Los amigos de Grandal se le han soliviantado
cuando toma la decisión de informar sobre sus últimas investigaciones a la
Guardia Civil de Torreblanca que actúa como policía judicial en el caso Pradera.
La protesta la ha plasmado Álvarez al citar el viejo refrán de que unos cardan
la lana y otros crían la fama, pues a menudo la recompensa y el crédito por un
trabajo no se lo lleva quien en realidad lo realiza. Al ver que el enfado de sus
amigos va in-crescendo, el excomisario opta por rebajar la tensión y la mejor
manera es dándoles un hueso a roer.
-Bueno,
chicos, no os amontonéis. Que pasemos información de lo descubierto a la
Guardia Civil no quiere decir que nos vayamos a quedar mano sobre mano. Quedan
flecos por investigar y eso es lo que vamos a hacer. Ahora bien, hay que ser
realistas. No podemos investigar al Chato porque ni siquiera sabemos dónde vive,
pero si sabemos que estuvo alojado en los apartamentos Jeremías de Alcossebre
por lo que esa va a ser nuestra primera tarea. Hay otra investigación que considero
todavía más importante. Los pichones nos han contado la existencia de un
extranjero en el cuarto de Salazar que entró en la habitación para ayudarle,
pero que se largó inmediatamente. Y, finalmente, habrá que hacer otra
investigación sobre el hecho de que la tarde de autos varios testigos afirman
haber visto en las cercanías del hostal a Alfonso Pacheco, acompañado
posiblemente por su mujer, y a Jaime Sierra. Esa va a ser otra tarea importantísima.
-¿Y qué pasa
con el guiri, qué hay que hacer? –pregunta Álvarez tan poco paciente como
acostumbra.
-Eso es lo
que hemos de averiguar. De él solo sabemos que es alto, recio, con el pelo
negro y que se expresa mal en español. También sabemos que no era huésped del
hostal según ha declarado la patrona. Tenemos que preguntar a todos los que
están alojados en la primera planta del establecimiento si el día de la
Asunción tuvieron la visita de una persona que responda a las características
mencionadas. En el hostal solo hay registradas dos familias extranjeras, una
inglesa y otra francesa, a ellas habrá que interrogar primero. Y luego preguntar
a todo bicho viviente si la tarde de autos alguien vio a un tipo que pudiera
parecerse a lo que sabemos de ese individuo. Y para facilitar la investigación sería
la repera si encontráramos alguien que supiera dibujar medianamente bien y nos
pudiera hacer un retrato robot.
Pedro Ramo alza la mano.
-Está
pasando unos días conmigo mi hermano Chimo que dibuja muy bien. Se lo puedo
pedir.
-¡Fenomenal!
Ya tienes tarea, Pedro. Voy a llamar a Anca y a Rocío para que te acompañen y
así tu hermano podrá realizar el boceto con los datos que le den.
-¿Para cuando
quieres que lo hagamos?
-Para ayer.
Espera, Pedro –Grandal llama a Anca a quien no localiza, pero sí a Rocío y le
pide su colaboración que la andaluza ofrece inmediatamente. Solo tiene un
problema, no tiene coche y por tanto no puede desplazarse.
-Que te dé
su dirección e iré a recogerla –se ofrece Ramo- ¿Algo más, Jacinto?
-Nada más.
En cuanto tu hermano haya hecho el retrato me lo traes ipso facto –responde
Grandal.
-Pedro ya
tiene curro, ¿y nosotros? -pregunta Ballarín.
-Vosotros
tenéis dos importantes investigaciones que hacer. Una es iros a los apartamentos
Jeremías y averiguar todo lo que podáis sobre la vida y milagros del Chato
durante los días que pasó allí. La otra es preguntar a todo quisqui viviente en
la playa si vieron el día de la Asunción a Pacheco, quizá acompañado de una
mujer, y a Sierra. Como tenéis las fotos de ambos enseñarlas a todo el mundo a
ver que conseguís sacar.
-¿Y tú qué
vas a hacer, tocar el violón? –pregunta con su proverbial impertinencia
Álvarez.
-Eso mismo,
voy a tocarlo al alimón con Bellido –contesta con retranca Grandal-, a ver si
de una puñetera vez el sargento se pone las pilas.
Grandal llama al sargento y quedan en la
cafetería de Marina d´Or donde suelen citarse. Cuando le cuenta al guardia civil
sus últimos descubrimientos, Bellido poco menos que baila de contento. ¡Ahí
tiene lo que precisaba para darle un empujón a su estancada carrera en el
Cuerpo! En cuanto el excomisario le enseña el último esquema de su bloc de
notas en el que ha compendiado en siete puntos los aspectos más relevantes de
lo que resta por investigar el suboficial se explaya:
-Comisario,
no sé cómo decirle lo agradecido que le estoy por su trabajo. Estará jubilado
pero sigue siendo un as de la investigación criminal. Ahora mismo me marcho al
cuartel para redactar un informe para la Juez de Instrucción. Se va poner como
unas castañuelas de contenta porque comenzaba a temer que hubiésemos llegado a
un callejón sin salida.
-Te dije que
te iba a ayudar y no he hecho más que cumplir la palabra dada. Y si me lo
permites, Bellido, te sugeriría que, por ahora, no se lo cuentes todo a la
jueza…
-No puedo
hacer eso, iría contra reglamento –le corta el guardia.
-No,
Bellido, no se trata de infringir el reglamento, sencillamente de lo que se
trata es de preservar las pistas que faltan por investigar en el ámbito de tu
zona de competencia para que nadie pueda contaminarlas. Te explico.
Y Grandal le explica al sargento que debe
informar a la jueza sobre el Chato de Trebujena, a quien la policía andaluza
tendrá que localizar para poder ser citado a declarar. Igualmente, tendrá que
volver a citar a Carlos Espinosa para esclarecer lo referente al episodio de la
botella de coñac. En cambio, debe guardarse para sí, de momento, lo referente a
la posible estancia de Alfonso Pacheco y Jaime Sierra la tarde de autos en Torrenostra.
¿Por qué?, porque al ser una investigación que ha de efectuarse sobre el
terreno es conveniente que el hecho no llegue a propagarse para que los
investigadores a pie de campo no se encuentren con posibles obstáculos
añadidos. El sargento no acaba de entender muy bien la explicación de Grandal,
pero dada la fe que tiene puesta en él termina aceptando su propuesta e incluso
hace una sugerencia:
-Esa
investigación a pie de campo en la playa podría realizarla la pareja de la UCO.
Desde que no rascan bola no hacen más que darme la tabarra. Se han convertido
en un verdadero incordio.
-Me parece
una excelente idea, pero dame cuarenta y ocho horas para que termine de
elaborar las líneas de la investigación y luego metes a los de la UCO.
La petición tampoco termina de entenderla
demasiado el sargento, pero se ve incapaz de negarle algo al hombre que está
salvando su carrera.
La titular del Juzgado de Instrucción número
4 de Castellón se pone, como previó el sargento Bellido, muy esperanzada al
recibir el informe de la comandancia de Torreblanca. “No tenía demasiada
confianza en él, pero este hombre se está portando” piensa la jueza que
inmediatamente llama al cuartel.
-Sargento,
permítame darle la enhorabuena, ha hecho un excelente trabajo y tanto usted
como los hombres a su mando han demostrado una gran profesionalidad. Ya he
puesto en marcha la orden de búsqueda de José Jiménez, alias el Chato de
Trebujena, y he vuelto a citar a Carlos Espinosa. Por cierto, en un primer
análisis los del laboratorio de toxicología han encontrado restos de un tóxico
que han de volver a analizar para determinar con exactitud su composición y los
efectos que haya podido causar en la víctima. El señor Espinosa tendrá mucho
que explicar al respecto. En cuanto a Jiménez y a su antiguo oficio quizá tenga
algo que ver con los golpes recibidos por la víctima poco antes de fallecer. Le
repito mi enhorabuena. Estaremos en contacto.
Al sargento, que ya se ve con un nuevo galón
en la manga, le falta tiempo para informar a Grandal de cuanto le ha dicho su
señoría.
-Tendría que
haber oído como se ha puesto la jueza, estaba más contenta que una niña con
muñeca nueva.
-Me alegra
mucho oír eso, Bellido.
-¿Cree,
comisario, que podremos esclarecer el fallecimiento del extinto? –El adjetivo
que el sargento convierte en sustantivo forma parte del peculiar vocabulario
del suboficial.
-No hay que
vender la piel del oso antes de cazarlo, pero podríamos decir que estamos
viendo luz al final del túnel. Ah, Bellido, sobre la moratoria de cuarenta y
ocho horas que te pedí, antes de que pusieras a tus lebreles y a los podencos
de la UCO a investigar sobre la posible estadía de Pacheco y Sierra en
Torrenostra el día de autos te pido que la respetes escrupulosamente para no
interferir mis investigaciones, ¿de acuerdo?
-Lo que
usted mande, comisario.
En el entretanto, Ramo ha llevado a su villa
a Rocío para que describa con la mayor precisión posible el rostro del
extranjero a quien encontraron ayudando a Salazar. El hermano de Ramo ha cogido
sus lápices y un folio en blanco y se ha puesto a pergeñar el boceto de lo que
podrían ser los rasgos estructurales del desconocido extranjero. A todo eso,
Grandal ha localizado a Anca y le ha pedido que se sume al grupo de Ramo por
aquello de que dos pares de ojos ven más que uno.
-¿Y dónde
vive el señor Ramo? –pregunta Anca.
-Su chalé
está en el Camí del Campàs, sin número. Me han dado como referencia que son un
grupo de cuatro casas junto al mar que están a continuación de la villa de
Cardona.
Se oye a Anca hablando a alguien.
-Me comenta
Vicentín, que es quien me va a llevar, que son las que en el pueblo llaman las
villas de Pifarré. Ahora mismo salimos para allá.
Chimo, el hermano de Ramo, ha demostrado ser
un verdadero artista pues ha hecho un retrato robot que al decir de Rocío y
Anca se parece bastante al guiri que encontraron en la habitación de Salazar. Grandal
le pide a Ramo que haga un montón de copias del dibujo para enseñarlas por la
playa. Cuando los amigos del excomisario conocen la noticia la satisfacción es
general y Álvarez es quien se muestra más optimista sobre la pronta solución
del caso.
-Esto va a
estar chupado. Resolveremos el caso en un plis plas.
Grandal, recordando lo que le ha dicho al
sargento, repite:
- Luis, no
hay que vender la piel del oso antes de cazarlo.
PD.- Hasta
el próximo viernes en que publicaré en el capítulo 23 el episodio 96. Mano de
hierro en guante de terciopelo