"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 23 de septiembre de 2016

64. ¿Originales o réplicas?



   Tras la desdeñosa despedida de Ponte, los policías que coordinan el Caso Inca se quedan en la cafetería repensando lo que el jubilado les ha contado de su entrevista con el Tío Josefo e incluso de cuanto se ha negado a responder. Grandal, que también ha estado presente en la cita como acompañante de Ponte y que ve que no está el horno para bollos, opta por despedirse de sus jóvenes colegas.
- Bueno, me disculparéis, pero creo que tenéis mucho que hablar. Por tanto, me despido y os deseo suerte, la vais a necesitar
   Ante la sorpresa de Grandal, el inspector de la Judicial le coge por el brazo al tiempo que le pide:
- Por favor, comisario – Es costumbre en el cuerpo mantener el tratamiento de los rangos aunque se esté   jubilado -, te ruego que te quedes con nosotros. Tu experiencia puede sernos muy valiosa.     
   Grandal vacila recordando lo desagradable que ha estado con él quien ahora le pide que se quede. Sus dudas las resuelve de un plumazo Atienza cuando secunda la petición de Bernal:
- Te lo ruego, Jacinto – Es la primera vez que le llama por su nombre -. Lo hablamos antes de venir y estamos los tres de acuerdo – afirma, mirando a Bernal y a Blanchard -. Tus sugerencias pueden sernos de gran ayuda.
   Tras la intervención del inspector de Patrimonio, Grandal, que ya se ha levantado, no vacila más y vuelve a sentarse.
- Bien, vosotros diréis – dice, en una tácita aceptación de la invitación.
- ¿Tienes algún compromiso o puedes almorzar con nosotros? Paga el Ministerio – dice Atienza.
- Estoy a vuestra entera disposición, aunque lo mío lo pagaré yo – responde Grandal.
- Entonces, si no tienes inconveniente, y para no desplazarnos, podemos almorzar aquí mismo. La cocina del Van Gogh no es que sea cosa de gourmets, pero para un almuerzo de trabajo nos vale.
   Cuando le dicen a la camarera que van a comer, la muchacha les indica que se pasen a la zona donde ya están preparadas las mesas para el almuerzo. Para no complicarse, los cuatro piden el menú del día. Mientras llega el primer plato, Atienza, como de costumbre, ejerce de coordinador.
- Vamos a ver, Jacinto – Sigue llamando al excomisario por su nombre en un intento de acortar distancias y limar antiguos malentendidos -, los tres lo tenemos muy hablado como podrás suponer. Nos interesa mucho conocer tu punto de vista sobre el estado de la investigación del caso. ¿Cómo recapitularías la situación en la que nos encontramos?
   Grandal, como viejo zorro, contesta a la pregunta de Atienza con otra pregunta:
- ¿Sabéis algo más del caso que yo no sepa?
   Atienza y Bernal se miran, este último se encoge de hombros como dando el tácito consentimiento a su compañero para que cuente lo que saben.
- Prácticamente, sabes lo mismo que nosotros salvo un par de cosillas que apenas han influido en la investigación, al menos hasta ahora.
   Como Atienza no parece dispuesto a contar que son ese par de cosillas, Grandal no se corta un pelo y tira a dar:
- No puedo recapitular nada si hay cualquier dato o pista, por insignificante que sea, que desconozca.
- Ya te digo que hay un par de datos que por el momento no nos han aportado nada – se justifica Atienza -, pero en cualquier caso te cuento. Uno es que tenemos fundadas sospechas de que las piezas que fueron robadas no son las auténticas del Tesoro Quimbaya, sino unas réplicas en oro y cobre que se hicieron hace muchos años. Al parecer, las auténticas siguen estando en el museo.
   Grandal no puede evitar dar un silbido como muestra de su sorpresa. La camarera, que cree que es a ella a quien ha silbado, le mira con cara de pocos amigos.
- Eso sí que no lo esperaba, pero… ¿qué significa eso de que tenéis fundadas sospechas? ¿Es que no lo sabéis con certeza?
- Al cien por cien no estamos seguros, pero la probabilidad de que sea así se acerca mucho. Verás, un compañero del equipo de apoyo, navegando por la red, encontró un artículo, publicado hace años, en el que una experta en arte precolombino y exsubdirectora del Museo de América contaba que entre 1978 y 1984, fechas en las que se cerró el museo para su renovación, las piezas expuestas eran una réplica de las originales. Pues bien, estamos casi seguros de que la parte del tesoro que fue cedido al Museo du Quai Branly de París eran esas réplicas y no las originales.
- Eso no lo ha publicado la prensa – arguye Grandal.
- Ni creo que lo publique. Por el momento, es un secreto que, sorprendentemente, no ha llegado a los medios o si alguno lo sabe ha debido de sufrir una presión lo suficientemente fuerte para que no lo haya trasladado a sus informativos – replica Atienza.
- ¿Y qué pasa con la tan cacareada libertad de prensa?
- Bueno, lo que he dicho de que han podido existir presiones por parte de quien puede hacerlo, suponemos que el Gobierno, es solo una suposición, con seguridad no lo sabemos. Ten en cuenta que estamos ante el robo de un bien que ha merecido el calificativo de asunto de Estado.
- Bien, pero sigo sin entender porque no tenéis la certeza plena de que son copias y no las originales – reitera Grandal.
- Verás. Cuando el compañero al que aludía antes nos informó del contenido del artículo nos pusimos en contacto con la autora del mismo, la cual se ratificó en lo que había publicado. Estuvimos debatiendo si preguntar directamente a la dirección del museo sobre el asunto. Tras una prolongada discusión llegamos a la conclusión de que quizá no obtuviéramos respuesta o nos dieran largas, entonces recurrimos al estricto protocolo: trasladamos el correspondiente informe a la juez que instruye el caso pidiéndole un mandato para exigir la pertinente información a la dirección del museo o, en su caso, que lo exigiera directamente ella. Nos contestó que haría la gestión personalmente. Pues bien, aún estamos esperando la respuesta.
-  ¿Acaso no se lo habéis vuelto a pedir? – se extraña Grandal.
- Por supuesto, pero ni flores – responde Atienza.
- De ahí arrancan – añade Bernal - nuestras fundadas sospechas de que las piezas robadas sean copias y no las originales.
- Hay otro dato más que ahonda la hipótesis de que son copias: los Ministerios de Asuntos Exteriores y de Hacienda que eran, junto a Interior, los que más nos daban la matraca han aflojado su presión para que solucionásemos el caso cuanto antes. De hecho, ahora es solo Interior quien sigue dándonos la vara – afirma Bernal en un giro del español coloquial.
- Os habéis dejado en el tintero – Blanchard interviene en el coloquio – la vertiente francesa. Mis jefes también me insistían sobre la importancia y urgencia de la solución del caso, pues bien desde que la señora jueza escurrió el bulto sobre si eran originales o réplicas, la presión que he tenido que soportar ha disminuido considerablemente.
- Tengo otra pregunta – dice Grandal -: entiendo que las autoridades francesas estuviesen interesadas en la pronta solución del caso, el tesoro provenía de su país y el vehículo que lo transportaba era francés, en cuanto al interés de Interior viene de suyo, pero lo que no entiendo son los motivos del interés de los Ministerios de Exteriores y Hacienda.
   Atienza piensa que la pregunta de Grandal es un buen reflejo de que la jubilación pasa factura, seguro que el excomisario no hubiese preguntado algo tan obvio estando en activo. De todos modos, le contesta:
- El interés de Exteriores estaba originado porque ha sido quien ha tenido que templar las gaitas con la embajada de Colombia y con el propio Gobierno colombiano. En cuanto a Hacienda, no olvides que el tesoro tiene la consideración de bien de Estado y por tanto es corresponsable de su guarda. Estas dos causas hace algún tiempo que, al parecer, han dejado de tener interés, justo después de que pidiéramos a su señoría el mandato.
- Comprendo – dice Grandal a quien ahora sí parece que le hayan convencido los argumentos de sus jóvenes colegas -. Y toda esa historia sobre originalidad o copia ¿cómo creéis que ha influido en el caso?
- Básicamente, en que han menguado las presiones que teníamos que soportar sobre la solución del caso. Ahora solo tenemos el apremio de nuestros jefes naturales, lo que es bueno por un lado y malo por otro. Bueno porque saben lo que es una investigación de este porte y malo porque nos pueden joder la hoja de servicios – explica Bernal.
- Y al final de esta historia, la realidad es que, aparte de que sean originales o réplicas, sigue habiendo un robo que solucionar y tres asesinatos que investigar – añade Atienza.
- Juan Carlos – El excomisario le devuelve a Atienza el gesto de llamarle por su nombre -, antes has dicho que el hecho de que las piezas robadas sean originales o réplicas es una cosilla sin importancia. Estoy en desacuerdo, creo que es un dato que puede ser clave en la investigación. Os explico el por qué.