"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 21 de febrero de 2017

107. Llama un tal señor Vieques




   La pregunta de Ponte de quien va a cerrar el círculo de interrogantes sobre la ecuación: cubanos, guerrilleros, narcotraficantes en relación al robo del Tesoro Quimbaya, genera unos instantes de pausa en el análisis que está llevando a cabo el cuarteto. Mientras eso ocurre, Ballarín está trasteando en su Smartphone de última generación. Cuando encuentra lo que al parecer anda buscando se lo comenta a sus amigos:
- Un nuevo dato que añadir a lo que estamos analizando. Os leo esta información relativa a las conversaciones de La Habana y que es de hace unos años: “El embajador de España En Bogotá, Ramón Gandarias, dijo que la Unión Europea estudia crear un fondo fiduciario para ayudar a Colombia a financiar el posconflicto. «Incluso, hay dos países europeos no miembros de la UE que ya han manifestado su disposición a participar, Suiza y Noruega». O sea – concluye Ballarín – que nuestro gobierno es de los que apostó desde el primer momento porque las conversaciones siguieran adelante.
- ¿De que año son esas manifestaciones? – pregunta Álvarez.
- No lo pone, pero debieron ser hechas al poco de ser nombrado Santos presidente de Colombia.
- Eso supone que, como has dicho, España estuvo desde el principio a favor de las conversaciones de La Habana – deduce Álvarez -. Si ello es así, ¿a santo de qué vienen ahora los cubanos prometiendo el oro y el moro si nuestro gobierno apoya un acuerdo entre las FARC y el gobierno de Bogotá?
- Esa es una buena acotación, Luis – le jalea Ponte -. ¿Por qué ahora?, ¿acaso el actual gobierno en funciones necesita algún tipo de estímulo para mantener su apoyo al hipotético acuerdo?
- Yo no he leído en prensa nada que lleve a considerar que nuestro gobierno haya cambiado de postura respecto a las conversaciones de La Habana – informa Ballarín.
- Hombre, no todo lo que dice o hace el gobierno lo recogen los medios, sobre todo si se ha dicho o hecho en secreto – apostilla Álvarez.
- Bueno, dejemos esa cuestión que no nos lleva a ninguna parte – Grandal trata de reconducir el análisis a su punto de partida – y volvamos a la pregunta de Manolo: ¿Quién empieza a cerrar el círculo del análisis?
- Puesto que soy el que ha lanzado la piedra al agua, dejadme que comience a cerrarlo yo – se ofrece Ponte -. Tomando como base los dos últimos datos sobre el robo, mis conclusiones son estas. Primera: el llamado clan de los Varelas es el presunto autor, no sabemos si intelectual, ejecutor o ambas cosas del robo del tesoro, y si no es ese clan será otro cártel de narcos, pero todo indica que la autoría se mueve en el ámbito de la droga. Segunda: los narcotraficantes no roban el tesoro para lucrarse con su venta sino para suministrar a las FARC un instrumento con el que presionar al gobierno español, que no hay que olvidar que es un gobierno en funciones, de que siga apoyando las conversaciones de La Habana. Tercera: va de suyo que los narcos no pueden negociar con un gobierno democrático, por eso utilizan la mediación del gobierno cubano para que haga llegar al español el ofrecimiento de que si se porta como desean se le restituirá las piezas quimbayas robadas. Y… - Ponte duda – no se me ocurre cual podría ser la cuarta.
- La cuarta podría ser – le ayuda Álvarez -: aceptando que las piezas robadas las han chorizado unos narcos, la pregunta es ¿dónde las tienen?
- Luis, lo siento, pero eso no es una conclusión, es una pregunta – Ballarín acaba de hacerle un roto al ego de Álvarez.
- Bueno, de acuerdo – admite Álvarez que no parece haberse molestado por la rectificación de su amigo -. Entonces la cuarta conclusión podría ser que ya sabemos porque nuestro gobierno ha dado la orden de parar las investigaciones sobre el robo. Porque sabe quién lo hizo y, posiblemente, esté negociando con los ladrones para recuperar las joyas.
- Sois los mejores, machotes. Tenéis una sesera de primera división – les jalea Grandal muy proclive a incentivar a sus vejestorios amigos -. Creo que habéis cerrado el círculo de la ecuación cubanos, guerrilleros y narcotraficantes en relación al robo. Es tan formidable vuestro análisis que, con vuestro permiso, voy a llamar a los Sacapuntas para contárselo. Van a flipar en colores.
- Esa es la historia de nuestra vida – se lamenta Álvarez -. Nosotros cardamos la lana y otros se llevan la fama.
- Sí, pero, y lo bien que lo pasamos. Eso no tiene precio – replica Ballarín.
   Aquella misma noche, Grandal llama a Blanchard y le cuenta la reunión que ha tenido con sus amigos en la que han analizado los extremos de la conversación que ambos mantuvieron el día anterior. Le explica, sin entrar en detalles, que han llegado a unas interesantes conclusiones y que estima conveniente que también debería contárselas a Bernal y Atienza. El francés lo acepta de buen grado, solo le pide que no les diga el tête à tête que mantuvieron ambos.
   Al día siguiente, Grandal se pone en contacto con Atienza, le cuenta que han estado analizando los últimos datos que hay sobre el robo, que han sacado algunas conclusiones y que le gustaría compartirlas con ellos. Quedan en verse por la tarde en la Brigada. Poco después de la llamada del excomisario, el inspector de Patrimonio recibe otra. Le llama un tal señor Vieques. Antes de coger el teléfono, Atienza repasa su bloc de notas. Un tal Vieques le llamó el pasado día veintiséis, hablaba español con un ligero acento caribeño, podría ser dominicano, portorriqueño, cubano o de por esos pagos. Y no lo tiene anotado, pero recuerda que la llamada le puso de los nervios, no sabría muy bien decir por qué.
- Soy Juan Carlos Atienza, dígame.
- Buenos días señor Atiensa. Permítame presentarme: soy Kevin Vieques, siudadano portorriqueño, me ha dado su teléfono un amigo común. Tengo interés en hablar con usted de un asunto que nos preocupa a ambos. Sería una conversasión privada por lo que es más oportuno que la tengamos fuera de la Brigada.
- Señor Vieques, antes que nada querría saber quién es el amigo común que le ha dado mi teléfono, así como ese asunto que nos preocupa a ambos.
- Estaré encantado de contestar a ambas preguntas y a cualquier otra que quiera formularme, pero no me parese pertinente hablarlo por teléfono. ¿Podría reunirse conmigo esta tarde, sobre las diesiséis horas, en la cafetería del Hotel Barseló Emperatris de la calle Lópes de Hoyos, cuatro?
   Atienza se lo piensa dos veces antes de responder. Las formas que usa su interlocutor son corteses, pero hay algo en el timbre de su voz y en el hecho de que sea el desconocido quien plantee el horario y lugar de la cita que denotan una cierta prepotencia. Cómo tampoco tiene nada mejor que hacer acepta la invitación del portorriqueño. Nada más colgar, recuerda que por la tarde se ha citado con Grandal. Entre quedar mal con el desconocido que acaba de llamarle o con el excomisario, no lo duda. Llama a la centralita de la Brigada.
- Soy Atienza, ponme con el señor Vieques, acaba de llamarme.
- Lo siento, Juan Carlos, te ha llamado desde la calle. Tengo el número de la cabina y su ubicación, pero no creo que siga en la misma.
   Le fastidia, pero como a Grandal sí que puede llamarle es lo que hace.
- Comisario, lo siento, pero me ha surgido una cuestión imprevista. No puedo reunirme esta tarde, ¿te viene bien que lo hagamos mañana?
   Está colgando el teléfono cuando entran Bernal y Blanchard que en los últimos tiempos parecen haber enterrado la mutua antipatía que se tenían al principio de la llegada del francés.
- Hombre, llegáis como caídos del cielo, a ver que opináis de esto.
   Atienza cuenta a sus colegas las dos llamadas que ha tenido en la mañana, la de Grandal y la del tal Vieques. Y que al no poder volver a comunicarse con el portorriqueño, ha tenido que posponer el encuentro del comisario con los tres.
- … y respecto a la entrevista con Vieques, ¿qué opináis? Estoy pensando que he accedido con demasiada alegría a encontrarme con él. Tal y como está el Caso Inca, reunirse con sudamericanos no estoy muy seguro de que sea lo mejor que puedo hacer.
- Hombre, Juan Carlos, el hecho de que te cite en la cafetería de un hotel de cinco estrellas situado en el centro de la ciudad parece descartar algún tipo de encerrona. Otra cuestión es lo que pretenda ese tipo – cuestiona Bernal.
- Opino lo mismo que Eusebio – secunda Blanchard -, pero si tienes alguna prevención podemos estar apoyándote en la retaguardia. No creo que ese tal Vieques nos conozca ni a Eusebio ni a mí.
- Gracias, pero no lo creo necesario - afirma Atienza -. En todo caso, estad localizables en el móvil por si os necesitara. ¿De acuerdo?