.

   -Volveré a buscar, Julia, pero los trabajos que no sean físicos, a desempeñar por una mujer joven, son escasos y están muy solicitados. Algo encontraré, pero debes tener paciencia –reitera doña Pilar.

   El año va transcurriendo y Julia sigue como estaba, manejando las cuentas de la lechería de su cuñado. Lleva una vida más bien aburrida, lo más divertido que hace es que algunos días pasea al atardecer, con la pandilla de amigas de cuando estudiaba, deambulando por la Plaza Mayor y las calles aledañas: Zapaterías, Los Quesos, Vidrieras… En esos paseos es habitual que los mozos las requiebren y, si la ocasión se pone a tiro, las aborden. Los domingos los callejeos son dobles, uno tras la misa de doce hasta el almuerzo, y otro al atardecer hasta la hora de la cena. Julia no es la que más galanteadores tiene, pero tampoco pasa desapercibida para los chicos, tiene un algo que los atrae como moscones.

   Mil novecientos va desgranando los meses y a Julio cada vez le ruedan mejor los negocios. La tienda factura cada día más y el negocio de la venta ambulante que ha puesto en marcha con su amigo Argimiro, y ahora también empleado, está dando aceptables réditos. Con los negocios al alza, el mañego se está aburguesando y para conservar ese estatus procura hacer más vida social y la frecuente visita al casino es uno de sus referentes. Si para el mañego el año está siendo excelente, al menos en el campo de los negocios, no puede decirse lo mismo en el ámbito amoroso, aunque sigue con sus amoríos pasajeros. Ahora tiene otra aventura extramatrimonial, una casada con un terrateniente sexagenario que le lleva a su esposa casi treinta años. Su madre sospecha que la querencia de su hijo a enredarse con casadas tiene una causa y así lo comenta con su mejor amiga.

   -Para mí, Etelvina, que el chico ponga sus ojos en mujeres casadas obedece a un motivo: creo que no ha terminado de reponerse de su ruptura con Consuelo. De ahí que no se empareje con chicas solteras que sería lo normal.

   -Pues edad ya tiene para ello. A este paso te va a pasar como a mí, no vas a tener nietos. ¿Y no te comenta nada?

   -De sus amoríos no hablamos, es un tema tabú.

   Doña Pilar sigue con sus clases de primaria, pero sí ha abandonado la preparación de bachilleres, era demasiado trabajo y dejó atrás la cincuentena. Sí que continúa llevando las cuentas del Bronchales porque es con lo que más gana. Lo que no lleva bien es que hasta ahora ha fracasado en su empeño de encontrar un trabajo adecuado para su alumna predilecta; por mucho que ha preguntado y ha movido todos los hilos posibles, lo único que le han ofrecido para Julia son trabajos de escasa entidad y ningún futuro. Y por mucho que le repite una y otra vez a la muchacha que tenga paciencia, que la ocasión terminará surgiendo, la jovencita se está cansando de aguardar un empleo que la saque de la lechería donde su hermana le exige cada vez más. Julia, que además de llevar las cuentas ahora también atiende el mostrador, se está revelando como una buena vendedora: cordial, educada y atenta con las clientas, pero es que, como cuenta a doña Pilar, para vender leche no hay que ser ninguna lumbrera. Hasta que meses después de cumplir los dieciocho, y cuando está en un tris de abandonar toda esperanza, una charla intrascendente entre su cuñado y el Bisojo puede cambiar el sentido de su vida. ¿Será posible un cambio de rumbo?

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 76. Entonces, ¿voy sola o me acompaña?