Como les decía en mi anterior post ya tengo
título (provisional) para mi nueva novela,
Los Carreño. También tengo avanzada, y creo que es lo más importante, la
trama de la narración y la historia de sus principales protagonistas, que en
definitiva es la vida de la pareja progenitora de la familia que voy a novelar y
de sus nueve hijos. Sí, han leído bien, nueve hijos, algo impensable en
nuestros días, pero en aquella España a caballo de finales del siglo XIX y
principios del XX el control de la natalidad estaba en mantillas, por no decir
que era inexistente. Por eso no era tan excepcional que unos padres, de
formación católica y con los recursos materiales suficientes, tuvieran familia tan
numerosa, que podría haber sido mayor pues la madre sufrió un aborto. Lo que sí
es raro, dada la elevada tasa de mortalidad infantil de la época, es que de
nueve vástagos ocho llegaran a la edad adulta. Cuando yo conocí a los hijos de
esos padres tan especiales, en la década de los setenta, aquellos que se habían
casado hasta tenían nietos. Y así como los padres son, prácticamente, los
principales protagonistas de la primera parte o Libro I de la novela, esos
nueve hijos e hijas son los personajes capitales de la segunda y tercera parte
de la narración.
No recuerdo si he dicho los nombres de la
pareja, el padre se llamaba Julio (nombre real) y, curiosamente, la madre,
Julia (también nombre real). No llegué a conocerles, me hubiese gustado, pues
criar a tantos hijos y verlos crecer y hacerse hombres y mujeres de provecho,
como se decía en aquellos tiempos, presupone que eran dos personas excepcionales
en muchos sentidos. La abundante información que he logrado atesorar sobre
ellos, contada por hijos y nietos, así lo confirma. Aunque ya no estén con
nosotros, quiero expresar mi sincero y cariñoso reconocimiento y mi personal
admiración por lo que hicieron en una España en la que el ambiente no era el más
favorable para sacar adelante a una progenie tan numerosa y conseguir que todos
llegaran a ser hombres y mujeres cabales. Julio, Julia, hicisteis un espléndido
trabajo. ¡Chapeau!