"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 28 de abril de 2017

126. Bien está lo que bien acaba



   El veinticuatro de octubre es el cumpleaños de Chelo y Grandal le prepara una sorpresa. Los lunes, que es el día que pasan juntos, es ella la que cocina, pero el excomisario ha pensado sorprenderla y ser él quien se ponga ante los fogones. Por eso está en el Club del Gourmet del Corte Inglés comprando unas delicatesen. Al salir del club, le sorprende escuchar unas palabras dirigidas a él.
- Comisario, ¿también es usted aficionado a la buena mesa?
   Grandal se vuelve hacia la persona que le ha interpelado, es una mujer madura pero lleva los años magníficamente pues se la ve en plena forma. Al pronto no la reconoce, pero cuando se fija mejor la identifica: es Dolores Téllez. No solo recuerda su nombre, sino también que fue directora del Museo Nacional de Antropología y a la que acudieron los Sacapuntas para pedir su consejo sobre la doctrina usual de préstamo de fondos entre museos. Eso fue en la época en que se dudaba si las piezas quimbayas robadas eran originales o réplicas. Aunque él no la conoció hasta un tiempo después en que Atienza se la presentó y donde pese a que no estuvieron mucho tiempo juntos fue el suficiente para que hicieran buenas migas.
- Señora Téllez…
- Lola, por favor. No me hagas más vieja de lo que soy.
- Una mujer capaz de manifestar sin inmutarse que es vieja es porque de ello para nada. Y añado que ni lo es ni lo parece – Grandal ha sacado a relucir la trasnochada galantería de los hombres de su generación.
- Recuerdo que eras policía, pero oyéndote cualquiera diría que lo que eres es un experto en el arte de contentar a una mujer diciéndole lo que más puede agradarle.
- Y tú, si no recuerdo mal, te dedicabas a los museos, pero en lo que realmente eres una maestra es en el arte de la réplica rápida y certera.
   Al llegar a ese punto del diálogo, ambos lanzan una breve carcajada. Ha vuelto a aparecer el feeling entre ambos. Esa especie de atracción química, esa chispa que hace que dos personas puedan estar en silencio y no sentirse incómodas por ello. De pronto  Grandal piensa que sería agradable proseguir la conversación y no encuentra otra solución más a mano que invitarla a comer.
- Hoy voy a comer solo - Lo que no dice es que eso es lo habitual - y se me ocurre que si no tienes compromiso me encantaría invitarte a almorzar.
   Ante la inesperada invitación, la mujer vacila, pero resuelve las dudas con rapidez.
- Una viuda que vive sola suele tener escasos compromisos para almorzar. Acepto con dos condiciones: una que paguemos a escote, otra que me da pereza salir a buscar un restorán. Podríamos comer aquí mismo, en la cafetería de la última planta. Tienen unos platos combinados que no están mal.
- Acepto tus condiciones, aunque lo de pagar a escote me cuesta aprobarlo. A los varones de mi generación lo de invitar a comer a una señora estupenda siempre nos pareció que valía la pena, pero lo dicho, acepto ambas condiciones.
   Mientras esperan que les sirvan charlan sobre las únicas personas cuyo conocimiento comparten: los policías coordinadores del Caso Inca.
- ¿Volvieron a pedir tu consejo? – se interesa Grandal.
- No les volví a ver. Supongo que estarán muy mosqueados visto el resultado final del caso.
   Grandal mira sorprendido a la mujer por sus últimas palabras.
- ¿Qué quiere decir eso de visto el resultado final del caso?, ¿te refieres al Caso Inca?
- Claro. Imagino que debe de ser duro investigar durante casi un año el robo de un tesoro que termina no siendo tal – explica Lola.
- Por favor, explícame esto último porque me he perdido - pide Grandal cada vez más perplejo.
- Ah, pero ¿es que no sabes el final del caso? – ahora, la que parece sorprendida es la mujer -. Pensé que como policía, aunque jubilado, estarías al cabo de la calle.
- Sé que los que llevaron a cabo el robo fueron detenidos y puestos a disposición de la justicia, que los autores intelectuales están ligados a un cártel de narcotraficantes colombianos, que estos, a su vez, tenían algún tipo de conexión con las FARC y que las piezas robadas han sido devueltas al Museo de América.
- ¿Entonces no conoces la trama final? – se sorprende Lola.
- ¿Tú, sí? – repregunta el excomisario.
- Pues sí, porque da la casualidad de que madame Gissel de Previn es una vieja amiga – al ver la cara de ignorancia de Grandal, le explica -. Es la directora del Museo Jacques Chirac, el que antes se llamaba du Quai Branly y en el que estuvieron expuestas las piezas quimbayas prestadas por el Museo de América. Este verano pasé una semana en París, uno de los días comí con ella y me explicó como acabó lo del robo. ¿Quieres que te lo cuente?
- Me harías un favor casi tan grande como haber aceptado la invitación para almorzar – Grandal vuelve a dar muestras de su galantería.
   Lola Téllez cuenta a un atónito Grandal el desenlace del robo. La DEA tenía un topo infiltrado en el cártel de los Varelas. El chivato informó a la agencia de que los narcos estaban preparando un golpe con un quíntuple efecto: castigar a los gobiernos español y francés muy combativos contra el tráfico de drogas, ganarse el favor de las FARC con vistas a su futuro posicionamiento en la política colombiana tras firmar el acuerdo de paz, conseguir el favor del régimen castrista pues Cuba podía ser una base importante para nuevas rutas de la droga y congraciarse con las autoridades de Bogotá al apoderarse de un bien cultural que muchos colombianos consideraban hurtado. Esto último fue lo que dio la pista a los norteamericanos de que lo que pretendían robar era el Tesoro Quimbaya. La DEA alertó a otras agencias y en colaboración con la CIA desplegaron toda su inmensa capacidad tecnológica de obtención de información. Entre otras muchas cosas descubrieron que los narcos habían contactado con una banda belga experta en el robo de objetos de arte que fue la que planeó el atraco. Los belgas convencieron a los narcos que, dada la enorme dificultad de asaltar el Museo de América, sería más factible apoderarse de las piezas del tesoro que estaban expuestas en el museo parisino y que tenían que ser devueltas a Madrid.
- ¿Y qué hicieron los yanquis con la información? – inquiere Grandal aprovechando una pausa en el relato de Lola Téllez.
- Parece que tras muchos y diferentes planteamientos decidieron aprovechar el complot de los narcos para conseguir el desmantelamiento del cártel y al mismo tiempo mejorar las relaciones con el gobierno de París, con el que en los últimos tiempos la diplomacia norteamericana había tenido bastantes tropiezos. Y de paso, le hacían un favor al gobierno en funciones de España con el que Washington mantiene excelentes relaciones. Informaron de lo que pasaba a los políticos responsables de la seguridad de ambos países y conjuntamente  tramaron un plan que me atrevo a calificar de maquiavélico: cambiaron las piezas originales que se exponían en el museo parisino por réplicas que facilitó el Museo de América. El secreto con el que se montó la operación fue tal que ni se hizo partícipe a las policías de ambos países. Y dejaron que la banda organizada para tal fin asaltara el furgón blindado y así poder seguir mejor su pista y dar un golpe mortal al narcotráfico. Lo único que no estaba previsto es que a uno de los sicarios se le fuera la mano y asesinara a un vigilante de seguridad.
- O sea, que lo que siempre tuvieron los ladrones en su poder fueron unas copias.
- En efecto. Las piezas originales siempre estuvieron a buen recaudo y se devolvieron a Madrid cuando terminaron las conversaciones de La Habana.
- Vaya con los yanquis. Lo que han hecho me recuerda lo de los juegos de manos de los magos que invitan a subir al escenario a un sujeto, le dicen aquello de nada por aquí, nada por allá, le escamotean la cartera sin que se dé cuenta y que luego aparece en el bolsillo de un espectador sentado en medio de la sala. Un juego de manos parecido les han hecho a los narcos, toda una jugada maestra. De todas maneras, en este caso siguen habiendo muchos claroscuros.
- ¿Claroscuros? – ríe Lola -. Recuerdo que cuando vinieron a verme los policías que llevaban el caso les dije que en los círculos museísticos se comentaba que del robo del tesoro se podía decir lo que afirmaba aquel personaje shakesperiano, something is rotten in the state of Denmark. Lo que aquí se suele traducir incorrectamente como que algo huele a podrido en Dinamarca.  
- En eso coincide un amigo mío que asegura que en este robo nada es lo que parece y nada parece lo que es.
- Una acertada definición, pero lo que en definitiva vale es que la totalidad del Tesoro Quimbaya vuelve a estar donde debe: en el Museo de América. Como diría otro personaje shakespeariano: All´s Well that ends Well.
   Grandal frunce las cejas en señal de que no lo ha entendido por lo que Lola se ve en la obligación de traducirlo.
- Bien está lo que bien acaba.
                                                                                       
                                                                          FIN