"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 4 de septiembre de 2015

7.8. ¿Flechazo?


     Como marca la tradición, el baile lo ha abierto la reina que este año, en recompensa a la generosa aportación al evento de su familia, es Maribel Altava. Al son de un vals de Strauss interpretado por una orquestina local, la reina por una noche y el presidente de la comisión han dado unas cuantas vueltas sobre la improvisada pista. Después los demás debutantes se han apresurado a secundarles.
   Acodadas en una esquina del tablero montado sobre caballetes, que hace las veces de barra, Beatriz Villangómez y Carmen Ribes, que son las encargadas de capitanear a los chicos que ponen copas, contemplan las evoluciones de las parejas. Ambas, pese a su juventud, pertenecen al segmento femenino que ya no está en la primera fila del flirteo. Beatriz aprobó el año anterior las oposiciones al Cuerpo del Magisterio Nacional y Carmen acaba de obtener plaza de enfermera en el hospital clínico de Valencia. Han bailado con algunos amigos, pero la mayor parte del tiempo lo que han hecho ha sido fisgar y criticar a todos cuantos se han puesto a tiro, especialmente a las jovencitas debutantes.
- Por ahí va Marisa, ¿quién diablos le habrá aconsejado que se ponga semejante vestido con el caderamen que se gasta? Parece una mesa camilla, pero la que se lleva el premio a la mayor hortera de la noche es...
- Matilde Puig – completa Beatriz -. ¿Será posible que crea que ese horrible vestido le sienta bien? ¿Y por qué tantas orquídeas? Con lo bonitas que son y a ella le sientan como un par de pistolas a un santocristo.
- ¿Qué te parece cómo va la reina de la noche?
- Ni fu ni fa. Maribel juega con la ventaja de que, como tiene buen tipo, cualquier cosa que se ponga le sienta bien, pero va demasiado recargada de volantes y perifollos.
- ¿Esa no es Aurorita la Barquera? – señala Beatriz.
- La misma y, lo que son las cosas, con la fama que tiene su madre de bastorra, va vestida con bastante gusto y lleva unos zapatos monísimos. Aunque para gusto el de tu futura cuñadita, lleva un traje precioso y sabe lucirlo. Observa a tu hermano, se le cae la baba mirándola.
- Natural, está prendado de ella hasta las cachas.
- Por ahí va una que también se come a su pareja: Julita Piñol. En cambio, él no parece feliz. Y es una pena, merece serlo. Miguelito es un gran chico, pero no baila con quien quisiera. A veces pienso que el amor termina complicándolo todo.  
   Alguien llama a Carmen. Cuando vuelve, Beatriz le musita:
- Oye, hay un forastero que lleva rato sin quitarnos ojo de encima, ¿no es el nuevo veterinario? Mira con disimulo, a tu espalda y a la izquierda.
   Carmen se gira y, sin cortarse un pelo, mira en la dirección señalada.
- Sí, el mismo en carne mortal.
- ¿Cómo se llama? – quiere saber Beatriz.
- Alfonso Grau no sé qué más. Tiene buena planta, ¿verdad? Todas las casaderas del pueblo van detrás de él como gatas en celo. Le han invitado a un montón de guateques y reuniones, pero no ha aceptado ninguna. Al parecer tiene novia en Valencia.
- Lola Sales me habló de él y me dijo que me lo presentaría, ya sabes lo casamentera que es, pero hasta el momento no se presentó la ocasión. Y te doy la razón, no está nada mal el mozo.
- ¿Cómo que nada mal? Está para comérselo a bocaditos y no dejar ni la cáscara.
   Beatriz ha cruzado un par de veces su mirada con la del veterinario, cuando percibe que se dirige derechito a ellas. Cuchichea:
- Disimula, Carmen, se está acercando.
- ¿Quién se…? – antes de que Carmen pueda concluir la pregunta la interrumpe la llegada de Alfonso Grau.
- Hola, ¿cómo están señoritas? – y pasando sin más al tuteo, Grau añade -, ¿me permitís invitaros a una copa?
- ¿Por qué no? – Carmen se pone tras la barra - ¿Qué quieres tomar y, por cierto, cómo sabes que somos señoritas?
- Te contesto por orden: tomaré un cubalibre de ron. ¿Y por qué he deducido que sois señoritas? Fácil: si dos mujeres tan encantadoras como vosotras estuviesen casadas o comprometidas tendrían al lado a sus respectivos consortes o parejas vigilantes como halcones. Al menos, eso es lo que haría yo si tuviera la fortuna de ocupar ese lugar.
- ¿Seguro qué es el primer cubalibre que tomas? – pregunta Carmen con una sonrisa en los labios.
- Palabra de honor. No necesito de la ayuda del alcohol para proclamar, urbi et orbe, que acabó de descubrir las dos perlas más lindas del baile – afirma Alfonso, impostando la voz.
- ¿Tú debes de ser de ciudad, verdad? – le interpela Beatriz.
- ¡Aleluya! Ya me estaba temiendo que fueras mudita. ¿Cómo lo has descubierto?
- Porque los pueblerinos nunca vamos tan rápidos en los primeros contactos, solemos emplear un tempo más piano.
- Una señorita que, además de preciosa, sabe utilizar correctamente un italianismo puede ser cualquier cosa menos pueblerina – Una agradable sonrisa acompaña a su comentario.
   Beatriz le devuelve la sonrisa. De pronto el desangelado local parece haberse transformado en un lugar mucho más alegre.
- ¿Y qué se te ha perdido por aquí? – le interpela Carmen.
- He venido para quedar bien con mis amigos, los boticarios del lugar y, sobre todo, con mi barbero que es quién me desveló los secretos de este sarao.
- O sea, que estás aquí de mirón como nosotras – puntualiza Beatriz.
- Si he de ser sincero, tengo que decir que lo estaba. He dejado de estarlo en el momento en que os he descubierto. Si me permitís, creo que es momento de presentarme como es debido: Alfonso Grau, natural de Valencia y vecino por el momento de Senillar.
- Carmen Ribes, natural y vecina del lugar y Beatriz Villangómez, natural de Covaleda y actualmente vecina de Ademuz.
- ¿Entonces no vives aquí? – pregunta Alfonso, dirigiéndose a Beatriz, y sin poder evitar un leve tono de desilusión.
- Soy maestra y tengo la escuela en Ademuz – explica Beatriz que se apresura a puntualizar -. Mi familia sí vive aquí, por eso paso las vacaciones en el pueblo.
- En cualquier caso, me reafirmo en lo dicho: sois las más encantadoras de la fiesta.
   A Carmen no le cabe ninguna duda: aunque el joven utiliza galantemente el plural al referirse a ellas, es consciente de que toda la palabrería va dedicada a su amiga. Solo basta ver como la mira. Y decide que ha llegado el momento de hacer mutis.
- Me disculparéis, pero tengo que dejaros. Mis deberes como cantinera mayor me reclaman. Ah, una puntualización, Alfonso. Te quedas con la mujer más encantadora y, en mi opinión, la más sexy del baile que, además, da la casualidad que es mi mejor amiga. Como no te comportes con ella como un auténtico caballero me apareceré en tus sueños y los convertiré en pesadillas – Y acompaña la frase con un asomo de sonrisa.
- Tienes mi palabra de caballero que el buen nombre y la honra de esta doncella están a salvo conmigo. Si así no lo hiciera – y Alfonso levanta teatralmente su mano derecha –, que el Señor me lo demande.
   Al quedarse solos, Beatriz se apresura a comentar:
- No le hagas mucho caso a Carmen, es la ironía personificada.
- La ironía solo la saben emplear las personas inteligentes – acota Alfonso -. Y esa clase de personas suelen temer amigos que también lo son.
- Esa regla debe de tener excepciones, yo soy una de ellas.
- Los modestos también suelen ser inteligentes.
- Entonces casi no debe de haber tontos, ¿dónde se deben meter?
- Ahí – Alfonso señala la pista de baile – seguro que hay más de uno.
- Has de saber que uno de los tontos que está bailando es mi hermano pequeño.
- Tocado – admite Alfonso, sin inmutarse -, pero debo añadir que la regla que me acabo de inventar también tiene sus excepciones.
- Tienes salida para todo, deberías ser abogado. Me rindo.
- No intento derrotarte sino desplegar todos mis encantos para seducirte – Y como el verbo no le parece el más adecuado, se apresura a añadir -. Honorablemente, se entiende. Pero estoy de acuerdo contigo, basta de juegos verbales. ¿Bailamos?
   Beatriz ni tiene tiempo de aceptar la invitación cuando Alfonso ya la estrecha entre sus brazos. La circunstancial pista de baile se ha transformado, de pronto, en un paraíso para la danza. ¿Flechazo?