"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 20 de enero de 2015

2.11. ¿Te ha quedado claro?



   Benjamín Arbós ha vuelto a recomendarle a Gimeno que debería poner en marcha las delegaciones de la jefatura local que siguen inactivas.
- Estoy en ello, señor Benjamín. De momento, como sabe, ya nombré delegada de la Sección Femenina a Lolita Sales. Y tengo pensado proponer como delegado del Frente de Juventudes a un joven maestro y entusiasta falangista, Ricardo Poveda, no sé si lo conoce.
- Con la hija de la señora Leo has hecho un buen fichaje, es una muchacha maja y ya te comenté que me han dicho que está haciendo un buen papel. En cuanto al maestro no lo he tratado, pero he oído hablar de él. Me parecen bien ambas designaciones, pero si me permites otro consejo, ya que pareces valorarlos tanto, sería buena cosa que, antes de proponer otros nombres para los puestos que faltan por cubrir, te pasaras por aquí, yo estaría encantado de poder ayudarte. Lo digo más que nada para hacerte un favor. Tú llevas poco tiempo en el pueblo y no conoces a todo el personal y podrías, sin saberlo, meter la pata proponiendo a alguien que no tuviese una adhesión inquebrantable a la Causa.
- ¿Adhesión inquebrantable?
- Bueno, no es más que una frase, lo que quiero decir es que no debes proponer a nadie que sea desafecto al partido y a quienes lo representamos. Aquí sigue habiendo mucha gente de la cáscara amarga, por tanto hay que andarse con los pies de plomo a la hora de nombrar a nuevos cargos.
   Gimeno caza al vuelo el trasfondo del consejo que acaba de darle su mentor político. Ya lo sabes José Vicente, se dice, hay que pasar por taquilla antes de montarse en el carrusel de nuevos nombramientos.
  
   Uno de los comportamientos que, desde que se ha metido en política, ha tenido que modificar Gimeno ha sido el referido a la vida religiosa y, en especial, a su faceta más social y visible: la asistencia a los actos religiosos. Desde que tomó posesión de la jefatura no se pierde la misa mayor de los domingos, la que dio lugar a la pelea por ocupar el lugar de preeminencia en la iglesia, así como las demás funciones religiosas en las que las autoridades civiles suelen estar presentes. Fue uno de los consejos que le dio Benjamín: que aunque no fuera católico practicante debía de cuidar mucho todo lo concerniente a la Iglesia. José Vicente ha tomado la sugerencia al pie de la letra y, con gesto circunspecto y semblante grave, se le puede ver en las principales manifestaciones religiosas. Antes de meterse en política su religiosidad era muy superficial: recibió el bautismo, tomó la primera comunión y hasta recuerda que fue confirmado, pero a medida que se hizo mayor dejó de ser practicante. Curiosamente, Paco Vives está en una situación similar, es católico solamente de nombre. Quizá también le han debido dar un consejo parecido al que recibió Gimeno porque se le ve con frecuencia en las celebraciones eclesiásticas. Lo único que distingue a ambos políticos son pequeñas diferencias de matiz. Gimeno cuida los detalles por insignificantes que parezcan. A Vives eso ni se le ocurre. Detalles como el del misal: José Vicente ha tenido a Gerardito, su ayudante en la cooperativa, pasando reiteradamente las páginas de un misal recién adquirido para que dé la impresión de usado. O como el de los rezos: Gimeno ha retomado el catecismo para refrescar las oraciones más habituales, de ese modo puede permitirse el lujo de rezarlas en voz alta como si fuese un beato de toda la vida. Con su nueva actitud los dos líderes parece que están aprobando con nota la faceta de la práctica religiosa, tan importante en la España del nacionalcatolicismo.

   Si en la faceta religiosa los dos políticos que se disputan la supremacía están empatados, hay una cuestión en la que Vives supera con mucho a Gimeno: la del estado civil. El alcalde está casado y tiene dos hijos, el falangista es soltero. En la España franquista, en la que el nacionalcatolicismo es una fuerza poderosa, a partir de una determinada edad, y sin que haya un tope preciso, permanecer soltero convierte a un dirigente político en una persona dudosa. Lo que exige la doctrina imperante es que tanto hombres como mujeres estén casados y, mucho mejor, si tienen familia numerosa. Paradójicamente, destacados falangistas son solteros, pero eso no empaña el hecho de que socialmente el estado civil perfecto sea el de casado. Ser soltero no es que sea reprobable, pero es un estado imperfecto y en el caso de los varones un tanto sospechoso dado que puede apuntar a una posible homosexualidad, algo que en un credo político cuyo hombre ideal debe ser mitad monje, mitad soldado es visto como una aberración intolerable.
   José Vicente ha pensado más de una vez en echarse novia, casarse, tener hijos; vamos, lo que hace todo el mundo, pero hasta ahora no ha tenido ninguna prisa. Puesto que nunca consideró el empleo actual como su trabajo definitivo se decía que ya buscaría novia cuando tuviese un empleo fijo y en el que ganara lo suficiente para mantener a una familia. Ahora, su nuevo papel de político lo ha cambiado casi todo: ya no está tan seguro de querer marcharse del pueblo y de buscar otro trabajo. Vistas así las cosas piensa que tendría que echarse novia en Senillar. Cuando llega a esa conclusión él mismo se sorprende: tal cuestión no formaba parte de sus planes. Desde el mismo día de su llegada al pueblo percibió que la mayor parte de las jóvenes casaderas le ponían buena cara. No le extrañó, conoce el paño: en los pueblos en los que casi todo el mundo es agricultor cualquier empleado o funcionario suele ser considerado un buen partido. Ha sido invitado a guateques, merendolas y reuniones particulares en las que ha tenido ocasión de conocer a muchas jovencitas. Hay de todo pero, aunque reconoce que abundan las chicas francamente guapas y simpáticas, ninguna le ha llamado poderosamente la atención ni ha hecho mella en su corazón. Bueno, hay una excepción, hay una que si no ha herido su corazón, si ha hecho despertar sus instintos viriles más primitivos y es Lolita Sales, pero ya se ha convencido de que esa es una opción que la tiene perdida.  
   En la cuestión del dilema entre soltería o matrimonio solo le ha faltado a Gimeno escuchar a Rodrigo Arbós que un hombre casado merece siempre más consideración. Comienza a plantearse en serio la posibilidad de casarse y lo hace con la frialdad con la que podría efectuar un balance contable. Pasa revista a posibles candidatas a convertirse en su media naranja. Su primera mirada se dirige a las herederas de las casas más fuertes del pueblo, las que tienen más fincas. El dinero siempre es un poderoso aliado, sobre todo para alguien que no lo tiene. Tener el riñón bien cubierto proporciona tranquilidad y, especialmente, te quita la preocupación de tener que hacer fortuna con lo cual dispones de mucho más tiempo para dedicarlo a otras actividades, por ejemplo a la política. En esas reflexiones se le cuela una y otra vez la imagen atractiva e incitante de Lolita, lo que le hace replantearse si no estará enamorada de ella. Tras analizar sus sentimientos llega a la conclusión de que, no lo está, pero que si la desea, ¡y de qué manera! Nunca fue un hombre apasionado, más bien lo contrario, por eso no deja de sorprenderle los turbios deseos que le provoca la joven. Sus cavilaciones le llevan a una conclusión paradójica: ¿y por qué antes de tomar una decisión que sea inapelable no intenta otra vez ligarse a Lolita?
   La respuesta a la pregunta que se plantea a sí mismo no puede ser otra: José Vicente decide pasar a la acción. Un día que ha ido a Valencia, en compañía de Lolita, a gestionar una subvención destinada a la compra de una máquina de coser para las clases de bordado, la invita a comer en un restaurante del Grao con fama de tener una excelente cocina. En la sobremesa, animado por la botella de blanco de Rueda que ha trasegado, coquetea descaradamente con la joven a la que no parece importarle su comportamiento. En un determinado momento, el hombre le coge una mano y deposita un amago de beso en su palma. Como la joven sigue sin inmutarse, José Vicente da un paso más: le coge la barbilla y adelanta su boca para besarla. Lolita reacciona como si le hubiese mordido una víbora. Aparta la mano del hombre y se queda mirándole con unos ojos que brillan como los de una pantera herida. Aquella mirada, dura como el pedernal, dice más que mil palabras. Gimeno se da cuenta al momento de que se ha columpiado. La joven no solo no es una presa fácil sino que parece que no tiene nada qué hacer con ella. Por si tenía alguna duda, ella se lo hace saber de forma tajante: 
- Que sea la última vez que te comportas así. Como algo parecido vuelva a repetirse no volverás a verme. Eres mi jefe, pero solo en la política. En todo lo demás, no eres nadie ni vas a serlo nunca. ¿Te ha quedado claro?