El trío de jubilados ha dejado a Salazar reposando
en su habitación y bajan a la terraza para echar su cotidiana partida.
-A las
buenas tardes –les saluda Ramo que les está esperando en compañía de Vicentín
que al llegar el trío ve la oportunidad de dejar la molesta, para él, compañía
del viejo torreblanquí.
-Te dejo,
Pedro. Voy a buscar a mi novia.
-Tú eres el
novio de Anca, ¿verdad? –pregunta Álvarez-. Pues la encontrarás en la
habitación de Martínez. Cuando nosotros salíamos entraba ella otra vez.
Lo de que su novia volvía a entrar en la
habitación del andaluz quiere decir que antes también estaba. Cuando procesa
ese encadenamiento de hechos el rostro del hereu
se transforma en una máscara de rabia. Sin decir ni media palabra entra en el
hostal y se dirige directamente a la habitación en la que sigue postrado Curro.
No llama, da un empujón a la puerta que se abre violentamente. Se encuentra a Anca
que está doblando el embozo de la sábana, lo hace en una posición en la que la
falda, ya de por sí corta, se le sube muslos arriba hasta dejar ver el tanga.
Curro, sentado en un sillón, está mirando embelesado el rotundo trasero de la
joven. La escena encalabrina todavía más a Vicentín que se dirige de forma
airada al exsindicalista:
-¡Viejo
baboso!, ¿te gusta lo que estás viendo? Pues lo verás, pero no lo catarás. Y tú
–dice dirigiéndose a su novia-, ahora mismo deja lo que estás haciendo y te
vienes conmigo. Ya está bien de recrearle la vista a este viejo chocho. Y
bájate la falda de una puta vez.
-Baboso,
chocho –comenta irónico Salazar sin perder la calma-, vaya vocabulario que te
gastas jovencito. No sé si seré todo eso, lo que sí sé es que tú eres un
gilipolla integral y si no lo eres más es porque no entrenas. Y esa no es
manera de tratar a Anca, se merece un respeto.
-Como trate
a mi novia es asunto mío, vejestorio –replica Vicentín que coge por el brazo a
su novia y tira de ella hacia la puerta.
Anca, que hasta el momento no ha dicho nada,
se desprende de la mano de su novio y le planta cara.
-Me tienes hasta
los ovarios con tus celos. Estoy haciendo mi trabajo y vienes tú a desbaratarlo
todo. Y no te consiento que trates así al mejor cliente que tiene la casa. Como
se entere la patrona ya verás la que me monta. Vas a conseguir que me despidan.
Haz el favor de irte y déjame trabajar.
-¿Le llamas
trabajar a ir enseñando el culo a este viejo verde para que se ponga cachondo?
O sales por las buenas o te saco a guantazo limpio.
Es oír la amenaza y Salazar se levanta del
sillón interponiéndose entre la pareja.
-Como le
pongas un dedo encima el que va a recibir una jartá de hostias vas a ser tú –y
el gaditano levanta la mano en actitud amenazante.
Vicentín no se lo piensa, da un empellón con
ambas manos a Salazar que, sorprendido por el empujón, cae hacia atrás chocando
contra uno de los brazos del sillón en el que estaba sentado. Un agudo ay de
dolor del exsindicalista es señal de que la caída ha podido dañarle la fractura
que tiene. Anca, asustada, se apresura a recogerlo del suelo y lo recuesta en la
cama mientras Vicentín se queda sin saber qué hacer. Salazar sigue quejándose
al tiempo que parece que tiene problemas para respirar. Ha comenzado a trasudar
y su rostro muestra una palidez preocupante. A la joven lo único que se le ocurre
es ponerle un almohadón bajo la cabeza para que pueda respirar mejor y
ofrecerle un vaso de agua que el dolorido gaditano rechaza con un gesto.
-Don
Francisco, voy a llamar al médico, no me gusta la cara que tiene –decide Anca
que dirigiéndose a su novio le espeta-. ¿Ves lo que has conseguido con tus
puñeteros celos? Como se entere de lo ocurrido la señora Eulalia me pone de
patitas en la calle. Ya te estás marchando a toda leche que voy a llamar al
médico. Y no se te ocurra contarle a nadie lo que ha pasado –y volviéndose a
Salazar trata de tranquilizarle-. Don Francisco, le dejo pero solo el tiempo
necesario para bajar y pedir que llamen al centro de salud para que venga un
médico. Y le pido un favor: no cuente lo que ha pasado, si lo hace me despedirán.
Diga simplemente que ha resbalado y se ha caído. Y le juro que esto no volverá
a pasar.
El exsindicalista, al que le cuesta
articular palabra, asiente con un gesto.
Aproximadamente una hora más tarde llega la
asistencia sanitaria, es una joven médica que está haciendo las consabidas
sustituciones veraniegas y que no anda sobrada de experiencia. Salazar algo se
ha repuesto aunque sigue respirando con cierta dificultad. La galena tras
auscultar al gaditano, y después de las explicaciones que le da la patrona
sobre la fractura de dos costillas y la caída que acaba de tener, según le ha
contado Anca, opta por el diagnóstico más pesimista. Habla de que podría
tratarse de un neumotórax producido por el traumatismo sufrido puesto que los
síntomas que muestra el paciente de dificultades para respirar y de que se
queja de dolor en la zona del tórax así lo indican. Lo del posible neumotórax
preocupa a la patrona, aunque no tiene ni idea de lo que es, porque es
consciente de que no hay peor propaganda para un establecimiento hotelero de que
se te muera un huésped.
-¿Y lo que
ha dicho del neumo… -se atranca con la palabreja-… ese es muy grave doctora?
¿Habría que llevarlo a un hospital?
La médica echa marcha atrás. Quizá ser
alarmista no sea la mejor forma de conseguir que le vuelvan a contratar para
otras sustituciones.
-Bueno, es
una posibilidad, pero en veinticuatro horas podremos saberlo. ¿Ha sangrado al
toser? –pregunta a Salazar que ya ha recuperado el habla.
-No, solo
dolor en el pecho y alguna dificultad para respirar.
-Entonces
creo que podemos descartar una perforación en los pulmones que es la etiología
del neumotórax. Posiblemente sea que se ha resentido de la fractura. Deberá
guardar un riguroso reposo durante al menos cuarenta y ocho horas y el martes
volveré a verle. Si le duele mucho tómese un calmante.
A todo
esto, Vicentín ha salido del hostal echando leches y con un cabreo monumental.
Cruza la terraza donde están jugando los jubilados y cegado por la ira tropieza
con una de las camareras a quien no llega a derribar, pero la bandeja que lleva
sale disparada con la consiguiente rotura del servicio que llevaba. En vez de
disculparse, el hereu increpa
ásperamente a la chica.
-¡Quítate de
en medio, patosa de mierda!
La joven no se arredra pues conoce bien al
interfecto y piensa que probablemente su cabreo se deba a un ataque de cuernos.
No es la primera vez que lo ve en tal estado.
-Patosa lo
será tu novia y te aviso que tendrás que pagar lo que has roto y, por supuesto,
se lo voy a decir a la señora Eulalia.
-A mi novia
ni nombrarla o te parto la cara de un guantazo.
Los jubilados, que han vuelto la cara al oír
el estrépito, afean su conducta al joven. Quien primero lo hace es Grandal.
-Oye,
jovenzuelo, si se te ocurre ponerle la mano encima a la chica te prometo que
esta noche vas a dormir en el cuartelillo. Palabra de comisario.
-Vicentín,
anda, no la líes y vete en paz –le aconseja Ramo.
El joven no se ha arredrado ante las
críticas a su comportamiento, al contrario se pone más farruco.
-Vosotros,
carcamales, no os metáis en camisa de once varas o me voy a cagar en vuestros
muertos.
Grandal por un momento está por levantarse y
encararse con el irascible jovenzuelo, pero se lo piensa mejor y opta por
meterle miedo, conoce bien a esos falsos bravucones.
-Mira,
guapín, te doy diez segundos para que te largues. Si tardas un segundo más juro
por la constitución búlgara que llamo a la Guardia Civil y está noche la pasas
en la trena.
Vicentín hace un intento de contestar, pero
algo en el semblante de su interlocutor le avisa de que no está hablando en
vano. Se da media vuelta, se mete en su coche y se va. El suceso ha provocado
un parón en la partida pues un hecho así no es algo que pase todos los días en
una playa tan tranquila.
-Tus jóvenes
paisanos ¿son todos de esa calaña? –pregunta Ponte a Ramo.
-Ni mucho
menos. No conozco muy bien a la juventud actual, pero apostaría doble contra
sencillo que aquí hay de todo, como en botica. A ese chaval le conozco desde
que nació porque de jovencito fui amigo de su padre y sé cómo ha sido educado.
Mejor sería decir cómo ha sido maleducado –Ramo ahonda más su explicación-. Sus
padres lo tuvieron cuando ya no creían que fueran a tener hijos y lo criaron
con todo el mimo del mundo, de tal forma que en aquella casa solo se hacía lo
que al crío le petaba. Cuando quisieron recular y enmendarle la plana ya era
demasiado tarde. Como estudiante fue un fracaso y no tiene oficio ni beneficio,
como suele decirse. Y puesto que sus padres tienen una fortuna de pueblo, sobre
todo en tierras, el niño nunca le ha dado un palo al agua. Y ahí le tenéis
creyéndose que es el rey del mambo, cuando en realidad es un paleto ignorante
que nunca hará nada de provecho y que terminará puliéndose todo el capital que
va a heredar. En resumen, no es nadie, solo un chaval creído, malcriado y
estúpido.
-Vaya joya
que se va a llevar Anca –sentencia Álvarez.
PD.- Hasta
el próximo viernes