Como decía en un post anterior, estoy trabajando
en la fase de recopilación de material para una nueva novela. Para mí será
nueva en varios sentidos, por citar uno: mi siguiente narración va a ser una historia
basada en hechos reales. Eso ya la diferencia sustancialmente de las últimas novelas
que he publicado, incluida la que aún estoy colgando en este blog, Una playa demasiado tranquila, que es de
la cruz a la raya puramente imaginaria, salvo las localizaciones geográficas
que son todas reales.
Trabajar con hechos que han ocurrido y con
personas que fueron de carne y hueso supone un importante reto para el
novelista. Por un lado no tienes que exigirle tanto a tu inventiva, por otro te
ves constreñido a ceñirte a lo que sabes e investigas de los personajes y de
sus vidas. Por eso, en una novela basada en hechos reales la documentación es
fundamental. Tienes la libertad de recrear diálogos, escenas, sucesos, actos
pero siempre que nunca se aparten excesivamente de lo que realmente pasó. En
definitiva, no debes falsear la historia. En el nuevo relato, todavía hay un
formidable obstáculo añadido, y es que su inicio se remonta a 1889 para
terminar en 1949. Sesenta años en los que en España, país en el que se
desarrolla la historia, ocurrió de todo y ese entorno siempre efervescente
condicionó sustancialmente a los personajes que vivieron en dicha época.
No me habría atrevido a relatar la historia
sino hubiera sido porque algunos de los familiares, de la tercera generación de
la familia protagonista, me han ayudado muchísimo con la información que me han
aportado, con el relato de sus recuerdos e incluso con los documentos y
fotografías que me han hecho llegar. Y me guardo para el final el dato que más
ha contribuido al conocimiento de los protagonistas de la historia: conocí y
traté personalmente a toda la segunda generación de la familia, cuya vida
novelaré, y que son los auténticos protagonistas de la segunda y tercera parte
de la obra.
Porque la novela, ya es momento de explicarlo,
constará de tres partes o libros. En el primero narraré la vida de los padres
que crean la saga familiar. Aparentemente, será la que tenga menos acción
porque los años en que se desarrolla son relativamente tranquilos, aunque la
vida de los protagonistas es de todo menos tranquila. En el segundo libro o
parte, la acción se multiplica porque el entorno familiar se ve sacudido por
una serie de sucesos de un país que se ha embarcado en un estado convulso y pseudorrevolucionario.
En el tercer libro o parte, la vorágine de la desgarradora Guerra civil
española, en la que por cierto hubo una importante participación italiana, genera
que la acción se convierta en el elemento quizá más importante del relato.
Desde que escribí y publiqué mis dos primeras
novelas, Las dos guerras de Aurelio Ríos
y La pertinaz sequía, ambas archivadas en este blog, no había vuelto a
plantearme volver a narrar una historia basada en hechos reales y sospecho que
en esta ocasión el empeño pueda ser superior a mis fuerzas ya menguadas por el
peso de los años. Pero he decidido echarle valor y ampararme en lo que dice el
refrán: el que no se moja, no cruza el río. Y estoy dispuesto a mojarme y a
pasar el río para contar una historia tan sugestiva, única e irrepetible que
estoy convencido de que el empeño valdrá la pena.