"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 16 de agosto de 2016

53. En Majadahonda encuentran una pista



   El día veintiuno de diciembre, mientras Grandal y Ponte regresan de Castellón, Álvarez y Ballarín se han vuelto a reunir para continuar recabando más datos sobre uno de los sospechosos del que tienen escasa información. Se trata de uno de los técnicos de la empresa encargada de la seguridad del Museo de América y que pudo haber saboteado las cámaras. El individuo en cuestión, que se llama Adolfo Martínez, vive en Majadahonda, antiguo pueblín de majadas o lugares donde se recogía de noche el ganado y se albergaban los pastores y hoy convertido en una floreciente ciudad del área metropolitana madrileña.
   La pareja de jubilados se ha citado en el Intercambiador de Moncloa para coger un autobús de la Empresa Llorente con[ZR1]  destino a Majadahonda. Toman el bus 265 que les dejará en pleno centro de la ciudad majariega, en la zona conocida como Plaza de los Jardinillos. Durante el corto viaje, unos veinte minutos, los amigos charlan, como no, de la noticia del día: el desenlace de las elecciones generales.
- ¿Qué te ha parecido el resultado? ¡Vaya desastre! – pregunta y califica al tiempo Álvarez.
- Bueno, más o menos es lo que preveían las encuestas con la salvedad que los de Podemos han sacado más escaños de los que les pronosticaban y los de Ciudadanos bastantes menos – contemporiza Ballarín.
- Lo que no sé es qué clase de gobierno se podrá formar con ese resultado – afirma Álvarez que añade -. Debería gobernar el PP que es quien más votos y escaños ha sacado.
- Debería…, pero quien gobernará será el que más apoyos consiga en el Congreso.
- Si terminan formando gobierno los rojos, los que tú llamas progresistas, que Dios nos coja confesados. Esto puede ser el acabose – pontifica Álvarez.
- Tranquilo, Luis, ya verás como no llegará la sangre al río – le consuela Ballarín.
   La charla da para poco más puesto que el bus ha dejado la Carretera del Plantío y ha enfilado la calle del Doctor Calero, el viaje toca a su fin. Una vez en la ciudad, van paseando tranquilamente por la Gran Vía. Álvarez, que hace años que no ha vuelto por Majadahonda, no deja de asombrarse del enorme cambio que ha sufrido la arteria principal de la ciudad al haberla convertido en una vía peatonal. La calle está llena de establecimientos de toda clase, especialmente de bares y cafeterías que, como si se hubiesen puesto de acuerdo sus dueños, en su primer tramo casi todos los establecimientos están situados en la margen izquierda, mientras que en el segundo lo están en la derecha.
   Hacia el final de la Gran Vía, en la Plaza de Cristóbal Colón, se desvían a la izquierda para llegar a la calle de El Cid donde vive el objetivo. La vivienda del técnico sospechoso está ubicada en una pequeña urbanización denominada pomposamente Parque Residencial de Madrid que está compuesta por dos bloques separados por la calle Cid. Ambos inmuebles están cercados en todo su perímetro. En el que agrupa los números 10 al 16 vive el presunto sospechoso. En principio, lo que hacen es dar una vuelta por la calle Pelayo a la que da el piso en que vive el objetivo, luego por la de Santa Bárbara y finalmente por Vasco de Gama con lo que completan el perímetro de la urbanización. No ven nada que les llame la atención ni ningún comercio idóneo para preguntar.
- Tendremos que volver a realizar la habitual ronda por bares y cafeterías – apunta Álvarez.
   Así lo hacen. Recorren las distintas cafeterías, bares y tabernas que hay en la Plaza Colón y el final de Gran Vía sin obtener ni un solo dato que les pueda servir. Hasta entran en una pastelería cercana a la pequeña urbanización en la que vive el objetivo, llamada Cala Millor, y en la que compran unos suizos.
- ¿Qué tal van las ventas con esto de la crisis? – pregunta Ballarín.
- Depende – responde la dependienta como si fuera gallega.
- ¿De qué depende?
- Del día.
   Y no le sacan una palabra más. Por no dejar piedra sin remover hasta entran en un establecimiento de electrodomésticos que encuentran en Colón.
- Estoy viendo aparatos para equipar el piso que acabo de comprar a mi hijo - explica Álvarez al dependiente que les atiende para añadir -, ¿qué tal van las ventas con esto de la crisis?
   Ninguna añagaza da resultado. Nadie menciona a Adolfo Martínez.
- No vamos a tener más remedio que preguntar al portero – apunta Álvarez.
- Pues sí, pero… esta urbanización está dividida en dos manzanas por la calle Cid, ¿no? ¿Por qué no preguntamos primero al portero de los impares?, así evitamos que nos pueda ver el tal Martínez y le suenen nuestras caras – sugiere Ballarín.
- ¿Y qué le preguntamos al portero? – inquiere Álvarez un tanto escéptico.
- ¿Por qué no le colocamos el mismo rollo que les contamos a los porteros de General Perón?
- Me da en la nariz, Amadeo, que ese pretexto no va a funcionar aquí – replica Álvarez -. ¿Porque no preguntamos algo mucho más lógico?, por ejemplo: qué estamos buscando piso para un hijo que se va a casar y que trabaja aquí.
   La entrevista con el portero del bloque de impares es breve puesto que el hombre les informa que no hay ningún piso a la venta en esa mitad de la urbanización. Ya están marchándose cuando el conserje les sugiere:
- Por qué no miran en la finca de enfrente, había un piso que estaba en venta.
   Siguiendo la sugerencia que acaban de darles, la pareja llama al telefonillo del portero del bloque de los números pares y le dicen que quieren hablar un momento con él.
- Buenos días. Verá, estamos buscando piso para comprarlo o alquilarlo. Es para un hijo que se va a casar y su colega de enfrente nos ha dicho que aquí había uno en venta – se explica Álvarez.
- Sí, señor. Lo había, pero ya está vendido.
- ¡Qué lástima!, porque este tipo de urbanización es lo que anda buscando mi hijo.  
- Pues como le he dicho, de momento no hay ningún piso a la venta. Lo que si hay es una plaza de garaje que se vende o alquila. Hasta hace un par de semanas había dos, pero una se vendió.
   Álvarez y Ballarín se miran, sin decir una palabra se han puesto de acuerdo: cuanto mayor tiempo estén con el portero más posibilidades tendrán de sacarle alguna información.
- Si es tan amable y pudiéramos echar un vistazo a la plaza que resta igual le podía interesar a mi chico. Si no es molestia, vamos.
   El portero coge unas llaves y les invita a acompañarle. La plaza de garaje está en el sótano del bloque número 14 y es francamente estrecha y con un acceso complicado. Cuando lo comentan, el portero está de acuerdo con esa opinión.
- Es cierto, hay que hacer un par de maniobras para poder dejar el coche en su sitio, pero es lo que hay. La otra plaza que estaba en venta es como esa de ahí – y señala una que está ubicada en la vertical de la puerta de acceso al garaje -, es más grande y no hay que hacer ninguna maniobra. Por eso se vendió enseguida.
- Una plaza así, me refiero a la grande, ¿cuánto costaría?, más o menos – tantea Álvarez.
- Hombre, eso es cuestión de tratarlo con el propietario, pero calcule usté que sobre unos quince mil euros o algo más. En esta zona las plazas son escasas.
- ¿Y se puede conseguir a plazos? – sigue preguntando Álvarez muy metido en su papel de padre del presunto comprador.
- Eso también hay que acordarlo con el dueño. La plaza que fue la última que se vendió se pagó a tocateja, por eso el comprador logró una pequeña rebaja.
   Como la cosa no da más de sí, salen del garaje y se dirigen hacia la salida. Antes de despedirse, Ballarín decide gastar la última bala:
- Por cierto, cuando le dije a mi hija Almudena – Ballarín no tiene ninguna hija con ese nombre – que venía a acompañar a mi amigo a ver casas en Majadahonda me dijo que en una de estas urbanizaciones vive o vivía un antiguo compañero suyo de colegio, un tal Martínez.
- ¡Vaya, qué casualidad! La persona que compró la plaza de garaje vendida se apellida precisamente así, exactamente Adolfo Martínez. Lo mismo es ese amigo de su hija.
- ¿Adolfo? No me suena. Si no recuerdo mal el condiscípulo de Almudena - Los vejetes están aprendiendo a dejar el menor número posible de rastros tras ellos – se llamaba Jorge Juan.
   En ese momento, los jubilados están a punto de exclamar: ¡bingo!. La suerte acaba de sonreírles, por primera vez tienen un dato que avala la posibilidad de que el técnico sospechoso haya realizado una operación inmobiliaria que supone la existencia de un dinero que excede en mucho a sus ingresos habituales.
   ¿Será el técnico de seguridad uno de los presuntos cómplices que buscan?