"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 24 de marzo de 2023

Libro III Episodio 188. Julio tantea vender la droguería

   El tío Luis ha movido hilos y el tercero de los Carreño es destinado al PCAMI, acrónimo de Parque y Centro de Abastecimiento de Material de Intendencia, una unidad logística del ejército de tierra y cuyo trabajo está enfocado fundamentalmente en proporcionar al personal militar y a todas las unidades del ejército, las prendas de vestuario y equipo, raciones de campaña, guiones y banderas, material de acuartelamiento y material móvil de intendencia necesario para el cumplimiento de los cometidos que tienen asignados. Un veterano le cuenta al nuevo recluta que el Parque es un chollo pues en cuanto pase los tres meses de campamento solo tendrá que acudir a él por las mañanas; las tardes, salvo cuando le toque guardia, las tendrá libres. Y puesto que tiene el carné de conducir lo más seguro es que trabajará de chófer en la sección de transporte.

   Acabadas las fiestas, la vida de los Carreño vuelve a su discurrir cotidiano, aunque hay un pero: Pilar está más decidida que nunca a plantear un ultimátum a su padre, o se van a Madrid, o se irá ella por su cuenta. No ha sacado el título de farmacéutica para tenerlo colgado en su habitación. Dejar a su familia le duele pero, ante la obstinación paterna, no ve otra solución, y cada vez que le echa un vistazo al título se reafirma en su resolución. El título son sus alas y cuando se tienen alas hay que volar. Antes de dar el paso de enfrentarse con su padre, ocurre algo: la confluencia de tres hechos que, distintos pero coetáneos, trastocan la férrea postura del páter familias y le llevan a replantearse el dilema de si quedarse o irse.

   El primero es económico: la campaña de Navidad y Reyes no ha sido lo generosa que esperaba, apenas si han obtenido beneficios para devolver a la abuela Soledad el dinero que les adelantó para pagar a la usurera, pues la gente se retrae en las compras, ya que el estado socioeconómico de la nación continúa degradándose. El segundo es familiar: a espaldas de su mujer y de Pilar, Julio ha ido sonsacando al resto de sus hijos su parecer sobre irse a vivir a Madrid y, ante su asombro, todos han contestado sin dudarlo que optan por la capital; solo Concha prefiere quedarse en Plasencia, aunque sus motivos son poco consistentes. Y el tercer hecho es un cotilleo local, Antonina, la única empleada que mantiene, pues le tiene apego por su probada lealtad, le cuenta un chisme.

   -Jefe, ¿sabe que Francisco Javier Orellana anda con muletas?

   -¿Y eso es noticia? Cualquiera puede tener un tropezón y romperse una pierna.

   -Nada de tropezón, según las malas lenguas, anda cojo porque se demoró en un pago a la Bronchales, y esa hija de perra le envió a sus matones.

   Julio no sabe por qué Antonina le cuenta el rumor, seguramente es conocedora de que también él está endeudado con la prestamista; en cualquier caso, el cotilleo, sea cierto o no, le impacta. Si a un Orellana –una de las familias patricias de la ciudad-, le han roto una pierna, ¿qué pueden hacer conmigo o con Julia?, se pregunta. La idea hace que se le revuelva el estómago y tiene un amago de arcada, por lo que ha de sentarse en una silla para calmarse.

   -Jefe, ¿te pasa algo? Estás pálido como un cadáver –se interesa Antonina.

   -Debe de haber sido una bajada de tensión. Estoy bien.

   Esa misma tarde, sin decir nada a su esposa, Julio empieza a hacer llamadas para ir tanteando cuánto podría sacar del traspaso de la droguería, en el supuesto de tomar la decisión de marcharse a Madrid. Ante su desencanto las cifras que le dan, un poco a ojo de buen cubero, son mucho más bajas de lo que cree que vale su negocio y, aunque son cifras de tanteo, ninguna sobrepasa los seis mil duros. Entonces recuerda el ofrecimiento que le hizo Galiana el ferretero. A su hijo Fernando le podría interesar quedarse con la tienda. Aunque le repatea rebajarse ante su amigo de tertulia, le llama.

   -¿Galiana? Soy Carreño, ¿cuándo podríamos vernos?, tengo que preguntarte algo. ¿Vas a ir mañana al casino?, ¿sí? Entonces vamos un poco antes y charlamos sin que nos molesten. ¿Cómo a las tres y media te viene bien? De acuerdo, hasta mañana.

    Cuando al día siguiente Julio llega al casino, Galiana ha terminado el café y está saboreando un coñac.

   -¿Es de Jerez? –pregunta Julio para iniciar la charla por algo baladí.

   -¿De dónde va a ser si no? ¿Aunque sabes lo que dicen los jerezanos?, pues que el coñac para venderlo y el vino para beberlo. ¿Qué me querías preguntar?

   Julio va directo al grano. Le cuenta que, aunque no lo tienen del todo decidido, es muy posible que se vayan a Madrid porque así los chicos podrán estudiar en la Universidad Central, que tiene fama de ser la mejor de España. Y en caso de hacerlo, tendrá que traspasar el negocio.

   -Y, como me dijiste que a tu hijo Fernando igual le interesaba mi negocio, y puesto que eres amigo, he pensado en vosotros antes que en otros. Siempre que se haga firme lo de la marcha a los Madriles, claro.

   -Desde luego, lo que uno hace por los hijos no lo hace por nadie. Si te vas, se va a notar, tu tienda junto con la mía y pocas más son de los establecimientos más reconocibles de la ciudad. Y sobre el posible traspaso, se lo diré a Fernando y supongo que se pondrá en contacto contigo.

   Ese mismo día, antes de cerrar la tienda, Julio recibe la visita de Fernando Galiana, el que le robó a Lupe. El hijo del ferretero, tras saludar al mañego, mira el local con curiosidad, como si nunca hubiese estado allí.

   -¿Se puede creer, señor Carreño, que desde que abrí mi negocio no había vuelto a pisar su tienda?, pero está como recordaba, aunque comienzan a notarse los años que lleva de guerra.

   Julio acompaña al chico Galiana a la trastienda para poder hablar con más libertad. Tras un breve exordio, Fernando se mete en harina y va enumerando las deficiencias que, a su juicio, presenta el establecimiento. Julio se da cuenta enseguida de que el joven Galiana ha venido con el propósito de hacerse con una ganga. Y cuando, al final, canta la cifra que estaría dispuesto a desembolsar, el viejo droguero constata que no ha errado.

   -… y teniendo en cuenta las carencias que he señalado, pero como viejo amigo de mi padre que es, estaría dispuesto a llegar a los cuatro mil duros, que es mucho dinero por esto –y señala un tanto despectivamente el local-. En cuanto al modo de pago estoy abierto a negociarlo.

   Julio no responde. Está tratando de controlarse ante la insolencia de aquel niñato al que podría dar lecciones hasta con los ojos cerrados. El niñato parece haberse dado cuenta de que su interlocutor no ha movido ni una pestaña al oír la cifra del traspaso, y algo le dice que se ha quedado muy por debajo de lo que Julio esperaba. Y, sin esperar un comentario sobre su oferta, retoma la palabra.

   -Claro que, teniendo en cuenta que es amigo de mi padre de toda la vida y eso para mí vale mucho, podría estirarme algo más y añadir unas dos mil pesetas a mi oferta. Veintidós mil pesetas, a tocateja si las necesitara, es una cantidad de tela marinera que en los tiempos que corren, y que pueden empeorar más, no son fáciles de obtener.

   Julio, parco en palabras, da las gracias al oferente indicándole que se lo pensará. Al llegar a casa, y pidiendo lo primero perdón a su mujer por no haberle contado ninguna de sus gestiones sobre el posible traspaso, la pone al día de las ofertas recibidas, incluida la del joven Galiana.

   -Ese chico debe de creerse que estamos arruinados para ofrecerte esa miseria. Y de las demás ofertas, ¿solo seis mil duros como mucho? Creo que nuestra tienda vale bastante más, si solamente en mercancía debemos tener siete u ocho mil pesetas.

   -Así parece que anda el mercado. Yo me había hecho la idea de que podíamos sacar de ocho a diez mil duros, pero si ahora me ofreciera alguien entre treinta y cinco y cuarenta mil pesetas se la vendería sin pensarlo un segundo.

   -Entonces, marido, ¿te has decidido a que nos vayamos a Madrid? –pregunta Julia.

   -Sigo teniendo mis dudas, pero ¿qué coño voy a hacer si los demás preferís iros a la capital? –y le cuenta su particular encuesta entre los chicos y las respuestas recibidas-.Pero no podremos irnos si nos dan tan poco por el traspaso –se lamenta.

   -Creo que lo importante no es lo que saquemos del traspaso, la pregunta es otra: ¿lo que obtengamos del traspaso de la tienda, sea la cantidad que fuere, será suficiente para pagar el traspaso de una farmacia en Madrid? Tendríamos que comentarlo con Pilar y que hable con ese profesor, que se dedica a gestionar traspasos, para saber cómo andan los precios –sugiere Julia.

   Cuando Pilar se entera de la decisión paterna, recordando a un extremeño insigne, se dice: los Carreño hemos quemado nuestras naves. No pierde el tiempo, llama a Juan Manuel Rodríguez, que es el profesor que gestiona traspasos en el cerrado mundo de las oficinas madrileñas de farmacia, y le pide que la informe inmediatamente en cuanto sepa de alguna farmacia en venta.

   A todo eso, continúan llegando las cartas y postales de Álvaro desde las Américas. Terminados los fastos navideños, el 6 de enero el Elcano zarpa para Bahía Blanca atracando en los muelles del Ingeniero White, ciudad en la que visitan la biblioteca Rivadavia y los elevadores de trigo. El 12, salen para Puerto Belgrano, entrando en la dársena del arsenal militar y visitando el acorazado Rivadavia. Al día siguiente el buque-escuela entra en dique seco para limpiar fondos. Seis días después el Elcano sale a la mar y, surcando otra vez el Atlántico austral, se dirige al continente africano fondeando en Ciudad del Cabo el 8 de febrero, donde están hasta el 15 en que parten para la isla de Santa Elena, amarrando en James Town; en la isla visitan la tumba y la vivienda de Napoleón. Y ahí terminan las noticias del primogénito, en una remota y apartada isla atlántica.

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, La segunda generación, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 189. Episodio 189. Los Carreño queman sus naves.