"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 31 de mayo de 2016

31. Un perseguidor con sombrero tirolés



   La primera portada de ABC del dos de diciembre trae una fotocomposición con los rostros de los líderes que, al decir de las prospecciones electorales, van a ser los candidatos más votados en la próximas elecciones generales. Junto a cada uno de ellos aparece el número de diputados que una encuesta encargada por el diario madrileño les otorga. A Rajoy, mejor dicho a su partido, le vaticinan 128 escaños, al partido de Sánchez 88, al de Rivera 55 y al de Iglesias 37. Y el titular que resume todo ello es: El desgaste de Podemos frena la caída del PSOE. Si sale un resultado así, piensa Ponte, no sé quién coño podrá gobernar. Este pueblo es la releche. No sé si es que somos tontos del culo o los más clarividentes del mundo mundial. En su segunda portada el titular que ocupa las cuatro columnas es sobre el mismo tema, las previsiones electorales: Las circunscripciones pequeñas serán decisivas el 20-D con sus 102 escaños. O sea, que según esto, dice el viejo en voz alta, la cosa se va a dilucidar en provincias como decíamos antes los catetos del foro. En el centro aparece la foto de la panorámica de un Madrid difuminado con un título que explica la borrosa fotografía: Madrid mantiene la alerta por la contaminación. A buenas horas, mangas verdes, comenta Ponte. Si esto se parece cada vez más a Londres, vamos a acabar teniendo el famoso puré de guisantes londinense. En la columna de salida dos recurrentes noticias sobre Cataluña: Mas recurre ante el Tribunal Supremo las condiciones del préstamo del Estado a Cataluña. El Constitucional tumba hoy por unanimidad la resolución de ruptura. No hay día que estos nois no aparezcan en los papeles, que cansinos son es su último comentario antes de cerrar el ordenador.
   Hoy, el grupo de jubilados metidos a policías aficionados tiene reunión general. Sentados alrededor de la pequeña mesa del saloncito de estar del piso de Grandal se disponen a debatir las tareas pendientes en sus investigaciones sobre el robo del tesoro.
- Bien, caballeros – Es Grandal quien toma la palabra -, lo primero es hacer un recuento de cómo se han desarrollado las investigaciones pendientes. Por lo que a mí respecta, os informo que ayer, con la inestimable ayuda de Manolo, localizamos el domicilio de uno de los objetivos que nos faltaba. Ahora vosotros. Empecemos con Luis, ¿qué tal te ha ido con tu primero?
- Sin problemas – informa Álvarez, al tiempo que deposita en la mesa una hoja de bloc -. Ahí estás sus señas, vive en la calle Ferrocarril.
- ¿Ningún contratiempo? – quiere saber Grandal.
- Ninguno. Durante todo el viaje, tanto callejeando como en el metro, hasta su casa fue leyendo el Marca. Le hubiera podido seguir todo un regimiento y no se hubiera enterado.
- Muy bien. Tu turno, Amadeo. ¿Tuviste algún problema con tu objetivo? – pregunta Grandal.
   Ballarín explica que sí lo tuvo. Fue un error por su parte que piensa no volver a cometer. Cuenta que para pasar más desapercibido cogió una vieja gabardina reversible porque así en algún momento le daría la vuelta y parecería otra persona, aunque no llegó a ponérsela porque el tiempo era casi más primaveral que invernal.
- ¿Y dónde estuvo el problema si no llegaste a ponértela? – inquiere Álvarez.
- Estuvo en el sombrero. Me puse también un sombrero tirolés y ahí la cagué. Mientras el objetivo anduvo por la calle no pasó nada, ni se enteró de que le seguía, pero cuando se metió en el metro empezaron los problemas. En Moncloa cogió el Circular hasta Príncipe Pío, allí se cambió a la línea 10 en dirección sur. No sé si habéis tomado alguna vez la 10, pero es una de las líneas de recorrido más largo. A partir de Cuatro Vientos el vagón comenzó a vaciarse de pasajeros y entonces me di cuenta de que mi tirolés desentonaba, era el único que llevaba sombrero. Algunos me miraban, yo creo que de manera rara, hasta el objetivo me miró un par de veces. Estuve a punto de bajarme, pero lo que hice fue quitarme el sombrero y en la Puerta del Sur, donde cambiamos a la línea 12, subí a un vagón distinto al que se montó la presa.
- ¿Pero conseguiste o no localizar su domicilio? – pregunta Álvarez cuya virtud de la paciencia es perfectamente descriptible.
   Ballarín no se da por interpelado y prosigue con su relato:
- Se bajó en la estación de El Bercial. Yo, además de no llevar ya sombrero, me había puesto la gabardina. Eso supongo que debió servir para que no volviera a fijarse en mí hasta que llegó a su casa. En el momento de entrar en el portal, se volvió y echó una mirada atrás.
- ¿Miró hacia dónde estabas? –pregunta Grandal.
- Creo que no, que fue una mirada como diría, como panorámica. De todas maneras, yo seguí andando como si nada.
- ¿Y dónde está el problema? – vuelve a inquirir Álvarez.
- Que quizá si me viera otra vez me reconocería.
- No pasa nada, Amadeo – le tranquiliza Grandal -. No te va a reconocer porque, curándonos en salud, no volverás a investigar a ese objetivo. Si necesitamos nuevas indagaciones sobre él, las haremos alguno de los otros. En lo que atañe a ti, respecto al empleado que seguiste, se te considera un agente quemado como se dice en el argot policial. Lo importante, y por lo que te felicito, es que conseguiste llevar adelante la misión encomendada.
- Jacinto, ¿tienes alguna birra en la nevera? – pregunta Álvarez.
- Me parece que va a ser que no, pero puedes bajar al bar de la esquina.
- Hablando de cervezas – interviene Ponte -. Algo que no hemos hecho y que habría que hacer ya mismo es constituir un fondo común para los gastos generales, como por ejemplo comprar una caja de cervezas o una botella de coñac, de wiski o de lo que se tercie. Una cosa es que Jacinto haya puesto su casa a disposición de todos y otra muy distinta es que encima le saqueemos la nevera.
- Ahora, le llaman frigorífico – corrige Ballarín.
- Bueno, pues que le saqueemos el frigo.
   La sugerencia de Ponte es aceptada por unanimidad y en un periquete se ponen de acuerdo en la cantidad a aportar por cada uno para el pozo común. Además, y puestos ya en harina, nombran a Ballarín para que haga de tesorero del grupo y se encargue de la intendencia. Resueltas las cuestiones de administración, Grandal retoma la palabra.
- Ya tenemos los domicilios de varios de los sospechosos y presuntos secuaces que pudieron manipular las cámaras del museo el día del robo. Aquí tenéis – y pone encima de la mesa unas fundas de plástico – los dosieres que he podido reunir de cada uno de ellos. No es que haya muchos datos, pero poco a poco los iremos completando. Nos vamos a dividir por parejas, cada una tendrá un par de objetivos a investigar. La etapa que comenzamos ahora será algo más complicada y tediosa que la anterior. Cuando los tengamos localizados todos, cada pareja deberá rondar los respectivos barrios en los que viven cada uno de los investigados y reunir toda la información posible, no solamente sobre ellos también de su familia, parientes próximos y amigos.
- ¿Y todo eso para qué? – quiere saber Álvarez.
- Para descubrir cuál o cuáles de ellos ayudaron a los ladrones del tesoro. Mi tesis es que, probablemente, quien inutilizó las cámaras más que un cómplice integrado en el grupo de atracadores es alguien a quien pagaron para que hiciera ese trabajo. Si la hipótesis que manejo es cierta, eso significa que el compinche de marras tiene dinero fresco en cantidad y sin que haya tenido que derramar una gota de sudor. Y cuando se dan esas características es muy difícil no hacer ostentación de él. Por consiguiente, cuando encontremos a alguien que gasta la pasta a manos llenas habremos encontrado a nuestro hombre.
- O a nuestros hombres – precisa Ballarín.
- Puede que sean más de uno, pero me da en la nariz que se trata de un solo fulano. – puntualiza Álvarez.
- Puede ser pero, como he dicho, si tienes mucha guita conseguida casi gratis va contra la humana naturaleza no hacer uso de ella y darte los caprichos que todos tenemos y que, generalmente, solo son sueños que nunca se convierten en realidad. O sea, que como os dije en su día: buscad la pasta – remacha Grandal.

viernes, 27 de mayo de 2016

Capítulo 6. Los jubilados en acción.- 30. Siga a ese coche



   El primer día de diciembre de 2015 depara una noticia que pone al Dúo Sacapuntas ante una nueva variante de su investigación que no esperaban. Uno de los agentes de la Brigada de Patrimonio, que forma parte de la unidad de apoyo para el Caso Inca, rastreando por internet ha encontrado una información que ofrece una nueva perspectiva al tan traído Tesoro de los Quimbayas. Encuentra un artículo en el que una prestigiosa especialista en arte precolombino y antigua subdirectora del Museo de América relata que hace tiempo, dado el alto valor económico y artístico de la colección, todas las piezas fueron reproducidas en oro y cobre. De esta manera, mientras las piezas originales han permanecido guardadas en las cámaras acorazadas del Banco de España, las que se han podido ver en algunas exposiciones o en el propio museo son copias de la colección original. El artículo aporta otro dato más: cuando las piezas auténticas salen del Banco de España son siempre custodiadas por la Guardia Civil.
   Puesto que los objetos de la colección cedidos para su exposición al Museo du Quai Branly de París no fueron protegidos por la Benemérita, cabe plantearse si los que se enviaron y posteriormente fueron robados del furgón blindado ¿eran copias o eran las piezas auténticas? Como Bernal y Atienza conocen sobradamente los entresijos de la administración pública española saben que si preguntan directamente a la dirección de Museo de América es posible que no les contesten, que les den largas o incluso que les oculten la verdad. Lo más eficaz, y al tiempo reglamentario, será acudir a la jueza instructora del caso para que sea ella la que adopte las medidas que estime pertinentes para dilucidar si las piezas robadas eran las originales o meras copias. Otro misterio más a sumar al ya de por sí embrollado asunto del robo del Tesoro Quimbaya.
   Ajenos al nuevo dato sobre el tesoro, Grandal y Ponte tienen ese miércoles una tarea específica: averiguar el domicilio de uno de los empleados de la empresa encargada de la seguridad del museo, que es uno de los que ha podido manipular las cámaras de vigilancia, y que hoy ha estado trabajando en el museo adónde ha llegado en su coche. Han quedado en la intersección de Hilarión Eslava con Cea Bermúdez a las dos y media. Ponte tendrá que almorzar un poco antes de lo que suele hacerlo, no sea que ahora que está a punto de ver convertida en realidad la recurrente frase que suena en toda película de acción que se precie: siga a ese coche, no la disfrute plenamente por si le sobreviene la somnolencia que le suele invadir tras el almuerzo. A la hora convenida aparece el comisario a bordo de un Seat León dos puertas, de color rojo y que a juzgar por su matrícula cuenta con una pila de años.
   Ponte se ha metido en internet y ha buscado información sobre cómo acechar a un coche sin que su conductor se aperciba de que es seguido. Ha leído una web titulada: las 10 reglas que debe saber para perseguir un vehículo sin delatarse. Una de ellas es que el color del vehículo perseguidor debe de ser poco llamativo.
- Jacinto, ¿no deberías haber cogido un coche de otro color menos chillón que el rojo?
- Quizá sí, pero este es el único que me quedaba en el garaje. El Maserati de color champagne se lo ha llevado el mayordomo y el BMW gris metalizado lo tiene el ama de llaves – contesta con guasa Grandal -. Manolo, ¿cuántos coches crees que tengo?
- Lo decía para que el objetivo no nos detecte fácilmente – se disculpa Ponte.                               
- Vamos a ver, Manolo, piensa. Un empleado que ha estado currando y que saldrá a las tres con más hambre que un gitano, con unas ganas locas de llegar a su chozo para sentarse a la mesa, ¿crees que tendrá en la chola que un par de viejales como nosotros le vayamos siguiendo por la caótica circulación madrileña del mediodía? Es lo último que podría pensar.
   Viendo que el excomisario no parece estar del mejor humor, Ponte cambia de tema.
- ¿Dónde le vamos a esperar, en el parking del museo?
- No, ahí seríamos demasiado visibles. Como el museo no tiene más que una salida hacia la Avenida de los Reyes Católicos y desde ahí solo se puede continuar hacia el Arco de la Victoria, nos apostaremos en la Plaza del Cardenal Cisneros, que es la primera rotonda en la que puede cambiar de sentido, bien para seguir por la Avenida de la Complutense, por la de Puerta de Hierro que desemboca en la carretera de A Coruña, o para torcer por la Avenida Juan de Herrera que le puede llevar, entre otros destinos, a la M-30. A partir de la rotonda de Cisneros es donde nos vamos a pegar a su trasero y precisamente será en ese trecho donde estaremos más al descubierto. Luego, en cuanto entre en una vía de mayor tráfico seguirlo sin que se aperciba será pan comido. Además, como te he dicho, dudo mucho que el tipo pueda sospechar que le van siguiendo. En cualquier caso, voy a procurar que entre ese fulano y nosotros haya, al menos, otro vehículo.
- ¡Caray, Jacinto, cómo se nota que eres un profesional! A mí no se me habría ocurrido pensar en todo eso – comenta Ponte con un dejo de admiración que tiene la virtud de disipar el mal humor de Grandal.
   A los doce minutos de espera aparece un Renault Clio, con motor diésel, de un azul metalizado que conduce el empleado objeto del seguimiento. Como había previsto Grandal, en la rotonda de Cardenal Cisneros el objetivo gira en dirección a la Avenida Juan de Herrera. El excomisario se le pega detrás. Al final de Juan de Herrera toma la calle a su izquierda, la de Martín Fierro, que desemboca en la Avenida de Séneca, en ella los perseguidores ya llevan otro vehículo entre el suyo y el de la presa. Al final de Séneca, el perseguido coge la M-500 para acceder inmediatamente a la M-30. A la altura del Parque Zoológico sale de la autovía para adentrarse en la Avenida de Portugal, al término de la cual entra en la siempre congestionada Autovía de Extremadura. Grandal no deja que otro vehículo se interponga entre su objetivo y ellos. La densidad de tráfico de la A-5 es enorme y además tiene muchas salidas, por eso le sigue como un galgo a una liebre, pegado a su culo.
- ¿No vamos demasiado cerca? – pregunta Ponte mirando con recelo las luces traseras del Clio.
- En esta carretera lo que hay que hacer es tener los cinco sentidos fijos en la conducción, no si te siguen o dejan de seguir. ¿Es que no sabes que es una de las entradas; bueno, en este caso, salidas más peligrosas y congestionadas de Madrid?
   En ese mismo momento, el Clio enciende el intermitente indicativo de giro a la derecha. Los paneles informativos indican que la próxima salida es la número 11, hacia San José de Valderas/Centro Comercial/San Martín de Valdeiglesias. El empleado se mantiene a su izquierda en la bifurcación en dirección a San José para tomar la Avenida de los Castillos, ya en el municipio de Alcorcón. En la segunda rotonda gira a la derecha para coger la calle Padrón, pasa otra rotonda tras la que accede a la calle Ribadeo en la que disminuye notablemente su velocidad que hasta el momento ha mantenido regularmente.
- Hemos de tener cuidado, está buscando donde aparcar – explica Grandal que ahora le ha dado un amplio margen de distancia al Clio.
   Casi en la esquina de Ribadeo con Carballino, el objetivo encuentra un hueco bastante estrecho, pero en el que con varias maniobras consigue aparcar. Mientras, Grandal ha estacionado su coche a la entrada de lo que parece la puerta de un garaje con un rótulo de prohibido aparcar y, por si hubiera duda, le acompaña un letrero que pone: avisamos grúa. Desde allí ven como el empleado se acerca en su dirección andando sin prisa, da toda la impresión de que sigue sin percibir que es objeto de seguimiento.
- Que viene, que viene – dice Ponte que por momentos se está poniendo nervioso.
- Tranquilo, Manolo. Si llega a nuestra altura, simularemos que estamos charlando, pero pon la mano apoyada en la sien, de forma que te tape media cara.
- Pero igual puede reconocernos.
- Manolo, no digas simplezas. A mí no me ha visto nunca, ¿cómo va a reconocerme? Y en cuanto a ti, ¿tú crees que va a recordar a un señor mayor que a veces tomaba café donde él suele hacerlo? Además, con las luces interiores apagadas y la escasa luz que tiene esta calle desde fuera apenas si verá más que dos personas que están manteniendo una amistosa charla.
   Los temores de Ponte no se materializan, antes de llegar hasta ellos, a la altura de la calle Cambados, el objetivo entra en un portal. La misión que podría denominarse de siga a ese coche ha terminado por el momento.

martes, 24 de mayo de 2016

29. De búsqueda por la Cañada Real



   Ponte, en su duermevela matinal, no hace más que pensar sobre como localizar a la familia gitana que puede ayudarles a encontrar a los tocayos que encontraron el furgón blindado y que luego vendieron a un chatarrero; si es que quieren, porque los calés son muy suyos, y siempre que la versión del fulano del desguace sea cierta. Como no llega a ninguna consecuencia práctica, deja de dar vueltas al asunto y abre el ordenador. La noticia que destaca El Mundo del último día de noviembre es una encuesta de Sigma Dos y su titular: Ciudadanos adelanta al PSOE y se queda solo a cuatro puntos del PP. ¡Coño, cómo han subido estos chicos!, piensa el viejo. Claro, que es solo un sondeo y estos de las encuestas fallan más que una carabina de feria y para mí que además las manipulan. Otra noticia que le llama su atención dice que: El Papa visita la gran mezquita de Bangui para mostrar la hermandad con los musulmanes. Es un bonito detalle, pero seguramente se quedará solo en eso, en un detalle. No creo que a la mayoría de musulmanes, y también de los cristianos, el gesto les hará cambiar de posiciones. En la sección de internacional, el pie de una foto en la que se ve la borrosa cara de un niño reza así: Niños suicidas afganos a 100 dólares. Ves, piensa, lo que decía antes. La miseria aliada con la religión produce estas monstruosidades. Críos que deberían estar en la escuela y lo que hacen es empuñar un kalashnikov. Y aunque no es un gran aficionado al fútbol termina repasando los resultados de los partidos de primera división del día anterior, es algo que hay que conocer porque la marcha de la liga es un tema de charla que más pronto que tarde saldrá en la conversación con sus amigos.
   Ponte ha quedado con Ballarín en el Paseo de Moret, casi esquina con Pintor Rosales. Puntual como un reloj suizo de alta gama, Ballarín le está esperando dentro de su coche.
- Buenos días, Amadeo, ¿hace mucho que esperas?
- Nada, unos minutos. Oye, tú que eres muy leído, ¿quién es la señora de la estatua? – pregunta Ballarín señalando el monumento que hay en la esquina de las dos calles, pero ya dentro del Parque del Oeste.
- Es doña Concepción Arenal, una escritora del diecinueve.
- Bueno, ¿dónde vamos?
- Jacinto me ha dicho que empecemos por la Cañada Real.
- Ese nombre me suena de algo, pero no sé de qué.
- Te sonará porque sale bastantes veces en los sucesos. La llamada Cañada Real Galiana es una zona de asentamientos ilegales en la que abundan los gitanos, los camellos, los yonquis y demás gente de esa ralea.
- Oye, Manolo, ¿y no será peligroso ir a un barrio así? Ya sabes que un yonqui te puede atracar por cuatro perras; bueno, ahora por cuatro euros.
- Según me explicó Jacinto, la Cañada está dividida en varios sectores que se extienden no solo por Madrid, sino también por los términos municipales de Rivas-Vaciamadrid y Coslada. Vamos a visitar solo dos de sus sectores: el tres y el cuatro, con una mayoría de familias de etnia gitana. Los calés no son precisamente unos angelitos, algunos también se dedican al menudeo de la droga, pero no creo que nos pase nada por hacer algunas preguntas.
- Bueno, esperémoslo, aunque no creas que las tengo todas conmigo.
- Coño, Amadeo, me estás saliendo un caguetas. Mira, haremos una cosa para que te quedes tranquilo: mientras yo pregunto, tú te quedas dentro del coche y bajas el seguro de las puertas.
- Es posible que sea un caguetas, como dices, pero también soy de los que no dejan a un amigo solo ante el peligro – afirma Ballarín dando a la frase un tono melodramático.
- Eso de solo ante el peligro me suena a película del oeste, como aquella que hizo John Wayne – se burla Ponte.
- Error. La protagonizó Gary Cooper. ¿Por dónde tiro?
- Coge la M-50 en dirección sur.
   La Cañada Real es como suponían: chabolas hechas con materiales de derribo, calles sin asfaltar, inmundicias, basura y por todas partes miseria, marginación…. Un barrio tercermundista con algunas pinceladas singulares que le confieren un aire peculiar: abundancia de antenas parabólicas, aparcados aquí y allá vehículos de alto porte y, de vez en cuando, edificaciones bien construidas que destacan todavía más junto a las viviendas de fortuna. Otra nota discordante es el relativo alto número de críos de variadas edades jugando entre los montones de chatarra. Deberían estar en el cole, pero…
   Ponte, repasa las directrices que le dio Grandal para comportarse como un payo respetuoso. Lo primero a tener en cuenta son algunos rasgos de la cultura gitana, esto conlleva que no debe preguntar a las mujeres ni a los jóvenes en general, debe hacerlo a un tío que es un gitano de edad que, por sus años, poder y comportamiento, suscita el respeto de los demás. Mucho mejor si pudiese acceder a que le reciba un patriarca o jefe reconocido y cabeza visible de una familia extensa. El poder del patriarca no es absoluto. Se asienta en su autoridad moral y el respeto que el gitano siente por sus mayores, de forma que el patriarca actúa como el tío más importante. También es el encargado de interpretar la ley tradicional y velar por ello, lo que es esencial en una cultura como la gitana de carácter ágrafo, es decir de una cultura cuyos códigos y pautas de comportamiento se transmiten oralmente. Además de tener en cuenta todo ello ha urdido una ingenua treta para que sus pesquisas no encuentren demasiados recelos. Va a enseñar una amarillenta fotografía, que encontró en la caja de Partagás en la que guarda viejas fotos de cuando trabajaba en Hidrola, en la que aparece junto al tío Josefo, el patriarca de los García Reyes, también conocidos como el clan de los Estepeños, al tiempo que contará que le dejó a deber tres mil pesetas y que, aunque pueda parecer una cantidad insignificante, para él es una cuestión de honor devolverle los dieciocho euros en que se han convertido. ¿Por qué ahora?, porque le han diagnosticado un cáncer y antes de que se lo lleve por delante no quiere dejar deudas. Quizá no le crean, pero es mejor una excusa aunque sea endeble que ninguna.
   Bien porque no consiguen topar con el gitano adecuado, bien porque nadie se cree la historia que cuenta Ponte, las indagaciones son un fracaso. Al menos, piensa Ballarín, no han visto ni notado nada que sugiera que hayan corrido peligro en algún momento. Cuando están a punto de tirar la toalla, la fortuna les sonríe. Entre dos de las nuevas urbanizaciones planeadas en la zona, Los Ahijones y El Cañaveral, encuentran unas chabolas casi pegadas a la autopista de peaje, la Radial 3, y allí un gitano que está trasteando en una furgoneta cargada con fruta les dice que quien más sabe de las familias que viven en la Cañada es el tío Ginés el Rubio, patriarca del clan de los Canelitas, y que vive en un poblado limítrofe al desarrollo urbanístico de los Berrocales, ya en el término de Rivas-Vaciamadrid.
   El tío Ginés resulta ser un calé que podría pasar perfectamente por payo. Para empezar, debió tener el pelo sino rubio, sí al menos castaño. Quizá de ahí le venga su mote. Tiene los ojos de un gris desvaído y su tez no es tan renegrida como la mayoría de los de su etnia. Habla pausado, con una poderosa voz de bajo y tiene el tic de que cada pocos minutos mira el reloj de bolsillo que, sujeto por una leontina, guarda en uno de los bolsillos del chaleco. Ginés les hace muchas preguntas sobre quiénes son y qué buscan. Ballarín y Ponte sin ponerse previamente de acuerdo deciden contar la verdad sobre sus respectivas personalidades. Lo que cuentan sobre su vida, trabajo y situación actual, sin hacer ninguna referencia al Tesoro Quimbaya, parece convencer al patriarca que debe ser tan viejo como ellos. En cambio, la historia de las tres mil pesetas de marras no parece que acabe de creérsela, pero la vieja foto que le enseña Ponte termina por animarle a hablar:
- Los García Reyes son unos calós de tronío y con los que es mejor estar amigachaos que lo contrario. Lo último que supe de ellos es que paraban por Salamanca, pero… - Ginés vuelve a mirar su reloj -, pero si siguen con lo de siempre, por estas fechas suelen marchar a la zona de Castellón para la recolección de una mandarina temprana que se cultiva por allí y que si no    recuerdo mal se llama satsuma.
   Y eso es cuanto logran averiguar en su búsqueda por la Cañada Real.