"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 30 de junio de 2020

Libro I. Episodio 46. Metáforas

   Para que pueda cumplirse la condena de la pena capital de José Marzá, es necesario que el gobierno de la nación dé el preceptivo enterado, tras el correspondiente informe del Consejo Supremo de Justicia Militar. Mientras no llegue la resolución gubernativa, los compañeros del peluquero de Capitanía mantienen la esperanza de que la pena de ser pasado por las armas sea condonada por la de cadena perpetua.

   Precisamente, en el lapso en el que, con el alma en vilo, esperan sus compañeros saber el final de la dramática historia del Pelos, es cuando Julio recibe la carta de su madre respondiendo a su requerimiento de que le diera noticias sobre la vida que está llevando Consuelo. La respuesta de doña Pilar es muy explícita. Comienza justificándose de por qué no le ha contado nada sobre la joven. Le habían llegado rumores, de que si habían visto a Consuelo paseando con un forastero, pero no le dio mayor importancia. Creía que la moza seguía siéndole fiel a Julio, pero al leer la carta de ruptura ha indagado a fondo y lo que ha descubierto es que está saliendo con un chico de Plasencia, llamado Luis Campos, al que por cierto conoce aunque muy someramente. Y no solo eso, personas allegadas a los Manzano le han dicho que Consuelo y Luis han formalizado su relación y que en unos meses tienen previsto contraer matrimonio. Añade que, por lo que comentan las citadas personas, el noviazgo cuenta con la aquiescencia de ambas familias. Y que la madre de Consuelo va pregonando por el pueblo que ahora su hija mayor tiene un novio como ella quería, formal y con duros como para parar un tren, y se ha olvidado del mañego muerto de hambre que la pretendía, y que realmente nunca tuvo la menor oportunidad de llevarla al altar. Al final de su detallado relato, doña Pilar se permite darle un consejo: sé que esto te va a doler, pero olvídate de Consuelo, es ella la que no te merece pues no ha tenido el tesón necesario para esperarte; tú vales mucho más, y estoy convencida de que en cuanto te licencies lo vas a demostrar.

   La carta de su madre supone la definitiva paletada que entierra todas las esperanzas de Julio. Un océano de tristeza, rabia y desilusión le anega. Todos sus proyectos, sus esperanzas, sus afanes se han ido por el desagüe de la flaqueza de una mujer que no ha tenido el temple necesario para cumplir lo que prometió con tanta unción ante la Virgen de la Luz. El joven está unos días como perdido. No sabe qué hacer, no sabe qué pensar, solo hace que enrabietarse por lo que para él es un drama insondable. En la Secretaría se comporta como un autómata, a los contados amigos los trata con una mezcla de brusquedad y silencios, y a los clientes de la bisutería los atiende con malos modales. Chimo Puig, que no conoce el contenido de la carta de doña Pilar pero que lo supone, ha intentado dialogar con el extremeño, pero el resultado ha sido una respuesta tan abrupta como desconsiderada.

   -¡Vete a hacer puñetas y déjame en paz!

   Ha sido Carbonero el primero que consigue hacer entrar en razón a Julio. El brigada le llama a la trastienda y le obliga, de manera expedita, a enfrentarse con su problema.

   -Vamos a ver, Carreño, hace días que te veo desquiciado. No eres el que eras. No pretendo entrometerme en tu vida privada, pero es evidente que algo te pasa. Te doy dos opciones: contármelo, porque en la vida menos la muerte todo tiene solución, o no contármelo, pero si continúas tratando tan mal a los clientes, te voy a poner en la puta calle. ¿Te ha quedado claro?

   El ultimátum del brigada sí le queda claro a Julio. Necesita del dinero que gana en la tienda, no puede echarlo por la borda de sus negros sentimientos. Y opta por contar lo qué le pasa.

   -Verá, mi brigada,… es que mi novia del pueblo me ha dejado.

   La respuesta del militar es la que menos podía esperar el mañego.

   -¿La moza que te ha dejado era tu novia desde cuándo? y ¿cuántas novias has tenido?

   -Ha sido la primera y la única, mi brigada.

   -Carreño, eres un pardillo. ¿A qué la primera vez que probaste la cerveza no te gustó? –Ante el asentimiento del mañego, Carbonero prosigue-. Comenzaste a cogerle el gusto después de haber catado unas cuantas jarras, ¿verdad? .Pues con las mujeres pasa lo mismo. No llegas a saber cuál será de verdad la mujer de tu vida hasta que no has probado unas cuantas. Y a lo de probar le puedes dar el sentido que prefieras. La señora Neus, con quien estoy felizmente casado desde hace casi veinte años, no fue mi primera novia ni mucho menos. Antes estuve paseándoles la calle a todas las mozas que se me pusieron a tiro. Eso es lo que has de hacer tú. ¿Qué te ha dejado? Pues adiós, muy buenas. No te lo tomes como un drama sino como una experiencia, pues solo es eso, una experiencia sentimental. Lo que deberías hacer es intentar ligarte a una de esas vikingas que vienen una temporada a nuestras playas y, como lo consigas, ya verás que pronto te olvidas de la moza del pueblo. Y ahora a poner buena cara a las clientas y a remontar tus ventas que en los últimos días han caído en picado. ¿Entendido?

   La admonición del brigada sirve para que Julio, al menos en la tienda, cambie de comportamiento y se olvide durante las tardes de la frustrante sensación que le embarga. La persona que le da el empujón definitivo para que comience a mitigar su pena es, como no podía ser de otra manera, su mejor amigo en Palma, Chimo Puig. Un domingo en que han quedado, el morellano intuye que el mañego ya está lo suficientemente sereno para hablar de su ruptura. Chimo ha ido conduciendo la conversación hasta lograr que Julio le confiese lo que su madre le ha contado sobre el comportamiento de Consuelo. Ya metido de lleno en la senda de las confesiones, Julio también le refiere el consejo que le ha dado Carbonero.

   -¿Pues sabes lo que te digo? Que nuestro patrón a veces es un poco bruto, pero en lo fundamental creo que lleva razón. Lo de casarse con la mujer que uno conoció de jovencito debe ser muy romántico, pero creo que ocurre contadas veces. Lo más normal parece ser haber tenido varios amoríos hasta que conoces a la que será tu media naranja –Y como Carbonero, Puig también usa un ejemplo de algo que solo gusta después de haberlo saboreado varias veces-. ¿Tú has probado los pomelos?, ¿qué no sabes lo que son? .Pues son unos frutos comestibles, de color amarillo, achatados y parecidos a la naranja pero de sabor muy ácido. Solo empiezan a gustarte después de haber catado unos cuantos. Imagina que las mujeres son pomelos, tendrás que probar varias hasta que encontrarás una que no te importará que sea más o menos ácida. Con esa te casarás y con un poco de suerte, y otro poco de mano izquierda, envejecerás a su lado.

   A Julio ni la metáfora de la cerveza de Carbonero, ni la de los pomelos de Puig le convencen demasiado, incluso se pregunta: ¿qué tendrán que ver las mujeres con los pomelos o con la cerveza?, y sigue cariacontecido. Mientras, la espera sobre la sentencia de Pepe el Pelos toca a su fin. Llega el enterado del gobierno de la nación. Y una ventosa mañana de marzo, en la fortaleza de Isabel II, nombre oficial del edificio que popularmente se conoce como el penal de La Mola, sito en la entrada del puerto de Mahón, un pelotón de fusileros termina con la vida del desgraciado peluquero. Una representación de militares de todos los regimientos de las islas ha sido trasportada a Menorca para que sean testigos del cumplimiento de la condena. El sargento Fernández preguntó a Carreño si quería que le incluyera en la relación de comparecientes, pero el extremeño rechazó la oferta. No creía tener estómago suficiente para ver cómo era fusilado un compañero con el que llegó a salir a la caza de turistas.

   Ha llegado la primavera de 1891 y Julio todavía no ha conseguido quitarse de la cabeza a su exnovia, pero piensa en ella cada vez menos. La herida parece que va cicatrizando y el mañego, siguiendo los consejos de Carbonero y de Puig, se dice que tendrá que tomar más jarras de cerveza y comer más pomelos hasta que encuentre la mujer de su vida. Por eso, los domingos, solo o acompañado, suele ir a las playas cercanas a Palma a ver si liga. Hoy se ha acercado a la playa de S´Arenal, lugar donde al parecer veranean muchas extranjeras. Ha estado más tiempo tomando el sol que dentro del mar, pues el agua es un elemento en el que se desenvuelve mal, no sabe nadar. En algún momento de la tarde sus ojos se han cruzado con los de una extranjera muy cerca de donde está, no muy guapa ni demasiado joven pero con buen cuerpo, y que le ha sostenido la mirada. El mañego no ha sabido cómo tomárselo ni qué hacer. En un determinado momento la mujer saca de su bolso un cigarrillo que se lleva a los labios, sigue buscando en el bolso, supone que para encontrar el encendedor, pero no parece que dé con él, entonces la extranjera se dirige a Julio:

   -Avez-vous du feu?

   El extremeño, que ha entendido la petición, se apresura a ofrecerle el chisquero de mecha y piedra que, aunque no fuma, lleva generalmente encima cuando va a ligar. Es el inicio de una charla que, entre las cuatro palabras de francés que sabe Julio y otras tantas de español que conoce la belga, pues esa es su nacionalidad, les lleva a comenzar una relación que durará las dos semanas que le quedaban de vacaciones a Camille. Dos días después de haberse conocido, la belga lo metió en el cuarto de la pensión en la que estaba alojada. En los once días que estuvieron juntos, la extranjera le enseñó al mañego más artimañas sexuales de las que nunca pudo imaginar. Incluso le mostró el libro, primorosamente encuadernado, del que extraía todas sus habilidades amatorias: el Kama-Sutra, un antiguo texto hindú que trata sobre el comportamiento sexual humano. Con posterioridad, Carreño intentó encontrar el volumen en las librerías de la ciudad, pero no lo consiguió. Tras la partida de la belga, el mañego se dijo que ahora que sabía cómo se conseguían los pomelos todo sería coser y cantar. Craso error, fue el primer y último pomelo que cató en la isla.

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro I de Los Carreño, publicaré el episodio

47. Una cagalera del carajo

domingo, 28 de junio de 2020

*** Post info. 11 Durante el verano el blog se publicará una vez a la semana

 

   Al igual que hice otros veranos, a partir del 1 de julio y hasta el 31 de agosto, el blog solamente lo publicaré una vez a la semana, los viernes. El motivo es obvio, ha llegado el verano, al menos en el hemisferio norte, y con los calores lo que apetece es viajar, hacer turismo, deporte, bañarse, etc., y no quedarse en casa. Por eso en verano el consumo de internet suele descender y, por consiguiente, los lectores de los blogs también disminuyen.

   Dejo Madrid con unas temperaturas tórridas, algo propio de su clima continental, y me voy a mi villa de Torrenostra (Torreblanca) a orillas del mar, donde la influencia del Mare Nóstrum aplaca a Febo.

   El calendario de los días que se colgará el blog es el siguiente. Mes de julio: 3, 10, 17, 24 y 31. Mes de agosto: 7, 14, 21, y 28. A partir del 1 de septiembre, el blog volverá a aparecer bisemanalmente, los martes y los viernes, como de costumbre.

   Feliz verano a todos los lectores. Y, per favore, tengan cuidado, el bicho sigue vivo. Addio.

jueves, 25 de junio de 2020

Libro I. Episodio 45. Una carta escueta, directa y diáfana


   Tras la petición de matrimonio de Luis que, tras unos fingidos melindres, Consuelo acepta, la joven escribe a Julio. El mañego ya estaba escamado pues las cartas de su novia han disminuido notablemente y, sobre todo, por la ausencia de un tono más cariñoso y apasionado, pero lo achacaba a que el paso del tiempo tenía que influir necesariamente en la relación. Pese a ello nunca le pasó por la mente que pudiera recibir una carta como aquella: escueta, directa y diáfana.
                                                                             -I-
   Malpartida, 20 de noviembre de 1890.
   Estimado Julio: espero que al recibo de la presente estés bien de salud, la mía bien (a.D.g.)
   Me ha costado mucho decidirme a escribir estas letras porque tú siempre te has portado bien conmigo, pero he creído que era lo mejor para los dos. No puedo seguir guardando tu ausencia, lo de llevar una vida de monja de clausura no va conmigo y te lo tengo que hacer saber. Hasta ahora no te he faltado al respeto, pero no aguanto ni un día más, y cuando pienso que todavía te faltan dos años de mili me descompongo. Por eso lo mejor es que rompamos nuestra relación y cada cual que vaya por su lado y quede liberado de guardar la ausencia del otro.
   Te doy las gracias por los buenos momentos que me has hecho pasar y siento que acabemos así, pero la vida es muy corta y una espera tan larga se me hace insoportable.
   Tu amiga, que te sigue apreciando, y que lo es,
                                                                  Consuelo Manzano
   El breve texto es como un mazazo para Julio. Jamás pudo pensar que Consuelo, la mujer de su vida, le hiciera lo que acaba de leer: romper el noviazgo. Intenta buscar argumentos que justifiquen el escrito. Quizá su madre le ha vuelto a presionar para que se case con un pretendiente con posibles. Quizá ha escrito la carta en un momento en que se haya sentido deprimida. Quizá ha tenido un mal día, quizá… Los quizás se amontonan en su cabeza, pero el texto más diáfano no puede ser. Cuando se serena, vuelve a releer la carta, párrafo a párrafo, línea a línea. El encabezamiento ya es para ponerle en guardia, es la primera vez que le trata de estimado, y  así no se trata a un novio. Es positiva la declaración de que le ha costado mucho escribirla…; sí, pero al final la ha escrito, se dice. Lo de que es mejor para los dos, ¿cómo se explica?, porque él se ha quedado destrozado. ¿Será mejor para ella porque tiene otro pretendiente en cartera?, ¿pero quién?, porque a todos los mozos de casas ricas del pueblo ya los rechazó. Lo de que no puede guardar la ausencia lo entiende, tampoco él ha sido ejemplar en ese sentido. Lo de que hasta ahora no le ha faltado al respeto puede significar que hasta el momento no ha salido con otros…, pero lo de que no aguanta ni un día más tiene muy mala pinta; puede deducirse que a partir de ahora se comportará como cualquier moza en edad de merecer. Y lo de que rompamos la relación, y cada uno a su aire, no admite otra interpretación que la literal. El que le dé las gracias por los buenos momentos le hace remontar el ánimo. Es posible que no todo esté perdido, aunque la despedida no es propia de una novia…, pero si continúa considerándose amiga es posible que…
   El primer impulso de Julio es coger pluma y papel para contestar a su novia, pues la sigue considerando como tal, y pedirle explicaciones…, pero reflexiona y opta por no precipitarse. Lo deja para el día siguiente. No sabe qué hacer, ni siquiera si escribirle. Podría contárselo a alguien y que le aconsejara. Esa idea le hace descubrir que solo tiene un amigo con quien compartir sus cuitas, Chimo Puig. Se va a buscar al valenciano. En la estafeta le indican que está repartiendo y que posiblemente no vuelva hasta mediodía. Deja el recado de que le está buscando. Luego va a caballería porque es donde Chimo come habitualmente. Allí lo encuentra.
   -Carreño, me han dicho que me buscabas.
   -Tengo que hablar contigo, Chimo, pero aquí no. Al terminar te invito a café en la taberna del paseo y hablamos.
   En la tasca, Julio le cuenta a su amigo lo de la carta de Consuelo. Cuando le pregunta qué le aconseja, el morellano vacila.
   -Macho, no has buscado al mejor confesor. De asuntos de faldas estoy más verde que tú. No sé qué decirte.
   -¡Coño, Chimo, algo podrás aconsejarme! –exclama Julio con un punto de enfado.
   -No te enfades conmigo. Te he dicho la verdad, las mujeres son un misterio para mí…, pero puestos a decir algo… Veamos, lo que sabes es únicamente lo que te ha escrito tu chica, ¿no? Creo que lo primero que deberías hacer es informarte por otro conducto de la clase de vida que está llevando Consuelo en el pueblo. Alguien conocerás allí que te podrá informar.
   -Conocer a fondo solo conozco a Carolina y a su marido Argimiro, pero son más amigos de Consuelo que míos, y no estoy seguro de que vayan a contarme la verdad.  
   -¿Y no conoces a nadie más?, haz memoria.
   -Bueno…, aunque no vive en Malpartida, podría escribir a mi madre. Es posible que pueda enterarse de lo que ocurre y ella si me dirá la verdad, aunque me duela.
   -Pues ya estás tardando. Escribe a tu madre y pídele que se entere de lo que pasa con tu novia y que no te oculte nada, aunque no vaya a gustarte.
   El mañego escribe a su madre pidiéndole que pregunte qué pasa con Consuelo, incluso le adjunta una copia de la carta de la chinata que ha pasado a máquina. Le suplica que le responda por correo urgente porque está en un sinvivir. Y por consejo de Chimo decide no responder a Consuelo hasta que no llegue la carta de su madre.
   A todo eso, 1890 está dando sus últimos coletazos. Y dos semanas antes del fin de año ocurre un hecho que deja consternados al personal que trabaja en Capitanía. Una mañana, cerca del barrio de Es Terreno, unos chavales encuentran a una persona muerta. La policía pronto identifica el cadáver, se trata de un tal Francesc Colom que trabajaba como conductor de un carruaje de alquiler, un simón. Ha sido degollado. Hay un gran revuelo en la ciudad porque es el tercer cochero asaltado en los últimos meses. Como pasan varias jornadas sin que la policía palmesana pueda dar con el asesino, la prensa local redobla las acusaciones de que la inseguridad puede convertirse en el mayor enemigo del naciente turismo. Para calmar a la población el Ministerio de Gobernación envía a un famoso comisario de Madrid para que se ponga al frente de la investigación. Sea por eso o porque una vecina informa que el día de autos vio subir al simón a un militar, el presunto asesino es rápidamente arrestado, que resulta ser el soldado de segunda, José Marzá, más conocido en Capitanía como Pepe el Pelos pues trabaja allí de peluquero. Marzá confiesa a las primeras de cambio. Estaba saliendo con una extranjera y no tenía dinero para invitarla por lo que pensó en asaltar a uno de los conductores de simones que se alquilaban para pasear por la ciudad. Escogió uno al azar y le pidió que le llevara a un lugar apartado. Al llegar amenazó al cochero, con un cuchillo robado de la cocina del cuartel de caballería, para que le entregara la recaudación. No pretendía herirle y mucho menos matarle, pero el conductor se resistió y en el forcejeo le clavó el cuchillo en el cuello seccionándole la carótida con lo que la muerte fue casi instantánea. El homicida escapó del lugar llevándose el botín, diecisiete pesetas.
   La prensa exige un castigo ejemplar para que no se vuelvan a repetir casos así. Al tratarse de un soldado, la justicia militar toma cartas en el asunto y exige hacerse cargo del caso. Se origina una pugna entre el poder civil y el militar. El forcejeo dura algún tiempo hasta que interviene el gobierno de la nación. El Presidente del Consejo de Ministros, a la sazón don Antonio Cánovas del Castillo, resuelve que sean los militares los que juzguen a uno de los suyos.
   De pronto, aquel remanso de tranquilidad que era la Secretaría de Justicia se transforma en un lugar de nerviosa actividad puesto que el caso le compete de lleno. Ninguno de los soldados de la Secretaría interviene en los interrogatorios a que s sometido el presunto asesino, pero sí que tienen que pasar a máquina dichas declaraciones. En cuanto termina la instrucción se pasa a la fase oral con el nombramiento del tribunal militar que tendrá que juzgarle. Un teniente es designado acusador y otro teniente, también del cuerpo jurídico del ejército, es nombrado defensor del acusado. El tribunal lo componen el presidente, cuatro vocales y un secretario relator, el capitán Echevarría. El juicio es rápido, pues apenas si comparecen testigos: la vecindona que le vio subir al simón, los compañeros del fallecido que corroboran que el día de autos el cochero hizo un par de carreras, los chicos que encontraron el cadáver y los policías que le detuvieron. El defensor hace subir al estrado a algunos compañeros de destino de Marzá para que atestigüen que el presunto asesino es buena persona, al sargento de la compañía de destinos para que ratifica que el encausado no tiene ninguna falta en su expediente militar y poco más.
   Desde el primer momento todo el mundo tuvo la impresión de que el proceso pintaba mal para el pobre Marzá, pues la prensa local seguía exigiendo un castigo ejemplar. Entre los compañeros del reo la opinión generalizada es que el Pelos nunca tuvo intención de asesinar al cochero, pero ese parecer no contaba para el tribunal. El resultado es más duro de lo que sus compañeros esperaban. La corte encuentra al acusado culpable de asesinato en primer grado con las agravantes de nocturnidad y premeditación y, algo realmente esperpéntico, de robar propiedades del ejército, el arma del crimen. Cuando se hace pública la sentencia, los guripas de Capitanía quedan consternados pues su compañero ha sido condenado a ser pasado por las armas por diecisiete cochinas pesetas.
   Y con todo lo que está ocurriendo, Julio solo puede pensar en la carta escueta, directa y diáfana que le ha enviado Consuelo.

PD.- Hasta el próximo martes en que, dentro del Libro I de Los Carreño, publicaré el episodio
46. Metáforas