En Senillar los acontecimientos se
precipitan y una mujer es la principal causante. La esposa de Agustín Badenes,
el director de la agencia local de Cajaeuropa, ha ido leyendo los documentos
que guardaba el bancario en la caja fuerte del domicilio conyugal. Aunque no es
más que un ama de casa, tiene las suficientes luces para reconocer que algunos
de los papeles pueden ser muy comprometedores para su adúltero consorte. Decide
darles prioridad a la hora de entregarlos al bufete que, a su vez, se encarga
de filtrarlos a la prensa. ¡Dios nos guarde de una mujer despechada!, piensa el
socio principal del despacho de abogados al estudiar el contenido del legajo
que acaba de recibir.
Al mismo tiempo, y ya fuera del estricto
ámbito local, ocurren más hechos relacionados con la movida procesal. Dos
colectivos, curiosamente uno ubicado en la extrema izquierda y otro tildado
como neofranquista y que se han hecho famosos por presentarse como parte en
numerosas demandas judiciales, han presentado sendas denuncias ante la justicia
sobre las presuntas irregularidades en el proceso urbanizador de Senillar.
Hasta
ahora las informaciones aparecidas en la prensa han apuntado, por una parte, al
Ayuntamiento de la localidad y a ciertos organismos de la administración
autonómica y, por otra, a la empresa constructora BACHSA, pero sin mencionar
ningún nombre concreto. Eso ha cambiado, en la segunda entrega de documentos
que publica El Mundo ya aparece un nombre y, ante la sorpresa de la mayoría, es
el de Agustín Badenes. Antes de que, con su desesperante parsimonia, el juzgado
o la fiscalía anticorrupción actúen, los primeros en reaccionar ante el nuevo
giro que ha tomado la situación han sido los directivos de la caja. Llaman a
capítulo a su empleado.
Gaspar Moltó, director general adjunto de
Cajaeuropa, está hondamente preocupado. La información aparecida, aunque no le
cite, recoge algunas de las operaciones en las que, de manera encubierta, ha
participado. No deja de ser el hombre que ha pilotado en la sombra la
financiación del proyecto urbanizador en Senillar y del que ha obtenido, y
obtiene, pingües beneficios gracias a su pacto, a espaldas de la caja, con los
directivos de BACHSA. Teme que en la entidad se lleguen a conocer sus enjuagues
y que el escándalo le salpique. Supondría con plena seguridad su salida de la
caja por la puerta falsa y que su reputación quedara manchada, con lo que
volver a encontrar un puesto directivo en el mundo de las finanzas se
convertiría en algo imposible, y hasta es bastante posible que le imputaran más
de un delito. Tras meditarlo detenidamente decide pedir consejo legal a Ernesto
González-Castro, socio de uno de los más prestigiosos bufetes madrileños. El
banquero y el letrado fueron antiguos compañeros de pupitre en el colegio San
Estanislao de Kostka de Madrid y han mantenido su amistad más allá del período
colegial. Por ello y porque tiene la máxima confianza en González-Castro, queda
con él para sincerarse y contarle sus cuitas. Tras escuchar las confesiones de
Moltó, el abogado emite una primera opinión:
- No quiero pecar de
pesimista, Gaspar, pero tienes motivos más que suficientes para estar
preocupado. Si esta tormenta va a más, puede que el oleaje te alcance. Y como
esto llegue a la Audiencia Nacional, y tiene toda la pinta de que así será, te
puedes encontrar metido en un buen fregado.
- Ya me lo temía,
Ernesto, por eso estoy aquí. Lo que todavía no me explico es cómo han
conseguido toda esa información sobre mí. Me he devanado los sesos y solo
encuentro una explicación: la fuente ha tenido que ser Agustín Badenes. Se
trata del director de nuestra sucursal en Senillar. Es el hombre que me abrió
los ojos sobre las posibilidades turísticas y urbanísticas del pueblo y es
conocedor de la mayoría de los entresijos de todo el proceso. Si alguien me
puede poner en un brete es Badenes. Como verás, necesito como nunca tu apoyo y
tu consejo, más como jurista que como amigo. ¿Qué debo hacer o, mejor, qué
puedo hacer?
- Antes de emitir un
dictamen tendría que estudiar a fondo todo lo publicado más la documentación
que tú puedas tener en relación al caso.
- La documentación
aquí la tienes – afirma Moltó poniendo encima de la mesa el portafolio que
lleva consigo -. ¿Cuánto tiempo vas a necesitar para tu dictamen?
- Dame un par de
semanas.
- No tengo ese
tiempo, Ernesto. El consejero delegado ha citado para dentro de tres días a
Agustín Badenes quien, como te he dicho, es el hombre que si se va de la lengua
me puede involucrar en todo este embrollo.
- O sea, que tengo poco
más de cuarenta y ocho horas. Difícil me lo pones, Gaspar, pero haré un
esfuerzo. Una pregunta: al tal Badenes ¿quién o quiénes le van a interrogar?
- Todavía no está
decidido. Posiblemente una terna formada por el director general, el jefe de la
asesoría jurídica y yo mismo.
- Pues lo primero que
has de conseguir es que quién entreviste a ese fulano seas únicamente tú. Mira,
estamos ante una especie de partida de ajedrez. Si la primera pieza a mover
depende de ti siempre llevarás un movimiento de ventaja. En cambio, si no lo
logras tus posibilidades de conseguir jaque mate o, al menos, tablas se verán
muy reducidas.
Moltó, siguiendo el consejo del letrado,
maniobra ante sus superiores para ser él quien entreviste a Badenes. Basa su
petición en el hecho de que es el único directivo que conoce personalmente al
bancario y que eso facilitará el desarrollo de una entrevista que se presume
tensa. Posteriormente, y en función del resultado de la sesión, prepararía un
segundo encuentro con el resto de dirigentes. Consigue convencerles. Para él es
un alivio, más después de lo que González-Castro, tras una primera y apresurada
lectura de la documentación que le entregó, le ha dicho:
- Como el tal Badenes
cuente todo lo que sabe lo más seguro es que acabes imputado. Solo tenemos una
baza en nuestras manos. Para jugarla, en la entrevista que vas a tener con él
le has de convencer de que la única persona que lo puede salvar o, como poco,
reducir notablemente su condena eres tú. Que para ello vas a conseguir dos
cosas muy importantes. Una, que mi bufete se haga cargo de su defensa. Otra,
que la caja no se presentará como parte acusadora. A cambio de ello le exigirás
que cuente lo que quiera, pero que no te mencione. Se trata de atajar el
incendio que acaba de iniciarse para que no te abrase y, en todo caso, buscar
cabezas de turco por si al final hay que crucificar a alguien para zanjar el
asunto.
La primera sorpresa que se lleva Moltó
cuando Badenes entra en su despacho es la impresión que produce su subordinado.
Lo que era aplomo ahora es inseguridad, su facundia se ha trocado en laconismo,
su empuje se ha tornado en cobardía. Es un hombre derrotado. El subdirector lo
desconoce, pero el hundimiento anímico del bancario no se debe solamente al
escándalo mediático o a su separación conyugal, lo que más tocado le ha dejado
es que su joven pareja, en vista del revuelo armado, le ha dejado. Lo que sí
sabe Moltó es que el hombre que está ante él se encuentra sin trabajo, la caja
le ha relevado de la dirección en espera de ver qué hacen con él, sin esposa,
apartado de su hogar y de sus hijos. Un ramalazo de optimismo le sacude, a un
hombre tan hundido no ha de ser difícil convencerle.
- Agustín, estás en
un gran aprieto. Como la fiscalía pueda probar la mitad de los hechos que se te
atribuyen vas a pasar en la sombra una larga temporada. No es una opinión a
humo de paja, es lo que me ha informado la asesoría jurídica. Por otra parte,
es probable que el director general decida que se te abra expediente por
administración desleal, y por ahí también te va a coger el toro.
Es oír eso y el bancario se derrumba todavía
más. Moltó era la persona en quien confiaba para poder salvarse y ahora ve que
no es así. El directivo sigue jugando sus cartas al compás que le ha señalado
su antiguo compañero de estudios.
- Pese a todo eso voy
a hacer algo por ti porque siempre me caíste bien y porque has prestado buenos
servicios a la caja. He consultado tu caso con González-Castro, que es con
diferencia el mejor penalista que conozco. Ha de estudiar más a fondo la
documentación, pero ya me ha adelantado que los cargos por los que puedes ser
imputado son malversación, fraude, cohecho, falsedad, tráfico de influencias,
delito fiscal… – Moltó no prosigue la enumeración, espera una respuesta de su
subordinado, pero ésta no llega por lo que prosigue -. Pues bien, en un
panorama penal tan negro todavía se vislumbra una débil luz de esperanza. Según
Castro puedes tener una vía de escape para dar un quiebro a una posible pena
que podría suponer una condena entre quince y veinte años de cárcel. La única
manera de eludir, al menos en buena parte, el marrón que se te cae encima es
negociar con la fiscalía.
Como bien había supuesto Moltó, no le cuesta
demasiado convencer a Badenes de que pactar con la justicia a cambio de contar
lo que sabe, sin mencionarle en ningún momento, es su única salida. En cuanto
termina la entrevista se apresura a llamar a González-Castro para contarle el
resultado de su charla con Badenes.
- ¡Albricias, ya
tenemos cortafuegos! – exclama el abogado.