El almuerzo, organizado por el
exviceconsejero Felipe Muñoz para estudiar qué hacer con el reencontrado Curro
Salazar, está discurriendo distendidamente quizá porque el resto de comensales todavía
no conocen el motivo de la reunión. Cuando se produce el receso que siempre
supone la petición de los postres y cafés, Juan Antonio Almagro, el único de
los presentes que llegó a consejero del
Gobierno de la Junta de Andalucía, hace valer su mayor rango político de entre
los reunidos y rompe el fuego.
-Bueno,
Felipe, ¿nos vas a contar el porqué de esta reunión o esperas a la próxima
Feria de Abril?
Muñoz no se hace de rogar y suelta la
bomba: por pura chiripa un amigo suyo ha descubierto el paradero de Curro Salazar.
Es nombrar al exsindicalista y un manto de silencio tan denso que casi se puede
palpar se abate sobre la mesa. De pronto, parece que a
los dicharacheros comensales se les ha comido la lengua el gato, como dice la
expresión popular. Es, otra vez, el exconsejero quien vuelve a preguntar, pero
en esta ocasión con un tonillo trufado de sarcasmo.
-¿Y nos has congregado a esta mesa para contarnos por
dónde hase su vida el pringao de Curro?
-Pensé que tendríais interés en saberlo por lo que
pudiera pasar.
-¿Y qué te lleva a suponer que estamos interesaos en
conoser el paradero de ese hijoputa?
Muñoz, ante la agresividad de quien fuera
superior suyo, recula y no se atreve a explayarse sobre el verdadero motivo de
la cita. Tiene que ser otro de los comensales, Jaime Sierra, antiguo director
general de IDEA, el que verbaliza lo que todos están pensando tras la noticia
que acaba de darles el exviceconsejero, pero que nadie se atreve a decir en voz
alta.
-No seamos hipócritas, todos los que estamos aquí
sabemos lo que puede pasar si la juez instructora le echa mano al membrillo de
Curro.
-¿Y qué puede pasar? –El antiguo consejero continúa
encasillado en su postura de menospreciar el valor que tiene haber localizado a
Salazar.
-¿Que qué puede pasar? Pues entre otras muchas cosas
que como ese boquifloja se venga abajo en cuanto la jueza le apriete las
tuercas, más de uno y más de dos las podemos pasar más putas que un vendedor de
Rolex en un mercadillo de barrio. ¿Por qué creéis que el Curro se dio el piro?
Porque es el primero que no ignora que como se vea en la tesitura de tener que
cantar lo mucho que sabe se va a ganar enemigos a porrillo y algunos con muy
mala hostia. Y si ese amigo de Felipe, aunque sea por casualidad, ha
descubierto el paradero del gilipollas de Zahara de los Atunes, ¿cuánto creéis
que le va a costar a la justicia echarle el guante? Pues días, por tanto lo que
hay que hacer es, primero, agradecerle a Felipe la información y segundo pensar
que partido podemos sacarle a esta circunstancia –Jaime Sierra, como oriundo de
Lora del Río, sesea en la intimidad, pero no suele hacerlo en público.
-¿Y para qué? –El exconsejero se mantiene terne en su
posición de no dar valor a la noticia.
-¿Para qué? –Quien le contesta es otra vez Sierra-.
Siempre tuve la sospecha, Juan Antonio, de que tu nombramiento como consejero
se debió más a la presión del clan de Alcalá de los Gazules que a tu
equipamiento intelectual y con esa última pregunta mi sospecha deja de ser tal
para convertirse en otra cosa. ¿Para qué? Para ir un paso por delante del
juzgado de instrucción, ¿te parece poco?
-Lo que dice Jaime –El que ahora interviene es
Santiago Rivera, socio de un bufete de abogados implicado en el caso ERE y que
es otro de los que tampoco sesea- tiene mucho sentido. Os recuerdo que Salazar
está en busca y captura, lo que quiere decir que más pronto que tarde terminarán echándole el guante, por eso si
pudiésemos hablar con él antes de que lo detengan podría ser una baza estupenda
a nuestro favor.
-Explícate, Rivera, por favor –pide Macarena Chacón,
antigua exdelegada de empleo y
única mujer de entre los reunidos.
-Si los que estamos aquí habláramos con él antes de
que ingrese nuevamente en prisión, podríamos cambiar el sentido de sus
declaraciones ante la juez instructora y nuestro futuro procesal podría cambiar
como del día a la noche –explica Rivera.
-¿Y eso cómo lo podríamos conseguir? –pregunta otro de
los comensales.
Hay un
momento de silencio por ver quien contesta a la pregunta. Visto que nadie se
arranca, es el abogado quien vuelve a tomar la palabra.
-Así a bote pronto se me ocurre que podríamos
contactar con Salazar y proponerle un pacto: él no le cuenta nada a la juez
instructora o, mejor todavía, le cuenta una historia que previamente nosotros hayamos
confeccionado y a cambio le daríamos alguna clase de compensación a convenir,
como una prima o algo así.
-¿Una prima? –masculla el exconsejero-, a ese hijoputa
lo que habría que darle es una mano de hostias bien dadas.
-Unas hostias no sé –dice otro de los reunidos-, pero
Juan Antonio tiene rasón en parte. He oído comentar que el padre del soplagaitas
de Curro va alardeando por ahí de que su hijo tiene guita como para asar una
vaca con los billetes que guarda. Por tanto, darle una prima no creo que fuera
ningún alisiente para él, tendría que ser otra clase de compensasión.
-Todo hombre tiene su precio en dinero o en especies
–afirma Sierra-. Lo importante es llegar a un acuerdo con Salazar. La
contraprestación que le podemos ofrecer sería cuestión de estudiarla.
-¿Eso quiere decir que estás de acuerdo con la
propuesta de Santiago? –inquiere Guillermo Mina, el exdirector de una compañía aseguradora,
también imputado por el caso ERE.
-¿Quién es Santiago? –pregunta el despistado de turno.
-Servidor y picapedrero –contesta en tono burlesco el
letrado.
-Yo te conosía como Rivera –se excusa el despistado.
-Y así me apellido, pero como todo hijo de vecino
también tengo nombre.
En vista de
que la charla se está yendo por otros derroteros, Felipe Muñoz trata de volver
a centrarla en el verdadero motivo de la reunión: qué hacer ahora que conocen
el paradero de Salazar.
-Por favor, no nos vayamos por las ramas. Sentremos el
debate. Os pido propuestas sobre qué medidas tomar respecto a Curro.
-No sé si se pueden calificar de propuestas, pero aquí
se han puesto sobre la mesa tres sugerencias, por llamarlas de alguna manera,
–afirma Mina-. Una, la de Jaime, de que sería una ayuda para muchos imputados
que pudiéramos ir un paso por delante de la juez de instrucción. Otra y que
enlaza con la anterior, la de Santiago, contactar con Salazar y proponerle un
pacto para que, en el supuesto de que le detengan, le cuente a la instructora
lo que previamente hayamos acordado. Y la tercera, la de Juan Antonio, que
sería darle unas hostias bien dadas.
-Lo que acaba de recordar Guillermo –dice Felipe en
alusión a Mina- podemos resumirlo en que hay dos posturas básicas, una está muy
clara: la de contactar con Curro y negosiar con él antes de que lo trinque la
polisia; la otra, la de darle unas hostias o una palisa, no sé cómo
calificarla. Por eso, te pido, Juan Antonio que la expliques, comensando por si
crees que deberíamos ponernos en contacto con él o no.
Las miradas
de los comensales se centran en el exconsejero que se remueve inquieto, carraspea, se toma su tiempo, pero al final
responde:
-Claro que hay que echarle mano a ese soplón, pero no
para pactar sino para meterle el miedo en el cuerpo. La mejor manera de que ese
desgrasiao no se vaya de la húmeda es dejarle muy clarito lo que le podría
pasar si canta lo que no debe. O sea, lo que hay que haser es acojonarlo.
-¿Y cómo se le acojona? -pregunta Eduardo Guerra, el
exsecretario general técnico que hasta ahora no había abierto la boca.
-¡No preguntes gilipolleses, coño! Hay muchas formas de
acojonar a un tío. Personalisando: a ti te metieron los huevos por corbata
cuando te preguntaron porque diste tu visto bueno a algunas partidas de los
presupuestos del 2008. En el caso de Curro como jamás firmó un papel, puesto
que fuera de la UGT nunca ejersió un cargo, el ejemplo anterior no vale, pero
se le puede acoquinar de mil maneras distintas –la iracunda respuesta lleva la
firma del exconsejero.
Felipe Muñoz,
como anfitrión de la reunión, ve que los diálogos a dos vuelven a hacer
descarrilar el objeto de la cita, por lo que retoma la palabra.
-Constato que todos los que hemos hablado somos
partidarios de ponernos en contacto con Curro, en lo que diferimos es qué desirle
o haser con él, pero eso es, en mi opinión, la segunda fase del proseso y sería
cuestión de discutirlo en su momento. Vamos a dejarnos de toreo de salón y
entremos a matar y lo primero es preguntar: ¿quiénes son partidarios de que nos
pongamos en contacto con Curro? Los que lo sean que levanten la mano o que lo
digan. Naturalmente, los que no lo sean también pueden manifestarse como
quieran. Luego, seguiremos hablando.
La pregunta
de Muñoz, sobre contactar o no con Curro, vuelve a provocar un silencio que es
más aparatoso que real pues lo de ir un paso por delante de la justicia ha
calado en la mente de todos, solo esperan a que alguien levante la mano el
primero.
PD.- Hasta el próximo viernes