"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

jueves, 25 de junio de 2020

Libro I. Episodio 45. Una carta escueta, directa y diáfana


   Tras la petición de matrimonio de Luis que, tras unos fingidos melindres, Consuelo acepta, la joven escribe a Julio. El mañego ya estaba escamado pues las cartas de su novia han disminuido notablemente y, sobre todo, por la ausencia de un tono más cariñoso y apasionado, pero lo achacaba a que el paso del tiempo tenía que influir necesariamente en la relación. Pese a ello nunca le pasó por la mente que pudiera recibir una carta como aquella: escueta, directa y diáfana.
                                                                             -I-
   Malpartida, 20 de noviembre de 1890.
   Estimado Julio: espero que al recibo de la presente estés bien de salud, la mía bien (a.D.g.)
   Me ha costado mucho decidirme a escribir estas letras porque tú siempre te has portado bien conmigo, pero he creído que era lo mejor para los dos. No puedo seguir guardando tu ausencia, lo de llevar una vida de monja de clausura no va conmigo y te lo tengo que hacer saber. Hasta ahora no te he faltado al respeto, pero no aguanto ni un día más, y cuando pienso que todavía te faltan dos años de mili me descompongo. Por eso lo mejor es que rompamos nuestra relación y cada cual que vaya por su lado y quede liberado de guardar la ausencia del otro.
   Te doy las gracias por los buenos momentos que me has hecho pasar y siento que acabemos así, pero la vida es muy corta y una espera tan larga se me hace insoportable.
   Tu amiga, que te sigue apreciando, y que lo es,
                                                                  Consuelo Manzano
   El breve texto es como un mazazo para Julio. Jamás pudo pensar que Consuelo, la mujer de su vida, le hiciera lo que acaba de leer: romper el noviazgo. Intenta buscar argumentos que justifiquen el escrito. Quizá su madre le ha vuelto a presionar para que se case con un pretendiente con posibles. Quizá ha escrito la carta en un momento en que se haya sentido deprimida. Quizá ha tenido un mal día, quizá… Los quizás se amontonan en su cabeza, pero el texto más diáfano no puede ser. Cuando se serena, vuelve a releer la carta, párrafo a párrafo, línea a línea. El encabezamiento ya es para ponerle en guardia, es la primera vez que le trata de estimado, y  así no se trata a un novio. Es positiva la declaración de que le ha costado mucho escribirla…; sí, pero al final la ha escrito, se dice. Lo de que es mejor para los dos, ¿cómo se explica?, porque él se ha quedado destrozado. ¿Será mejor para ella porque tiene otro pretendiente en cartera?, ¿pero quién?, porque a todos los mozos de casas ricas del pueblo ya los rechazó. Lo de que no puede guardar la ausencia lo entiende, tampoco él ha sido ejemplar en ese sentido. Lo de que hasta ahora no le ha faltado al respeto puede significar que hasta el momento no ha salido con otros…, pero lo de que no aguanta ni un día más tiene muy mala pinta; puede deducirse que a partir de ahora se comportará como cualquier moza en edad de merecer. Y lo de que rompamos la relación, y cada uno a su aire, no admite otra interpretación que la literal. El que le dé las gracias por los buenos momentos le hace remontar el ánimo. Es posible que no todo esté perdido, aunque la despedida no es propia de una novia…, pero si continúa considerándose amiga es posible que…
   El primer impulso de Julio es coger pluma y papel para contestar a su novia, pues la sigue considerando como tal, y pedirle explicaciones…, pero reflexiona y opta por no precipitarse. Lo deja para el día siguiente. No sabe qué hacer, ni siquiera si escribirle. Podría contárselo a alguien y que le aconsejara. Esa idea le hace descubrir que solo tiene un amigo con quien compartir sus cuitas, Chimo Puig. Se va a buscar al valenciano. En la estafeta le indican que está repartiendo y que posiblemente no vuelva hasta mediodía. Deja el recado de que le está buscando. Luego va a caballería porque es donde Chimo come habitualmente. Allí lo encuentra.
   -Carreño, me han dicho que me buscabas.
   -Tengo que hablar contigo, Chimo, pero aquí no. Al terminar te invito a café en la taberna del paseo y hablamos.
   En la tasca, Julio le cuenta a su amigo lo de la carta de Consuelo. Cuando le pregunta qué le aconseja, el morellano vacila.
   -Macho, no has buscado al mejor confesor. De asuntos de faldas estoy más verde que tú. No sé qué decirte.
   -¡Coño, Chimo, algo podrás aconsejarme! –exclama Julio con un punto de enfado.
   -No te enfades conmigo. Te he dicho la verdad, las mujeres son un misterio para mí…, pero puestos a decir algo… Veamos, lo que sabes es únicamente lo que te ha escrito tu chica, ¿no? Creo que lo primero que deberías hacer es informarte por otro conducto de la clase de vida que está llevando Consuelo en el pueblo. Alguien conocerás allí que te podrá informar.
   -Conocer a fondo solo conozco a Carolina y a su marido Argimiro, pero son más amigos de Consuelo que míos, y no estoy seguro de que vayan a contarme la verdad.  
   -¿Y no conoces a nadie más?, haz memoria.
   -Bueno…, aunque no vive en Malpartida, podría escribir a mi madre. Es posible que pueda enterarse de lo que ocurre y ella si me dirá la verdad, aunque me duela.
   -Pues ya estás tardando. Escribe a tu madre y pídele que se entere de lo que pasa con tu novia y que no te oculte nada, aunque no vaya a gustarte.
   El mañego escribe a su madre pidiéndole que pregunte qué pasa con Consuelo, incluso le adjunta una copia de la carta de la chinata que ha pasado a máquina. Le suplica que le responda por correo urgente porque está en un sinvivir. Y por consejo de Chimo decide no responder a Consuelo hasta que no llegue la carta de su madre.
   A todo eso, 1890 está dando sus últimos coletazos. Y dos semanas antes del fin de año ocurre un hecho que deja consternados al personal que trabaja en Capitanía. Una mañana, cerca del barrio de Es Terreno, unos chavales encuentran a una persona muerta. La policía pronto identifica el cadáver, se trata de un tal Francesc Colom que trabajaba como conductor de un carruaje de alquiler, un simón. Ha sido degollado. Hay un gran revuelo en la ciudad porque es el tercer cochero asaltado en los últimos meses. Como pasan varias jornadas sin que la policía palmesana pueda dar con el asesino, la prensa local redobla las acusaciones de que la inseguridad puede convertirse en el mayor enemigo del naciente turismo. Para calmar a la población el Ministerio de Gobernación envía a un famoso comisario de Madrid para que se ponga al frente de la investigación. Sea por eso o porque una vecina informa que el día de autos vio subir al simón a un militar, el presunto asesino es rápidamente arrestado, que resulta ser el soldado de segunda, José Marzá, más conocido en Capitanía como Pepe el Pelos pues trabaja allí de peluquero. Marzá confiesa a las primeras de cambio. Estaba saliendo con una extranjera y no tenía dinero para invitarla por lo que pensó en asaltar a uno de los conductores de simones que se alquilaban para pasear por la ciudad. Escogió uno al azar y le pidió que le llevara a un lugar apartado. Al llegar amenazó al cochero, con un cuchillo robado de la cocina del cuartel de caballería, para que le entregara la recaudación. No pretendía herirle y mucho menos matarle, pero el conductor se resistió y en el forcejeo le clavó el cuchillo en el cuello seccionándole la carótida con lo que la muerte fue casi instantánea. El homicida escapó del lugar llevándose el botín, diecisiete pesetas.
   La prensa exige un castigo ejemplar para que no se vuelvan a repetir casos así. Al tratarse de un soldado, la justicia militar toma cartas en el asunto y exige hacerse cargo del caso. Se origina una pugna entre el poder civil y el militar. El forcejeo dura algún tiempo hasta que interviene el gobierno de la nación. El Presidente del Consejo de Ministros, a la sazón don Antonio Cánovas del Castillo, resuelve que sean los militares los que juzguen a uno de los suyos.
   De pronto, aquel remanso de tranquilidad que era la Secretaría de Justicia se transforma en un lugar de nerviosa actividad puesto que el caso le compete de lleno. Ninguno de los soldados de la Secretaría interviene en los interrogatorios a que s sometido el presunto asesino, pero sí que tienen que pasar a máquina dichas declaraciones. En cuanto termina la instrucción se pasa a la fase oral con el nombramiento del tribunal militar que tendrá que juzgarle. Un teniente es designado acusador y otro teniente, también del cuerpo jurídico del ejército, es nombrado defensor del acusado. El tribunal lo componen el presidente, cuatro vocales y un secretario relator, el capitán Echevarría. El juicio es rápido, pues apenas si comparecen testigos: la vecindona que le vio subir al simón, los compañeros del fallecido que corroboran que el día de autos el cochero hizo un par de carreras, los chicos que encontraron el cadáver y los policías que le detuvieron. El defensor hace subir al estrado a algunos compañeros de destino de Marzá para que atestigüen que el presunto asesino es buena persona, al sargento de la compañía de destinos para que ratifica que el encausado no tiene ninguna falta en su expediente militar y poco más.
   Desde el primer momento todo el mundo tuvo la impresión de que el proceso pintaba mal para el pobre Marzá, pues la prensa local seguía exigiendo un castigo ejemplar. Entre los compañeros del reo la opinión generalizada es que el Pelos nunca tuvo intención de asesinar al cochero, pero ese parecer no contaba para el tribunal. El resultado es más duro de lo que sus compañeros esperaban. La corte encuentra al acusado culpable de asesinato en primer grado con las agravantes de nocturnidad y premeditación y, algo realmente esperpéntico, de robar propiedades del ejército, el arma del crimen. Cuando se hace pública la sentencia, los guripas de Capitanía quedan consternados pues su compañero ha sido condenado a ser pasado por las armas por diecisiete cochinas pesetas.
   Y con todo lo que está ocurriendo, Julio solo puede pensar en la carta escueta, directa y diáfana que le ha enviado Consuelo.

PD.- Hasta el próximo martes en que, dentro del Libro I de Los Carreño, publicaré el episodio
46. Metáforas