"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 7 de octubre de 2022

Libro III. Episodio 165. Préstamo para un Ford T

 

   Al ser preguntado Liaño por la participación de la incipiente fuerza aérea en el desembarco de Alhucemas se apresta a satisfacer la curiosidad de sus contertulios.

   -Las fuerzas aéreas han estado formadas por bombarderos ligeros Breguet y varios cazas biplanos Bristol. En total, junto con los aviones franceses, suman unas 150 aeronaves.

   -Y el asunto de la manduca como lo tienen organizao? –quiere saber don Eduardo que, como buen terrateniente, suele interesarse por las cuestiones más a ras de tierra.

   -Respecto a la intendencia, cada soldado lleva encima dos días de raciones en frío, y en un escalón posterior cuatro días de rancho caliente y tres en frío. Y desde los barcos, la base del peñón de Alhucemas y cuatro dobles hornos de campaña, se elaborará pan, mientras la escuadra seguirá desembarcando raciones frías y calientes. El agua queda asegurada mediante dos buques-aljibe. La sanidad cuenta con los quirófanos de dos buques-hospital, y en tierra hay hospitales de campaña y un centenar y medio de artolas capaces de transportar en cada viaje cerca de trescientos heridos o enfermos, a lo que hay que añadir trenes-hospital dispuestos en el sur de la península.

   Liaño también cuenta otra novedad de la guerra: integrados en el contingente del desembarco han viajado corresponsales de guerra como Corrochano del ABC, Herrero, de United Press; Sánchez del Arco, del Noticiero Sevillano; Asworth, del Daily Express y otros que no recuerda.

   Más allá de la guerra, el curso universitario 25-26 va a comenzar y los Carreño se plantean qué será mejor para Pilar, si continuar en el piso alquilado de don Quijote o que se vaya a una residencia de estudiantes. Los padres dudan, pero la joven lo tiene muy claro: prefiere quedarse en el piso porque eso le da un gran margen de libertad, y además lo tendrá solo para ella puesto que su hermano se ha ido a la Escuela Naval. Le cuesta convencer a sus padres, sobre todo a su madre que conoce muy bien el temperamento volcánico de su hija y no la seduce la idea de que viva sola. Tras muchos tiras y aflojas, Julia solo cede cuando Pilar le promete que lo que hará será buscar a alguien que comparta el piso, así no estará sola, y además solo tendrán que pagar la mitad del alquiler.

   En tanto, los últimos coletazos de la guerra de África se desarrollan en octubre, como les cuenta Liaño a sus contertulios.

   -A principios de octubre nuestras tropas han conquistado Axdir. Su toma tiene un valor más simbólico que estratégico pues ha sido la capital de la República del Rif desde 1921, y a mediados de mes posiblemente se darán por finalizadas las operaciones militares, ahora solo falta cazar a Abd el-Krim.

   Una vez a la semana, generalmente los domingos, Álvaro habla con los suyos por conferencia y también les escribe con frecuencia semanal. En la carta que han recibido hoy les cuenta como fue el recibimiento en la ENM –Usa las siglas por economía y para no repetir tanto lo de Escuela Naval Militar.

   … y cuando llegué a la ENM ya estaban arremolinados ante la puerta casi todos los aspirantes, la mayoría acompañados por familiares, esperando a ser llamados por el orden en que aprobamos la oposición. Cada vez que llamaban a uno entraba en la ENM escoltado por los aplausos de sus acompañantes. Como yo iba solo no me aplaudió nadie, pero estaba demasiado emocionado como para que me importara. En el interior nos agruparon en formación y al mando de unos brigadieres (en la Marina se denomina brigadier a los guardiamarinas de cuarto curso que debido a sus méritos, capacidades y antigüedad, tienen responsabilidad como comandantes e instructores de los novatos) nos condujeron al bazar ( una especie de tienda en la que te proporcionan la ropa de cama, la de faena y de paseo, el equipo higiénico y demás objetos que se usan en la ENM) para que cada uno recogiera su petate (es el lío de la cama y la ropa de cada marinero y el talego para guardarlo). Como me retrasé en la recogida de la ropa interior, me quedé helado cuando un brigadier me gritó: ¡Carreño, espabila, no vamos a estar aquí todo el día! Resulta que los brigadieres, que no dejan de ser alumnos, ya se sabían el nombre de los 67 aspirantes. Luego nos llevaron al dormitorio y encima de cada litera había un letrero con el nombre de cada uno. La verdad es que todo está muy bien organizado, pero eso sí, a golpe de gritos, silbatos y carreras. Bueno, llaman a fajina (es el toque que convoca a la tropa a la comida) y eso es sagrado. En la próxima carta os cuento más…

   Al socaire de las noticias bélicas, Julia sugiere a su marido que deberían comprarse un aparato de radio; así también ella podría estar al día de lo que pasa por el mundo. Julio lo considera un gasto innecesario porque, entre la prensa que lee en la barbería del señor Vicente y la tertulia del casino, está siempre a la última.

   -Marido, no me seas egoísta. Ni Paca ni los niños ni yo vamos al casino o a la barbería por lo que si nos enteramos de lo que pasa aquí o en otras partes es porque tú nos lo cuentas, pero cuando te vas de viaje nos quedamos a verlas venir. Ráscate el bolsillo y compra una radio y, si no lo haces tú, tendré que hacerlo yo –La última frase le ha sentado mal a Julio, piensa que su mujer es cada vez más autónoma, pero como conoce bien a su parienta no rechista.

   Aquella tarde, en una pausa de la tertulia, Julio pregunta al comandante Liaño sobre el asunto de la radio.

   -Don Jacinto, usted que se compró un aparato de radio hace poco, ¿qué marca me recomienda?, lo pregunto porque mi mujer quiere que compremos uno para casa.

   -Tengo una Telefunken y estoy muy contento de cómo funciona, pero hay otras marcas en el mercado. ¿Para qué la quiere usted?

   -Sobre todo para estar informado.

   -Entonces no la compre, le voy a regalar mi radio de galena que ya no la uso, que para la información le vale. Al acabar la tertulia se viene conmigo y se la daré.

   Aquella tarde, Julio llega a casa portando la radio de galena de Liaño. Según le ha explicado el comandante el aparato está basado en un cristal semiconductor de sulfuro de plomo, siendo capaz de captar señales moduladas en la banda de onda media y corta. La explicación le ha servido de poco a Julio, lo único que le ha quedado claro es que para oírla se necesitan auriculares, aparatos que no le ha dado Liaño. En cuanto le explica a su mujer el detalle de los auriculares, Julia monta en cólera, algo inusual en ella.

   -¿Y crees que Paca va a estar guisando o cuidando a los críos con unos auriculares puestos? No quiero enfadarme –La verdad es que ya lo está-, marido, pero a veces eres imposible. Racaneas las cuatro perras que puede costar una radio y en cambio piensas gastarte un montón de duros en una nueva camioneta –Lo de la camioneta deja tocado a Julio. ¿Cómo coño se ha enterado esta mujer qué quiero cambiar de vehículo?, se pregunta.

   Al día siguiente, Julio va a la ferretería de su amigo Galiana y, tras mirar el catálogo de las radios, encarga un aparato Phillips, una marca holandesa algo más barata que Telefunken. Y cómo, al parecer, Julia ha descubierto su pretensión de comprar una nueva camioneta, opta por contarle lo del cambio, no le trae a cuenta tenerla de morros. Le explica que la Fiat comienza a darle problemas y las reparaciones cada vez le cuestan más, por lo que en el taller al que la lleva le han aconsejado que la cambie. Y precisamente en estos momentos hay una oferta de la casa Ford que, como ha puesto un modelo nuevo en el mercado, está ofreciendo los modelos antiguos con rebajas que llegan al veinte por ciento. Y se extiende en toda clase de detalles sobre la vehículo que piensa comprar.

   -El Ford modelo T tiene un motor con culata desmontable y la biela es de acero de vanadio. El alumbrado funciona con un volante magnético y la dirección está a la izquierda, lo que es una novedad. La caja de cambios solo cuenta con dos velocidades y se cambia con el pie; en mitad del recorrido está el punto muerto, pisando a fondo es la primera y, soltando un poco, la segunda. Otros adelantos son que el conjunto del bloque del motor, cárter y cigüeñal está en una sola unidad. Su transmisión es por tubo de empuje y la suspensión por eje rígido con ballestón transversal lo que lo hacen muy robusto y capaz de adaptarse a cualquier entorno. Una joya, vamos.

   -¿Y esa joya cuántos duros cuesta? –pregunta Julia a quien la descripción técnica del automóvil no le dice nada.

   -Al principio, el precio oscilaba entre los 800 a 1000 dólares, pero lo han rebajado tanto que los últimos coches que se han ensamblado en la planta de Cádiz se pueden conseguir por poco más de 300 dólares, que al cambio vienen a ser unas dos mil doscientas y pico de pesetas.

   -¡Dos mil doscientas pesetas! –Se escandaliza Julia-, ¿y de dónde piensas sacarlas?, porque en este momento andamos fatal de liquidez.

  -Había pensado en vender la finca del Karrascal, pues desde que compramos Pinkety no la hemos vuelto a pisar.

   -Por el Karrascal no creo que te den más de doscientos duros, como mucho, ¿y el resto de dónde saldrá?

   -Pediré un crédito a la Caja de Ahorros de Badajoz.

   -¿Otro crédito?, ya estamos muy endeudados, marido. Antes de pedirlo echa cuentas.

   Como le sugirió su mujer, Julio echa cuentas antes de pedir un nuevo crédito para comprarse el Ford, pero se topa con que la Caja le exige avales que no dispone, por lo que su empeño parece esfumarse. Pide dinero a varios amigos, pero todos se excusan, los tiempos no son buenos. El último al que toca es a Manuel Galiana el ferretero, del que sabe que tiene el riñón forrado.

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, La segunda generación, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 166. Un abogado de Llerena