Francisco José Salazar se ha quedado de
piedra al oír decir a la patrona del hostal que su padre ha muerto.
-Pero,
señora, ¿muerto, lo que se dise muerto?
La señora Eulalia por toda respuesta mueve
la cabeza en un gesto que no queda claro si es afirmativo o negativo. Está
comenzando a sentirse mal. De pronto ha recordado que no atendió el aviso del
chico la primera vez que la alertó sobre el estado de su padre. Si hubiese
llamado al doctor quizá… Cierra por un momento los ojos, los remordimientos la
acongojan. Trata de serenarse para contestar al muchacho.
-Creo que sí.
De todas formas, eso lo tendrá que certificar el médico. Quédate con él que voy
a llamar al centro de salud.
Al joven sevillano no le hace ninguna gracia
quedarse en la habitación con un cadáver, aunque sea el de su padre, cree que
es algo que trae mal fario, por eso se ofrece a ayudar a la patrona en sus
gestiones. Encontrar un médico en pleno puente de la Asunción se revela como
algo extraordinariamente complicado. Por si faltaba poco, el galeno de guardia
en el centro de salud de Torreblanca está atendiendo a los heridos de un
accidente que se ha producido en la peligrosa N-340, atestada de vehículos que
retornan a las ciudades después del puente, y no puede trasladarse a la playa.
La patrona se está poniendo de los nervios solo de pensar que tiene un huésped posiblemente
de cuerpo presente en una de sus habitaciones, y no le ayuda a tranquilizarse el
hijo del difunto que se le ha pegado como si fuera su sombra. Para terminar de
liarlo el comedor está comenzando a llenarse de comensales del segundo turno
para la cena y Anca, uno de los puntales del servicio, sigue desaparecida. Un
cliente que les ha escuchado, con la cabeza más fría que la atribulada patrona,
le sugiere que si no encuentra a un médico en el pueblo debería llamar al 112 de
la Comunidad Valenciana. A su vez, una camarera le recuerda que en la playa hay
estacionada durante el verano una ambulancia del Servicio de Asistencia Médica
Urgente (SAMU). Como no hay nadie que coordine la situación, al final se realizan
ambas gestiones: la patrona llama al 112 mientras el joven Salazar se va a
buscar, acompañado por un empleado del hostal, al conductor de la ambulancia de
la playa. No lo encuentran porque, según les cuenta un policía local, ha
partido a recoger heridos del accidente de la nacional 340. Al enterarse de lo
que pasa, el municipal llama a su superior y le informa del suceso, éste
curándose en salud pasa la información al cuartel de la Guardia Civil del
pueblo.
La señora Eulalia ha sido más efectiva que
el joven Salazar pues conecta sin ninguna dilación con el 112, el teléfono
único, permanente y gratuito que atiende toda clase de emergencias incluidas
las sanitarias. Una vez recibida la información, el teleoperador del 112
conecta automáticamente con el Servicio de Emergencias Sanitarias (SES) de
Castellón, el cual deriva la llamada al Centro provincial de Información y
Coordinación de Urgencias (CICUS). A su vez, el teleoperador de este último
centro informa al médico coordinador quien por los datos que le aportan infiere
que presuntamente está ante un caso en el que se impone la movilización
inmediata y la asistencia no diferible por lo que ordena el urgente envío de
una ambulancia de soporte vital avanzado, una UVI móvil, equipada con
desfibrilador, oxígeno y demás material sanitario para atender urgencias y en
la que además del conductor va un técnico en emergencias sanitarias y un
médico.
A todo esto, el hostal se ha convertido en
un verdadero pandemónium pues ha trascendido la noticia de que el huésped de la
16, como también se le conoce a Curro entre el servicio, parece que ha
fallecido. Suceso que deja en un segundo plano el otro notición del día en el
ámbito del establecimiento: que la camarera que tiene asignada esa habitación,
Anca la Potranca, lleva desaparecida desde media tarde y nadie sabe que ha sido
de ella. El nerviosismo del servicio se transmite de algún modo a los
comensales pues alguna de las camareras no da pie con bola.
Los cuatro jubilados llevan más de medio día
en el hostal. Comieron allí, por consejo de Anca, luego jugaron su indefectible
partida de dominó y después quedaron en cenar también allí y así luego jugarán
una partida nocturna. En eso están, cenando.
-Niña, he
pedido espárragos con mayonesa y me los traes con vinagreta –protesta Álvarez a
la camarera que les atiende.
-Perdone,
señor Álvarez, no sé dónde tengo la cabeza,
pero con lo que está ocurriendo no es de extrañar –se disculpa la empleada.
-¿Y qué es
lo que está pasando? –pregunta Álvarez tan curioso como de costumbre.
La camarera, bajando la voz y en plan
confidencial, les cuenta el suceso:
-Se lo
cuento a ustedes porque son de confianza, aunque la señora Eulalia nos ha
pedido que no se lo digamos a nadie. El huésped de la 16 parece que ha muerto.
Lo tendrá que confirmar el médico de urgencias al que se le espera de un
momento a otro.
-¿Y quién es
el huésped de la 16? –vuelve a preguntar Álvarez.
-Lo conocen
porque a veces juega con ustedes, el señor Martínez.
-¡¿Pero qué
dices?! ¿Qué Martínez ha fallecido?, ¿si estuvimos con él ayer? –se sorprende
Grandal.
-Yo solo sé
lo que nos ha dicho la jefa. Y puedo añadirles que han pedido una ambulancia a
Castellón porque la de la playa está en la carretera nacional donde ha habido
un choque de coches.
Desde ese momento solo se habla de la
noticia que acaba de darles la empleada. Pedro Ramo, que presume de conocer de
antaño a la patrona, se levanta para recabar más datos. Vuelve con información
calentita.
-Os cuento.
Según Eulalia, Martínez o ha muerto o está en las últimas. Ella cree lo primero
porque parece que no respira. Han llamado a una ambulancia del servicio de
urgencias de las que lleva un médico por si tienen que practicarle alguna
intervención que solo un doctor puede llevar a cabo. También me ha dicho que el
cadáver; bueno, que el cuerpo de Martínez lo ha encontrado su hijo en la
habitación tirado en el suelo. El chaval, que no se despega de Eulalia, está
descompuesto y más nervioso que un flan.
-¡Vaya
notición!, ¿y tú decías que esta era una playa demasiado tranquila? –pregunta
burlonamente Ponte dirigiéndose a Álvarez.
-Tampoco
exageres, Manolo –quien le recrimina es Ramo-, la gente puede cascarla en
cualquier sitio. Y haya muerto o no Martínez ésta seguirá siendo una playa muy
tranquila.
-¿Os
acordáis que ayer os decía que el pobre Martínez es un gafe de campeonato? Pues
el que la haya palmado, teniendo en cuenta su edad, es una muestra de ello. Y a
todo esto, ¿de qué se ha muerto?, si es que lo está, claro –quiere saber
Grandal.
-Eso es un
misterio –Es otra vez Ramo el que informa-. Como sabéis, tuvo una caída por la
que se resintió de las dos fracturas de costillas, pero en los últimos días se
había recuperado mucho. Se cree que puede ser de eso, pero hasta que un médico
no lo certifique…
-De una
fractura de costillas nadie se muere. Es una lesión que tarda en sanar unas
semanas, pero que no comporta ningún riesgo de muerte –explica Grandal-.
Naturalmente, siempre pueden surgir complicaciones, pero no es frecuente.
Los dimes y diretes sobre el suceso son el
centro de la conversación en la cena de los jubilados. Ramo se ha levantado un
par de veces a ver si hay alguna novedad, pero vuelve con las manos vacías,
todo sigue igual; bueno, casi, porque en su último voy y vuelvo aporta otra
noticia que, aunque no tiene que ver directamente con el caso de Martínez,
tiene su miga y que los jubilados desconocen: Anca, la joven camarera rumana,
lleva desaparecida desde media tarde. La vieron salir con su novio que portaba
un bulto tapado con una toalla y acompañados por una mujer que, al parecer, fue
novia de Martínez. Esta noticia pone en alerta el olfato policial de Grandal.
-Si no
recuerdo mal, Anca es la que tiene asignada la habitación de Martínez, ¿no es
eso? Huy, huy, huy, esto se está poniendo del color de la papaya. Vamos a ver
si recopilo lo que sabemos. Uno: nuestro amigo andaluz tiene o tenía dos
costillas fracturadas, lesión que salvo excepcionales complicaciones no es
mortal. Dos: parece que el andaluz ha fallecido y de momento nadie sabe por qué.
Tres: la camarera que atiende su habitación, nuestra joven amiga Anca, ha
desaparecido en el momento en que hace más falta que nunca porque el hostal
está de bote en bote. Cuatro: se la ha visto salir con su novio que portaba un
bulto tapado con una toalla por lo que se deduce que querían ocultar lo que
llevaban. Quinto: con Anca y Vicentín también ha salido otra mujer que, al
parecer, fue novia del andaluz y que no se sabe que coño pinta en esta historia.
¿Todo esto a qué os suena?
-A novela de
Agatha Christie –contesta rápido Ponte.
-Estoy con
Manolo, a novela policíaca –secunda Álvarez.
-Estoy con
vosotros, esto es algo más que un lío de pueblo –ratifica Ramo.
-Me alegro
que tengáis tan buen olfato. Como comisario, aunque esté jubilado, os diré que
esto tiene toda la pinta de terminar en manos de la policía judicial.
-De la
policía judicial no sé, pero de momento sí de la Benemérita. Ahí está el
sargento de la Guardia Civil del pueblo –dice Ramo señalando a un suboficial
que está hablando con la patrona y con un joven que está a su lado.
-Es lo que
siempre digo y se confirma una vez más, si hay algo que funciona bien en este
país de ineptos es la Guardia Civil. No ha llegado ningún médico, tampoco la
ambulancia de urgencias, pero ahí están los civiles aunque en principio esto no
sea más que una emergencia sanitaria –afirma Álvarez.
-Lo acabas
de definir muy bien, Luis. Esto es una emergencia sanitaria… en principio.
Veremos en qué acaba –remacha Grandal.
PD.- Hasta
el próximo viernes.