"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 29 de marzo de 2019

97. ¿Cuál es el mejor amigo del policía?


   El 23 de agosto amanece con los torreblanquinos metidos en los comienzos de sus fiestas patronales. El programa que, como todos los años, edita el Ayuntamiento describe los actos  programados para ese día. Destacan la tradicional subasta de carros y cadafales para la construcción de la artesanal plaza de toros, la solemne misa cantada y la procesión del Santísimo Sacramento en recuerdo de la más importante gesta histórica de la localidad, terminando la jornada con la inevitable verbena popular.
   Ajenos a los festejos locales, los viejos amigos que veranean ocasionalmente en Torrenostra se reúnen en el apartamento del hijo de Álvarez que es su lugar de encuentro. Como habían acordado la tarde anterior, Ponte es el encargado de ponerle los puntos sobre las íes a Grandal.
-Jacinto, hay algo que hemos de decirte con la mejor de las intenciones, esperando que no te mosquees por ello pues ese es nuestro deseo.
-Huy, huy, huy, con ese prólogo temo lo peor. Dispara –pide Grandal a quien por su edad es el decano del grupo.
-En los últimos días te estás portando, al menos con nosotros, como si fuéramos los agentes de tu antigua comisaría. No ruegas, no sugieres, ni siquiera pides; más bien ordenas como si fuéramos tus subalternos. Esa es la impresión generalizada que todos, sin excepción –y Ponte señala al resto de amigos-, sentimos. Y ya puedes imaginarte que a nuestra edad no estamos por la labor. Una cosa es que te ayudemos en tus investigaciones, algo que hacemos con sumo gusto, y otra que nos mandes de acá para allá sin ni siquiera consultarnos si nos viene bien o nos apetece. Bueno, pues ya he dicho lo que tenía que decir.
   Grandal se queda unos instantes callado como si estuviese meditando lo que Ponte acaba de soltarle. Cuando habla lo hace en tono amable y sin aristas.
-Manolo, como supongo que hablas en nombre de los demás, agradezco tu franqueza y sobre todo el cordial modo conque has expuesto vuestras quejas. Es muy posible que en las últimas jornadas me haya vuelto demasiado exigente en detrimento de nuestra amistad. Creo que tenéis razón, tengo que ser menos policía y más amigo. Por tanto, os pido perdón y os ruego que me disculpéis. ¿Sabéis que me ha pasado; mejor dicho, que me está pasando? Que estoy, que estamos –se corrige- a un pelo de descubrir las causas del fallecimiento de Salazar y de quiénes estuvieron detrás de ello. Ya me pasaba en mis tiempos en activo, cuando estaba en la fase final de solucionar un crimen me ponía a mil y daba órdenes sin pensar en cómo podían afectarles a quienes las recibían. Y ahora lo estoy haciendo con vosotros. Os vuelvo a pedir perdón y os prometo que no volverá a pasar.
   Tras la parrafada de Grandal el silencio se adueña de la estancia como si cada uno estuviera procesando el discurso del expolicía, hasta que Ballarín suelta:
-Bueno, pues ya está, pelillos a la mar. Ahora, borrón y cuenta nueva.
-Jacinto, no tienes que pedirnos perdón, sigues siendo nuestro amigo del alma –Ponte se ha puesto melodramático.
   La charla no va a más porque suena el timbre de la puerta, es Ramo que acude a la reunión. Lo que aprovecha Grandal para iniciar la tarea de congraciarse con sus amigos.
-Ahora que estáis los cuatro aprovecho para felicitaros porque vuestras investigaciones de ayer han dado óptimos resultados y ya solo nos falta una pizca para rematarlas.
-Como decimos los taurinos: hasta el rabo todo es toro –recuerda Álvarez impenitente aficionado al arte de la tauromaquia.
-En efecto, nos falta el rabo por desollar –acepta Grandal-. Vamos por partes. Respecto al Chato de Trebujena habéis confirmado que estuvo aquí la tarde del 15 y sabemos que llegó sobre mediodía, ahora hemos de averiguar a qué hora se fue de Torrenostra. Manolo y Pedro que han seguido esa pista sois los encargados… ¡Coño, ya estoy cayendo en el ordenancismo! Perdonad, pero parece que es superior a mí. Os ruego que tratéis de confirmar con los taxistas del pueblo si tuvieron un cliente parecido al Chato.
-Jacinto, eso ya te lo conté cuando me enviaste a hablar con los taxistas de aquí, pero veo que lo has olvidado… -puntualiza Ramo.
-Macho, te hemos cazado en un renuncio, hasta yo recuerdo lo que nos contó Pedro. ¿No tendrás un principio de Alzheimer? –pregunta burlonamente Álvarez.
   Grandal sonríe, su presunto olvido ha sido una pequeña treta para dar pie a sus amigos a que se metan con él.
-Ah,… sí. Ahora lo recuerdo, Pedro. Uno de los taxistas locales te contó que había llevado a un pasajero con pinta de exboxeador a Alcossebre alrededor de las seis de la tarde. ¿No es así?
Luego sabemos que el Chato estuvo en Torrenostra desde mediodía hasta las dieciocho horas. Saber qué hizo durante esas seis horas sería tanto como resolver la mitad del misterio de la muerte de Salazar. Lo que me lleva a pediros que cambiéis de pista. Ahora, Pedro y Manolo, lo que deberíais hacer es intentar averiguar que hizo el Chato en las seis horas que estuvo aquí. Un personaje así no pasa desapercibido, alguien tiene que recordarlo.
-Exactamente, ¿qué quieres que hagamos? –pregunta Ponte.
-Pues…, pero antes a ver si sois capaces de acertar esta adivinanza: ¿Cuál es el mejor amigo de un policía cuando está investigando un delito?
   Como no hay respuestas, Grandal completa el acertijo.
-Pues el mejor amigo de un policía cuando está investigando un delito es un buen par de botas. Es la típica adivinanza que se plantea en las comisarías a los policías novatos y que siempre aciertan porque en la academia se la han contado cien veces.
-Espero que un buen par de zapatillas de deporte sirvan lo mismo –ironiza Ramo.
-Por supuesto, pero a lo que os decía. Tendríais que visitar todos los locales públicos de la playa preguntando si alguien vio a un personaje parecido al Chato y si recuerdan algo más. Si alguien os pregunta podéis usar la misma excusa que usasteis con el taxista de Alcossebre.
-Si tuviéramos un retrato robot de ese exboxeador nos ayudaría mucho –sugiere Ramo.
-Naturalmente, ¡cómo no se me ha ocurrido! Veis cómo sin vosotros estoy perdido. Pedro, si ese hermano tuyo sigue aquí, ¿podría hacer un retrato del Chato?
-A Chimo le das una colección de lápices y le explicas los rasgos más característicos de una persona y es capaz de dibujarte al mismísimo diablo –afirma Ramo.
-Pues, ea. No pierdas ni un minuto más, por favor. Que te acompañe Manolo, que es muy bueno describiendo rasgos, y que tu hermano haga un retrato robot del Chato. Y después enseñarlo por ahí a ver que pescáis.
-¿Y para nosotros, jefe, que hueso nos vas a dar a roer? –inquiere con su ironía habitual Álvarez.
-Tú y Amadeo –contesta Grandal-, vais a tener como cometido indagar sobre el extranjero que estuvo en la habitación de Salazar. Seguid la pista del guiri que estuvo almorzando en un restorán de la playa y que iba acompañado de una mujer joven, por si fuera él. Dado que la investigación del retrato robot del extranjero no ha tenido el éxito que esperábamos, vamos a centrarnos en la mujer. Luis, Amadeo, ¿sería posible que fuerais al restorán donde estuvo comiendo la pareja y le preguntarais a la dueña, que parece tener buena memoria, como era la mujer que acompañaba al guiri que se zampó dos parrilladas de marisco?
-Pedido así, ¿cómo puede uno negarse? –comenta Ballarín con una sonrisa.
-Perdón, pero quiero exponer una objeción; bueno, más que una objeción es una perplejidad –expone Ponte-. He de confesaros que en este caso estoy más perdido que un pulpo en un garaje, como dicen mis nietos. Conozco aspectos parciales de la investigación, pero no tengo ni repajolera idea del conjunto de la misma. De lo que podríamos calificar como una visión global de en qué punto estamos sobre la investigación del caso. Lo he comentado con Luis y Amadeo y a ellos les ocurre más o menos lo mismo. Como aquí parece que el único que tiene esa visión global eres tú, Jacinto, creo que sería pertinente que antes de irnos a cumplir con los deberes que nos has puesto nos hicieras un resumen de hasta dónde hemos llegado y qué nos falta para dar por finiquitado el misterio de la muerte de Salazar. ¿Estáis de acuerdo?
   Los síes son unánimes, hasta Ramo que no ha sido citado asiente vigorosamente. La respuesta de Grandal sorprende a todos.
-Luis, ¿por casualidad no tendrás un papelógrafo?
-¿Y eso qué diablos es? –pregunta el aludido.
-Un caballete de trípode con una bandeja para rotuladores y en el que se instala un rotafolios.
-Pues no, pero espera, voy a mirar en el trastero donde guardan los juguetes mis nietos.
   Al momento, vuelve Álvarez portando un cuaderno de dibujo.
-Si te sirve esto, es lo único que he encontrado.
-Puede valer, necesito también un lápiz o un bolígrafo.
   Armado con ambos útiles, Grandal busca una hoja en blanco.
-Os resumiré dónde estamos y el rabo que nos falta por desollar, como diría Luis –Dicho lo cual se pone a escribir:
   Hora 16, Anca recoge bandeja de la habitación 16. Salazar está bien.
   H. 17,40. Rocío se asoma a la puerta y no entra al ver al Chato. Salazar está sentado en el sillón (desconocemos en qué estado).
   H. 17,50. Rocío ve salir del hostal al Chato.
   H. 17,55. Rocío ve subir a la 1ª planta a Espinosa.
   H. 18,15. Rocío y Anca irrumpen en habitación, Espinosa está dando de beber coñac a Salazar quien ya está en estado comatoso.
   Al llegar aquí, Grandal deja de escribir.                                         
-O sea, que Salazar se puso en estado comatoso entre las 16 y algo y las 18,15 aproximadamente. En esas dos horas y cuarto algo sucedió que es lo que hemos de investigar y dónde está la respuesta para solucionar el caso. De ese lapso sabemos que en la habitación estuvieron el Chato y Espinosa. ¿Estuvo alguien más? No lo sabemos todavía, pero varios testigos vieron a Alfonso Pacheco y a Jaime Sierra la tarde del 15 por Torrenostra. ¿Estuvieron ambos, juntos o por separado, en la habitación de Salazar? Es algo a investigar.
-Y por tanto, vamos a necesitar un buen par de botas, ¿no es eso, figura? –pregunta irónicamente Álvarez.

PD.- Hasta el próximo viernes que publicaré el episodio 98. “Verde y con asas”