La resolución del consejo de administración
de BACHSA de no vender el enorme stock de suelo que atesora la compañía genera
como efecto inevitable la necesidad de inyectar capital a la empresa para hacer
frente a las nuevas inversiones que ha de afrontar si quiere proseguir
construyendo al mismo ritmo que hasta el presente y, lo que también es
importante, segar la hierba bajo los pies de la competencia.
Fechas después los cuatro socios que
conforman el núcleo duro del consejo centran el debate en el dilema de hacer
una ampliación de capital y llevarla a bolsa o buscar nuevos socios y
ofrecerles buena parte del nuevo paquete de acciones antes de la salida a
bolsa. Cardona, con el asesoramiento de los departamentos financiero y
jurídico, es quien ha diseñado el posible trayecto de ambas opciones que expone
al directorio antes de llevarlo al plenario:
- Lo
primero que debe quedar sentado es que la ampliación de capital es inevitable.
La segunda premisa es que el paquete accionarial mayoritario lo sigamos
manteniendo en nuestro poder. Aceptadas ambas proposiciones el problema se
traslada al modo de ejecutar la ampliación. Tenemos dos opciones: la llevamos a
bolsa a ver cómo responde el mercado o antes de la salida buscamos nuevos
socios. Cada una de estas opciones tiene pros y contras. ¿Preguntas?
-
¡Coño, Juan Antonio! – exclama un siempre impaciente Bricart - ¿qué preguntas
quieres que hagamos si antes no nos explicas los pros y los contras?
- A
eso iba, Oriol – contesta Cardona sin perder la paciencia -. Salir a bolsa sin
antes haber precocinado la salida es como aquello que dice la mamá de Forrest
Gump: la vida es como una caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar. Pueden
ocurrir muchas variantes, desde que el nuevo paquete accionarial se diluya en
un mar de pequeñas participaciones, que
sería lo que más nos convendría, hasta que la mayoría de la ampliación quede en
manos de algún inversor que exigiera un sillón en el consejo de administración.
En este supuesto, y en función de la estrategia de ese hipotético inversor, podría
tanto facilitarnos como torpedear nuestros proyectos presentes y, sobre todo,
futuros.
-
Mientras tengamos la mayoría en nuestras manos me importa una higa que las
nuevas acciones las tenga fulano o mengano. Si conseguimos eso nadie nos podrá
echar un órdago pues – afirma rotundamente Arechabaleta.
- No
estés tan seguro, Íñigo – responde Bricart -. Estoy más de acuerdo con la
postura de Juan Antonio que con la tuya. No es lo mismo tener a unos socios que
a otros.
La discusión se enquista hasta que el
consejero delegado decide precipitar el fin del debate:
-
Acabemos de una vez. A ver, Cardona – Bricart cuando se irrita suele llamarle
por el apellido en vez de por el nombre como acostumbra -, dinos de una jodida
vez cuál es tu opinión sobre la dichosa ampliación.
- Mi
opinión la tengo formada hace tiempo, pero no he querido darla para no
condicionar el debate – es la respuesta de Cardona, quien añade -. Llegados a
este punto, y como pide nuestro buen amigo Bricart – Juan Antonio le devuelve
la pelota de no citarle por su nombre -, mi propuesta es que la opción menos
peligrosa para nuestros intereses es que antes de salir al mercado busquemos
nuevos socios. Lo mejor sería un grupo o un fondo, preferentemente extranjero,
que quisiera diversificar su cartera y entrar en el mercado inmobiliario
español.
Lo más
importante de esta opción es conocer bien a quien metemos en casa no sea que el
nuevo huésped vaya a resultarnos incómodo.
Tras escuchar la opinión del miembro más
joven del directorio la discusión se acelera. Bricart apoya decididamente la
opción elegida por Cardona, mientras Arechabaleta y Huguet dudan. Tras un breve
receso, Arechabaleta termina inclinando la balanza al pasarse al bando de
quienes propugnan buscar nuevos socios antes de la salida al parqué. Ahora el
problema se reduce a saber quiénes podrían ser los mejores socios posibles. De
común acuerdo resuelven darse un plazo de cuarenta y ocho horas para traer
propuestas concretas.
Dos días después, el directorio vuelve a
reunirse. Comienza un debate en el que es frecuente que haya consejeros que
jueguen con cartas marcadas, en esta ocasión un par de ellos lo hace. Encima de
la mesa solo hay dos propuestas de nuevos socios. Una está apadrinada por Bricart,
se trata de un grupo inversor italiano denominado Società di Gestione Grazzi,
cuya sede social radica en Palmi, pequeña ciudad calabresa sita en la misma
puntera de la bota italiana. A favor de esta opción, añade Bricart, está el
hecho de que los transalpinos tienen un gran flujo de liquidez y necesitan
drenarla, al tiempo que diversificar sus inversiones; también cuentan con gran
experiencia en el blanqueo de capitales con lo que matarían dos pájaros de un
tiro, además de aportar capital fresco podrían resolver el problema de como lavar
el dinero negro. Bricart responde de la capacidad financiera de los italianos
pues dice conocer a dos de los principales socios del grupo. La otra propuesta
la ha presentado Cardona, en este caso es un hedge fund con sede en Singapur, Presslor Investment, pero
gestionado por un banco de inversión radicado en la City londinense. Presenta
la ventaja de su contrastada experiencia y capacidad financiera y puede ser un
socio fundamental en el plan de expansión internacional que BACHSA tiene en
estudio, especialmente en el prometedor mercado del extremo oriente.
La pelea entre los consejeros que patrocinan
ambas propuestas es a cara de perro, casi llegan a personalizar la discusión.
Ninguno de ambos cede en sus planteamientos. Huguet, hombre conciliador donde
los haya, trata de armonizar las posturas de sus compañeros de consejo:
- ¿A
ver qué os parece esto? Propongo una tercera vía como solución, que ambas
firmas se repartan al cincuenta por ciento el nuevo paquete de acciones y nadie
gana, pero tampoco nadie pierde.
-
Apoyo la moción de Rodrigo – se apresura a decir Arechabaleta -, a ver si de
una jodida vez acabamos con esto.
Ni por esas, tanto Bricart como Cardona
siguen insistiendo en que su propuesta es la buena y que no elegirla sería un
fiasco para el futuro de BACHSA. Como parece que han llegado a un callejón sin
salida, el consejero delegado resuelve que es mejor tomarse un receso,
refrescar las ideas y retomar el debate.
Cardona aprovecha la pausa para encerrarse
en uno de los despachos vacíos y hacer una llamada a un teléfono de Londres.
Pide que le pasen con míster Ellingworth. La respuesta es que no está el
despacho. Hace otra llamada con su móvil, nadie contesta y después de varios
tonos salta el buzón de voz en el que deja un mensaje: Christopher, I´m Juan Antonio Cardona, tell your partners that I
haven´t been able yet to make that shareholder package yours, but I'm on it. I'll call you again
with news. Bye.
Mientras Cardona está intentado localizar al
gestor londinense del hedge fund que
patrocina, Bricart, que se ha quedado en la sala de juntas, presiona a los
otros miembros del directorio.
- No
podéis seguir llamándoos andana en esta controversia. Mi apuesta es la mejor y
la más segura. Esa gente de Presslor ¿quiénes son? No lo sabemos, ¿qué
pretenden? Vaya usted a saber. En cambio los Grazzi son gente de carne y hueso.
Y han colaborado con mi amigo Junquera la tira de tiempo sin ningún problema.
No quería sacar esto a colación, pero no me queda otra. Rodrigo – dice
dirigiéndose a Huguet – te recuerdo que si no fuera por mí seguirías siendo un
constructor de tres al cuarto del Puerto de Sagunto. En cuanto a ti, Íñigo –
volviéndose a Arechabaleta -, ¿es necesario que te recuerde quien fue el que te
acogió, empresarialmente hablando, cuando te negaste a seguir pagando el
impuesto revolucionario a los etarras y tuviste que salir por piernas del País
Vasco? Repito que no me gusta recordar los favores hechos, pero vosotros
veréis.
Cuando Cardona vuelve de hacer las llamadas,
intuye inmediatamente que ha cometido un error táctico garrafal al dejar a
Bricart a solas con los otros dos socios, pero ya no tiene remedio. Lo que
sucede a continuación confirma sus temores: hay tres votos a favor de que el
nuevo socio sea la Società di Gestione Grazzi.
En cuanto Bricart se queda solo se apresura
a llamar a un teléfono de Palmi donde un contestador recoge su mensaje dicho en
un aceptable italiano: Mio caro Stefano, io
sono tuo amico spagnolo, la materia è fatta. Domani vi darà tutti i dettagli. Ciao.