Siempre que Sergio
hace alusión de que no tiene la menor posibilidad de ganar dinero hasta que no
termine la carrera, lo utiliza Lorena para rebatir los argumentos del joven y le
brinda el resquicio para comenzar otra fase de su plan: convencer al chico de
que si puede ganar lo suficiente para poder vivir juntos.
- Siempre hay posibilidades de ganar pasta, como casi todo sólo
es cuestión de proponérselo – afirma Lorena de forma tajante.
- No creas que no lo he pensado. Cuando vuelva a Madrid voy
a dar clases particulares de matemáticas que se pagan muy bien y comenzaré a
ahorrar.
- ¿Y cuánto vas a ganar dando clases?, ¿unos cientos de
pesetas al mes?, ¿y qué vas a conseguir con eso? Yo te lo diré, nada de nada.
Una pareja para vivir con cierto desahogo necesita bastante más. Y eso no lo
conseguirás haciendo unas cuantas horas extras de profesor particular. Tendrías
que tener un curro a tiempo completo. Y para que veas que no me quedo en la
mera palabrería como tú, yo estoy dispuesta a hacer lo mismo.
- Es que no imagino otra cosa en la que podría currar ahora
– a Sergio ya se le va pegando el vocabulario de la muchacha -, pero te prometo
que en cuanto termine tercero voy a buscarme un trabajo de becario o de
colaborador a tiempo parcial en empresas de electrónica y en los que te puedes
sacar un dinerillo curioso. Algún profesor ya nos lo ha comentado.
- A ti no se te ocurre nada que sea para ahora, todos tus
planes para buscarte la vida siempre se remontan a un mañana que cada vez lo veo
más lejano y siempre sin salir de Madrid. Así no vamos a ninguna parte – y
Lorena añade con voz compungida -.Tú no me quieres de verdad, Sergio.
Los diálogos entre ambos jóvenes sobre qué
podría hacer el chico para ganar dinero y quedarse en Senillar para iniciar una
nueva vida como pareja son cada vez más frecuentes. Él ya no sabe qué decir y
qué hacer para que ella le crea. En cambio Lorena no hace más que tensar la
cuerda hasta casi provocar la ruptura. Es una jugada arriesgada, pero tiene que romper el punto
muerto al que han llegado. Es muy consciente de cuáles son las ataduras que
ligan al muchacho: principalmente sus padres y su carrera, por eso si las
menciona es como algo negativo, como la prueba evidente de que el amor del chico
no es tan sincero como pregona.
- Mira Sergio, no podemos seguir así. Yo, al menos, no lo
soporto. Te quiero demasiado para que nos pasemos el día discutiendo sobre
nuestro futuro. Yo, por ti, sería capaz de todo, si es necesario hasta robaría.
Haría cualquier cosa con tal de estar siempre a tu lado. Para mi desgracia veo
que tú no me quieres del mismo modo, no estás dispuesto a que vivamos juntos.
La única solución que tenemos es dejarlo. Tú te vuelves a Madrid con tus padres
y tus estudios y yo, pobrecita de mí, me quedaré en el pueblo, seguiré
trabajando de camarera y, con mucha suerte, quizá encuentre a un muchacho que
esté dispuesto a cargar conmigo aunque ya no pueda ofrecerle lo que tú me
quitaste.
Es más de lo que
Sergio puede soportar. Se arrodilla ante ella y, casi con lágrimas en los ojos,
le ruega, le suplica, le implora que no le deje, que él hará lo que fuere
necesario para que puedan seguir juntos. Se lo jura por lo más sagrado.
- Lo que no sé, mi amor, es de qué vamos a vivir, en qué
podría trabajar – se lamenta.
Era lo que Lorena
estaba esperando oír.
- Si de verdad estás tan decidido como juras a qué vivamos
juntos hay bastantes posibilidades de que encuentres trabajo y de ganar un buen
dinero. Más que suficiente para poder vivir, hasta podríamos ahorrar pensando
en el día de mañana.
Lorena le explica
al chico que en la construcción se gana dinero a espuertas y no tendría que
irse de Senillar. Por el momento hay trabajo a manta en los pueblos costeros
limítrofes y, por las noticias que circulan en los mentideros locales, pronto
lo habrá también en la localidad. La mayoría de los chicos del pueblo se han
enrolado en las cuadrillas que se afanan en levantar un bloque de apartamentos
tras otro. Suelen trabajar a destajo, por lo que si echan muchas horas ganan
sus buenos dineros. Y las urbanizaciones costeras crecen a tal velocidad que
siempre faltan manos para satisfacer la demanda de un mercado laboral que tiene
el mayor índice de crecimiento del país.
- ¿La construcción? – Sergio se ha quedado atónito -. Ya
hemos hablado de eso, yo no sé nada de ese sector. ¿Tú me ves trabajando de
albañil?
- Parece mentira que estudies para ingeniero, Sergio. Sabes
mejor que yo que en la obra intervienen un montón de oficios. Y una persona con
estudios como tú, estoy segura que
podría encajar en más de uno – Lorena tiene muy estudiado en qué oficio
encajaría mejor el chico, pero se abstiene de mencionarlo. Para que la fruta
madure hay que darle tiempo, pero de todos modos insiste -. Y parece que se
confirma que en poco tiempo aquí comenzarán a construir a lo bestia. Maribel me
ha dicho que lo sabe de muy buena tinta.
- Hace unos días el abuelo me comentó lo mismo, que si van a
construir en la playa, pero todavía no he visto que se haya levantado alguna
grúa – apostilla Sergio.
- Que vayan a construir o no en el pueblo es lo de menos,
porque tanto en Albalat como en Benialcaide hay trabajo de sobra. Aunque si no
tienes tus sentimientos tan claros como los tengo yo es mejor que lo dejemos correr.
Apenas si pasan
unos días, Lorena vuelve a insistir en que, trabajando en el ladrillo, va a
ganar más dinero que con cualquier otra ocupación y no tendrá que romperse los
codos estudiando unos libracos que deben de ser unos pestiños. La respuesta del
joven sigue siendo la misma: que no sabe nada de la construcción, pero Lorena
ha preparado su estrategia y tiene respuestas para dilucidar todas las dudas
del chico. Y vuelve a repetir que claro que no iba a trabajar de albañil. Su
amiga Verónica tiene un tío que es subcontratista de montajes eléctricos y
suele quejarse de lo difícil que resulta encontrar buenos oficiales. Podría currar de electricista,
parece que cobran buenos sueldos.
- Yo no sé nada de instalaciones eléctricas, mi vida.
- ¿Cómo que no sabes nada? – la cara de la muchacha es el
vivo retrato de su fingido asombro -. ¿No me has dicho que estudias
electrónica?
- Sí, pero no es lo mismo aunque tenga muchos nexos. Además,
imagino que los electricistas que se necesitan en las obras son para realizar
instalaciones de baja tensión y yo dudo estar preparado para el trabajo de un
instalador electricista.
- Ves, como tengo razón, tú no me quieres. Cada vez que se
me ocurre algo para que podamos vivir juntos, no haces más que poner
inconvenientes. Lo que tú quieres es volver a Madrid y a la tonta del pueblo
que confío tanto en ti, que te dio su flor, que la zurzan. ¿Sabes que te digo?
Que te vayan dado, a ti y a todos los malnacidos como tú, que deshonran a una
mujer y luego la dejan tirada. Ni eres hombre ni vales nada
Frases como la de
ni eres hombre ni vales nada se clavan como una navaja cabritera en el corazón
de Sergio. Las rememora una y otra vez y hasta tiene pesadillas en la que una
Lorena se va alejando entre un mar de negros nubarrones mientras las sigue
repitiendo. El dilema en el que el chico se debate no parece tener una solución
fácil, al menos él no es capaz de encontrar una salida.