"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 10 de noviembre de 2015

9.4. La política es como el arco iris



   La campanilla que voltea la puerta de La Moda de París emite su argentino tilín. Una compradora.
- Buenos días, doña Angustias, cuanto tiempo sin verla por esta casa – Para Lola la esposa del médico no es una cliente más.
- Pues es verdad, hace mucho que no te visitaba, pero antes que nada lo más importante ¿cómo va ese embarazo?
- Francamente bien. ¿No se lo ha comentado don Manuel?
- Manolo nunca habla de sus pacientes, es muy reservado en esa cuestión. Me alegro mucho que todo vaya bien. Se te nota en la cara, estás mucho más guapa. Una vez que me has puesto al día sobre tu estado, que era lo importante, el otro motivo que me trae es que necesito unos tapetes individuales, como de juego de café. Ya sabrás – añade bajando la voz – que en casa se reúnen casi todas las noches esos amigotes rojllos de Manolo para escuchar la radio, incluso algunas de las emisoras prohibidas. Como fuman como carreteros me han quemado un par de mantelillos. Pensé en ponerles unas botanas, pero me ha dado pereza y me he dicho que ya era hora de comprar un nuevo juego. ¿Qué me puedes ofrecer?
   Los amigotes a los que aludía Angustias, los ferroviarios Ballesta y Bonet, junto con su anfitrión, Manuel Lapuerta, proceden, como tantas noches, al rito de escuchar las informaciones que emiten las emisoras extranjeras, rematadas por el boletín de medianoche de la BBC, que luego les traduce el médico. Lo que cuentan las radios españolas ha sido previamente censurado, no vale la pena oírlas.
- Los americanos, los canadienses y diez países europeos, entre ellos Francia y Gran Bretaña, acaban de firmar la creación de una especie de pacto de defensa que se llamará la Organización del Tratado del Atlántico Norte.
- ¿Y eso para qué va a servir? – pregunta Ballesta con su sempiterno afán por lo concreto.
- En principio, parece que va a ser un pacto defensivo entre los países firmantes, de manera que si uno de ellos es atacado es como si también agredieran al resto. Servirá para eso, al menos teóricamente, pero me huelo que, sobre todo, significa un claro aviso a la URSS que ahora es el enemigo potencial del mundo libre.
- ¿Y ese tratado no dice nada de acabar con el Régimen de Franco? – quiere saber Bonet.
- Que haya oído, ni palabra. No creerás, Celestino, que los yanquis y los europeos están preocupados por el peligro militar español. ¿O tú nos ves con fuerza para derrotar a los Aliados? – pregunta irónicamente el médico.
- No derrotaremos a los Aliados – responde un tanto mosca el ferroviario -, pero sí seremos la única dictadura fascista que resta.
- ¿Saben el último chiste sobre eso? – Ballesta es un patoso contando chistes, pero quiere distender el ambiente -. Está Franco reunido con sus ministros y uno de ellos se queja de las privaciones que padece la nación y de que nadie nos ayuda, y pone el ejemplo de lo que el Plan Marshall ha hecho para levantar a países como Alemania e Italia. Entonces otro ministro dice que lo mejor sería declarar la guerra a los yanquis, éstos nos invadirían y luego nos llegarían los beneficios del Plan. Franco les interrumpe comentando que la idea le parece buena, pero añade ¿y qué pasaría si les ganamos?
   Lapuerta ríe con ganas el chiste, uno de los muchos que circulan sobre el Caudillo, pero Bonet sigue terne en sus posiciones:
- La cuestión no es para tomársela a choteo. Podemos tener muchos problemas si los países democráticos no deciden cargarse al último fascista que queda en Europa.
- Franco es un dictador de derechas, eso es indubitable, pero no creo que sea realmente un seguidor del fascismo italiano – afirma rotundo el médico.
- ¿Qué no es fascista? ¿Entonces qué es? – pregunta asombrado Bonet.     
- Ante todo es un soldado y, como buena parte de los militares, solo cree en el ejército, la patria y Dios. Y posiblemente en ese orden. De ser algo, Franco es un nacionalista.
- ¿Cómo qué nacionalista? – interpela un desconcertado Ballesta –. Nacionalistas eran los del Partido Nacionalista Vasco o los de Izquierda Republicana que lucharon contra los franquistas.
- Y Franco es tan nacionalista como ellos, solo que de España, no de una de sus regiones. No es casualidad que el adjetivo nacional acompañe a las principales manifestaciones de su Régimen, los propios golpistas se llamaban a sí mismos los nacionales y con ese nombre hemos acabado todos por denominarles. Y no solo participa Franco de ese nacionalismo, son muchos los militares que, pese a la retórica antimarxista en boga, optarían antes por una España roja que por una España rota.
- Entonces, si los franquistas eran nacionalistas como dice – replica Bonet -, ¿por qué en el treinta y seis el Gobierno vasco y la Generalidad de Cataluña no secundaron el golpe militar?
- Porque los nacionalismos, por su propia razón de ser, son siempre excluyentes. Un nacionalista vasco o catalán estará siempre en contra de un nacionalista español y al revés. Por eso se llevan tan mal unos con otros. Además, y fue un motivo determinante, el gobierno republicano respaldó los estatutos regionalistas, de ahí que los gobiernos vasco y catalán se pusieran a su lado, aunque siempre fueron unos aliados tibios y poco leales con la República, precisamente por ser española. Al menos, eso es lo que han dejado entrever las emisoras británicas.
- Usted perdone, don Manuel, pero eso del nacionalismo de Franco no acaba de convencerme. Yo sigo creyendo que es un fascista puro y duro – insiste Ballesta.
- Vamos a ver cómo te lo explico para que lo entiendas, Alfredo – Lapuerta se pone en plan didáctico -. Nacionalistas son los que sacralizan su tierra, su raza, su lengua, su historia, su cultura... En fin, aquello que según ellos los hace distintos de los demás. Su doctrina se basa en que se consideran diferentes y, en el fondo, mejores que los otros que son todos los que no comulgan con su credo, casi sería mejor decir que no comulgan con sus sentimientos porque el nacionalismo es más un sentimiento que un cuerpo doctrinal. Hay frases hechas en el franquismo que se refieren con frecuencia a esa sacralización: la sagrada tierra de la patria, el macizo de la raza, la lengua del imperio, nuestra gloriosa historia, etcétera, etcétera.
- Admitiendo lo que usted dice, aunque tengo mis duda – interviene Bonet -, ¿se podría decir que los partidos citados eran nacionalistas de izquierdas y Franco lo es de derechas?
- Pues no – es la tajante respuesta del médico -. No hay nacionalismos de izquierda. La ideología izquierdista; es decir, las ideas comunistas o socialistas son universalistas. Recordar algunas estrofas de la Internacional: arriba parias de la tierra, el género humano es la internacional, agrupémonos todos en la lucha final, etcétera. Toda la letra del himno trasciende cualquier tipo de frontera, algo que tanto encandila a los nacionalistas sean de donde fueren.
- Vamos a ver, don Manuel, y usted perdone, pero sigo sin entenderlo – insiste testarudo Ballesta -. ¿Quiere usted decir que la ideología de un partido que se llamaba Izquierda Republicana no es la de un nacionalismo de izquierdas?
- Rotundamente no. Son antes que nada nacionalistas duros y puros, todos los demás adjetivos que puedan ponerse son cortinas de humo. Y hablando del nacionalismo, de todas las épocas y latitudes, os diré que es más un sentimiento que otra cosa, se parece más a la religión que a una concepción política. Tiene más que ver con los afectos que con las razones. Eso es lo que lo hace tan atractivo y al tiempo tan peligroso.
- Pues sigo sin estar de acuerdo con usted, don Manuel, ¿cómo no va a ser Franco fascista cuándo es el jefe nacional de la Falange? – arguye Ballesta contundentemente, pues los argumentos del médico no parecen convencerle en absoluto.
- Franco se apoderó de la Falange como pretexto para dar contenido político a su gobierno y de paso contentar a sus grandes valedores, Hitler y Mussolini, pero desaparecidos estos ya veréis como los falangistas irán perdiendo comba. Por otra parte, cabe añadir que hay algo que une al franquismo y a los falangistas, éstos también son nacionalistas españoles. Uno de sus puntos fundamentales establece que España es una unidad de destino en lo universal y que toda conspiración contra esa unidad hay que combatirla. Dicho esto, insisto en que podéis estar o no de acuerdo conmigo, pero sigo creyendo que Franco es un dictador nacionalista que tiene de fascista lo que yo de cartujo.
- Entonces, ¿qué diferencias hay entre el nacionalismo de Franco y el de aquellos partidos vascos y catalanes que se autodenominan nacionalistas? – inquiere tercamente Bonet.
- Una básica, hasta el golpe de estado de los militares, tanto el nacionalismo vasco como el catalán toleraban mal que bien las reglas de juego, cosa que, evidentemente, no hicieron Franco y sus compinches. Por lo demás, todos ellos coinciden en considerar sagrado el suelo de su nación y convertir ese sentimiento en la piedra angular de su política. Para los vascos esa nación son Las Vascongadas y Navarra, para los catalanes Cataluña y los territorios que consideran irredentos, para el Caudillo y los que piensan como él la España imperial, la de Carlos I. ¿Os ha quedado claro?
   En cuanto dejan la casa del médico, Ballesta explota:
- ¡No te amola el carcundia éste! Mira por donde sale ahora. Pues si este hombre no es un facha yo soy Greta Garbo.
- Alfredo, te lo dije una vez y te lo repito, don Manuel no es carca ni rojo. Lo que pasa es que piensa diferente de la mayoría. Él siempre dice que la política es como el arco iris, tiene muchos colores. ¿Sabes cuál es la mejor definición de don Manuel? Se la oí decir a Lola Sales.
- ¿Quién es Lola Sales?
- La chica que está casada con el mamón de la cooperativa. Decía que de ser algo, don Manuel es un anglófilo; es decir, que le gusta todo lo inglés.
- Sí, recuerdo que ya me lo dijiste una vez, pero eso de que Franco no es fascista no acabo de tragármelo, lo diga don Manuel o el sursuncorda.