Las elecciones autonómicas y
municipales del veintiocho de mayo de mil novecientos noventa y cinco han
supuesto un cambio de tercio, tan espectacular como inesperado, en algunas
comunidades autónomas, entre ellas la valenciana.
El socialista Joan Lerma
accedió a la presidencia de la Generalidad en el ochenta y dos y revalidó su cargo
en el ochenta y siete y el noventa y uno. Se esperaba una cuarta victoria del
PSPV-PSOE, aunque fuera por mayoría relativa. Para ello los socialistas
contaban de antemano con los votos de los representantes de Esquerra Unida-Els
Verds. Sin embargo, las urnas han arrojado unos resultados que suponen el
cambio de signo político en la comunidad. El Partido Popular, liderado por
Eduardo Zaplana, obtiene cuarenta y dos diputados. Al sumar a ellos los cinco
conseguidos por la coalición de Unión Valenciana, que comanda González Lizondo,
las fuerzas del centro derecha consiguen, por primera vez, la mayoría absoluta
en el parlamento autonómico.
El cambio de tendencia no ha
sido únicamente autonómico, en el ámbito municipal se ha producido en muchas
localidades un fenómeno similar. Senillar ha sido una excepción pues se ha
vuelto a repetir el mismo resultado que en el noventa y uno: los socialistas
han sido los más votados, pero han obtenido el mismo número de concejales que
los populares, cinco. El undécimo escaño, el que rompe el empate entre la
derecha y la izquierda, ha ido a parar otra vez a los nacionalistas de
izquierdas.
Visto el resultado de las
elecciones, en Senillar todos dan por descontado que los nacionalistas pactarán
con los socialistas para formar gobierno, como hicieron en la anterior
legislatura. Sólo hay un nubarrón que ensombrece el panorama político
poselectoral: la ruptura entre el PSOE y el UNES en las semanas anteriores al
veredicto de las urnas. En cualquier caso, el partido que quiera gobernar con
mayoría absoluta no va a tener más remedio que pactar con el UNES; en
definitiva, con el único electo nacionalista que es Guillem Armengol, su
secretario general.
Los socialistas
tienen un problema inicial para tratar con Armengol, éste y Jaume Pellicer, el
secretario general del PSOE, se tiraron los trastos a la cabeza a raíz de la
ruptura del pacto que los unía. Cada uno ha culpado al otro de haber incumplido
el acuerdo. El enfrentamiento ha sido más sonado en los medios que en la
realidad pero, como tantas veces sucede, la repercusión mediática de sus enfrentamientos
ha terminado por personalizarse. En un periódico comarcal ambos políticos han
hecho varias declaraciones que han ido subiendo de tono hasta llegar a toda
suerte de reproches y acusaciones, más o menos veladas, de malas prácticas de
gobierno. Del debate político se ha pasado al plano personal, derivada a la que
es fácil de llegar en los pueblos, y rápidamente ha trascendido hasta el ámbito
familiar. El hermano mayor de Armengol y un cuñado de Pellicer terminan a
guantazo limpio una discusión que comenzó por un quítame allá esas pajas. Por
eso, Pellicer, con buen criterio, se borra de la delegación socialista que se
entrevistará con los del UNES para reeditar el pacto, bien de legislatura, bien
de gobierno.
La reunión entre
las delegaciones del PSOE y del UNES comienza con mal pie. Los socialistas,
desde la fuerza que les da haber obtenido el mayor número de votos y la gran
diferencia de concejales entre ellos y los nacionalistas, pretenden que
Armengol se abstenga o se vote a sí mismo en la elección de alcalde, y ello sin
hacerle en principio ninguna concesión. A lo que el electo del UNES se niega en
redondo. Es consciente de que su voto vale su peso en oro. Los socialistas
sacan del capazo de las componendas una segunda propuesta:
- Te proponemos un pacto de gobierno en el que tendrás la
concejalía que quieras, menos la de urbanismo que ya la tenemos comprometida.
¿Te parece bien?
- Ni harto de vino – es la chulesca respuesta de Armengol,
que conoce mejor que nadie que urbanismo es la joya de la corona municipal.
- A ver si esto te parece adecuado: además de una concejalía,
y sigue en vigor la salvedad anterior, serás segundo teniente alcalde.
Armengol y los
suyos siguen negándose.
- ¿Y si además de la concejalía que prefieras, siempre que
no sea urbanismo, pasaras a ser el primer teniente alcalde?
El no vuelve a ser
rotundo. Pellicer está muy firme en su postura, y es porque guarda un as en la
manga. En una reunión a puerta cerrada Agustín Badenes, el director local de la
caja, le ha convencido de que entretenga a los socialistas mientras él tratará
de conseguirle un mejor acuerdo con los populares. El cabeza de los
comisionados socialistas, irritado ante la rocosa postura del nacionalista, le
da un ultimátum:
- Dinos que es lo que quieres, Guillem, a ver si acabamos de
una puta vez.
- Quiero la concejalía de urbanismo, ser primer teniente
alcalde, varios puestos a concretar en el servicio de mantenimiento para los
míos y que no se tome ninguna decisión importante sin contar con mi partido.
- ¡Coño. Sólo falta que pidas ser la reina madre! – exclama
el negociador socialista y añade -. Eso no es asumible. Al fin y al cabo no
tienes más que un voto.
- Sí, pero es el que decanta el fiel de la balanza.
La discusión se
encalla. Ni los socialistas están dispuestos a admitir las desproporcionadas
ambiciones de Armengol, ni éste da su brazo a torcer. Acuerdan que mantendrán
otra reunión para intentar conseguir un acuerdo que satisfaga a ambas partes.
Cuando el propio
Armengol le cuenta a Badenes el negativo resultado de la reunión, a éste le
falta tiempo para pasarle la información a José Ramón Arbós, quien a su vez
llama a Javier Blasco, presidente local del PP, y le explica que se les
presenta una oportunidad única para ganar por la mano al PSOE.
- Javier, creo que la situación se nos está poniendo a
huevos. O mucho me equivoco o tienes la vara de alcalde al alcance de la mano.
- Desde luego, tú eres de los que siempre ve la botella
medio llena. Explícame cómo conseguirlo.
- Acordando un pacto de gobierno con los del UNES.
- ¿Tú crees que ese buitre de Armengol querrá pactar con
nosotros? – recela Blasco a lo que añade una razón -. ¿Cómo vendería a su gente
un acuerdo con lo que ellos llaman la derecha cavernaria?
- Fácil. Lo presentará como el sacrificio que hace para
salvaguardar los intereses de la ciudadanía. Lo que a buen seguro apellidará
como un pacto por la gobernabilidad.
- ¿Serás tú quién pacte con Armengol?
- No. Enviaré a alguien que no pertenezca al partido. De esa
forma si la negociación se tuerce siempre podrás afirmar, sin faltar a la
verdad, que el PP no ha negociado con los del UNES.
- ¿Estás pensando en alguien en concreto?
- En Amador.
- ¿En tu socio? – se extraña Blasco -. ¿Estás seguro de que
no hará alguna jugarreta siendo un sociata?
- Tranquilo. Amador tiene claro que antes priman los intereses
que las ideas. En otras palabras, que la pela es la pela.
- Entonces, ¿crees que Armengol tragará?
- ¿Qué si tragará? ¿Recuerdas lo que te dije?, sólo es
cuestión de que le demos una peseta más, metafóricamente hablando, de lo que le
ofrezcan los rojelios.